El pasado 19 de abril de 2020 se cumplió el 122º aniversario del
hundimiento del Maine en la bahía de La Habana. Así se inició el último
episodio que terminó los últimos girones de un pasado glorioso: la pérdida de Cuba,
Filipinas y Puerto Rico. ¿Quién fue el culpable? Cuando hay víctima, siempre
hay un responsable y, aun cuando no se trató de un solo factor, en la época se
atribuyó la responsabilidad a la masonería.
Los historiadores masónicos
afirman que tal criterio solo es mantenido por historiadores ultramontanos. No,
la percepción que tenía el país en 1898 es que existían unos responsables
claros y bien definidos: los miembros de la masonería. La prueba es que, con
posterioridad a 1898, la masonería española se desintegró prácticamente, la
filiación a las logias descendió hasta poner a la institución al borde de la
extinción de la que tardaría tres décadas en recuperarse. A poco que se
examinen los hechos se percibe que, tanto en Cuba como en Filipinas, los
independentistas, o eran masones o pertenecían a círculos concéntricos de la
masonería y que actuaron en defensa de intereses neocolonialistas
norteamericanos.
> LA MASONERÍA CUBANA Y LA INDEPENDENCIA
La masonería cubana era de filiación yanqui. Las Grandes Logias de Estados Unidos y el Gran Oriente de Francia, crearon las primeras logias en Cuba. Dejando aparte una efímera logia creada por los ingleses en 1762, el primer taller levantado en la isla dependía de la Gran Logia de Pensilvania, "El Templo de las Virtudes Teologales", y remonta su fundación a 1804. Otros dos talleres -"Concordia y perseverancia" y "Unión de Corazones"- se constituyeron pocos años después. En 1808, los tres talleres se dispersaron y algunos de sus miembros radicados en Nueva Orleans, constituyeron la logia "Concordia" en el año siguiente. Cuando las dificultades cesaron, en 1819 la Logia de Pensilvania impulsó la creación de cinco talleres.
Todas estas logias se
disolvieron en 1826, por falta de actividad. Sin embargo, otros talleres
tomaron el relevo. La Gran Logia de Luisiana constituyó otros tres entre
1815 y 1818, la de Carolina del Sur otros dos, pocos meses después. No hay
que olvidar que, en esas fechas, Cuba, tenía un volumen de comercio superior
con Estados Unidos que con la Metrópoli. En 1819 el Gran Oriente de Francia
consiguió asentarse sólidamente en las islas, abriendo talleres en 1821 y 1857.
Solamente hacia 1822 se constituyeron las primeras logias dependientes del Gran
Oriente Nacional de España y hacia finales de ese año existían en la isla, no
menos de cincuenta logias.
A estas logias perteneció el
indiano barcelonés Josep Xifré y su amigo Mariano Cubí. Cuando en 1823
finalizó el trienio liberal, el general Francisco Deonision, prohibió las
logias masónicas en la isla. Solamente unas pocas se reunían en la más
estricta clandestinidad en 1838. La constitución de la logia San Andrés nº 93,
dependiente de la Gran Logia de Carolina del Sur en 1859 fue la muestra de que
la tensión se había relajado. De hecho, otras logias habían sobrevivido a la
represión, entre ellas la "Prudencia" y "Fraternidad"
que, fusionadas el 5 de diciembre de 1859, constituyeron la Gran Logia
Soberana de Colón. Pocos días después se constituía el Supremo Consejo
de Grado 33, bajo los auspicios del Supremo Consejo de la Jurisdicción Sur de
los Estados Unidos. La prohibición siguió en vigor, pero difícilmente podía
ser puesta en práctica a tenor de la militancia masónica de distintos capitales
generales.
En 1868 se produjeron graves
acontecimientos en Cuba que afectaron directamente a la masonería: 18 miembros
de las logias fueron fusilados y algo más de un centenar resultaron detenidos y
encarcelados. La represión se reveló eficaz, de 30 logias activas en 1868,
se pasó a solo 7 dos años después. En 1875 las logias volvieron a crecer y esta
vez de manera sostenida; la polémica antiesclavista era el principal motivo de
agitación.
El 1 de agosto de 1876 se
constituyó la Gran Logia de la Isla de Cuba. Ese mismo año, el Gran Oriente de
España constituía talleres propios con el nombre de Gran Logia Soberana de la
Isla de Cuba; el Gran Oriente Nacional de España y los disidentes del G.O.E.,
crearon otros talleres en 1879. Y así llegamos a 1880 con 6000 franc-masones
censados en la isla: 56 logias dependientes de la Gran Logia de Colón, 21 de la
Gran Logia Simbólica de Colón, 28 logias del Gran Oriente de España, 17 de la
Gran Logia Soberana y 7 del Gran Oriente de Colón.
Sería exagerado decir que la masonería cubana solo se preocupó de hacer la guerra a España. Los historiadores masónicos tienen razón en afirmar que las logias no tenían una opinión política unificada. En 1874 la Gran Logia de Colón se defendía y negaba ser separatista. Justo Zaragoza, secretario del gobierno español en La Habana declaró que "unos querían a toda costa hacerse independientes de la Metrópoli, otras se inclinaban a la anexión a los EEUU y muchos afiliados preferían disfrutar de la nacionalidad española, los derechos políticos que su constitución concedía". La de Bayamo era la más separatista. José Morales, director del diario "El Siglo" de La Habana, igualmente masón, era uno de los ardientes partidarios de la anexión a EE.UU.
Sería injusto no mencionar que las logias cubanas se dedicaban
también a encomiables labores caritativas. En 1886 habían creado el Asilo
Nacional Masónico Llanso y la biblioteca pública de Pinar del Río. En 1880 la
Gran Logia de la Isla de Cuba, mantenía tres escuelas públicas.
Durante los años de la
restauración se consolidaron en Cuba las obediencias importadas de la metrópoli
que, en general, no eran propensos a la emancipación. Las obediencias españolas
no eran reconocidas como regulares por la masonería anglosajona, contrariamente
a la cubana que era de filiación norteamericana.
Los masones cubanos procedían
de la burguesía comercial y de profesiones liberales. Estas clases aportaron el
mayor contingente al independentismo isleño. Los máximos líderes
independentistas, sin excepción, José Martí, Máximo Gómez, Carlos Manuel de
Céspedes y Antonio Maceo, pertenecieron a la masonería.
En el Congreso Internacional
Masónico de Lausana, celebrado el 6 de septiembre de 1875, había estado
presente la masonería cubana de Colón y reconocida su independencia, hasta el
punto de que Pere Sánchez ha podido decir, con razón que "Cuba fue
independiente en el mundo masónico antes que en el mundo político".
Los intereses comerciales
catalanes y la presencia masiva de indianos llegados sobre todo del litoral al
norte de Tortosa, hicieron que Cataluña tuviera una sensibilidad particular en
relación a la cuestión cubana. Desde Barcelona proliferó una literatura -habitualmente coincidente
con el catalanismo político- que consideraba a la masonería como origen de
todas las calamidades coloniales de España. La tesis de esta corriente era
que la masonería conspiraba sistemáticamente a favor de todos los movimientos
independentistas en América, desde 1812.
Pero también existió otra corriente masónica cuya toma de posición fue, cuanto menos, sinuosa y oscilante. Mientras que el GODE rompió con la masonería cubana, el GONE respetó su independencia. Ninguna de las obediencias peninsulares alabó el proceso de independencia cubana; pero esto no debe extrañar. La metrópoli difícilmente aceptaba perder la colonia y cualquier toma de posición en esa dirección hubiera resultado impopular.
En 1895, cuando estalla el
episodio final de la guerra de Cuba, el capital general de la isla reclama la
clausura de las logias. Quedaba poco que hacer; El 23 de febrero se inició la
fase final de la guerra de la independencia. La familia Hearst, también
masón, teleguiaba la opinión pública americana azuzándola contra España. En
la metrópoli la opinión pública estaba por la defensa armada de la integridad nacional.
Solo la prensa vinculada al movimiento obrero se declaraba pacifista. El 10 de
diciembre de 1898, la Paz de París, convirtió en ociosa toda la polémica...
Dos años después de la
resolución del proceso independentistas, lo poco que quedaba de la masonería en
España y, singularmente uno de sus obediencias más heterodoxas, la Gran Logia
Simbólica Regional Catalano-Balear, reconocía el papel preferente de las logias
en el proceso independentista cubano: "Merced a vuestros desinteresados
y acertados esfuerzos habéis al fin coronado vuestra obra con la declaración de
Independencia. La Isla de Cuba, libre ya de trabas y tutelas, entregada a sí
misma, podrá desenvolver todas sus actividades y aunar todas sus fuerzas para
dar a su pueblo, por medio de la libertad y del progreso, la tan deseada
felicidad. Los masones de la Región Catalano-Balear participamos gozosos de
vuestra satisfacción: vuestras alegrías son las nuestras, como lo fueron en
otros tiempos vuestras, éste es el deseo manifestado a esta Gran Maestría
por las Logias de la Federación, con encargo exprofeso de participároslo, como
así lo hacemos".
La masonería cubana reivindicó
como propia la independencia. No solamente los líderes de la independencia
habían sido masones, sino que de los 5 presidentes que tuvo Cuba hasta 1929,
tres habían pertenecido a las logias; el último, Gerardo Machado, dictador entre 1924 y
1933, suprimió las libertades constitucionales. El 2 de febrero de 1929 Machado
cedió por decreto a la Gran Logia de Cuba un solar para constituir la sede de
su obediencia y el mismo año se le concedió el grado 33.