jueves, 6 de febrero de 2020

Antisemitismo español y sefarditismo en el siglo XX: (2 de 6) -> DE 1898 A LA DICTADURA: EL FILOSEFARDISMO


La persona de Alfonso XIII nos sitúa ante un problema nueva: la aparición de un filosefardismo que no es obstáculo para un antisemitismo clásico. Después de exiliarse, Alfonso XIII declaró una vez establecido en Roma que la Segunda República había sido “patrocinada por el comunismo, la masonería y el judaísmo” [1], con lo que estaba claro a quién atribuía sus responsabilidades. Esto parece, en principio, encajar mal con la línea defendida por la monarquía durante la Restauración y especialmente en el tiempo de la Dictadura de Primo de Rivera. Veamos en qué consistía el problema.

Prácticamente poco después del desastre de 1898 y hasta la fase final de la dictadura de Primo de Rivera, apareció en España un fenómeno nuevo que hasta ese momento solamente había tenido chispazos ocasionales. Es lo que se dio en llamar “filosefardismo”. Su gran impulsor fue a partir de 1904 Ángel Pulido Fernández. Su objetivo: restablecer los lazos entre las comunidades sefardíes expulsadas por los Reyes Católicos y dispersas especialmente por Europa, el Magreb y América, con objeto de invitarles a entrar de nuevo en España. El “filosefardismo” gozó de particular prestigio entre 1910 y 1930 y consiguió persistir en la historia hasta tiempos recientes, siendo hoy una corriente prácticamente desconocida, o, en cualquier caso, poco conocida.

En 1903, el Pulido, médico prestigioso y senador vitalicio, realizó un viaje por la cuenta del Danubio y localizó comunidades sefardíes dispersas. Creyó encontrar sus orígenes y al retorno inició su campaña personal que consiguió el favor de algunas élites intelectuales, iniciando el fenómeno conocido como “filosefardismo”. Paradójicamente, esta corriente iba a tener, con el paso del tiempo que ver con el antisemitismo español como veremos más adelante. Le llamó particularmente la atención la lengua que hablaban, el ladino o haquetía. Había en todo ello también consideraciones económicas oportunistas. Pulido estaba convencido de que el acercamiento hispano-sefardí convendría a la maltrecha economía española aún no repuesta de la crisis finisecular. En la medida en que percibió que los sefardíes dominaban el comercio en el Mediterráneo oriental pensó que ahí existirían nuevos mercados que supondrían un balón de oxígeno para España.

En los años siguientes publicaría varias obras, una de ellas de título significativo: Los españoles sin patria, aludiendo a la “raza sefardí”. Pulido consiguió que en 1910 Alfonso XIII se interesara por su actividad, apoyando el monarca la creación de la Unión Hispano-Hebrea con fines de acercamiento entre las dos comunidades.

Hay que recordar que los sefardíes residentes en Marruecos eran abundantes y solamente en el Protectorado se inscribieron 4.000. En 1915 se creó la cátedra de hebreo en la universidad de Madrid. Alfonso XIII intervino luego a favor de los sefardíes residentes en Palestina amenazados por el gobierno turco después de que Max Nordau, sionista expulsado de Francia, viniera a España. Pulido era el impulsor de todas estas campañas, secundado por Cansinos Assens y Gabriel Alomar. Finalmente, en 1920, debido al impulso de esta élite intelectual se fundó la Casa Universal de los Sefardíes.

Antes de que Pulido emprendiera sus campañas, ya habían aparecido a lo largo del siglo XIX distintos precedentes: Adolfo de Castro en 1847 publicó la Historia de los judíos de España [2], que incluye una exaltación de la cultura judía medieval seguido de una condena a la expulsión (de la que responsabiliza a Fernando el Católico y no a Isabel). Cuando estalló la Guerra de África en 1860 se empezó a tener conocimiento más exacto del destino que habían corrido los judíos expulsados de España en 1492. A O’Donell le sorprendió ver que los judíos de Tetuán (cuyo kahal acababa de ser saqueado por los musulmanes) le recibieron jubilosos hablando un castellano extraño. Se trataba de sefardíes que veían a las tropas españolas como libertadoras. Pérez Galdós y Pedro Antonio de Alarcón popularizaron en algunas novelas a esta comunidad. Sin embargo, sería la Alianza Israelita Universal, fuerte en Francia, quien prestaría ayuda a estos judíos que, en pocos años, perdieron casi completamente el “ladino” y empezaron a expresarse en francés. En el siglo XX ya pocos recordaban sus raíces.

En el último cuarto del siglo XIX, la Institución Libre de Enseñanza contactó con las comunidades sefarditas y sistematizó la publicación de artículos y conferencias contrarias a la expulsión y a la Inquisición y, por primera vez, se pondrá en duda la historia del Santo Niño de la Guardia.



En los años siguientes, los progroms contra judíos residentes en el Imperio Otomano interesó al gobierno español en tanto que las víctimas seguían hablando ladino y por primera vez se sugirió que España tenía la obligación de acoger a los sefardíes que quisieran establecerse nuevo en España y huir de los Balcanes y de Anatolia. Se estableció incluso un vapor de Sevilla a Odesa para realizar el traslado, pero fueron pocos los que siguieron ese camino. Hay que incluir estas iniciativas dentro del naciente filosefardismo.

A principios del siglo XX, Pulido fue nombrado senador vitalicio e inició una intensa campaña de acercamiento a los sefardíes a través del rabino de Bucarest, Enrique Bejarano. A su iniciativa se debió que el gobierno español nombrara cónsules en las ciudades en las que existían  comunidades sefardíes. Sin embargo, los católicos tradicionalistas de la época consideraron a Pulido como “judaizante” y no reconocieron la diferenciación entre azkenazíes y sefardíes.

Pero se equivocaría quien pensara que Pulido era “pro semita”. De hecho, es el quien inaugura la ideología del fiosefarditismo que, paradójicamente no está reñida con el antisemitismo. Pulido consideraba a los azkenazíes que había conocido como “en su mayor parte degenerados y mezquinos”. Y será a partir de este momento, notorios antisemitas españoles, como veremos, serán, sin embargo… filosefarditas.

Los grandes nombres del 98 apoyarán las campañas de Pulido (incluido Menéndez Pelayo). Gracias a sus iniciativas a partir de 1909 se abrieron las primeras sinagogas (la de Madrid se abrirá en 1917, la de Barcelona se abrirá al año siguiente y la de Sevilla estaba abierta desde 1913) y en 1920 se creó la Casa Universal de los Sefardíes, apoyada por Maura y La Cierva, Romanones, Alcalá Zamora, Lerroux, y por el banquero Ignacio Bauer. En 1915 el folklore sefardí se había convertido en una moda y el banquero Bauer a través de La Revista de la Raza fundada por él mismo, consiguió que las élites culturales conocieran la cultura sefardí.

Sin embargo, sería un militar, el teniente general Julio Domingo Bazán, quien en 1916 publicó Los hebreos [3], obra que influiría extraordinariamente en las concepciones de los llamados “militares africanistas”. En esta obra se presenta a los sefardíes como cultos, accesibles, dialogantes y colaboradores, mientras que los moros son presentados como “bárbaros y degenerados” [4]. Cuando se publicó esta obra, la Casa Real ya había concedido el estatuto de “protegido” [5] a los sefardíes de la zona española de Marruecos y la dictadura de Primo de Rivera se mostraba extraordinariamente favorable en relación a ellos, hasta el punto de que los autores que han estudiado el tema, han definido su política como “filosefardismo de derechas” [6].

Es posible que el filosefardismo fuera una reacción de élites intelectuales al desastre del 98, cuando buscaron nuevos horizontes para el proyecto pan hispanista de la Dictadura de Primo de Rivera. Perdido el Imperio, de lo que se trataba era de reconstruirlo sobre bases nuevas. Dada la debilidad militar de España, tales bases solamente podían ser “espirituales”, esto es, culturales y de lo que se trataba así era de la manida idea de que el “poder cultural” precede y abre el camino al “poder político”

Sin embargo, en este período que abarca Restauración y Dictadura, frente a este filosefardismo, siguió existiendo, casi como patrimonio exclusivo de los sectores católico, el habitual antisemitismo. Eran los años en los que el Caso Dreyfus [7] había estallado en Francia y la onda expansiva llegó hasta España. La crisis ocurrida en el vecino país, supuso un balón de oxígeno para el antisemitismo español que entre 1904 y 1907 generó media docena de libros que reiteraban los lugares comunes de esta corriente católica. Ninguno de ellos puede ser considerado como un Best-seller de la época, pero todos contribuyeron a contrapesar la influencia de los filosefardíes y buena parte de los artículos publicados en la prensa de la época y que pueden ser considerados como antisemitas irían destinados a combatir los avances de esta corriente. Incluso, como respuesta a las organizaciones promovidas por el filosefardismo, apareció una Liga Nacional Antimasónica y Antisemita (LNAA) en 1912.

En efecto, fundada por el José Ignacio de Urbina, la LNAA estaba fuertemente influida por el caso Dreyfus y recibió el apoyo de la mitad de los obispos españoles de la época. Urbina compró una pequeña revista que hasta ese momento estaba dedicada a los seguros y tratando de imitar el ejemplo de Drumont, la convirtió en un periódico antisemita, conservando la cabecera: El Previsor. La revista se publicó entre 1912 y 1918.

Pero ni Urbina era Drumont, ni la situación española tenía punto de comparación con la francesa. El estallido de la Revolución Rusa y la abundancia de nombres judíos entre la primera generación de bolcheviques, recrudecieron el antisemitismo en Europa Occidental y contribuyeron a que la revista de Urbina lograra sobrevivir un año más. El intento de Urbina que encierra en sí mismo todas las características del antisemitismo católico de la época, es en cierto sentido anecdótico, una organización como la LNAA era ociosa en España, porque existía la Comunión Tradicionalista que practicaba un catolicismo que, en tanto que ultramontano, era al mismo tiempo antisemita.

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[1]  Cfr. Renovación Española y Acción Española: la “derecha fascista” (I parte) ¿Fascistas o fascistizados?, Ernesto Milá, en Revista de Historia del Fascismo, nº 2, págs. 281-288.
[2]  Historia de los judíos en España desde los tiempos de su establecimiento hasta principios del presente siglo, Adolfo de Castro, Imp. Librería y Litogr. De la Revista Médica, Cádiz, 1847. Deberemos hablar de un pro-semitismo relativo pues, no en vano, el mismo Adolfo de Castro, en un libro posterior (Vidas de niños célebres, Imp. De la Revista Médica, Cádiz, 1865) da como cierto el episodio del sacrificio ritual en el caso del Santo Niño de la Guardia, en la misma posición que Amador de los Ríos.
[3] Editorial Renacimiento, Madrid, 1916.
[4]  Cfr. El Antisemitismo en España. La imagen del judío (1812-2002), Gonzalo Álvarez Chillida, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2002, págs. 269.270.
[5] Podían acudir al consulado español en caso de problemas y moverse en el extranjero con pasaporte español, pero eso no suponía que tuvieran nacionalidad española. Sería Primo de Rivera quien el 20 de diciembre de 1924 les concedería la nacionalidad: 4.000 sefarditas se acogieron a él.
[6] Cfr. La eclosión del antisemitismo español: de la II República al Holocausto, en Gonzalo Álvarez Chillida y Ricardo Izquierdo Benito. El antisemitismo en España. Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2007, págs 181. Otra de las fuentes de ese “filosfardismo de derechas” fue José Antonio de Sangroniz (cfr. Los amigos vascos de Ramiro Ledesma, ¿Contra la derecha fascistizada o con la derecha fascistizada?, Ernesto Milá, Revista de Historia del Fascismo, nº 14, septiembre de 2012, págs. 4-99, especialmente 27 y sigs.) que en su obra La expansión cultural de España (Editorial Hércules, Ceuta,1925) sostiene las mismas posiciones que Pulido y los militares africanistas. Otro notorio “filosefardita de derechas” fue Agustín de Foxá, como se desprende de su poema El romance de la casa sefardita (para más información sobre el tema puede leerse el artículo Foxá en Filipópolis, en el blog http://cafearcadia.blogspot.com.es/2009_07_01_archive.html). A recordar que tanto Sangróniz como Foxá se situaban en el ámbito del falangismo y que el introductor del fascismo en España, Giménez Caballero, compartía estos criterios. Giménez Caballero fue comisionado por la Dictadura para que diera un ciclo de conferencias en los Balcanes ante comunidades sefardíes y incluso rodó un documental mudo sobre este viaje titulado significativamente Reconquista Espiritual. Franco, como veremos más adelante, era también filosefardita (Los judíos en España, op. cit., pág. 308). El elemento filosefardita, sorprendente y paradójico, es inédito en cualquier otra variedad internacional de los “fascismos”.
[7]  Cfr. Cuando Francia era antisemita: 1880-1906, “antisemitismo popular”, Ernesto Milá, en Revista de Historia del Fascismo, nº 17, diciembre de 2012, págs. 160 a 199, especialmente págs. 174-191.