Los sucesos que se desarrollaron el pasado fin de semana en Rusia
con la defección de Yevgueni Prigozhin, jefe del Grupo Wagner, han sembrado
cierta confusión en torno a lo que está sucediendo en aquel país y sobre el
desarrollo del conflicto ucraniano. Tertulianos de todas las cadenas han
desatado una campaña de guerra psicológica, habitual desde el inicio del
conflicto, pero que corre el riesgo de hacer imposible establecer dónde empieza
la verdad y donde termina la exageración, la mala fe y, sobre todo, impedir
hacernos una idea de la fase actual del conflicto.
1. PRIGOZHIN NO HA ENTENDIDO EL FONDO DE LA CUESTIÓN
¿Quién es el jefe del Grupo Wagner? Un judío de Leningrado, sin
ninguna experiencia en combate, ni en dirección de asuntos militares. Por
supuesto, sin conocimientos de estrategia ni de táctica. Un negociante del
sector de la alimentación. Uno de tantos oligarcas judíos, sin sentido de la
medida, sin sombra de patriotismo y, por supuesto, sin escrúpulos. Como
cualquier otro oligarca, su único interés radica en cómo acumular más
patrimonio personal. Nada más. No puede pedírsele, por tanto, que entienda de
sutilizas políticas, ni siquiera de estrategia militar: lo único que entiende
es de ingresos en sus cuentas corrientes.
Prigozhin no ha entendido que el objetivo de este conflicto no era
la “conquista de Ucrania”, sino garantizar la seguridad de las repúblicas que
renunciaron a seguir en el Estado ucraniano y se adhirieron a la Federación
Rusa, garantizar la integridad de Crimea y evitar la incorporación de Ucrania a
la OTAN. No se trataba, pues, de “conquistar Ucrania”, sino de alcanzar unos
objetivos políticos muy claros. Por tanto, el conflicto que se ha desarrollado desde
febrero de 2022 no era una “guerra total”, sino una “guerra limitada”. Y,
prácticamente desde las primeras semanas de conflicto, no fue una “guerra de
movimientos”, sino más bien, una “guerra de posiciones”.
Finalmente, Prigozhin no ha entendido que un ejército privado de
50.000 hombres, puede entenderse solamente en Rusia si acepta ponerse a
disposición de la estrategia diseñada desde el Estado Mayor y reconoce su papel
como fuerza auxiliar de apoyo, sin autonomía estratégica. Es normal que no lo
entendiera: a fin de cuentas, como hemos dicho, él no es militar.
2. PRIGOZHIN O EL MALVERSADOR
Uno de los negocios iniciados por Prigozhin y que le han reportado
más fondos y, al mismo tiempo, por lo que se le ha llamado “el cocinero de
Putin”, es el de servicios de catering. Esta empresa, Concord
Management and Consulting, fue fundada en 1995 y, entre otras actividades,
ha servido millones de raciones a las fuerzas de vanguardia del ejército ruso. Desde
el ministerio de defensa ruso se han quejado de la calidad deficiente de estas
raciones. Parece que la polémica desatada en torno a estos suministros estuvo
en el origen de los desencuentros que han desembocado en la rebelión del pasado
fin de semana.
En efecto, en Rusia no existe la figura del “contratista de servicios
de defensa”. Las circunstancias y los vacíos legales, han hecho que un oligarca
pudiera fundar un ejército privado puesto a disposición de la política exterior
rusa, pero sin estar sometido a la disciplina militar, ni a las indicaciones
del ministerio de la defensa. Para llenar ese vacío, el gobierno ruso tiene en
estudio una legislación que debería ponerse en práctica el 1º de julio y que
preveía la integración de las unidades del Grupo Wagner dentro del ejército
ruso.
En otras palabras: entre las sospechas de malversación de fondos y
la certidumbre de que, en apenas diez días, el Grupo Wagner sería desmantelado,
Prigozhin era consciente de que hasta ahí había llegado y de que, a partir de
ahora, se abría ante él la posibilidad de terminar como los catorce oligarcas
rusos muertos, suicidados entre enero y octubre de 2022 (en su mayoría, por
cierto, también de origen judío). O lo que para él era casi peor: ver su
imperio detenido y el crecimiento de sus cuentas bloqueado. Optó por realizar
un órdago, una fuga hacia adelante, desafiar al Kremlim amparado en sus 50.000
hombres armados. Y fracasó.
3. LA FASE ACTUAL DEL CONFLICTO
La censura de fuentes fiables sobre la marcha del conflicto
garantiza que la opinión pública occidental piense que la “contraofensiva
ucraniana” (de la que se lleva hablando tres meses) está siendo un “éxito”. Sin
embargo, salvo un pequeño pueblo, sin ninguna importancia estratégica, lo
cierto es que la “contraofensiva” está suponiendo un fracaso total para el ejército
ucraniano. La voladura de la presa de Kajovka ha sido la excusa adoptada por
Zelensky para justificar el fracaso de la tan cacareada contraofensiva. Sin
embargo, se ignora todavía, quien pudo volar la presa.
Lo que dice la “ciencia militar” es que las fuerzas rusas ya han
alcanzado los objetivos que se habían propuesto al iniciarse el conflicto. Los
frentes están estabilizados. Las barreras antiminas y anticarros colocadas por el
ejército ruso sugieren que no piensan avanzar más hacia el interior de Ucrania
y que son defensas infranqueables para las unidades blindadas ucranianas. Por
eso ha fracasado la contraofensiva.
Así pues, en el momento actual, todo se reduce a un juego de
represalias: si los ucranianos intentan sabotear la retaguardia son “premiados”
con unas cuentas decenas de drones suicidas o de cohetes sobre lo que queda de
sus infraestructuras. Eso es todo.
4. ¿POR QUÉ SIGUE ABIERTO EL CONFLICTO?
La respuesta es muy simple: el sentido común aconsejaría a Zelensky
sentarse en la mesa de negociaciones y aceptar lo inevitable, mermas
territoriales y política neutralista. Pero esa no es la actitud impuesta
por los que hicieron inevitable el conflicto: el complejo militar-industrial norteamericano
dueño de la OTAN. Desde el inicio del conflicto, los Estados de la UE y los
EEUU han enviado miles de millones en material bélico a Ucrania: la
camarilla de Zelensky pone los muertos, se lucra el complejo militar industrial
norteamericano.
Desde que se inició el conflicto, los EEUU han ido reforzando su
posición, incluso dentro de la industria militar europea, mientras que la
defensa europea se ha ido debilitando y lo que queda de industria militar está
cada vez más penetrada por capital procedente del complejo militar-industrial
norteamericano. Para este conglomerado -una de las columnas de la oligarquía USA
que tiene a Joe Biden como títere- lo esencial no es acabar con los
sufrimientos del pueblo ucraniano: sino prolongar al máximo el conflicto, como
mínimo hasta las elecciones norteamericanas de 2024. Luego, ya se verá. No
habrá paz antes de las elecciones en los EEUU. No habrá conversación y la
esperanza de Zelensky es que venza de nuevo Biden y las cosas no cambien mucho para
él.
El miedo de Zelensky es reconocer el hecho incontrovertible de que
Ucrania no puede entrar en la OTAN, aceptar la merma territorial y encontrarse
con una factora para la reconstrucción que “Occidente” no va a poder pagar. No
se sabe cómo podría reaccionar la opinión pública ucraniana ante los hechos
desprovistos de connotaciones propagandísticas: una guerra perdida, unos
territorios que nunca va a recuperar e, incluso la posibilidad de que países
como Polonia traten de asestarle más zarpazos territoriales.
5. ¿CUÁL ES EL PUNTO DÉBIL DE RUSIA?
El eje de la reconstrucción rusa acometida por Putin es garantizar
la fortaleza y el prestigio del Estado en tanto que expresión política
organizada de la nación. Ahora bien, esta no es la tendencia del mundialismo ni
de la globalización tal como se las ha entendido en “Occidente”. Por lo demás,
no debemos de llevarnos la impresión de que todos dentro de rusia comparten los
objetivos de Putin. Existen -especialmente en el sistema bancario- “quintacolumnistas”
del Foro de Davos, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Así
mismo, existen fracciones que mantienen posiciones más “liberales” tanto en
política como en economía. Y no se trata solo de Alekséi Navalni, cuyo “gobierno”
no pasa de las cuatro paredes de su celda, sino, más bien del grupo de
economistas enfeudados en el Banco Central de Rusia (Elvira Nabiullina). Sin
olvidar que la CIA y las ONG subsidiadas por occidente, han tratado de realizar
una acción deletérea y desestabilizadora de la política de Putin. La “quinta
columna” de “Occidente” está dentro de Rusia y opera en el país.
6. ¿CUÁL ES LA POSICIÓN DE RUSIA EN POLÍTICA INTERNACIONAL?
Parece evidente que el nacionalismo ruso gobierna en Rusia. Y eso
implica una idea de soberanía y de independencia que hace tiempo ha
desaparecido en Occidente. Rusia forma parte hoy de los “países BRICS”, el “anti-Occidente”.
Pero nos equivocaríamos si pensáramos que las políticas exteriores y los
análisis de China y de Rusia son idénticos.
En primer lugar, China busca una hegemonía económica-tecnológica
global; tiende a pensar que esa hegemonía le
garantizará ser la única potencia mundial en la segunda mitad del siglo XXI. Los
riesgos de guerra quedarán eliminados porque la unión de potencial tecnológico,
capacidad productiva y expansión económica sustituirán a las rivalidades territoriales,
a los proyectos de hegemonía política y a las veleidades nacionalistas.
Rusia, sin embargo, ve las cosas de distinta manera: sigue
teniendo como objetivo un mundo “multipolar”, asentado sobre distintas “patas”, “Occidente” sería, indudablemente, una de ellas, siempre y
cuando los EEUU renuncien a su proyecto mesiánico-imperialista y dejen de
obstinarse en seguir manteniendo un papel que perdieron desde la gran crisis
económico de 2007-2011.
De todas las políticas exteriores llevadas a cabo en la actualidad
por las grandes potencias, la rusa parece la más razonable y se basa en el
principio físicamente aceptado de que una mesa es más estable sostenida sobre
cuatro patas. Rusia tiene la conciencia de ser una de ellas, China, por
supuesto, es otra, pero no está tan claro en el futuro cuáles serán las demás:
a la vista de lo sucedidos a finales de los años 80 y principios de los 90, es
evidente que Rusia tiene una espina clavada y que esa espina tiene bandera USA.
Por tanto, Rusia apoyará a China con todas sus fuerzas en el debilitamiento
del dólar como moneda de cambio internacional. Concluida la hegemonía del
dólar, habrá terminado también la de los EEUU.
Por otra parte, Rusia es consciente de que, tanto la OTAN como la
UE, son estructuras débiles cuya fortaleza depende del Pentágono la primera, y
de la capacidad de Washington por marcar políticas económicas que son seguidas
con fidelidad perruna por los gobiernos europeos. Algunos de estos gobiernos
-Macron en concreto- son conscientes de que a los EEUU les va a resultar muy
difícil mantener su coherencia interna y su política exterior en los próximos
años e, incluso, que es posible, un retorno al aislacionismo norteamericano y a
la política del “decoupling” con la UE y con la OTAN. No en vano, Macron
ha afirmado recientemente que la UE debería pedir su adhesión a los “países
BRICS”. El conflicto ucraniano no ha sentado bien a la UE.
7. PRIGOZHIN EN BIELORRUSIA, PUTIN REFORZADO
Por el momento, ni la contraofensiva ucraniana ha tenido el más
mínimo éxito (resultaría curioso saber el destino de los seis leopards
enviados por Pedro Sánchez que no creemos ni que hayan sido capaces de entrar
en combate), ni la “revuelta de los mercenarios” ha mermado la credibilidad del
Kremlim. Lo que parecía ser un “golpe de Estado” en toda regla, se ha saldado
con su salida a Bielorrusia (el Estado más próximo a Rusia, así que, se trata,
más bien, de destierro a un país amigo de Putin).
Es posible que el propio Prigozhin fuera “intoxicado” por los servicios
de información norteamericanos y le indujeran a una rebelión que no tenía la
más mínima posibilidad de triunfar. De lo que no puede dudarse es de que el
decreto que debería poner fin a las actividades autónomas del Grupo Wagner, han
estado en el origen de la revuelta y que las investigaciones por malversación
suponían para Prigozhin la posibilidad de terminar como las casi dos decenas de
oligarcas judíos rusos. Por el momento, ha habido acuerdo: integración del
Grupo Wagner en las operaciones en Ucrania, mantenimiento de sus posiciones en los
países africanos en los que actúa y actuación de Lukashenko como anfitrión de Prigozhin.
Casi una tormenta en un vaso de agua.
Para esperar al próximo episodio de este conflicto habrá que esperar a las elecciones norteamericanas de noviembre de 2024. O a que los rusos hagan pagar al ejército ucraniano con la misma moneda y sean voces en el interior de Ucrania las que empiecen a clamar por el final de una guerra que nunca pudieron ganar y que cada vez tiene menos sentido. El día en que el pueblo ucraniano entienda que es un rehén del complejo militar-industrial norteamericano y su única misión poner los muertos y alargar la guerra lo más posible, pedirán explicaciones a Zelensky. Y nadie es capaz de intuir cómo puede terminar el pequeño judío de Kiev.