jueves, 29 de septiembre de 2022

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE: EL DESMADRE INDEPE AQUI Y AHORA

A las 23:00 horas de ayer, el presidente de la Generalitat de Cataluña destituyó a su vicepresidente. La hora es importante, por mucho que las redacciones de los diarios convencionales estén cerrando ediciones. Había que oír a las 23:00 el mensaje de Aragonés entre series patéticas de Netflix y otras no menos patéticas de HBO o el último estreno sobre un rey sueco gay en Filmin. Si el mensaje es el medio, la hora en la que se emite el mensaje es significativa del contenido y de la intención del mismo.

Reconozco que no tenia ni idea de la cara de Puigneró hasta ayer por la noche. Era un tipo irrelevante dentro de un gobierno autonómico irrelevante. De hecho, nadie sabía ni siquiera cuáles eran sus competencias, como no ser el garante por su formación del pacto de gobierno ERC/PDCat. La figura del vice no está contemplada en el “nou Estatut”. Ambos partidos llevan a la greña desde hacía años, cuando Junqueras (ERC) achacó a Puigdemont (PDCat) haber tomado las de Villadiego después del sainete del “procés independentista”. Desde entonces -y vamos para cinco años- las relaciones entre ambos partidos han sido tirantes, tirando a hostiles. Ambos son los partidos menos indicados para formar una coalición: hermanos separados que se han jurado odio eterno.

Pero como ambos se las daban de indepes, formaron gobierno, presionados por sus votantes (mal asunto cuando clases políticas dirigentes se ven empujadas por sus votantes, que ello es un índice de que no arrastran masas, sino que se dejan arrastrar por ellas), formaron gobierno. En los dos lados, los integrantes de esos gobiernos eran el reflejo de lo que es la política española: personajes irrelevantes al frente de “cleptoadministraciones” en cuyos planes no hay lugar para políticas de contención del gasto público, limitar los gastos suntuarios, las subvenciones absurdas y los fondos de reptiles para mejor uso de sus intereses privados, sino que todo se centra en qué podemos afanar hoy y que nuevo impuesto se nos ocurrirá mañana. Irrelevantes cleptómanos y despilfarradores. Eso es todo.

Desde que se constituyó el gobierno Aragonés, llama la atención dos cosas: que el margen del independentismo en las encuestas se haya reducido más y más hasta estar hoy entre el 35 y el 40% del electorado y que, paradójicamente, los dos partidos integrantes de la coalición indepe, sigan haciendo énfasis en el referéndum por la autodeterminación, seguramente por aquello de que “nos gusta jugar y perder”. Lo cierto es que, aunque solamente la CUP haya reconocido el fin del “procés”, los dos partidos de gobierno -bien es cierto que con mayor o menor énfasis: menor en ERC y mayor en algunas de las fracciones de PDCat- siguen ofreciendo a su electorado la celebración de un referéndum independentista. En la calle es otra cosa.

En Cataluña se habla poco de política en la calle. La caída de los índices de audiencia de TV3 es síntoma del estado del independentismo. El hecho de que ERC haya logrado arrancar de Sánchez la “catalanización indepe” de TV2 (en lugar de documentales de animales en castellano, nos ofrecen amplios programas de horas de duración sobre el parlament de la gencat…) e incluso la invasión de en el Canal 24 horas (en donde, desde septiembre se retransmite en prime time matutino el programa de Gemma Nierga que en su primer año apenas recogía una audiencia de 1.000 personas y, en su mejor momento, de 5.000) y las subvenciones de la gencat que mantienen el pie chiringuitos televisivos (Fibracat) o subvenciones para el cine en catalán que han transformado un canal sin audiencia en Verdi Classics, una plataforma para retransmitir películas dobladas al catalán, o bien los “nuevos contenidos” del canal del Grupo Godó en los que el independentismo es el único representado, pues bien, todo ello junto, no logra compensar las pérdidas de audiencia de TV3. Para entendernos: los ideales independentistas no se transmiten mediante la escuela -la escuela catalana ha dejado de ser un medio de transmisión del conocimiento y de los ideales políticos de los maestros de ERC, CUP y PDCat: por no transmitir, no es capas ni siquiera de mentalizar a alumnos; es simplemente, un organismo de almacenamiento de niños en horas lectivas, cuando no de propuestas propias de pederastas y obsesos sexuales- sino mediante TV3: cuando desciende la audiencia de esta cadena ultrasubvencionada, es que desciende el interés por el independentismo. Ahora estamos en ese punto y, la “catalanización indepe” de otros canales ni siquiera compensa pérdidas de audiencia.

El ridículo del 1-O de hace cinco años fue tal (y no digamos de lo que siguió) que el independentismo perdió su última ocasión histórica de lograr la independencia de Cataluña. No soplaban buenos tiempos para una idea de ese tipo -y todos ellos, al menos los que no estaban totalmente locos y fanatizados por la idea, lo sabían- pero se habían comprometido con su electorado a intentarlo (y lo habían fanatizado hasta el punto de que en la calle los indepes creían en la posibilidad de la independencia e, incluso, en el parlamente ya se había creado -y pagado- comisiones para estudiar los pasos del “desenganche”, un año antes, incluso de conocer los resultados del referéndum y si este se celebraría). Luego ese ridículo se cubrió con la idea de que el “independentismo estaba perseguido”. La represión, ya se sabe. Mala cosa. Luego un juicio que todos vimos y una sentencia no parcialmente dura convertida en blandiblup por un indulto incomprensible (y conste que nosotros fuimos de los que sostuvimos que el lugar de la cúpula indepe no era la cárcel sino la consulta psiquiátrica). La figura de Puigdemont solamente está presente en alguna fracción de PDCat. Cataluña lo ha olvidado por completo. Es un cadáver político bien alimentado con fondos públicos de la gencat. Y luego, la irrelevancia de Aragonés. Y las noticias lejanas que llegaban a los cada vez menos interesados por la política catalana de que el “govern” era una olla de grillos. Salvo la destitución de la pluriumputada Laura Borrás al frente del parlament, ninguna otra información política relevante interesó a la población.

¿Qué ha ocurrido estos últimos días? Poco, en realidad: que los “hermanos separados” han ido elevando el tono de su disputa y la cuestión no es la destitución del tal Puigneró, sino porqué se ha producido ahora. Y es muy fácil de explicar: Aragonés, ayer, a las 11:15 se quería presentar como “estadista responsable”, diciendo que el “pueblo de Cataluña” pide “estabilidad” y que en estos momentos una “moción de confianza” como la que preparaba el PDCat, no era de recibo. Además, Puigneró no se lo había comunicado… por tanto, lo destituía, dejando a iniciativa de PDCat que nombrara a su sucesor… Así pues, no sería Aragonés quien rompería la coalición sino el PDCat. Muy maquiavélico, sino fuera porque el argumento era una estupidez. No solo Puigneró estaba por la moción, sino cualquier otro miembro de la dirección del PDCat, esos a los que Aragonés ofrece que nombren sucesor... Está claro que el PDCat propondrá a alguien imposible de soportar por Aragonés (para evidenciar que es éste quien quiere romper la coalición). Es posible, incluso, que sea Laura Borrás la propuesta imposible de aceptar por Aragonés (porque los del PDCat también van de maquiavélicos). Y ayer, la cuestión era quién se adelantaba a quién. De ahí la declaración de Aragonés a una hora inusual.

¿Qué pretende Aragonés? Nos parece muy evidente: dado que no quiere plantear elecciones anticipadas (que supondría la evidente merma de votos de todo el espectro indepe) y, como político carpetovetónico que es, su único objetivo es aferrarse al cargo, parece claro que busca un socio que le pueda proporcionar un futuro más halagüeño. El PSC, sin ir más lejos. Uno de los factores que más han erosionado a ERC estos últimos meses es su apoyo sistemático a todas las iniciativas de Pedro Sánchez. Es hora de que éste pague. El pago, claro está, es un referéndum pactado sobre la independencia de Cataluña. No sería nada grave -como tampoco lo era hace cinco años- a la vista de que las encuestas demuestran que la opción indepe no tiene la más mínima posibilidad de afirmarse. Así pues, aunque hubiera referéndum, no ocurriría absolutamente nada, salvo que los “unionistas” podrían expresarse, incluso en TV3 y hacer campaña. Pero eso confirmaría para muchos años la posición hegemónica de ERC en la política catalana y la desaparición práctica del PDCat.

La garantía de neutralidad para la celebración de tal referéndum sería la inclusión del PSC en el gobierno catalán. Y hay prisa por llevar a la práctica un plan así: el tiempo se acorta para el pedrosanchismo. Ya ni siquiera en los fogones del CIS se sostiene que el PSOE sería el primer partido en una próxima consulta electoral. Las encuestas independientes ven muy claro que el PP sacaría en torno a 50 diputados más y toda la duda estriba en si obtendría mayoría absoluta o necesitaría realizar coalición (la ideal para Feijóo es con el PSOE-Page, antes que con Vox). Porque el problema para el independentismo es que, mientras Sánchez esté en la Moncloa tiene margen para negociar, luego, en el postsanchismo que está por llegar- ese margen desaparecería.

ERC tiene necesidad de precipitar la situación y lograr un referéndum que solamente Sánchez puede convocar… a cambio de estar presente en el gobierno de la gencat.

Todo esto, repetimos, es “alta política” (o más bien, “política de entresuelo”, lo máximo al que pueden llegar los actores en liza en Cataluña en este momento). Las fiestas de la Merced se han consumado con asesinatos, saqueos, enfrentamientos con los Mossos y una situación de descontrol visible en las calles. Porque Aragonés cree que es “estadista”. No lo es: es un mindundi de pueblo (no muy bien recordado en su pueblo, por cierto), cuya autoridad llega allí a donde llega TV3, en una Cataluña líder en delitos sexuales, líder en inmigración masiva inintegrada e inintegrable, líder en desertización industrial, líder en impunidad para la clase política, líder absoluto en delincuencia e inseguridad. 

A muy pocos les importa ya lo que ocurra en el parlament[ito] y en el [des]gobierno de la gencat. Reconozco que, a mí, todo esto, me importa, literalmente, un higo y, si hablo de ello es solamente porque algo hay que hacer en el retrete.