martes, 17 de mayo de 2016

No con mi voto - No con mis esperanzas - No a mi costa


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Elecciones del 26 de junio

No con mi voto - No con mis esperanzas - No a mi costa

Desearíamos votar el 26 de junio. Desearíamos entregar nuestro voto a algún partido que pudiéramos apoyar sin ningún tipo de reservas mentales, por cuyos dirigentes y programas pudiéramos poner la mano en el fuego. Pero también desearíamos creer que los Reyes Magos existen, que la enfermedad no nos afectará, que el sistema político español nos conduce al Estado del Bienestar o que votar un promedio de una vez al año en las últimas décadas ha servido para algo.

Mirando atrás podemos comprobar que votar en tantas y tantas ocasiones, perder el tiempo escuchando chácharas estereotipadas de todos los políticos que buscan un lugar bajo el sol de la democracia y al calor de los dineros públicos o en pos de buenos negocios a la sombra del poder, no nos han reportado nada. ¿O es que algún político ha hecho algo por ti? Siempre, lo que tenemos lo hemos conseguido con nuestro propio esfuerzo y a pesar de la clase política.

1. Ejercer tu derecho al voto ¿te ha servido para algo?

Si miramos a nuestro entorno y al pasado, podemos ver para qué ha servido nuestro voto:

Para que Felipe González fuera presidente 13 años: el hombre que firmó un nefasto tratado de adhesión a la UE, que permitió de la generalización de la corrupción y de la impunidad, el padre del GAL y del “pelotazo”.

Para que José María Aznar fuera presidente: el creador de un modelo económico suicida, que abrió las puertas a la inmigración y nos metió en el furgón de cola de las aventuras coloniales de los EEUU.

Para que José Luis Rodríguez Zapatero fuera presidente y abordara su proyecto de ingeniería social, qué inició la crisis de la deuda pública, el salvador de la Banca, y el de la regularización masiva de ilegales.

Para que Mariano Rajoy fuera presidente y mintiera sobre la salud de nuestra economía, que careciera de carácter para introducir las reformas que precisa la sociedad y con el que se han enquistado la crisis.

De los cuatro presidentes de la democracia, ni uno practicó una política aceptable que mejorase las condiciones de vida de la sociedad. Ni uno ha aumentado la cohesión social. Ni uno ha abordado el problema de la vertebración del país con sentido de Estado. Ni uno ha puesto fin al despilfarro. Ni uno ha abordado la lucha decidida contra la corrupción. Ni uno ha salido en defensa de la mayoría de la sociedad. Todos, en cambio, absolutamente todos, han cubierto las vergüenzas de la clase política que son, a fin de cuentas, las suyas propias.

Todo ellos han aumentado la presión fiscal sobre las clases medias y han mirado a otro lado ante la ingeniería financiera de los poderosos. Todos, sin excepción, han permanecido mudos ante la pérdida de peso internacional de España, ante la globalización y ante la llegada de 8.000.000 de inmigrantes innecesarios. Y todos, absolutamente todos, se han desinteresado por aplicar las reformas necesarias tanto en la Constitución, como en la economía, como en educación, como en sanidad, en políticas sociales y autonómicas.

El resultado final ha sido la muerte del Estado del Bienestar (que garantizaba al ciudadano un sistema de asistencia y previsión social, de sanidad y educación, de cultura y ética, de políticas de racionalización de las inversiones y planificación del futuro) del que nuestra comunidad nacional pudiera sentirse orgullosa y tener la sensación de que el futuro está garantizado para las generaciones que vendrán.

En lugar de esto, hoy, después de haber votado en decenas de ocasiones, tenemos la seguridad de que el Estado del Bienestar ha quedado demolido y que los próximos gobiernos terminarán de abatir sus restos, sustituyéndolos por el “Estado de la Supervivencia” en el que todos figuraremos en un entorno económico inseguro, socialmente desintegrado, sin estructuras de referencia, en la que lo único que quede garantizado sea apenas la supervivencia y el riesgo de empobrecimiento ante las crisis que se prevén cada vez con más frecuencia en el horizonte pase a ser una seguridad ineludible.

Votar en las elecciones autonómicas o en los ayuntamientos no ha ido mejor.  España ha progresado porque, a lo largo de estos últimos 33 años, el desarrollo de la economía y la elevación de las cargas fiscales lo han posibilitado. No, desde luego, porque la clase política haya demostrado su eficiencia. Con todos los recursos que han recaudado Hacienda, los Ayuntamientos y las CCAA ¡¡faltaría más que el país no hubiera registrado mejoras!! Pero no hay que olvidar que, con demasiada frecuencia, estas “mejoras” se han hecho, no por su importancia, ni su interés público, sino porque generaban suculentas comisiones a repartir.

De ahí que podamos establecer, sin sombra de dudas y a la vista del repaso a los 33 últimos años de nuestra historia, que:

Las “élites” políticas que han resultado elegidas con nuestros votos, una vez en el cargo se han preocupado de sus intereses personales y de camarilla: no del interés del país, ni del bienestar de la sociedad.

Con frecuencia, ni siquiera estas “élites” han tenido capacidad de gestión del poder. Demasiado habitualmente los gobiernos han nombrado a ministros que lo ignoraban todo de sus departamentos y que ni siquiera había dirigido jamás un negociado. Al rodearse de “asesores” (salidos de su entorno social o familiar), lo único que hacían era aumentar el número de parásitos que viven a costa del contribuyente.

La prueba del nueve de esto es que, a día de hoy, la clase política se encuentra en una situación desahogada, pero la sociedad está mal, cada vez con más ciudadanos próximos al umbral de la pobreza o con miedo a perder lo que han ganado con el fruto de su trabajo.

¡Para legitimar todo esto ha servido tu voto!

Si no hubiéramos votado, hoy estaríamos exactamente igual que estamos, pero, al menos, la clase política estaría deslegitimada y el votante se hubiera ahorrado esa extraña sensación de complicidad y de haberse equivocado una y otra vez, o la no menos frustrante de acudir a la urna electoral apoyando al “mal menor”.

Tu voto, lo que ha hecho hasta ahora, ha sido apuntalar a la clase política. Tu voto es lo que permite a la clase política afirmar que estamos en un “Estado de Derecho”, a pesar de que las noticias publicadas cada día nos recuerden que el país está dirigido por  salteadores de caminos y confirman que la clase política seguirá actuando con impunidad (la legislación garantista no se ha elaborado para juzgar y condenar a los robagallinas) y que todo esto será así por siempre jamás.

2. ¿Te has enterado que  eres víctima de una estafa?

Te están ocultando lo que está pasando y lo que va a pasar en los próximos años. Y te lo están ocultando todos los partidos, desde el Partido Popular hasta Podemos. La “tormenta perfecta” en la que nos han instalado y sobre la que la clase política calla tiene unos rasgos demasiado acusados como para que no resulte escandaloso y elocuente ese silencio:

Te dicen que habrá trabajo y crecimiento económico: te están mintiendo. Lo que está aumentando es la economía especulativa, la actividad de los fondos buitre y los movimientos del capital especulativo, nada más.

Te dicen que un mundo globalizado es un mundo feliz: te están mintiendo. Debes competir con los salarios chinos de 338 euros/mes. Cuando la “élite política” dice que hay que “ganar competitividad” lo que te están diciendo es que tu salario debe aproximarse al chino.

Te dicen que el paro se está reduciendo: te están mintiendo. El paro estructural nunca estará por debajo de entre el 17 y el 20% por la sencilla razón de que si bajara, los salarios aumentarían por la ley de la oferta y la demanda y eso es precisamente lo que nos haría “perder competitividad” dentro de la globalización.

Te dicen que es bueno que vengan inmigrantes a España: te están mintiendo. La inmigración es, no solamente un factor de pérdida de cohesión social y de identidad de una sociedad, sino el principal motivo por de que los salarios bajen. ¿O por qué crees que en Europa se permite la inmigración masiva?

Te dicen que la “economía va bien”: te están mintiendo. En los últimos 30 años, España se ha convertido de “nación industrial” a “país con una economía basada en el turismo”. El mal acuerdo cerrado con la UE sacrificó nuestra industria pesada, nuestros astilleros, nuestra minería. El “ladrillo” se hundió en 2007 y no volverá, víctima de sus propios excesos. España es hoy una reserva temática para turistas.

Te dicen que la UE es una “buena opción”: te están mintiendo. Olvidan decirte que la UE es culpable de habernos relegado a la periferia de Europa y que la UE ha aceptado silenciosa la globalización económica que le perjudicaba más que a cualquier otra zona del planeta. Y ahora mismo, la propia UE es víctima de la globalización.

Te dicen que estamos alcanzando un mejor sistema de distribución de la riqueza: te están mintiendo. Solamente los que viven de una nómina, los autónomos y las pequeñas y medianas empresas, están sosteniendo con cargas fiscales abusivas el mantenimiento del país. Los privilegiados, las grandes fortunas, los especuladores, los corruptos, las mafias del narcotráfico, están a salvo de la rapacidad de Hacienda. Y lo peor es que las reformas fiscales de los “nuevos partidos” no permiten pensar que esta tendencia va a invertirse.

Te dicen que tenemos la mejor sanidad del mundo: te están mintiendo. Cada vez con menores prestaciones, con más listas de espera, con una lista de fármacos subvencionados más reducida, con una población que ha llegado del Tercer Mundo con todo tipo de problemas sanitarios generando el repunte de enfermedades que habían sido desterradas de nuestro país hace décadas. En el siglo XXI, la sanidad va a ser el gran negocio privado por el que apuestan fondos de inversión y especuladores: por eso la clase política se despreocupa de la sanidad pública y rinde culto a la palabra fetiche de la modernidad: “privatización”.

Te dicen que la corrupción afecta a unos pocos: te están mintiendo. Eso es lo que vienen repitiendo desde los años 80 cuando empezaron a aparecer los primeros casos de corrupción. Ya entonces era evidente que la corrupción, estaba muy extendida y que era una carcoma mortal para el régimen: pero no se hizo nada para atajarla y hoy ya es un mal que se ha extendido a toda la sociedad.

Te dicen que el Estado de las Autonomías es el gran logro de la democracia: te están mintiendo. El Estado de las Autonomías, en lugar de racionalizar la administración, ha servido para crear otra, paralela y lo que es peor, para generar otro nivel administrativo en el que la corrupción, la incompetencia y el caos, arraigaron inmediatamente.

Te dicen que la inmigración ha resuelto el problema de la caída demográfica: te están mintiendo. Desde 1997 el impacto de la inmigración sobre la natalidad ha sido extraordinario: de cada cuatro nacidos en España uno es hijo de inmigrantes. La natalidad española sigue siendo una de las más bajas del mundo y sus efectos no se pondrán de manifiesto inmediatamente sino a la vuelta de veinte años.

Te dicen que el sistema educativo funciona bien: te están mintiendo. Hace más de veinte años que la educación en España está en quiebra y que nuestro país es el farolillo rojo de la educación en Europa. Las sucesivas reformas de la educación no han hecho otra cosa que agravar el fenómeno. Hoy podemos hablar de quiebra del sistema educativo, con el consiguiente efecto que tendrá en décadas sucesivas y las consecuencias inmediatas en la juventud.

Te dicen que nuestra sociedad es más libre que nunca: te están mintiendo. Una sociedad es libre cuando es segura. La seguridad es el primer derecho humano, porque sin seguridad no pueden ejercerse ningún otro. Tenemos un máximo histórico de ocupación en cárceles y de comisión de delitos y faltas.

Te dicen que el riesgo yihadista está “controlado”: te están mintiendo. Lo que no te dicen es que, si bien es cierto, que España no es el país más expuesto, sí que es cierto que es el más débil y el que tienen una menor capacidad de resistencia ante el yihadismo (por la debilidad de su sociedad) y una presencia islámica mayor (por tanto, mayor capacidad de contagio). Por lo demás, el yihadismo no aparece por casualidad en Europa: viene de la mano de pequeños delincuentes, jóvenes, inmigrantes de segunda generación, bruscamente pasados al fundamentalismo.

Te dicen que el analfabetismo ha desaparecido de nuestra sociedad: te están mintiendo. Nunca como hoy, la sociedad española ha manifestado un desprecio tan alto hacia la cultura, se ha alejado tanto de la Cultura y vive de productos culturales “basura”. Si estos últimos 33 años indican algo es que una sociedad ignorante puede ser más fácilmente manipulada que una sociedad con capacidad crítica.

Te dicen que nunca como hoy ha existido representatividad y libertad: te están mintiendo. Si aluden a los “sindicatos”, hoy está demasiado claro que unos sindicatos subvencionados y subsidiados no son más que comparsas que firman lo que la patronal y el gobierno les ponen delante. Y si se alude a la “sociedad civil”, lleva desintegrada desde el felipismo. La participación de los españoles en círculos culturales, ateneos, asociacionismo de cualquier tipo está en mínimos históricos.

Te dicen que habrá una reforma constitucional: te están mintiendo. La única reforma constitucional que podía haber era cuando PP y PSOE tenían 2/3 de los votos en el Congreso. Pero esta situación ya no se repetirá nunca más. Las nuevas simetrías electorales alejan esa posibilidad. Y si la “reforma” se realiza por consenso, está claro que la actual clase política no va a ceder en sus privilegios porque la historia, nunca hasta ahora, ha registrado el caso de un grupo social que se ampute a sí mismo prebendas.

Te dicen que España está en el pelotón de cabeza de ciencia y tecnología: te están mintiendo. Las consecuencias de la quiebra del sistema educativo, alcanzan también a la Universidad. Ni una sola Universidad española figura entre las cien más prestigiosas del mundo y, por lo demás, España tiene una hemorragia de técnicos y científicos. Las mentes más brillantes de nuestro país se ven abandonadas y abocadas a sueldos simbólicos como becarios, al paro, o a emigrar a otros países.

Este es el panorama al que han llevado 33 años de votar una y otra vez. Y este camino hacia el abismo, esta “tormenta perfecta”, no era necesario recorrerlo: hubiera podido ser previsto, hubiera podido ser evitado, solamente si hubiéramos tenido una clase política capaz, eficiente, digna, honesta y responsable. A una clase política así si hubiera valido la pena votarle, y si valdría la pena distinguir entre sus distintos enfoques para apoyar a tal o cual sigla.

Votar es solamente una obligación moral cuando existen siglas y candidatos dignos de ser votados, no cuando las siglas siguen siendo las de siempre o las nuevas siglas, simplemente, llegan con hambre atrasada y atraídas por los privilegios de los políticos.

No podemos votar al PP aunque nos digan que es el “mal menor” porque el PP tratará de pactar con el PSOE y porque el PP no es la solución sino el problema.

No podemos votar al PSOE porque recordamos todavía los desmanes del felipismo y la estupidez del zapaterismo.

No podemos votar a Podemos porque, como muestra su pacto con IU, une a los resabiados de otros tiempos. Lo que fracasa en Grecia no triunfará aquí,

No podemos votar a Ciudadanos porque, los que vivimos la transición ya tuvimos suficiente centrismo y ambigüedad.

No podemos votar a los nacionalismos porque su estrecho horizonte mental es propio de la rana de la charca y lo que hoy precisamos son punto de vista integradores y ambiciosos.

No podemos votar a las pequeñas opciones porque ni sus programas están claros, ni disponen de clase política, ni tienen detrás sectores sociales entusiastas que los apoyen.
DESEARÍAMOS VOTAR, PERO NO TENEMOS OPCIÓN.


3. Hoy sólo un incauto cree que su voto sirve para algo

Estas elecciones, concretamente, no resolverán nada:

1) Se evidenciará la contradicción entre un sistema constitucional diseñado para el bipartidismo imperfecto y el pluripartidismo actual.

2) Los resultados electorales harán inevitables las coaliciones. El tiempo de las mayorías absolutas ha quedado atrás.

3) En España “coalición” equivale a “inestabilidad”. Sin olvidar que los partidos políticos, no son homogéneos ni coherentes, sino que en su interior están compuestos por fracciones e intereses contrapuestos a poco que se sientan perjudicados por el reparto de poder.

4) La nueva situación de pluripartidismo redimensiona el papel de los partidos nacionalistas que ya nunca más volverán a tener la misma influencia que han tenido hasta ahora en el gobierno de la nación, vendiendo caro su apoyo al gobierno de turno. Eso les inducirá a aumentar su radicalismo nacionalista.

5) El gran problema de España es la crisis económica iniciada en 2007 y reconocida a principios de 2009. Esta crisis se transformó pronto en crisis social generando 6.000.000 de parados. Finalmente, y al persistir, derivó en la crisis política que se arrastra hoy y cuya primera manifestación ha sido la aparición de nuevas fuerzas políticas. Sin olvidar, la crisis cultural que se arrastra desde los años 80 y la crisis de identidad aparecida a finales de los 90 con la llegada de 8.000.000 de inmigrantes. Por eso, la crisis política no se puede resolver solamente mediante una reforma constitucional: hace falta remontar el resto de los frentes de crisis.

6) Cuando nuestra crisis económica, crisis política, crisis social, crisis cultural y crisis identitaria, coinciden en un momento concreto, a una situación internacional tensa (estancamiento de la UE, fracaso de la globalización con deslocalizaciones empresariales de norte a sur y de norte a este, migraciones masivas de este a oeste y de sur a norte, crisis ecológica), lo que se tiene es una “tormenta perfecta”.

Más vale que el elector se dé cuenta de que ninguno de todos estos problemas quedará resuelto por el resultado de la próxima votación. Para resolver una crisis global como la que estamos inmersos hace falta cuatro factores: estabilidad en el tiempo, planificación, desglobalización y gestores competentes.

4. ¿Qué va a salir de las urnas? Justo lo que te decepcionará

Hay que excluir coaliciones a tres bandas como el absurdo que intentó Podemos, negociando a un lado con Ciudadanos y por otro con el PSOE. Este tipo de declaraciones es el producto de la falta de realismo y de práctica “pactista” de las diferentes fuerzas políticas.

Hay que excluir también todo lo declarado por los líderes políticos durante las campañas electorales: su “optimismo positivo” afirmando que no les cabe la menor duda de que ellos y no otros “ganarán”; su negativa a reconocer que les va a ser obligatorio pactar y a revelar con quién; todos ellos saben perfectamente que deberán pactar y que ninguno obtendrá la mayoría absoluta.

Podemos establecer dos parámetros que facilitan el pacto: el “factor contigüidad” (se pacta con la fuerza política situada más próxima) y el “factor generacional” (tendencia a pactar entre partidos nacidos en las mismas fechas).

Si los partidos tienen en cuenta el primer factor son posibles tres coaliciones:

a) Coalición de centro-derecha:              PP+Cs
b) Coalición de izquierda:                          PSOE+Podemos
c) Coalición de centro-izquierda:            PSOE+Cs

Si se atiende al factor generacional las dos coaliciones posibles son: 

d) La de los viejos partidos:                       PP+PSOE
e) La de los nuevos partidos:                    Cs+Podemos

Excluyamos esta última posibilidad en la medida en que no existe contigüidad entre Cs y Podemos y el pacto no sería comprendido por los electores de ninguno de los dos partidos, especialmente por sus posiciones contradictorias y sin posibilidades de acuerdo en materia de vertebración del Estado. Excluyamos, igualmente, la coalición de centro-izquierda que carecería de escaños suficientes como para obtener la mayoría parlamentaria suficiente.

Quedan solamente tres fórmulas: la “gran coalición” querida por el PP desde el mes de diciembre y vista con simpatía por la mayoría de barones del PSOE, la coalición de centro-derecha cuyo único impedimento para Cs es la presencia de Rajoy y la coalición de izquierda que llevaría al PSOE al borde de la ruptura interior.

No hay más. Así que ya sabes lo que se hará con tu voto.

5. ¿Para qué votar si ya sabes lo que espera?

Así pues, el elector, vote a quien vote, está obligado a tener que soportar coaliciones con la presencia en el gobierno de aquel a quien no ha votado, o mejor, aún, contra el que ha votado. Pero esto no es lo peor, el elector tendrá, como resultado de su voto, consecuencias todavía peores:

a. Los programas del PP, PSOE y Cs, contienen elementos inequívocos que conducen a profundizar en la línea emprendida desde principios de los 90: liberalismo salvaje, privatizaciones y liquidación de los restos del Estado del Bienestar. A esto se une, además, el programa económico de naturaleza errática de Cs, probablemente su frente más débil.

b. Ningún programa de ningún partido propone una revisión necesaria del Tratado de Adhesión a la UE, madre de todos los problemas de nuestra economía, ni cuestiona, menos aún, la globalización. Y con estos dos factores inalterados, nada, absolutamente nada, puede cambiar ni va a cambiar: el paro estructural se eternizará y España seguirá siendo un país periférico y cuya economía la mueva únicamente el sector turístico y los servicios.

c. Ningún partido propone una reforma constitucional que vaya más allá de la absurda transformación del senado en cámara autonómica (cómo si cada diputado o senador no representara
ya a los ciudadanos de su autonomía…) y poco más. Y lo que se precisa es una reforma radical d la Ley Electoral (proporcionalidad en lugar de Ley D’Hont) a la vista de que la nueva situación política ha dejado atrás el bipartidismo imperfecto y una reforma del Estado de las Autonomías a la vista de su fracaso incuestionable.

d. Ningún partido propone medidas concretas para superar la crisis cultural (especialmente en materia educativa, en políticas de investigación o en reordenamiento de la formación profesional, políticas de lucha contra las toxicomanías, el revitalizar a la sociedad civil), o para superar la crisis identitaria (mayores exigencias para conceder la nacionalidad a inmigrantes, posibilidad de privar de nacionalidad a los que la hayan obtenido y luego vulneren sistemáticamente la ley, prioridad nacional en todos los terrenos, estímulo a las parejas jóvenes para que formen familias, estímulos fiscales a la natalidad, creación de un marco socio-cultural favorable para la educación de las nuevas generaciones).

e. Ningún partido propone medidas radicales concretas para actuar radicalmente contra la corrupción, contra los paraísos fiscales, lo que implicaría también un cambio del paradigma judicial: lo que hace pensar que ningún partido tiene, más allá de las declaraciones electorales, un verdadero interés por acabar con los enriquecimientos ilícitos y con las sempiternas comisiones ilegales por cualquier actividad de los organismos de la administración que impliquen movimiento económico: trabajos públicos, subvenciones, ayudas al desarrollo, etc.

f. Ningún partido dice en voz bien alta y clara que es preciso contener de una vez por todas las migraciones que generan en toda Europa tensiones étnicas, sociales y religiosas, y mucho más en un momento en el que el mercado de trabajo no puede absorber a 4.000.000 de inmigrantes que constituyen, en la actualidad, el mayor grupo subsidiado y el mayor lastre para nuestra economía junto a la deuda pública. El yihadismo es un riesgo extremo llegado con la inmigración masiva, pero no es el único riesgo.

Todos los partidos, sin excepción, callan ante todos estos problemas. Su silencio no ayuda a la sociedad. Decir algo contra las privatizaciones, contra el “papeles para todos”, a favor de la familia o de la natalidad, expresarse contra la globalización o contra el Tratado de Libre Comercio, todo esto constituye una “vulneración de lo políticamente correcto”. Quien lo diga, no se verá favorecido ni por los grandes consorcios mediáticos, ni por las subvenciones de la banca. Sin embargo, es lo que precisa la sociedad.

6. Abstenerse es un derecho cuando votar es inútil

De esta contradicción entre lo que la sociedad precisa y lo que los partidos políticos ofrecen, nace nuestro derecho a no votar.

No podemos ser por más tiempo comparsas activos en la irresponsabilidad y en los fracasos sucesivos de la clase política: si no hay políticos dignos de recibir nuestro voto, por los que pueda ponerse la mano en el fuego y apoyarse sin ningún tipo de reservas mentales, no acudamos a las urnas.
La hora o la hora y media que nos puede llevar ir a votar, nos resultará más gratificante si la disfrutamos en un bar con los amigos, con nuestra familia, meditando, leyendo un libro, yendo al cine o disfrutando del verano recién iniciado en la playa o en la montaña. Y, ante estas alternativas, ir a votar, es, sin duda, la actividad más inútil y desprovista de sentido de todas las que podemos realizar el domingo 26 de junio.

Lo hemos dicho al principio: QUEREMOS VOTAR, PERO NO TENEMOS A QUIÉN VOTAR. Esperamos que esta sea la última vez que tengamos que afrontar esta situación. Esperamos que un partido de carácter patriótico, social e identitario irrumpa en España, como ha irrumpido en toda Europa. Mientras: LA ABSTENCIÓN ES LA ÚNICA OPCIÓN. No puedes ser cómplice por más tiempo.

Si quieres apoyar a pequeñas opciones, debes de ser consciente de que no sirve para nada: vas a perder hora u hora y media de tu vida, sin recibir a cambio ninguna satisfacción.

Si quieres votar a los de siempre tendrás lo que siempre hasta ahora has obtenido: decepción tras decepción, frustración tras frustración y ver como tú sigues esforzándote y ganando el pan con el sudor de tu frente y la clase política hace exactamente lo mismo: esforzarse en enriquecerse y vivir con… el sudor de tu frente, no de la suya.

Si quienes votar a las nuevas opciones, mira lo que han protagonizado en los dos últimos años: verás que no hay nuevo en ellas, nada salvo las siglas y los rostros, el espíritu es el mismo que el de las viejas siglas, como si la maldición del régimen de 1978 fuera ser corrupto y corruptor.

Si te abstienes harás algo para ti (destinar una hora de tu tiempo a lo que te resulte más agradable). De ti depende mirar por ti y por los tuyos o aupar a una clase política que nunca ha pensado en ti más allá de tu voto: para ellos, no eres una persona, eres un simple voto que hay que capturar como se capturan pececillos en una red.

Te dirán que no votar no sirve para nada, que quien calla otorga: una vez más te están mintiendo. Cuanto más alto sean los niveles de abstención menos legitimidad tendrán los gobiernos que surjan. Habrá políticos calentando poltronas y repartiéndose el poder como hasta ahora: pero con menos apoyo popular. Ya es bastante más de lo que hay hoy.

No votar hoy, supone hacer un alto en el camino: reconocer que las cosas no están yendo bien en nuestro país. No es desinterés por lo que está ocurriendo, sino denuncia y distanciamiento. Supone no querer ser cómplice. Negarse a serlo una vez más. Supone, en definitiva, hacer lo que hace el tigre en la selva: pararse y retroceder para saltar mejor. Porque eso, a fin de cuentas, es de lo que se trata: pararse ante unas elecciones en las que se vote a quien se vote, el ciudadano pierde, meditar y ganar tiempo para obtener las mejores condiciones para crear un formidable movimiento patriótico, social, identitario y euroescéptico al que poder apoyar en el futuro.

Tú decides, si perder el tiempo o aprovecharlo el 26 de junio de 2016. Votar es una pérdida de tiempo, ser cómplice, entregar tu voto a los que han destrozado a tu país y a tu sociedad. Abstenerse es decir ¡BASTA!


Barcelona, 16.05.2016