miércoles, 21 de septiembre de 2022

LA ESCUELA DE FRANKFURT (XIII) - LA TEORIA CRITICA

En 1968 se publicó en alemán un conjunto de ensayos escritos por Max Horkheimer entre 1932 y 1941, publicados en la Revista de Investigación Social, que él mismo dirigía. Era una obra voluminosa, en dos volúmenes, con un total de casi 800 páginas. La editorial española Barral, publicó en 1973, cuatro ensayos, extraídos del segundo volumen, utilizando el mismo título de Teoria Crítica de la edición completa original. En un ejercicio reiterado de antifascismo, la obra estaba dedicada “A la memoria de Lisel Paxmann y de otros estudiantes de todos los países que perdieron su vida en la lucha contra el terror”. Uno de estos ensayos es Teoría tradicional y teoría crítica, expuesta en cincuenta páginas, con fecha de edición 1937, aunque por el vocabulario empleado, se nota que el texto ha sido objeto de correcciones.

El autor recuerda en la introducción que es una “teoría”: “equivale a un conjunto de proposiciones acerca de un campo de objetos y esas proposiciones están de tal modo relacionadas unas con otras, que de algunas de ellas pueden deducirse las restantes”. Una teoría es siempre una hipótesis que es preciso contrastar con la realidad: si se producen desfases entre lo que propone la teoría, por un lado, y la realidad, por otro, será necesario ir corrigiendo la teoría. En esa primera parte del articulo expone lo que es la “teoría tradicional”. Menciona a Descartes y su consejo de “conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzar por los objetos más simples y más fáciles de conocer, y poco a poco, gradualmente, ascender hasta el conocimiento de los más complejos”. La exposición termina con Husserl, que entiende por teoría “el sistema cerrado de proposiciones de una ciencia”. La exigencia de todo sistema teórico es que no existen contradicciones entre sus partes y que todo forme un conjunto ordenado, perfectamente concatenado y armónico. La “teoría tradicional” opera, pues, a partir de presupuestos jerárquico-metafísicos.

Cuestionan la teoría tradicional en tanto que consideran que su pretensión de “neutralidad” es infundada. El investigador social, situado en el interior de la sociedad, tratando de interpretarla, no advierte que sus resultados estarán condicionados por su psicología profunda y por su pertenencia a algún estamento de la propia sociedad a la que estudia. La “teoría tradicional”, por tanto, encubre y oculta, “intereses ideológicos” que tienden a perpetuar los intereses de las clases dominantes en lugar de buscar una “praxis liberadora”

No es raro que los miembros de la Escuela de Frankfurt comenzaran su elaboración de la teoría crítica a partir de 1932. Hasta ese momento, habían sido “marxistas occidentales”, es cierto que percibían que el potencial revolucionario del proletariado no era el esperado, incluso que las realizaciones de la Unión Soviética no coincidían exactamente con el camino que llevaba de la “dictadura del proletariado” a la sociedad sin clases, justa y equitativa para todos. Pero el trauma que sufrieron con la irrupción del fascismo y con los triunfos electorales del NSDAP entre 1930 y 1932, fueron suficientes como para demostrarles que la “teoría marxista” tenía defectos, fallos, contradicciones y que, en el mejor de los casos, como se dice en ciencia, valía más una “mala teoría” que no tener teoría. Creyeron en la posibilidad de elaborar ellos mismos una teoría que superara a la tradicional (en la que englobaban a la marxista). Desde entonces, se les ha conocido como “neo-marxistas”, si bien es cierto que, tras su etapa norteamericana, Adorno y Horkheimer, en concreto, lo que quedó de marxismo en ellos, apenas eran “rastros”, si bien, ellos mismos, en los años 30, consideraron que se trataba de una actualización de la teoría marxista.

Cuando los miembros de la Escuela de Frankfurt iniciaron la elaboración de su teoría crítica, contemplaban solamente el llegar allí donde Marx había demostrado ser más impreciso y estar más separado de la evolución real de los acontecimientos, en el estudio de las “sociedades industriales avanzadas” que el autor del Manifiesto Comunista nunca había llegado a conocer. Así pues, el punto de partida es “marxista” Y “revisionista” (se acepta revisar, completar, rectificar y corregir el legado de Marx). Pero, tras su establecimiento en los EEUU, este objetivo se fue diluyendo poco a poco. Los “frankfurtianos” siguieron siendo considerados “marxistas”, más bien por sus escritos anteriores a 1937 que por lo que desarrollaron con posterioridad. Incluso sus áreas de interés variaron. Adorno y Horkheimer se interesaron por la influencia de los medios de comunicación y Marcuse terminó completando el estudio y hasta su muerte siguió considerándose “freudo-marxista”, a diferencia de sus compañeros que, a partir de los años 40 fueron desenganchándose del marxismo.

En realidad, la teoría crítica supuso el aprovechamiento de elementos procedentes de tres fuentes: Marx, por supuesto, en quienes habían visto a alguien que no se contentaba solamente con elaborar teorías, sino que también quería llevarlas a la práctica; esa era el objetivo que se había forjado al iniciar el análisis sobre el capitalismo. Luego estaba Freud, cuya teoría del inconsciente les permitía “objetivar” un factor que hasta ese momento se había considerado absolutamente subjetivo en las transformaciones sociales y en el curso de la formación de los fenómenos históricos. Y, finalmente, estaba Hegel y su dialéctica que consideraron como la herramienta más adecuada para la comprensión de los procesos históricos y sociales.

Con la “teoría crítica” se propusieron formular una separación entre el sujeto que contempla y la verdad contemplada. Lo que importa es un conocimiento en el que la experiencia, propia de una época, tiene una parte importante en su construcción, como cualquier tendencia propia de esa misma época que tenga algún tipo de repercusión social. La conclusión es que cualquier ciencia del conocimiento se construye en función de los procesos cambiantes de la vida social. Lo que ayer pudo ser irrelevante, hoy pasa a primer plano y, mañana, con seguridad, será relevado por otro elemento. Henos aquí en pleno relativismo, en función del cual puede explicarse y justificarse cualquier pirueta intelectual. Cada momento histórico implica un conocimiento teórico-cognitivo directo al que se dará en otros.

De ahí el rechazo que los intelectuales de la Escuela de Frankfurt experimentan hacia los sistemas teórico-ideológicos cerrados, incluida una interpretación ortodoxa del marxismo. Y esto también es lo que les hace experimentar un interés profundo por la historia de las ideas y de los movimientos sociales, en tanto que expresiones concretas de una época. No recurren tanto a Marx como a la dialéctica hegeliana, si bien recuperan el materialismo marxista para realizar el análisis.

Esta teoría se plantea como una antítesis de la “teoría tradicional” en la que sujeto que realiza el análisis y objeto que se analiza, está integrados. La “teoría crítica” establece distancias entre uno y otro. El investigador debe permanecer distante, alejado e independiente del contexto que analiza, incluso cuando se trate de la sociedad de su tiempo en la que vive. Eso, piensan, hará más objetiva la investigación. Es fácil deducir cómo han llegado a esta conclusión: a fin de cuentas, ellos son judíos que experimentan la sensación de no formar parte de la sociedad alemana de su tiempo, que se ven rechazados por ella y, además, miembros de clases privilegiadas, con lo que les resulta absolutamente imposible experimentar lo que siente un obrero en sus carnes o un burgués de clase media en riesgo de proletarización. Han hecho de su enfermedad un remedio: han convertido su incapacidad para estudiar los problemas sociales de Alemania, sosteniendo que la situación que ellos mismos experimentaban en relación a la sociedad de su tiempo, era la que les ponía en mejor situación para poder analizarla.

Horkheimer consideraba que la teoría crítica debía de cumplir tres criterios: debía ser, inicialmente, explicativa de la realidad social y de las relaciones de poder en cada momento; debía de no limitarse a ser solamente teoría, sino que debía tener un aspecto práctico, reconocer a los agentes y las fuerzas motrices de los cambios sociales e identificar su potencial para transformar la sociedad. Y, finalmente, debía dejar claro de qué manera podemos formar una perspectiva crítica y delimitar los objetivos. Esto último fue lo que cambió: inicialmente, se trató de la transformación del sistema capitalista en una democracia real, esto es, socialista, pero luego, este contenido se atenuó y terminó siendo, apenas, un estudio de los cambios para que pudieran perpetuarse e imponer conceptos “progresistas”.

Alegan que la “teoría crítica” tiene un potencial transformador de la sociedad: al tratar de estudiar “objetivamente” al ser humano, buscan un mayor grado de “humanización”. Siguen a Hegel cuando distingue entre “entendimiento” y “razón”. Tienen al primero como la facultad de la mente que permite entender, asimilar, razonar y tomar decisiones, formarse una idea concreta de la realidad; mientras que la “razón” es el mecanismo a través del cual podemos realizar un ejercicio de lógica en el pensamiento. La razón es lo que nos permite pensar; el entendimiento es lo que nos habilita para juzgar y conocer. Utilizando ambos factores, la “teoría crítica” se propone, no solamente explicar los distintos momentos históricos de la sociedad, sino también, convertirse en lo que el marxismo ya había querido ser y solamente lo había logrado en parte: convertirse en una fuerza transformadora de la sociedad.

Pronto llegaron a la conclusión de que, para realizar esos ambiciosos objetivos, precisaban superar las estructuras de cada una de las ciencias sociales y generar estudios interdisciplinarios, para llegar a respuestas integrales. Sostenían que uno de los rasgos de la teoría tradicional era la especialización y que esto cortaba cualquier posibilidad de transformación de la sociedad. A ellos, a los miembros de la Escuela de Frankfurt, cuando elaboraron la teoría crítica, lo que les interesaba era, en primer lugar, la comprensión de los fenómenos sociales, la identificación de los factores presentes en los procesos de dominación y, sobre todo, utilizar todo este conocimiento para promover la transformación social. Se trataba, por tanto, de que la producción de conocimiento científico tuviera un sentido ético y político, mientras que en la teoría tradicional era solamente un conocimiento instrumental.

En la primera fase de desarrollo de esta teoría, en los años 30, Horkheimer y sus compañeros aspiraban a reformar el marxismo, recurriendo al “primer Marx” anterior a 1848. Al análisis socio-económico, superponen en análisis psicológico, situando su interés en el papel del subconsciente en las transformaciones sociales. Será a partir de estas ideas básicas que desarrollarán las temáticas propias que han caracterizado a la Escuela de Frankfurt:

- La teoría de la comunicación que concentrarán en Crítica de la razón instrumental y que proseguirá la siguiente generación de la Escuela con Habermas como último representante.

- La teoría sobre el origen de la modernidad y sus límites, que realizarán a partir de Dialéctica de la Ilustración.

- La teoría sobre la “industria cultural”, desarrollada por Adorno y Marcuse.

- La teoría sobre la “personalidad autoritaria” que llevará directamente al “gran rechazo” de Marcuse.