Hay elementos
en el maoísmo que inducen a pensar en un sincretismo entre la tradición china y
el marxismo ortodoxo. Del confucionismo, Mao aprende e incorpora su
análisis de la sociedad rural y de la condición humana. Pero no sólo se siente
atraído por la teoría sino que pasa a incorporar bellas imágenes poéticas a su
propaganda comunista; igualmente solía ensalzar las realizaciones prácticas de
la tradición china que nos han llegado hasta el siglo XX; la acupuntura gozaba,
en particular, de sus preferencias.
En varios escritos glosa la eficacia de la medicina autóctona y en concreto de la acupuntura. Dice, por ejemplo, en 1954: «La medicina china ha hecho grandes méritos por nuestro pueblo (...). Si se la compara con la occidental advertimos que la nuestra tiene una historia de milenios y es seguida por más de quinientos millones de chinos (...) Lo más importante es que los médicos estudien también medicina china y que la medicina occidental no sea aprendida por los médicos chinos». Y en otro discurso de 1959, añadió: «Cuando los americanos aún se comunicaban por señas, nosotros ya teníamos más de cinco mil años de cultura; entre ella, la cultura médica, claro». Es útil recordar que la medicina china parte de la base de la existencia de un «cuerpo sutil» o «cuerpo de energía» sobre el cual opera a través de la acupuntura, no reductible a los esquemas del materialismo marxista. Además, el conjunto de técnicas que emplea tienen su base metafísica en el confucionismo,
En varios escritos glosa la eficacia de la medicina autóctona y en concreto de la acupuntura. Dice, por ejemplo, en 1954: «La medicina china ha hecho grandes méritos por nuestro pueblo (...). Si se la compara con la occidental advertimos que la nuestra tiene una historia de milenios y es seguida por más de quinientos millones de chinos (...) Lo más importante es que los médicos estudien también medicina china y que la medicina occidental no sea aprendida por los médicos chinos». Y en otro discurso de 1959, añadió: «Cuando los americanos aún se comunicaban por señas, nosotros ya teníamos más de cinco mil años de cultura; entre ella, la cultura médica, claro». Es útil recordar que la medicina china parte de la base de la existencia de un «cuerpo sutil» o «cuerpo de energía» sobre el cual opera a través de la acupuntura, no reductible a los esquemas del materialismo marxista. Además, el conjunto de técnicas que emplea tienen su base metafísica en el confucionismo,
Así mismo, las
concepciones militares de Mao derivan, como ya hemos visto, de la práctica
milenaria de las sociedades secretas y, estas a su vez, se remiten a las
concepciones estratégicas expuestas por Sun Tzu en El arte de la guerra,
otra obra impregnada de pragmatismo lúcido y de principios de psicología
confucionista. Este texto fue para Mao el libro de cabecera mientras duró la
«larga marcha».
Todo lo
anterior hizo del comunismo chino algo aparte en relación al movimiento
comunista internacional. Esencialmente voluntarista, las «condiciones
objetivas» tan tenidas en cuenta por los partidos comunistas ortodoxos,
contaban poco: la misma «larga marcha» era, sobre el papel, una locura.
Mientras que los dirigentes comunistas rusos, rumanos, etc. vivían en el lujo y
la abundancia y constituían una «nueva clase» –Milovan Djilas acertó en la
calificación– burocrática y estabilizada, el comunismo chino creó una clase
política enteramente nueva que tenía mucho de ascética: desde Mao hasta el
último guardia rojo, el «hábito» era el mismo –el llamado en Occidente «traje
Mao»– quizás por eso el sistema comunista chino ha logrado sobrevivir a sus
hermanos del Este Europeo. En el curso de la «revolución cultural» los
guardias rojos no dudaron en utilizar los mismos castigos prescritos por las
«tríadas» para golpear a sus enemigos: el corte de la coleta se convirtió
en un castigo ominoso para los disidentes de fines de los años sesenta, como
ayer lo fue para los mandarines y los burgueses colaboracionistas con el poder
mongol.
Las
sociedades secretas chinas (Tríada, Hung, Loto Blanco, etc.) tienen su
equivalente occidental en la francmasonería, el carbonarismo y la magia. Al
igual que el grueso de la francmasonería, las sectas chinas impulsaron y
tuvieron un papel destacado en las «revoluciones democráticas y nacionalistas»,
derrocando monarquías absolutas y abriendo la brecha a regímenes liberales. La
fragilidad de la burguesía china –unido a la invasión japonesa y la estructura
rural de la sociedad– hizo que el Kuomintang no pudiera consolidar su poder y
que las fuerzas campesinas organizadas en torno al PCCh terminaran
imponiéndose. En este proceso, algunos de los hombres que participaron en las
actividades del Kuomintang en los primeros tiempos, pasaron al Partido
Comunista y, entre ese contingente, figuraban miembros de las sociedades
secretas aludidas. En los partidos comunistas occidentales se produjeron
fenómenos análogos, especialmente en el PCF entre 1919 y 1922 y durante unos
años mantuvieron doble militancia. Finalmente, el III Congreso de la
Internacional Comunista declaró incompatibles filiaciones.
La masonería
occidental tuvo en China una implantación que venía de antiguo. Las
primeras logias fueron establecidas por los ingleses en 1767 y ochenta años
después la Gran Logia de Londres autorizaba la creación de una Gran Logia
Provincial China, con dos secciones, para los sectores norte y sur del país. Antes
de la guerra chino–japonesa existieron en la totalidad del país, no menos de 40
logias pertenecientes a distintas obediencias: desde el Rito Escocés, hasta
dependientes de la Logia Tres Globos de Berlín pasando por centros subsidiarios
de los Grandes Orientes de Francia, Filadelfia y Filipinas. Los distintos
avatares de la política china hicieron desaparecer a las logias del continente;
los supervivientes sufrieron todo tipo de vicisitudes: quienes no se
integraron en el partido, huyeron a la República de Formosa, allí constituyeron
en 1949 una «Gran Logia» de la que a principios de los años 90 dependían nueve
logias. Otro sector de la emigración china radicó en Hong–Kong en donde
en nuestros días trabajan 20 talleres masónicos.
Con todo, en
la China continental, a pesar de una legislación restrictiva las sociedades
secretas nunca terminaron por desaparecer completamente. Tras la muerte de
Mao, con la relativa liberalización del régimen, se restablecieron buena parte
de las instituciones y costumbres ancestrales. La lejanía y complejidad del
continente chino hacen que sea difícil saber si las sociedades secretas han
logrado reconstituirse, pero es presumible que así haya sido. Lejos de allí, en
la Barcelona post–olímpica, la policía desarticuló en Noviembre de 1992 una
«tríada» en fase de implantación entre la comunidad china de la Ciudad Condal
que pretendía cobrar un racket de protección a los restaurantes chinos...
Y es que las sociedades secretas, de conspiradores
o de bandidos, o ambas a la vez, no han desaparecido todavía, forman parte de
la China de siempre.