1. El jueves Rajoy acude a la cumbre de la UE y el sábado comunica la
aplicación del Artículo 155. Blanco y en botella. Como podía pensarse, por
otra parte. Por mucho que dramatice la gencat, lo cierto es que le han ahorrado
el espinoso trance de tener que convocar elecciones anticipadas, reconociendo
el fracaso de su aventura independentista; sin olvidar que las competencias
económicas ya estaban en manos del Estado desde mediados de septiembre y que
sus competencias en educación no han sido tocadas. Si todo acaba con el “peazo
multa” con que se ha adornado a Artur Mas por el 9-N y con “los dos jordis” en
la cárcel y Trapero y la otra moza, imputados, la gencat debería de darse con
un canto en los dientes. No ha salido tan mal parada como hubiera podido salir.
2. ¿Y ahora qué? Ahora toca mirar debajo de las alfombras (y en los
archivosborrados). Claro que ahora los interventores mirarán debajo de las
alfombras, cuantificarán los gastos generados por el 1-O, publicarán los
dineros alegremente sustraídos a la sociedad catalana para alimentar a las
asociaciones independentistas y, veremos qué otra cosa encuentran de la que
hayan quedado huellas.
3. Lo que queda del independentismo movilizado se manifestó ayer. Al
conocerse la noticia, hay que reconocer que la reacción del independentismo ha
sido mucho menor de lo que se esperaba (como fue menor la reacción contra la
detención de “los dos jordis”. Una vez más, se ha movilizado en BCN a “parroquia”
de toda Cataluña. Lo que se manifestó ayer es lo que queda del independentismo activo (a lo que habría que restar un 30% compuesto por los que deploran la
aplicación de una “medida de autoridad” sea la que sea, que es como decir a los
“soberanistas no independentistas”… enfin).
4. Es significativo que La
Vanguardia de hoy no aluda en lugar destacado a la manifestación de
protesta del sábado. No les gusta, obviamente la intervención de la generalitat
pero, a diferencia del Ara, evitar dar mucho relieve a la mani. Cualquier
analista, más o menos riguroso, debería reconocer que el “procés” estaba muerto
desde el comienzo, por falta de realismo político (ver nuestro artículo de
2012: La
perspectiva de una Cataluña independiente). Ayer, hablando en
conversaciones informales con gente de la calle, alguien me decía: “lo que le
ha pasado a la generalitat es que estaba mal asesorada”. Algo hay de eso: si
Romeva (el mister proper que ejercía de “ministro de exteriores”) hubiera
confesado que todos los gastos de su departamento no habían dado ningún
resultado positivo y que no había sido capaz de entrevistarse más que con
terceras o cuartas filas de partidos de segunda fila y que no había podido
arrancar ni un solo apoyo concreto, probablemente la gencat hubiera ralentizado
el proceso y lo habría reducido a un ejercicio táctico propio del pujolismo.
5. Si los medios de comunicación de la gencat hubieran contado con
profesionales cualificados, en lugar de con funcionarios de partido
fanatizados, hubieran transmitido una realidad catalana completamente diferente
de la que alardeaban a todas horas (véase nuestro artículo La
Cataluña de los cuatro cuartos). Si hubieran pedido dictámenes en
algún departamento de sociología o de ciencias políticas, hasta un alumno de
primer curso que mantuviera el cerebro frío, les hubiera confirmado que no
existía “fuerza social” suficiente para convocar un fereréndum y que si lo
convocaban, en igualdad de condiciones, lo más seguro es que lo perderían.
6. ¿Puede sostenerse la postura leguleya de Rajoy esgrimiendo que la “soberanía
reside en el pueblo español” para negarse al 9-N y al 1-O? A pesar de que
siempre hemos dicho que los argumentos legales se pueden retorcer a voluntad (“la justicia es como el timón, hacia donde
se le da, gira”) hay que reconocer que el precedente catalán hubiera acarreado,
en este país de charanga y flaviol, de Frascuelo y Meritxell, una oleada
encadenada de referendos en todas las autonomías como ya ocurrió hace 35 años
con los “estatutos de autonomía” que inicialmente deberían haber sido para las “nacionalidades
históricas” y luego, regiones que jamás lo habían reivindicado, se encontraron
peleando por uno… El problema es que la gencat siempre ha pretendido un trato
diferencial con el Estado y todavía no se ha dado cuenta de que fue creada para
administrar una región de ese Estado, como “administración de proximidad” producto
de la necesaria descentralización.
7. La gencat es como el niño de los vecinos. El niño es,
literalmente un hijoputa asilvestrado. Desde que nació, llora y grita en
cualquier momento y ante cualquier situación. Sus padres, un par de canelos bobalicones,
es incapaz de decirle que se calle, que debe aprender a controlarse, que no
puede hacer lo que le da la gana y que existen unas normas… El niño de la
vecina, ya es un gaznápiro que ha superado los 30 años y sigue haciendo lo que
le da la gana, pone la música a todo volumen, toda la escalera huele a sus porrso
y, a pesar de que sus padres y algún vecino, hemos intentado hacerle entrar en
razón, ya no hay forma: si durante toda
su vida ha hecho lo que le ha dado la gana, ahora ya es demasiado mayor para
que acepte que hay normas… Simplemente, no lo puede entender. Pues bien,
ese es el problema de la gencat: que, después de creerse algo radicalmente
diferente al resto del mundo, después de que “papa Estado”, no le regañara por
sus malos modales, de repente, después de años de silencio, a un Rajoy se le
ocurre decir: “oye estás vulnerando las normas”… ¿Qué normas? Para el niño
hijoputa de los vecinos las únicas normas que le interesan son las que él mismo
ha puesto. Así que…
8. No crear más tensión de la estrictamente necesaria. Tal es la
estrategia de Rajoy. El hecho de que el PP se negara hace una semana a
apoyar la moción de Cs en el parlamento para intervenir la educación en
Cataluña, el hecho de que en la aplicación soft del 155 tampoco se aluda a ese
terreno, es significativo de que el Estado no aspira a crear más tensión que la
necesaria. Ahora, veremos lo que ocurre. Seis meses sin subsidios es mucho más
de lo que puede soportar el independentismo. Seis meses sin poder seguir
contando con los medios de comunicación de la gencat como altavoces del
independentismo no va a contribuir precisamente a difundir su causa. Les
permitirá, eso sí, acrecentar su victimismo y utilizarlo como argumento de
campaña en las próximas elecciones autonómicas.
9. Ahora toca que los independentistas se vayan haciendo a la idea de
que se ha certificado su fracaso en una partida que no podían ganar. Por mucho
que Puigdemont proclame la independencia, por mucho que el parlamento regional
le apoye con la mitad de los escaños vacíos, por mucho victimismo que se ejerza
en los próximos meses, lo cierto es que, al menos los sectores menos intoxicados
por la fiebre nacionalista, irán, poco a poco, comprendiendo que hay vías
muertas que no llevan a ninguna parte. Porque eso ha sido el independentismo:
el camino a ninguna parte. Algo que se verá cuando se pongan de manifiesto las
próximas cifras macroeconómicas. El nacionalismo militante (el independentismo)
es cosa de una cuarta parte de la sociedad. Hasta que no se convenzan de que no
pueden hablar en nombre de toda Cataluña no se despertarán de lo que para ellos
es un sueño y que el resto de la sociedad tiene como una obsesión cargante.
10. ¿Veremos a algún partido nacionalista defender un programa realista
en las próximas elecciones? Así que los partidos independentistas harían
bien en preparar un programa de gobierno realista y seductor, para una
comunidad autónoma que, al menos desde el punto de vista, legal, es solamente
un poco más autónoma que la mayoría… Este es su verdadero problema y no salvar
el honor declarando una independencia que llevará directamente a Puchi a las
duchas del módulo 1 de Soto del Real, junto a “los dos jordis”. Todos tendrán
mucho que recriminarse.