miércoles, 7 de noviembre de 2012

España: Convergencia de catástrofes (I de IV). Catástrofe política



Info|krisis.- Muchas veces se ha hablado de la “convergencia de catástrofes”, coincidencia en el tiempo y en el espacio de traumatismos que quizás aislados unos de los otros podrían superarse pero que por su superposición en un solo momento y en un mismo horizonte geográfico no dejan presagiar más que desgracias y una multiplicación de sus efectos deletéreos. Los que estamos próximos a una “edad provecta” tenemos la sensación de que lo hemos visto todo: nuestros recuerdos de infancia se remiten a la España del subdesarrollo, cuando todo nos parecía en blanco y negro y el tecnicolor apenas había llegado a las pantallas y a nuestra realidad, la España de las “restricciones” energéticas y de los primeros turistas que siempre nos parecían estrafalarios y eran considerados como objetos dignos de curiosidad; luego vino la España del 600 y del bikini y todos quisimos tener de lo uno y de lo otro. Era la España de los 60 que levantó cabeza desde el mismo momento en que Franco cambió la Ley de Inversiones Extranjeras en España, finiquitó la autarquía y dio rienda suelta al ladrillo y al “turista un millón” que hacia el final de la década se convertía en el “turista diez millones”. 





Y luego, aquel señor anciano y pequeñito que, al parecer todo lo podía, se murió y quienes estaban llamados a “mejorar” el Estado surgido del 18 de julio y a velar por las “leyes fundamentales del reino”, por aquello de que nada de lo bien atado lo estaba realmente, se acostaron falangistas y se levantaron centristas, socialistas y nacionalistas. A partir de ahí vivimos entre 1975 y 1982 en un sobresalto permanente y aquella transición costó 200 muertos (uno al lado del otro), nuestra moneda se vio aquejada de una inflación permanente que llegó hasta una pérdida del 30% de su valor en apenas un años, mientras los salarios apenas subían un 10% como máximo.

Sí, porque a partir de entonces, todos vivimos un poco más en precario. Si hasta entonces bastaba con que solamente una persona de la familia (del matrimonio) trabajara y eso daba acceso al modesto “sueño español” (casa de propiedad, coche y apartamento en Torrevieja), a partir de entonces ni aun trabajando los dos se conseguía sobrevivir. Pero éramos libres y teníamos democracia o como decía el cateto, “semos Europa”. Sí, éramos Europa, pero de la Europa de la periferia, no del núcleo central…

En realidad, entramos en las “Comunidades Europeas” en 1986 después de una muy mala negociación que liquidó sectores enteros de la economía y trajo el gobierno de la corrupción y los gal que sustituyó al del “café para todos” y precedió al aznarismo y a su modelo económico basado en ladrillo + inmigración + salarios bajos + acceso fácil al crédito… Y a nadie le extrañe que desde entonces todas aquellas aguas (las que se remontan a partir del final de la autarquía en 1959), hayan traído estos dos.

Pero entre 1959 y 2012 las crisis se han dado aisladas unas de otras: en la transición hubo crisis política y crisis económica relativa… pero no crisis social. Durante el felipismo hubo corrupción pero políticamente el país no sufrió grandes convulsiones (salvo el sabernos gobernados por políticos mafiosos) y solamente hacia el final se notó la crisis económica. Y durante el aznarismo estallaron sobresaltos internacionales pero la impresión general es que se vivía un progreso económico sin precedentes (y así lo era, en efecto, para algunos). La cosa duró hasta la primera legislatura de Zapatero en donde salió a la superficie una “crisis de las costumbres”, evidenciada por la pertinaz obsesión en realizar una profunda tarea de “ingeniería social”. Empezó a evidenciarse síntomas preocupantes que con Rajoy se han confirmado.

Sabemos, pues, cómo hemos llegado hasta aquí, lo que ignoramos es lo que ocurrirá a partir de ahora, porque, de hecho, el signo determinante de este período es precisamente la “convergencia de catástrofes”, es decir, la acumulación y superposición de crisis política (elemento nuevo propio de este período, e inédito desde la transición), crisis económica (radicalmente diferente de las anteriores), crisis social (síntomas de putrefacción de la sociedad española y liquidación del Estado del Bienestar), crisis internacional (mala opción del gobierno ante las crisis internacionales que se avecinan) y, podríamos añadir, la crisis ecológica, que no tocaremos aquí porque no nos afecta solamente a nosotros sino a todo el globo, excediendo con mucho la perspectiva que nos hemos fijado para este artículo (pero remitimos en infokrisis a todo lo que hemos escrito años atrás sobre el “decrecimiento”).

La tesis de este artículo es que “España” (considerada como agregado de gentes, regiones, historia, estructuras políticas, sociales y económicas) se aproxima al abismo en la medida en que esa “convergencia de catástrofes” es insuperable. El hecho de que sea “insuperable” lo deducimos por el hecho de que existe una contradicción entre las necesidades reales de “España” para afrontar esta “convergencia de catástrofes” y las posibilidades y capacidades reales de la “clase dirigente” y de la misma sociedad española. Los primeros son incapaces de modificar a voluntad un statu-quo que les beneficia, mientras que el conjunto de la sociedad, a causa de la narcosis que está sufriendo desde el período de Felipe González (cuando el gobierno socialista masacró literalmente a la sociedad civil y generó un repliegue hacia lo individual y hacia lo privado) es incapaz de pensar en términos de futuro, sin olvidar que el factor esencial de la actual crisis es insertar en la sociedad la sensación de “miedo”: miedo a perder lo adquirido, miedo al paro, miedo a la proletarización y al empobrecimiento, miedo a no poder afrontar hipotecas, miedo a las multas y miedo generalizado, naturalmente, a ejercer la disidencia y el pensamiento crítico (en la medida en que a través suyo, los otros miedos se pueden concretar más rápidamente: así pues, mejor seguir siendo ciudadano anónimo que disidente situado en el colimador del Estado y de los medios de comunicación al servicio -¡como nunca antes a causa del régimen de subsidios y subvenciones y a la precariedad de todas las empresas periodísticas!- de la clase dirigente.
Y esta contradicción se nos muestra como absolutamente insuperable, luego veremos el por qué. Iniciemos este artículo enumeran la retahíla de catástrofes que tenemos ante la vista:

1. Catástrofes políticas

A lo largo de 2012 se han evidenciado los rasgos de una crisis profunda del equilibrio de fueras que dio origen al consenso constitucional en 1978. Fundamentalmente, los rasgos de esta crisis son:

a. Las fuerzas que dieron vida al sistema constitucional en 1978 han quedado profundamente alteradas:

- La particular estructura “federal” interior del PSOE ha ido favoreciendo la aparición de “barones” regionales cada vez con mayor poder mientras que el aparato central se ha ido viendo capidisminuido. Esto es especialmente visible en el PSC catalán que está prácticamente en ruptura con el Comité Federal y sostiene posturas disidentes sobre temas capitales.

- Por otra parte, el PSOE y su galaxia federal han sido derrotados en Galicia, Euzkadi, con toda seguridad sufrirán un varapalo sin precedentes en Cataluña, permanecen ausentes en Valencia y Murcia, muy debilitados en las dos Castillas y en Madrid y solamente mantienen iniciativa precaria en Andalucía en donde gobiernan (¿por cuánto tiempo?) gracias a IU. Tal como preveíamos desde la caída del zapaterismo, el PSOE no se recuperará fácilmente de lo que constituyó el período más triste y ridículo de su historia y en donde la debilidad programática y de liderazgo que imprimió ZP han llevado al PSC al borde de la inanición.
- La situación del PSOE es importante porque este partido es una de las dos columnas sobre las que se mantiene la arquitectura constitucional española (la columna de centro-izquierda). Si esta columna falta va a ser muy difícil restablecer equilibrios interiores dentro del sistema. La constitución estableció un sistema de bipartidismo imperfecto para garantizar la gobernabilidad del país (o gobernaba el centro-derecha o el centro-izquierda con mayoría absoluta o lo hacía apoyada por uno o por los dos partidos nacionalistas periféricos, CiU y PNV) pero hoy vamos camino de un sistema multipartidista (y veremos lo que el PP logra mantenerse en el poder y en qué condiciones como la crisis económica y el paro se prolonguen más de dos años).

- Por otra parte, la pieza central de una democracia como la española (en la que la ausencia de una ley de financiación de partidos y la propia constitución hace de la “banda de los cuatro” [PP+PSOE+CiU+PNV] el eje de la vida política) son los partidos políticos y estos han degenerado en estructuras mafiosas que controlan el poder dirigidas por mediocres y ambiciosos sin escrúpulos. El sistema político español se ha visto degradado a la mera dimensión de partidocracia y ha dejado de ser una democracia en el sentido prístino y originario del término.

- La arquitectura constitucional española no está hecho para un pluripartidismo y para coaliciones entre distintas formaciones para asegurar el gobierno. Pero es ahí hacia donde tiende la voluntad electoral y la dinámica de los hechos: el desprestigio creciente de las formaciones hasta ahora mayoritarias hace que se les vayan enajenando simpatías. A eso se le llama el “desapego”: a la brecha creciente entre la “España oficial” (la partidocrática) y la “España real” (la de una sociedad que considera a los políticos como “aprovechados” y corruptos, gente, en definitiva, de la que uno no puede fiarse.

b. La concepción constitucional ecléctica de España como “nación compuesta por nacionalidades y regiones” ha entrado en crisis:

- La primera crisis fue el “café para todos” de principios de los años 80 en donde cualquier región, reivindicó primero su “autonomía” y luego su pretensión de ser una “nacionalidad”. El error estaba ya implícito en la comisión constitucional que, para lograr el acuerdo de los nacionalistas catalanes y vascos, les garantizó que su presencia en la gobernabilidad del país sería superior a cualquier otra minoría regional y que, por tanto, tendrían una personalidad mejor definida al resto de regiones del Estado.

- Pero el nacionalismo no es más que un momento oportunista de una idea que toma el principio de las nacionalidades (“toda comunidad que dispone de una lengua es, por eso mismo, una nación y, por tanto, tiene derecho a aspirar a la independencia”) como objetivo a alcanzar la independencia. A pesar de que la discusión sobre si “nación” y “nacionalidad” son lo mismo (a nuestro entender no lo son), lo que importa es que los “nacionalistas”, desde el principio, asumían que ambos términos eran idénticos e intercambiables, así que cuando en la constitución se alude a “nacionalidades” ellos entienden que es a “naciones” y que, por tanto, el derecho a la autodeterminación entra dentro de sus posibilidades y planteamientos.

- En el País Vasco, las absurdas políticas antiterroristas tanto del PP como especialmente del PSOE han tenido como conclusión el que la guerra contra el terrorismo, que se podía y se debía haber ganado a principios del milenio, se haya convertido en un cáncer que ha terminado con la desmovilización de ETA (desmovilizada, no derrotada) y con la derrota del Estado en el “frente político” (con el hecho de que Bildu haya pasado a ser segunda fuerza en Euzkadi). A partir de aquí se abren distintos interrogantes: el primero de todos relativo al futuro de los presos de ETA que se encuentran en cárceles vascas purgando sus crímenes ¿serán liberados en breve mediante subterfugios o simplemente aplicándoles abusivamente medidas de gracia y redenciones de condenas? ¿Les bastará que se apliquen masivamente terceros grados para irlos poniendo en libertad sin causar grandes escándalos? En segundo lugar, no hay la menor duda de que se recuperará la línea del “Plan Ibarreche” que parecía solamente hace dos años definitivamente olvidado y superado. Y todo esto por la majadería de un presidente que quiso pasar a la historia desmovilizando a ETA (ZP) y por la firma de unos acuerdos de paz por parte del PP cuando aún estaba en la oposición (por que ETA nunca habría negociado con ZP en 2010 cuando era evidente que no saldría elegido y que su erosión era inevitable, si no hubiera tenido el acuerdo del PP en la negociación).

- En Cataluña, la mediocridad política de Artur Mas ha hecho simplemente que el tradicional chantaje de CiU al Estado saliera mal: como se sabe en estos últimos 35 años, CiU se ha limitado a cambalachear su apoyo al gobierno de turno para obtener beneficios para sí mismo. Pujol dominaba este arte que el tripartito de izquierdas sustituyó por un órdago al Estado en forma de “nou Estatut”. El fracaso de Maragall-Montilla es uno de los factores de hundimiento del PSC catalán, pero el hecho es que Artur Mas no domina el arte del chantaje al Estado: después de un año y medio de inyectar dinero a mansalva (200 millones) en los circuitos independentistas, y tras la manifestación del 11-S (entre 200 y 400.000 personas, no el 1.500.000 al que aludían los medios catalanes), Mas pensaba poner nuevamente el cazo en su encuentro con Rajoy a finales de septiembre. Pero Rajoy está a la espera de pedir la intervención de la UE (lo que ocurrirá entre el cierre de las urnas en Cataluña y las vacaciones de navidad) y no se podía permitir el ceder a las exigencias de Mas. Por lo demás no hay dinero en las arcas del Estado. Así pues, al volver a Cataluña, Mas tuvo que convocar urgentemente elecciones después de dos años de legislatura a la vista de que, de no hacerlo, los independentistas se le podrían acercar peligrosamente.

- Por lo demás, el sistema político catalán también fue diseñado a modo de fotocopia reducida del español, centrado en un bipartidismo imperfecto sostenido sobre CiU y el PSC… pero el PSC está en crisis y las encuestas prevén que tres formaciones van a llegar muy ajustadas a la segunda posición: ERC, PSC y PP. Y este es el elemento nuevo: que también en Cataluña el bipartidismo ha saltado por los aires.

- Poco importa que la independencia de cualquier territorio del Estado sea imposible tanto por lo que se refiere a la constitución española como a la concepción comunitaria para la que la UE es una “unión de Estados Nacionales”. Lo que importa a las clases políticas periféricas es acentuar sus “rasgos diferenciales” (incluso en la Galicia o en la Valencia pepera) para justificar sobre ese sustrato emotivo y sentimental el disponer de… las llaves de la caja, esto es de la recaudación fiscal en cada región. El interés de Artur Mas o de Pujol no es tanto separarse de España, como disponer de una hacienda propia y pagar en concepto de alquiler anual al Estado Español por el uso de infraestructuras y servicios. A eso se le llama “concierto económico”.

- A Artur Mas le va a ser muy difícil poner el pie en el freno especialmente cuando su propio partido (y él mismo) ha asumido las tesis independentistas. Mas va a sufrir el precio de haber jugado de farol y haber chantajeado al Estado en un terreno en el que no podía sino suscitar reacciones en contra muy superiores a la fortaleza del nacionalismo catalán (que existe en tanto que CiU tiene las llaves de las subvenciones y los subsidios a los medios de comunicación catalanes que desde hace décadas dan una información sesgada y subjetiva siempre dispuesta a favorecer a la mano que les paga. En el momento en el que Mas intente poner el freno, tras las elecciones de noviembre, puede ocurrir que incluso tenga dificultades en el interior de su propio partido, especialmente si los independentistas de ERC-CUR-RC logran obtener unos óptimos resultados.

- Todo esto hace que en el terreno autonómico estemos viviendo en un período de crisis: la sensación cada vez más generalizada es que el “Estado de las Autonomías” está resultando caro y no alcanza a satisfacer las aspiraciones de las poblaciones. Genera más problemas de los que resuelve y ya cuando se realizó el referéndum sobre el Estatuto Gallego hace 32 años apenas participó el 28% del censo electoral (de los que el 20% votó en contra), lo que debía de haber hecho desistir de esa vía a la vista de que carecía de consenso popular.

- La crisis económica ha puesto de manifiesto que nuestro ordenamiento autonómico era insoportable desde el punto de vista económico y que se había convertido en un monstruo burocrático cuyo principal fin es engordar a las clases políticas regionales. Esto ha generado el rechazo a las partidocracias locales y una nueva fractura entre los ciudadanos que viven en las autonomías y su sistema político (lo que hace que los niveles de abstención en las consultas autonómicas sean superiores siempre a las nacionales).

c. Crisis de la institución monárquica y corrupción generalizada

- La institución monárquica fue el premio de consolación que se llevaron los franquistas en 1978 para tener la sensación de que la “ruptura” no había sido “ruptura” sino transición. En realidad, fue solamente la monarquía, la judicatura, la policía y las fuerzas armadas, lo que sobrevivió del franquismo a la democracia. A partir del 23-F, las FFAA asumieron incondicionalmente al nuevo régimen, en cuanto a la judicatura y a la policía, simplemente, se trataba de cuerpos funcionariales que seguían trabajando para el Estado al margen de quien lo controlara y haciendo abstracción de sus propios criterios políticos, obviamente más conservadores que progresistas.

- Desde el principio, el papel de la monarquía fue desdibujado y gris y se diría que solamente tuvo sentido hasta el 23-F cuando de lo que se trataba era de que las FFAA aceptaran servir a un modelo de Estado que no era aquel al que habían jurado. A partir del 23-F y especialmente cuando los socialistas se hicieron cargo del poder, el Rey dejó de ser enarbolado como ariete constitucional frente a los sectores partidarios del antiguo régimen y políticamente liquidados.

- Desde el primer momento se evidenció que la constitución consideraba al Rey como al margen de las leyes: nadie podía sentarlo ante un tribunal, lo que equivalía a decir, que podía hacer cualquier cosa, con tal de que lo hiciera discretamente. Y eso fue lo que hizo. No hay que olvidar desde el escándalo Ruiz Mateos en 1983 hasta el caso Urdangarín en 2011, los grandes escándalos del régimen nacido en 1978 han tenido como protagonistas a amigos, grandes algunos e íntimos otros, de Juan Carlos I: Ruiz Mateos, Luis Prado y Colón de Carvajal, Javier de la Rosa, Mario Conde y un largo etcétera de escándalos menores (el príncipe de Chukutúa, los reiterados escándalos en Baleares, etc.).

- Juan Carlos I siempre ha salido indemne de todos estos escándalos protagonizados por sus grandes amigos y para ello le ha bastado negar cualquier relación con ellos, o simplemente no opinar. Ya cuando estalló el escándalo de Prado y Colón de Carvajal resultaba muy difícil eludir la vinculación directa de este personaje con la Casa Real, pero el escándalo Urdangarín ha servido para situar el centro de la corrupción, no solamente en la clase política, sino para confirmar que en la primera institución del Estado, también han anidado las prácticas corruptas.

- Todo esto, contrariamente a lo que suelen sostener los medios oficialistas de derechas o de izquierdas, se conocía desde hacía mucho tiempo. Se sabía pero se ocultaba. Y ya se sabe aquello de que “del rey abajo, todos”: si la cabeza es corrupta, y judicialmente “irresponsable” (esto es, no se le puede sentar ante un tribunal), todas las demás jerarquías y niveles del Estado y de la Administración, tienen un ejemplo a seguir y el hecho de que ellos sí sean “responsables” ante los tribunales lo único que hace es que tengan que actuar más discretamente.

- De la misma forma que en el período de la Restauración el factor esencial era el caciquismo (y se negaba en la época que lo fuera…), ahora el elemento más característico del régimen surgido en 1978 es la corrupción (… y, por supuesto, se niega que lo sea y se recurre el eufemismo de decir que “se trata de casos aislados”, de que “la mayoría de políticos son honestos” y de que “las malas prácticas de unos pocos no pueden salpicar a todos”). Pero, a poco que se examine el día a día en todos los niveles administrativos se percibe con facilidad que, con una clase política que ya carece completamente de doctrinas e ideales, lo único que le hace permanecer en el cargo es la perspectiva de realizar buenos y grandes negocios a la sombra del Estado y, frecuentemente, mediante prácticas corruptas y corruptoras.

- El hecho es que desde el nivel administrativo municipal hasta a la monarquía, pasando por los niveles autonómicos, por las diputaciones provinciales, los cuerpos intermedios de la sociedad, todo, absolutamente todo, está bajo sospecha y en todos los niveles han estallado casos de corrupción, teniendo la sensación la población de que existen miles y miles de pequeñas corruptelas que no salen a la luz pública y que ya se dan como supuestas. No puede extrañar pues el divorcio entre ciudadanos administrados y clase política administradora. En otras palabras: la administración se ha convertido en una cáscara exterior en la que se sitúan las clases políticas con sus lacras y contaminaciones, a modo de una almendra, en la que en el interior y sin relación con ésta, la ciudadanía debe constantemente renunciar a derechos y verse sobreexplotada a impuestos, renunciar al Estado del Bienestar para que las “peritas en dulce” de la clase política (autonomías, diputaciones provinciales, etc) mantengan su nivel de vida.

d. Crisis política: balance definitivo

- En definitiva: desde la monarquía hasta el último ayuntamiento, toda la jerarquía del Estado se encuentra bajo sospecha. Estamos pues ante una estructura burocrático-administrativa, basada en el clientelismo, las corruptelas, la omertá, que utiliza el factor emotivo de “la constitución” como excusa para mantener sus privilegiadas posiciones y para presionar a la sociedad mediante el aparato fiscal. En esas condiciones, los apoyos del régimen no existen más allá de los medios de comunicación (mientras sigan siendo subvencionados), las jerarquía de los partidos (esto es, la partidocracia), los miles y miles de funcionarios y “asesores” contratados por los partidos y todos aquellos que se han visto, de una u otra forma, favorecidos por el actual statu-quo. Pero la gran mayoría de la población, ya en estos momentos, está fuera de este circuito de privilegiados, explotadores, aprovechados y barrigas agradecidas y, desde luego, si bien no harán nada para derribar este régimen, tampoco harán nunca nada para defenderlo.

- El problema autonómico desatado en Cataluña a causa de la irresponsabilidad y la falta de experiencia política de Artur Mas, paradójicamente, puede ser uno de los factores de renovación política en España: está claro que Cataluña nunca será independiente, no solo porque la UE es la “cláusula de protección” de la unidad del Estado Español, sino por la propia constitución española que eso es uno de las cosas que deja claras. En cuanto a una secesión pactada es todavía más difícil incluso porque las cifras siguen siendo ampliamente contrarias a la independencia de Cataluña en la misma Cataluña. Sin embargo, el hecho de que el tema del independentismo haya terminado siendo el eje de las elecciones catalanas, y las medidas a las que se ha visto obligado a adoptar el Estado Español (especialmente el llamado “corredor central” que une directamente a Madrid con Francia a través de los Pirineos Centrales Aragoneses, como ayer el eje estratégico Lisboa-Madrid-Valencia) están haciendo que Cataluña sea marginalizada del Estado Español. Y no sólo eso, sino que la masiva presencia de inmigrantes islamistas (norteafricanos, pakistaníes y negros) en Cataluña que alcanza el 25%, así como los niveles de paro y especialmente de paro juvenil, la desertización industrial, etc, hacen que cuando se eclipsen los ecos del debate independentista, lo que quede es la realidad de una Cataluña que ya no ocupa un lugar central, sino periférico en el Estado (a causa de la deslealtad obvia del nacionalismo) y que la crisis allí sea mucho más fuerte que en cualquier otro lugar de ese Estado. No solamente es evidente que Cataluña, a la larga habrá salido perdiendo a causa del régimen autonómico, sino que éste crea muchas más tensiones y problemas de los que resuelve.

- No hay posibilidades de salir de la crisis económica, sin una profunda reforma del sistema autonómico y la existencia –como veremos de un amplísima crisis social- evidencia que, una de dos: o se afronta la crisis social (restando espacio de maniobra y fondos a las clases políticas autonómicas) o se afronta la crisis autonómica (manteniendo las cosas como están y convirtiendo al Estado en Confederal –por que nacionalistas catalanes y vascos no admitirían una situación de igual con otras regiones y “nacionalidades” y, por tanto, el diseño “federal” que auspician los socialistas catalanes es inverosímil e inviable- a costa de restar derechos y políticas sociales e inyectando más y más fondos a las autonomías). Dicho de otra manera: o se defiende el Estado de las Autonomías o se defiende el Estado del Bienestar, a la vista de que los dos modelos son económicamente incompatibles entre sí. Y este es el único derecho de autodeterminación que cabría plantear a todo el pueblo español: ¿O Estado de las Autonomías o Estado del Bienestar? La crisis generada por el independentismo catalán ha tenido la virtud de mostrar a las claras que el Estado de las Autonomías es completamente inviable y que es solamente una fase intermedia entre el concepto de “Estado unitario” y el de “centrifugación independentista”.

- Lo que resulta evidente es que la crisis política se va agravando de día en día y la Constitución de 1979 ya no está en condiciones de servir para resolver nada. Cada vez más, los tópicos de la constitución parecen más ser letra muerta y no pasan de ser meras declaraciones fetichistas de derechos imposibles de llevar a la práctica: derecho al trabajo en tiempos de paro generalizado, derecho a la dignidad de la persona en tiempos de salarios de miseria y contratos basura, derecho a la vivienda en tiempos de desahucio, derecho de libertad de expresión en tiempos de prohibición de ejercerlo públicamente, derecho a la justicia en tiempos de encarecimiento de la justicia incluso para realizar apelaciones… todos estos derechos están machacados por las realidades: la realidad de la partidocracia, la realidad de una clase política rapaz y sin escrúpulos, la realidad de una corrupción generalizada, la realidad de una cabeza del Estado –la monarquía- podrida, desprestigiada y sin imagen fuera de la prensa del colorín, la realidad de unos medios de comunicación que apenas son otra cosa que la voz de su amo, y así sucesivamente. Una constitución que se encuentra en estas condiciones no puede prolongar su vigencia durante mucho tiempo y, antes o después, entrará en colapso. De hecho ya lo está a la vista del escaso entusiasmo que suscita.

- Y ese es el problema que la crisis político-institucional, la crisis del Estado de las Autonomías, la crisis de la monarquía, la crisis de la partidocracia, no son las únicas crisis que se acumulan sino que estas crisis se solapan con una crisis económica, una crisis social y una crisis internacional que, como veremos no dejan presagiar nada bueno, ni mucho menos que la constitución, agónica sino muerta, tenga futuro, ni que pueda hacerse respetar. Y, a fin de cuentas, en un período de masas, no hay forma de hacer imponer nada las masas, si no se logra que las masas respeten a las jerarquías (monarquías, clases políticas autonómicas, partidos, etc.).

© Ernesto Milà – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com – Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen.