En 1968 se publicó en
alemán un conjunto de ensayos escritos por Max Horkheimer entre 1932 y 1941,
publicados en la Revista de Investigación Social, que él mismo dirigía.
Era una obra voluminosa, en dos volúmenes, con un total de casi 800 páginas. La
editorial española Barral, publicó en 1973, cuatro ensayos, extraídos del
segundo volumen, utilizando el mismo título de Teoria Crítica de la
edición completa original. En un ejercicio reiterado de antifascismo, la obra
estaba dedicada “A la memoria de Lisel Paxmann y de otros estudiantes de
todos los países que perdieron su vida en la lucha contra el terror”. Uno
de estos ensayos es Teoría tradicional y teoría crítica, expuesta en cincuenta
páginas, con fecha de edición 1937, aunque por el vocabulario empleado, se nota
que el texto ha sido objeto de correcciones.
El autor recuerda en la
introducción que es una “teoría”: “equivale a un conjunto de proposiciones
acerca de un campo de objetos y esas proposiciones están de tal modo
relacionadas unas con otras, que de algunas de ellas pueden deducirse las
restantes”. Una teoría es siempre una hipótesis que es preciso contrastar con
la realidad: si se producen desfases entre lo que propone la teoría, por un
lado, y la realidad, por otro, será necesario ir corrigiendo la teoría. En esa
primera parte del articulo expone lo que es la “teoría tradicional”. Menciona a
Descartes y su consejo de “conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzar
por los objetos más simples y más fáciles de conocer, y poco a poco,
gradualmente, ascender hasta el conocimiento de los más complejos”. La
exposición termina con Husserl, que entiende por teoría “el sistema cerrado de
proposiciones de una ciencia”. La exigencia de todo sistema teórico es que no
existen contradicciones entre sus partes y que todo forme un conjunto ordenado,
perfectamente concatenado y armónico. La “teoría tradicional” opera, pues, a
partir de presupuestos jerárquico-metafísicos.
Cuestionan la teoría
tradicional en tanto que consideran que su pretensión de “neutralidad” es
infundada. El investigador social, situado en el interior de la sociedad,
tratando de interpretarla, no advierte que sus resultados estarán condicionados
por su psicología profunda y por su pertenencia a algún estamento de la propia
sociedad a la que estudia. La “teoría tradicional”, por tanto, encubre y
oculta, “intereses ideológicos” que tienden a perpetuar los intereses de las
clases dominantes en lugar de buscar una “praxis liberadora”
No es raro
que los miembros de la Escuela de Frankfurt comenzaran su elaboración de la
teoría crítica a partir de 1932. Hasta ese momento, habían sido “marxistas
occidentales”, es cierto que percibían que el potencial revolucionario del
proletariado no era el esperado, incluso que las realizaciones de la Unión
Soviética no coincidían exactamente con el camino que llevaba de la “dictadura
del proletariado” a la sociedad sin clases, justa y equitativa para todos. Pero el trauma que
sufrieron con la irrupción del fascismo y con los triunfos electorales del
NSDAP entre 1930 y 1932, fueron suficientes como para demostrarles que la “teoría
marxista” tenía defectos, fallos, contradicciones y que, en el mejor de los casos,
como se dice en ciencia, valía más una “mala teoría” que no tener teoría. Creyeron en
la posibilidad de elaborar ellos mismos una teoría que superara a la
tradicional (en la que englobaban a la marxista). Desde entonces, se les ha
conocido como “neo-marxistas”, si bien es cierto que, tras su etapa
norteamericana, Adorno y Horkheimer, en concreto, lo que quedó de marxismo en
ellos, apenas eran “rastros”, si bien, ellos mismos, en los años 30,
consideraron que se trataba de una actualización de la teoría marxista.
Cuando los miembros de
la Escuela de Frankfurt iniciaron la elaboración de su teoría crítica,
contemplaban solamente el llegar allí donde Marx había demostrado ser más
impreciso y estar más separado de la evolución real de los acontecimientos, en
el estudio de las “sociedades industriales avanzadas” que el autor del Manifiesto
Comunista nunca había llegado a conocer. Así pues, el punto de
partida es “marxista” Y “revisionista” (se acepta revisar, completar, rectificar y
corregir el legado de Marx). Pero, tras su establecimiento en los EEUU, este
objetivo se fue diluyendo poco a poco. Los “frankfurtianos” siguieron siendo
considerados “marxistas”, más bien por sus escritos anteriores a 1937 que por
lo que desarrollaron con posterioridad. Incluso sus áreas de interés variaron.
Adorno y Horkheimer se interesaron por la influencia de los medios de
comunicación y Marcuse terminó completando el estudio y hasta su muerte siguió
considerándose “freudo-marxista”, a diferencia de sus compañeros que, a partir de
los años 40 fueron desenganchándose del marxismo.
En realidad, la teoría
crítica supuso el aprovechamiento de elementos procedentes de tres fuentes: Marx, por supuesto, en
quienes habían visto a alguien que no se contentaba solamente con elaborar
teorías, sino que también quería llevarlas a la práctica; esa era el objetivo
que se había forjado al iniciar el análisis sobre el capitalismo. Luego estaba Freud, cuya teoría del
inconsciente les permitía “objetivar” un factor que hasta ese momento se había
considerado absolutamente subjetivo en las transformaciones sociales y en el
curso de la formación de los fenómenos históricos. Y, finalmente, estaba Hegel y su dialéctica que
consideraron como la herramienta más adecuada para la comprensión de los
procesos históricos y sociales.
Con la “teoría crítica”
se propusieron formular una separación entre el sujeto que contempla y la
verdad contemplada. Lo que importa es un conocimiento en el que la experiencia,
propia de una época, tiene una parte importante en su construcción, como
cualquier tendencia propia de esa misma época que tenga algún tipo de
repercusión social. La conclusión es que cualquier ciencia del conocimiento se
construye en función de los procesos cambiantes de la vida social. Lo que ayer
pudo ser irrelevante, hoy pasa a primer plano y, mañana, con seguridad, será
relevado por otro elemento. Henos aquí en pleno relativismo, en función del
cual puede explicarse y justificarse cualquier pirueta intelectual. Cada
momento histórico implica un conocimiento teórico-cognitivo directo al que se
dará en otros.
De ahí el rechazo que
los intelectuales de la Escuela de Frankfurt experimentan hacia los sistemas
teórico-ideológicos cerrados, incluida una interpretación ortodoxa del
marxismo. Y esto también es lo que les hace experimentar un interés profundo
por la historia de las ideas y de los movimientos sociales, en tanto que
expresiones concretas de una época. No recurren tanto a Marx como a la
dialéctica hegeliana, si bien recuperan el materialismo marxista para realizar
el análisis.
Esta teoría se plantea
como una antítesis de la “teoría tradicional” en la que sujeto que realiza el
análisis y objeto que se analiza, está integrados. La “teoría crítica”
establece distancias entre uno y otro. El investigador debe permanecer distante,
alejado e independiente del contexto que analiza, incluso cuando se trate de la
sociedad de su tiempo en la que vive. Eso, piensan, hará más objetiva la
investigación. Es fácil deducir cómo han llegado a esta conclusión: a fin de
cuentas, ellos son judíos que experimentan la sensación de no formar parte de
la sociedad alemana de su tiempo, que se ven rechazados por ella y, además,
miembros de clases privilegiadas, con lo que les resulta absolutamente
imposible experimentar lo que siente un obrero en sus carnes o un burgués de
clase media en riesgo de proletarización. Han hecho de su enfermedad un remedio: han convertido su
incapacidad para estudiar los problemas sociales de Alemania, sosteniendo que
la situación que ellos mismos experimentaban en relación a la sociedad de su
tiempo, era la que les ponía en mejor situación para poder analizarla.
Horkheimer consideraba
que la teoría crítica debía de cumplir tres criterios: debía ser, inicialmente,
explicativa de la realidad social y de las relaciones de poder en cada momento;
debía de no limitarse a ser solamente teoría, sino que debía tener un aspecto
práctico, reconocer a los agentes y las fuerzas motrices de los cambios
sociales e identificar su potencial para transformar la sociedad. Y,
finalmente, debía dejar claro de qué manera podemos formar una perspectiva crítica
y delimitar los objetivos. Esto último fue lo que cambió: inicialmente,
se trató de la transformación del sistema capitalista en una democracia real,
esto es, socialista, pero luego, este contenido se atenuó y terminó siendo,
apenas, un estudio de los cambios para que pudieran perpetuarse e imponer
conceptos “progresistas”.
Alegan que la “teoría
crítica” tiene un potencial transformador de la sociedad: al tratar de estudiar
“objetivamente” al ser humano, buscan un mayor grado de “humanización”. Siguen a
Hegel cuando distingue entre “entendimiento” y “razón”. Tienen al primero como
la facultad de la mente que permite entender, asimilar, razonar y tomar
decisiones, formarse una idea concreta de la realidad; mientras que la “razón”
es el mecanismo a través del cual podemos realizar un ejercicio de lógica en el
pensamiento. La razón es lo que nos permite pensar; el entendimiento es lo que nos
habilita para juzgar y conocer. Utilizando ambos factores, la “teoría crítica”
se propone, no solamente explicar los distintos momentos históricos de la
sociedad, sino también, convertirse en lo que el marxismo ya había querido ser
y solamente lo había logrado en parte: convertirse en una fuerza transformadora
de la sociedad.
Pronto llegaron a la
conclusión de que, para realizar esos ambiciosos objetivos, precisaban superar
las estructuras de cada una de las ciencias sociales y generar estudios
interdisciplinarios, para llegar a respuestas integrales. Sostenían que uno de
los rasgos de la teoría tradicional era la especialización y que esto cortaba
cualquier posibilidad de transformación de la sociedad. A ellos, a los miembros
de la Escuela de Frankfurt, cuando elaboraron la teoría crítica, lo que les
interesaba era, en primer lugar, la comprensión de los fenómenos sociales, la
identificación de los factores presentes en los procesos de dominación y, sobre
todo, utilizar todo este conocimiento para promover la transformación social.
Se trataba, por tanto, de que la producción de conocimiento científico tuviera
un sentido ético y político, mientras que en la teoría tradicional era
solamente un conocimiento instrumental.
En la
primera fase de desarrollo de esta teoría, en los años 30, Horkheimer y sus
compañeros aspiraban a reformar el marxismo, recurriendo al “primer Marx” anterior
a 1848. Al análisis socio-económico, superponen en análisis psicológico,
situando su interés en el papel del subconsciente en las transformaciones
sociales. Será a partir de estas ideas básicas que desarrollarán las temáticas
propias que han caracterizado a la Escuela de Frankfurt:
- La teoría de la comunicación que concentrarán en Crítica de la razón instrumental y que proseguirá la siguiente generación de la Escuela con Habermas como último representante.
- La teoría sobre el origen de la modernidad y sus límites, que realizarán a partir de Dialéctica de la Ilustración.
- La teoría sobre la “industria cultural”, desarrollada por Adorno y Marcuse.
- La teoría sobre la “personalidad autoritaria” que llevará directamente al “gran rechazo” de Marcuse.