martes, 7 de julio de 2020

¿HA CAMBIADO ALGO EL COVID-19? REFLEXIONES (3 DE 4) – EL ESTADO FRENTE A UNA PANDEMIA


En el verano de 1981, España se vio afectada por el misterioso “síndrome tóxico”, luego rebautizado como “síndrome del aceite de colza adulterado” (en realidad, una intoxicación por organofosforados) que afectó a 20.000 personas, ocasionando la muerte de 1.100. Las pocas referencias que hay sobre el tema indican que se trató por todos los medios, de ocultar la naturaleza del problema. Así mismo, durante 2018, la epidemia de gripe causó 15.000 muertos en apenas unas semanas. Y, quizás lo peor, sea la incidencia cada vez mayor de determinados cánceres en zonas del país sobre los que existen estudios científicos suficientes para atribuirlos al uso de determinados productos (desde herbicidas, vermicidas, fungicidas, detergentes, conservantes, estabilizantes y colorantes alimentarios), y a hábitos alimentarios y de vida insanos. A lo que se suma, finalmente, la reaparición de enfermedades desterradas y traídas de nuevo por la inmigración masiva y descontrolada que tiene las puertas abiertas sin ningún control sanitario. Y me reafirmo: “puertas abiertas sin ningún control sanitario”.

Así pues, la situación sanitaria de nuestro país no es lo que se dice “idílica”. Sería razón suficiente como para que el Estado tomara cartas en el asunto… Pero, hay dos problemas:
- la “sanidad española” es un concepto que no existe: existen 17 sanidades autonómicas, con 17 políticas diversas y con 17 organismos de control, verificación, compras, distintos, incluso con diferentes coberturas y eficiencias.
- la mayoría de ministros de sanidad, desde el principio de la democracia, no han tenido ni idea de sanidad. La mayoría eran abogados, algunos economistas, alguna funcionaria sin más cualificación y solamente Ana María Pastor (PP), Bernat Soria, Maria Luis Carcedo (PSOE). Solamente ¡TRES sobre VEINTICINCO! Ministros de sanidad de la democracia (UCD, PP, PSOE) han tenido idea de su departamento. Se alega que los “asesores” están para eso: sí, pero parecería mucho más razonable que quien está por encima de los “asesores” separa de qué hablan estos, o al menos qué preguntarles.
Así pues: las dos características del sistema de sanidad español son: su fragmentación y el “amateurismo” de sus titulares.


No es raro que cuando ha estallado alguna crisis sanitaria, como la del Covid-19, pero también como la del “síndrome tóxico” y la mucho más cercana de la epidemia mortal de gripe de 2018, el país no haya estado en absoluto preparado.

El hecho de que se subordine la sanidad a las necesidades del partido del gobierno, hace que, por ejemplo, haya que recurrir a literatura muy especializada para conocer los detalles sobre la incidencia de enfermedades ya desterradas y que han retornado con la inmigración, o incluso que la “corrección política” tienda a mentir descaradamente sobre los gastos sanitarios ocasionados por la inmigración, datos que, simplemente, se escamotean o se falsean para la opinión pública.

Cuando llega el Covid-19, el gobierno español está solamente interesado en sus delirios sobre “ideología de género”, “igualdad” y “lucha contra el machismo”. Desde que han llegado al poder, han entrado más de 700.000 inmigrantes, sin ningún tipo de control sanitario -como durante los gobiernos anteriores desde Aznar a partir de 1996-. Cualquier médico de CAP es perfectamente consciente de que nuestra sanidad está lastrada por la inmigración, pero Podemos y el PSOE han impuesto el “sanidad para todos”, lo que, traducido quiere decir, que el objetivo del 6’1% de población africana infectada por el SIDA, es alcanzar las costas españolas para garantizarse un tratamiento que convertirá la enfermedad, de mortal en crónica. Justo, pero impagable por el ciudadano español, por tanto, inasumible, más allá del humanitarismo de la izquierda marciana.

Peor todavía: el ministerio de sanidad no resistiría una inspección a fondo de los costes de las compras ni de la utilización de los presupuestos. Es uno de los ministerios en donde, la falta de titulación adecuada -¿hay que recordar que durante el franquismo, para ocupar un cargo ministerial se exigían unos años de experiencia en el sector que se iba a dirigir, y años de haber demostrado “saber mandar”… además, claro, de “fidelidad política”- ha sido compensada por que los ministros de sanidad han sido históricamente en los gobiernos de la democracia los más sumisos a sus respectivos partidos? Las comisiones, jugosas comisiones incluso por la compra de palitos de madera para observaciones bucales, alimentan a los distintos escalones del aparato administrativo. Sin olvidar que si las autonomías han pues énfasis en el control de la sanidad ha sido precisamente por el volumen de dinero que mueve…


Ahora bien, no todo ese dinero, se utiliza para mejorar la salud de los españoles. Una parte no cuantificable se utiliza para mejorar la bolsa de quien tiene el poder. Secreto a voces, indemostrable en un país “garantista” con una justicia concebida para que el político corrupto goce siempre de buena salud.

¿O es que a estas alturas vamos a negar que el ciudadano en democracia interesa solo en tanto que representa un voto y los partidos se preocupan por él en los momentos próximos a las elecciones?

Alguien dirá: “Bueno, siempre nos quedarán las asociaciones internacionales, la OMS”… Repasamos la andadura de esta organización: en 2003 reaccionó tardíamente a la epidemia de SARS (nacida también en China) en 2014 no estuvo a la altura de reaccionar ante el Ebola (11.000 muertos en pocos días), en 2009, por el contrario, reaccionó histéricamente ante la Gripe A cuya importancia exageró disparando los beneficios de la industria farmacéutica. No previó la epidemia de gripe del 2018, casi tan grave como el Covid. Y, ante el Covid-19, reaccionó tarde, sustentando siempre la posición de China Popular… principal contribuyente a la OMS. Tedros Adhanom, director de la OMS, siempre -repetimos, “siempre”- ha evitado criticar a China Popular. Tedros -que, por cierto, había militado en un partido comunista- tardó mes y medio en alertar e, incluso, negó el 14 de enero, que el virus pudiera pasar a los humanos. Calló el hecho de que China tardó más de un mes en alertar sobre el virus y en aceptar a una comisión investigadora del organismo internacional


La OMS calló cuando, imprudentemente, China reabrió los mercados de animales salvajes (origen del Covid-19) China no es el mayor contribuyente a la OMS, pero sí el país que tiene más influencia dentro del organismo (lo que ha provocado la ruptura de Trump con la OMS). Y, por supuesto, la OMS, ha callado el hecho de que en Taipé (China Nacionalista), la epidemia solo haya causado 6 muertos 395 contagios sobre 23 millones de habitantes. Para colmo, cuando la OMS alertó al gobierno español de la oportunidad del confinamiento, éste se encontró con que le faltaba valor para desconvocar los actos convocados por el feminismo radical… con lo cual hizo oídos sordos a una alerta que ya llegaba tardíamente.

Todo esto da como cuadro:
1) Gobierno incapaz de reconocer y adelantarse a los problemas sanitarios mundiales en un momento en que la globalización permite a un virus trasmitirse fácilmente a todo el planeta si no se reacciona a tiempo.
2) Gobierno que ve en la sanidad uno de los canales más opacos para desviar comisiones en un secreto a voces compartido con las administraciones autonómicas.
3) Gobierno desinteresado por completo por la salud de la población y que permite, tanto la difusión y publicidad de comida-basura, el aumento de los cánceres y de las dolencias generadas por malos hábitos de vida.
4) Gobierno que confía que, en caso de desatarse una crisis sanitaria, la OMS advertirá previamente y, por otra parte, bastará con imitar las medidas adoptadas por gobiernos vecinos (en los que se dan, casi exactamente, las mismas circunstancias que en el gobierno español…).
En este contexto, pensar que, en situaciones de crisis, el gobierno será capaz de reaccionar a tiempo, es ilusorio y explica por qué somos el país con un mayor porcentaje de muertes por cada 1.000 habitantes.

La serie de artículos se titula “¿HA CAMBIADO ALGO EL COVID-19?”, pregunta a la que puede contestarse de manera negativa: no, en el gobierno de España, el impacto de la crisis no ha cambiado absolutamente nada. Ha bastado que bajaran las cifras de muertos para que el tándem PSOE-Podemos regrese a sus cantinelas habituales: “ideología de género”, “salario social” (dar algo a cambio de nada), “violencia machista”, “más inmigración”, etc, etc, etc. Y, por lo bajo, un aumento desmesurado de impuestos, una situación límite de un déficit ya insuperable y el riesgo de repunte de la enfermedad presente y planeando sobre una población harta del confinamiento y que, en lugar de explicaciones, ha recibido spots publicitarios de ministros mediocres. 

El gobierno -como cualquier otro gobierno en cualquier país europeo- saldrá debilitado de la crisis, pero nada esencial cambiará: ni la forma de concebir la sanidad, ni la competencia de las autoridades sanitarias, ni una mejor y más rigurosa aplicación del presupuesto con prohibición bajo de prisión de percibir algún tipo de comisiones en materia sanitaria, ni ha cambiado la mentalidad del gobierno, ni siquiera se han rectificado ninguna de las orientaciones que han generado una VERDADERA MORTANDAD en algunos geriátricos y que HUBIERA PODIDO EVITARSE.