sábado, 21 de septiembre de 2019

Crónicas desde mi retrete (9) – LA “HOMILÍA DE LA IZQUIERDA AGÓNICA” EN EL PREGÓN DE LA MERCED


Dios las crea y ellas se juntan. Ada Colau y Manuel Carmena, ex alcaldesa de Madrid una y actual alcaldesa de Barcelona la otra, pertenecen a dos generaciones de la izquierda (ni siquiera de la “izquierda radical”, porque, a fin de cuentas, todas las variedades taxonómicas de la izquierda comparten los mismos valores y, sobre todo, idénticos tópicos). Ante la situación de pago forzoso de la segunda, la Colau la ha invitado a presentar el “pregón de la Merced” en Barcelona, fiesta local de la ciudad. Pues bien, en ese pregón de apenas tres folios, están contenido todos los elementos de identificación de lo que podríamos llamar “la izquierda agónica”.

Los podemos desgranar uno a uno, hasta el punto de considerar este “pregón” como un verdadero manifiesto -algo kitsch, desde luego, pero manifiesto al fin y al cabo- de la “izquierda agónica”.

Nostalgia del pasado remoto y fe en futuro lejano. 

Hoy, para ser de izquierda, hay que vivir dos momentos: el pasado y la nostalgia de la “lucha antifranquista” y de las “luchas obreras por las libertades” o bien un futuro remoto hecho de valores finalista (la multiculturalidad, la tolerancia, el pacifismo y tal y tal). Lo que es imprescindible para la izquierda, es huir del presente. Los últimos mohicanos de la izquierda, se mueven mal en un presente que no deja de desmentir todas y cada una de sus afirmaciones. Por eso hay cada día menos intelectuales de izquierda y más viscerales que comparten esos criterios, por eso, incluso abuelos que han votado siempre al PSOE o al PCE, lo hacen ahora por opciones de la derecha. Están hartos de que sus propuestas choquen con la realidad y, lo que es peor, tiendan a degradar la realidad.

De ahí que en el “pregón” de la Carmena se hable mucho del “antifranquismo” y de cuando ella era joven y vivía en Barcelona y los grises aporreaban a los obreros de la SEAT en huelga. ¡Qué tiempos aquellos! No es extraño que se niegue a ver la realidad barcelonesa actual: la del “Welcome refugies”, en donde no hay grises aporreando, sino moros apuñalando en los barrios y donde, en lugar de clase obrera, hay parados y empresas deslocalizadas.

Para la izquierda agónica, lo fundamental es huir del presente: ese presente que se ha construido a golpe de valores “progresistas” y que cada vez más se muestra como inviable, siendo, a la postre, el impulso inercial hacia el precipicio. La izquierda no puede comparar el ayer con el hoy porque se percibe excesivamente esa degradación, así que prefiere hacerlo con un remoto pasado (los años 60) y no con el presente, sino con un futuro esplendoroso que será construido a golpe de valores “progresistas”, esos mismos que ahora, visiblemente, están empobreciendo y generando cada vez más caos social, económico, étnico y nacional.



La santa religión de los derechos humanos

El “pregón” de la Carmena era para las fiestas de la Merced, patrona de Barcelona. Barcelona ha tenido otras patronas: Santa Eulalia, la Santa Madrona, ahora la virgen de la Merced. Parece claro que se trata de una figura ligada a la religión tradicional de nuestro pueblo. Se podrá ser católico, agnóstico o ateo, pero deberá reconocerse que el sector mayoritario del pueblo español ha sido hasta no hace mucho, católico, y que el catolicismo está en el intríngulis de buena parte de nuestra historia. La Carmena, en tanto que antigua marxista, debería ser atea, sin embargo, muestra una conmovedora fe religiosa.

Dice en el “pregón”: “Con deleite, profundizo en esta fiesta vuestra y de dónde viene.  Ha quedado ligada a la advocación de la virgen de la Mercè. A lo largo la historia las advocaciones siempre han respondido a valores. Qué importante resulta ahora esa advocación. Qué importante, me parece a mí, el valor del concepto de la merced, que es el de la acogida, el de la compasión, el de la ayuda a quien más lo necesita”.
Es significativo que introduzca estos elementos aquí, en la parte religiosa de su discursito, confirmando lo que Spengler escribió ahora hace 100 años: cuando la fe tradicional de un pueblo decae, no es sustituida por un ciclo de objetividad y realismo, sino por simples supersticiones. Si la Carmena tuviera ojos y viera, entendimiento y entendiera, se daría cuenta de que esos valores de “acogida, compasión, ayuda”, el “Welcome refugies”, para ser más claro, son, precisamente, los que han convertido Barcelona en un infierno.

Y es que, para la Carmena, la “religión de los derechos humanos” se ha convertido en la fórmula religioso/supersticiosa de la modernidad. Y, es curioso, porque el primer derecho humano -sin el cual todo los demás no pueden ejercerse- el derecho a la seguridad, no está consignado en la “Santa homilía de la ONU a los modernos” y, por tanto, fiel a esta fe, la Carmena tampoco tiene nada que añadir.

El bonito mito de que hablando se entiende la gente

Hasta aquí, el “pregón” de la Carmena era kitsch, lo que se dice, una historieta de una abuela miope que nunca ha debido ser la alegría de la huerta, sino alguien perdido en sus mundos de fantasía ideal e intentando que la realidad encajara a martillazos en su propio esquema. Al no conseguirlo, simplemente, desfigura y se niega a reconocer la realidad, la niega. Pero, el discurso en su segunda mitad se vuelve cursi hasta el deliquio. Véase, por ejemplo, este párrafo:

Cuenta que en 2016 apareció en Madrid una pancarta blanca que decía “Parlem” (hablemos, en catalán) y añade: “Parlem! Qué belleza de este vuestro idioma, tan rico tan preciso, con una entonación, con una música que a mi me parece un encaje de blonda tejido con los miles de hilos de vuestras cuerdas vocales. Hablar, escuchar son verbos que describen la esencia de la democracia. Esa democracia que nos trajo la libertad y que no podemos dejar de mimar y cuidar. Cuidar la democracia como cuidamos a los nuestros a nuestros amigos a nuestros quereres”.

Por ejemplo: ¿que el presidente de la gencat se niega a cumplir una orden de los tribunales? No pasa nada, hablemos. ¿Qué un grupo de tontorrones se caliente y cree que la independencia está a la vuelta de la esquina, que es posible y que tienen fuerza necesaria para obtenerla a despecho de las simetrías electorales y de la legislación vigente? Hablemos. ¿Qué un etarra ha matado a 45 personas, impulsado por la peña de amigos y porque carece de dos dedos de frente y está más próximo al psicópata que al ser humano? Hablemos y démosle una segunda oportunidad. Hablando se resuelve todo es lo que nos dice la Carmena: ya se sabe la retahíla, “tolerancia, diálogo, cultura del pacto, democracia, en definitiva”.


Comparaciones selectivas: ayer oscuro  futuro luminoso

La Carmena recordaba en una de las partes más cursilonas de su discurso, lo mal que se vivía en la Barcelona de los 60. Dice que había chabolas. Y las había. Más en los años 50, puede creerme. De hecho, las chabolas fueron desapareciendo, poco a poco, entre los años 50 y 1975. En 1982 solamente quedaban en el Carmelo. Dicho de otra manera: las chabolas fueron el resultado de las migraciones interiores en la postguerra y el régimen franquista realizó un esfuerzo supremo por que desaparecieran. Se crearon barrios enteros a velocidad de vértigo y eso generó problemas que todavía duran en nuestro país: la fe en que el ladrillo lo resuelve todo. Pero todo esto es demasiado evidente para que puede ponerse en tela de juicio. Hay algo todavía peor.

Barcelona vuelve a ser una ciudad de barraquismo: desde los trenes de cercanías se puede percibir. Y por lo demás, las “soluciones habitacionales” propuestas por los socialistas ya en este milenio, han hecho que el “barraquismo vertical” se enseñoreara de Barcelona con pisos de 30 metros cuadrados y habitaciones de 6 metros alquiladas entre 400 y 600 euros según los barrios. Si se compara el precio de la vivienda durante el franquismo con el nivel salarial y el precio actual, se ve perfectamente que entonces la clase trabajadora tenía acceso a una vivienda digna y que hoy, simplemente, la única posibilidad que se les da, es la de alejarse de las grandes ciudades. Y la tonta del bote traída de Madrid por su homóloga local, la Nada Colau, nos habla de la “belleza de los huertos urbanos”, de “capitales de la ecología ciudadana” y de cursiladas ridículas que demuestran que debería graduarse de nuevo la vista.

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Esto es el “programa de izquierdas” de Mauela Carmena: negación de la realidad, religión de los derechos humanos, los mitos finalistas del progresismo de siempre y, claro está, el “Welcome refugies”. No busquéis, porque no hay nada más. En eso se ha quedado una izquierda que transita detrás de los féretros de Marx y Engels, en las calles del cementerio de la historia. La izquierda actual es uno de esos zombis que andan sueltos sin enterarse de que están muertos y que solamente dejan de tambalearse cuando les machacan la cabeza. 

La izquierda progresista, como los independentistas catalanes, siguen existiendo, a pesar de que su ciclo histórico hace mucho que ha concluido, por una sola razón: detentan todavía las llaves de la caja y cuentan con apoyos mediáticos. Eso es lo que le ha permitido a Nada Colau, traer a Barcelona a Manuela Carmena a pronunciar su retahíla de cursiladas propias de una abuela cebolleta progre. A nadie, por supuesto, le ha importado lo que dijera: cuando hay fiesta mayor la gente lo que quiere es desmadre (disbauxa, en catalán), no que le cuenten milongas. De ahí el papel de los medios: reproducir la indigencia intelectual de la Carmena como muestra de solemne declaración de principios…