Hace tiempo
evito escribir sobre política convencido de que es perder el tiempo. Este país
no tiene remedio y cada día me confirmo más en la idea de que no vale la pena
desgañitarse por una causa perdida. La democracia entendida a la española
supone un elegir entre lo malo y lo más malo, que, habitualmente concluye en lo
peor. Desde el principio, era evidente que un gobierno PSOE-UP era, de
entre todas las opciones, la peor, no sólo por el nivel de indigencia
intelectual de los dirigentes del socialismo español, sino porque sus consortes
venían con hambre atrasada. Y lo más terrible -porque las desgracias nunca
vienen solas- es que, al peor gobierno de la democracia, le ha tocado la
peor crisis desde la guerra civil.
Finalmente,
España es líder en algo: somos -y valdría la pena que los portavoces del
régimen que cada día lucen palmito en ruedas de prensa ultrafiltradas lo
recordaran- el país con mayor porcentaje de muertos de todo el mundo:
Italia con sus 24.114 muertos supone un 0,040%, los EEUU con 42.364
fallecimientos, el 0,011%. España, los supera por 20.852 víctimas y un 0’045%.
Ninguna de las
explicaciones dadas por el gobierno para explicar algo tan singular como
alarmante, resulta convincente. Es cierto que España, la es uno de los
países con una esperanza de vida más alta (83 años -en Italia 82,8- que
llega a 86 años en el caso de las mujeres). Pero también es cierto que países
con esperanzas de vida similares (Suiza, Canadá y Singapur con la misma que la
nuestra, Japón con tres meses menos) y casi todos los países de Europa
Occidental con similares esperanzas de vida, no han sufrido esta enfermedad con
la misma fuerza.
Así pues, estas
dos constataciones indican simplemente que si en España este virus ha
causado más mortandad que en otros países es porque se ha gestionado mal. Item
más: peor que en cualquier otro lugar del planeta.
A eso se deben
dos causas: la primera que el gobierno español, inicialmente, no
creía en la gravedad de la enfermedad, y que, por eso, siguió sin tomar medidas
(así pudo celebrarse la manifestación del “día de la mujer trabajadora”
y demás con absoluta tranquilidad). Fue solamente después de que llegará a
España el ejemplo de las medidas adoptadas por otros países, cuando se tomaron
medidas, no por convicción sobre la gravedad de la enfermedad, sino POR
IMITACIÓN a lo que hacía el vecino más próximo (en este caso Italia). Y no
por interés sanitario, ni para beneficio de la seguridad sanitaria de la
población, sino para evitar que grupos de la oposición trataran de
instrumentalizar una campaña en contra del gobierno.
Hay que
recordar, por otra parte, que el ministro de sanidad español carece de
titulación académica para entender la gravedad, la naturaleza y el alcance del
problema (Illa tiene una simple licenciatura en filosofía y está en el
ministerio en tanto que miembro del PSC y de la Sociedad Civil Catalana, para
tranquilizar a los que decían que el gobierno Sánchez estaría “vendido” a ERC).
No puede extrañar que el gobierno español no haya actuado ni por iniciativa, ni
por convicción, ni siquiera entienda la importancia real de la epidemia y su
nivel de peligrosidad. Simplemente, se ha limitado a actuar por imitación y
para evitar que le pudieran achacar, mientras dure la crisis, de debilidad y
falta de interés.
(CONTINUARÁ)