martes, 31 de mayo de 2016

278 CASOS DE ISLAMOFOBIA DENUNCIADOS EN ESPAÑA EN TIEMPOS DE YIHADISMO: ¿POCOS O MUCHOS?


La comunidad islámica soriana denuncio el pasado diciembre de 2005 las pegatinas colocadas por un minúsculo partido de extrema-derecha en el que podía leerse: “No a la islamización de Europa”. Como éste, las comunidades islámicas y las ONGs islamófilas han denunciado otros 278 de idéntica gravedad. De estas, solamente un 5,3% han sido agresiones a personas (y no siempre confirmadas) y “vandalismo contra mezquitas” (habitualmente pintadas) un 5,3%. La mayor parte de estas denuncias son por “ciberodio” (21’8%) o acciones contra mujeres por la indumentaria (20%). La Plataforma contrala Islamofobia ha recordado que el 40% de los musulmanes residentes en España, son españoles (cabría decir, en rigor, que la inmensa mayoría de islamistas han recibido la nacionalidad). Una pintada hecha con rotulador en un urinario se convierte en un “atentado contra la comunidad islámica”, utilizar la palabra “islamismo” en lugar de “yihadismo” es confundir el Islam con el terrorismo, una pelea de discoteca se convierte en un “incidente islamófobo”… y así sucesivamente.


¿España es un país racista? ¿Islamófono quizás? En realidad, no. Suponiendo que las 278 denuncias presentadas por los círculos islamistas por “islamofobia” sean reales, lo que está claro es que en ningún caso, son graves. No se ha producido ningún muerto, ningún herido, ni siquiera han tenido ningún tipo de repercusión mediática. Y esto en un momento en el que prácticamente cada mes salimos a redadas de yihadistas, cuando el velo islámico integral cada vez se ve más en nuestras calles y cuando el recién llegado (o el recién nacionalizado, sin ninguna exigencia y por un decreto administrativo) suele pasar por delante del nacido aquí y cuyo linaje a contribuido a levantar este país, especialmente en materia de subsidios, subvenciones y ayudas sociales.

Las 278 denuncias en un momento en el que en media Europa han empezado los atentados yihadistas y en donde, por “integración” se entiende adaptación del país receptos a las costumbres de los recién llegados (que, por lo demás, están aquí por voluntad propia), en donde los esfuerzos de integración de los islamistas a las sociedades de acogida se pueden contar con los dedos de la oreja, parecen muy pocas denuncias.

Frecuentemente, algunas de estas denuncias son porque la policía ha pedido identificarse a algún ciudadano procedente de países islamistas. A eso, la Plataforma contra la Islamofobia le llama “discriminación religiosa”. ¿Lo es? Lo sería si el islam fuera una religión como todas las demás, pero, lamentablemente, es la única religión –y recalcamos lo de “única”- en nombre de la cual, en estos momentos, en el siglo XXI, se mata y se muere.

Lo raro, no es, por tanto, que una sociedad como la española, que ha dejado muy atrás el fanatismo religioso, no registre un mayor grado de intolerancia hacia el fundamentalismo islamista y no exprese su oposición a la islamización de Europa que lleva, inevitablemente, a una proliferación, casi mecánica, de atentados yihadistas. Resulta sorprendente que, en estos momentos cuando se encuentran en nuestro territorio entre dos y tres millones de musulmanes (entre inmigrantes ilegales, inmigrantes regularizados, inmigrantes nacionalizados epsañoles e hijos de inmigrantes) y cuando en Europa se están viviendo los primeros chispazos de lo que promete ser, con toda verosimilitud, una guerra civil, a la vez racial, social y religiosa, en España las resistencias se reduzcan a… 278 casos de islamofobia y la mayoría por “ciberodio”.