Francamente, no me creo que detrás de la noticia publicada
por varios medios de que la Audiencia Nacional ha ordenado la detención de nueve
independentistas en posesión de “precursores de explosivos”, haya nada serio,
ni nada sobre lo que nadie deba preocuparse. El terrorismo independentista en
España es un asunto resuelto. Tanto el vasco como el que apenas existió, el
catalán. Si hay alguien que le ha pasado por la cabeza resucitarlo, merece
antes un tratamiento a base de reforzantes cerebrales, que un pase por la
Audiencia Nacional.
El terrorismo independentista en Cataluña siempre ha sido un
“tigre con barretina”. Nada serio. ¿Hacemos un repaso?
Es rigurosamente cierto que una parte del independentismo
catalán ha sido “militarista” y dado a asumir pomposamente, “la lucha armada”.
El problema es que siempre, siempre, le han faltado condiciones, capacidad y
carácter. Hace casi 100 años, se inició en el llamado “Complot del Garraf”
mitificado por la historiografía indepe. Se trataba de volar uno de los túneles
del Garraf cuando pasara el rey Alfonso XIII en el tren. De paso, claro está, morirían
sus acompañantes, el séquito, quizás maquinistas y personal ferroviario y las
mascotas. Era terrorismo de la peor especie programado por quinceañeros o poco
menos. Uno de los comprometidos se lo contó a su padre, el cual, con buen
criterio, lo encerró en su casa. El que tenía que llevar los útiles para
colocar el explosivo en el túnel, se le olvidaron. Otros perdieron el tren
y llegaron tarde… En fin, que, finalmente, la policía, alertada desde hacía
semanas por otro de los componentes del “escamot”, los detuvo a todos, entre
ellos el que sería luego “jefe de la policía catalana”, Miguel Badía. Casi una travesura
infantil.
A pesar de lo anecdótico y chusco de la peripecia, el “complot
del Garraf” condicionaría los planes de Francesc Macià, entonces exiliado en
Francia y que pretendía “invadir Cataluña” con 140 independentistas exiliados
en Francia y una patulea de italianos dirigida por Riccioti Garibaldi,
sobrino-nieto del unificador de Italia y exiliado en París. La acción, conocida
en la mitología independentista como “la heroica gesta de Prats de Molló” fue
del mismo jaez que el “complot del Garraf”.
Macià, antiguo teniente-coronel retirado del ejército español, planificó la “gesta” con la precisión del ingeniero militar que era. Hacían falta 8.000.000 de pesetas y 4.000 militantes armados para “invadir” Cataluña desde Francia, por la zona de Olot. Para ello lanzó unos “bonos patrióticos” titulados “Pau Clarís” que no lograron el milagro de que los independentistas abrieran su cartera (no se vendió ni el 5% de los bonos emitidos y los compraron catalanes instalados en Cuba, por cierto). Tampoco aparecieron los 4.000 activistas. Y el día en que Macià dio la orden “de ataque”, todos los comprometidos fueron detenidos. La mayoría, italianos. Es más, Macià dio la orden cuando la policía francesa ya había realizado las primeras detenciones. Buscaba el martirio. De hecho, él mismo alegó que temía que alguien, más osado que él, protagonizara una acción como el “complot del Garraf” que tuviera éxito y le robara el protagonismo en el área independentista.
Lo mejor de la “heroica gesta de Prats de Molló” era que la
policía francesa estaba al corriente desde el primer momento. Garibaldi
trabajaba, además, para Mussolini. La Tercera República Francesa, dirigida por
masones (lo eran el presidente Doumerger y sus ministros del interior y de
justicia, habían aceptado la presencia de exiliados españoles en su territorio,
dado que Primo de Rivera había pactado un acuerdo con la Italia fascista en
caso de conflicto. Pero no estaban dispuestos a que un anciano aventurero
agriara definitivamente las relaciones con España. Así que dejaron conspirar al
pobre Macià y luego lo detuvieron. Como dijo Macià: "Perdent, guanyarem", resumiendo su ideario (que es como decir "tengo vértigo; pues subo más alto para que el tortazo sea mayor")
Durante la República fueron varias las siglas
independentistas que aspiraban a seguir la “vía irlandesa” en la época: hubo
muchas (Bandera Negra, la Societat d’Estudis Militars, la Organització Militar
Catalana, el Grupo 1640…). Muchas siglas y ni un atentado. A pesar de que Estat
Catalá y Josep Dencàs, mantuvieron contactos con el consulado italiano en
Barcelona antes de la sublevación de octubre de 1934, lo cierto es que la escasa
capacidad de pegada que demostraron en aquella ocasión, les enajenó el interés
que podían tener en aquel momento, especialmente tras la sorpresa de que 8.000 escamots
desfilaran en Montjuic en noviembre de 1932, uniformados y paramilitarizados a
la moda fascista.
Las cosas empeoraron durante la guerra civil. Los independentistas pusieron toda la carne en el asador en las primeras semanas de conflicto y se fueron a conquistar Mallorca, prefiriendo dejar atrás una Cataluña arrasada por la FAI, con 9.000 asesinatos en 60 días, y ante la debilidad de Companys que dejó hacer a unos y a otros y, de paso, aprovechó la confusión desde la primavera de 1936 para resolver algunas pendencias personales (ordenar, por ejemplo, a la FAI el asesinato de Miquel Badía por una “cuestión de faldillas”… la frase es de Tarradellas que conocía bien el asunto). En Mallorca les dieron fuerte y flojo y, para colmo, al retirarse en barco, la CNT-FAI desarmó a los “temibles escamots de Estat Catalá” en la pasarela del buque. El partido se quedó sin un miserable pistolón. Y, aun así, hablaron de asesinar a Companys en lo que se conoció como “el asunto Revertés”. El propio Revertés, descubierto, fue asesinado por orden de Companys, mientras que el principal conspirador, el presidente del parlamento de Cataluña, ponía tierra de por medio y el secretario general de lo que quedaba de Estat Catalá, se disculpaba.
Luego nada. En los 40 años de franquismo, las siglas independentistas que sostenían la posibilidad de una “lucha armada” se fueron sucediendo desde los años 60: el PSAN, el FAC… ya no se trataba de imitar el “modelo irlandés”, sino el “modelo vasco”, ETA. Todos, regularmente fracasaron, tras poner alguna bomba e intentan su peripecia terrorista.
Cuando los vientos de la democracia soplaban por estos
lares, el “mito ETA” seguía vivo y un puñado de indepes optaron por ella. No servían
para eso. El más bragado le pegó un tiro en la pierna a Losantos facilitando
con ello su salida de Cataluña, el dejar atrás su etapa marxista y el
reinventarse en Madrid como azote de la izquierda desde las ondas de la
Conferencia Episcopal. Inútil recordar que “Terra Lliure” es la única
organización terrorista en el mundo que ha sufrido más víctimas por “fuego
amigo” que bajas causadas a sus adversarios. En efecto, las bombas tenían una
extraña tendencia a explotarles entre las manos. La policía acabó con la
aventurilla antes de que los supervivientes se hubieran hecho daño. Su “capitán
araña”, Carles Castellanos, nunca fue molestado y, cubierto por la gencat, pudo
pasar el verano del 92 en Francia y terminar finalmente en los pastos de la Asamblea Nacional
de Cataluña.
Y eso es todo el balance del “terrorismo independentista”.
Apenas un conjunto de anécdotas chuscas. Por eso, cuando hoy leo en mi retrete
que la Audiencia Nacional ha ordenado la detención de julays con “material para
fabricar explosivos”, sonrío. A ver quién les dice a estos chicos que eso terrorismo
e independentismo catalán nunca han funcionado bien, salvo como caricatura. Dicen
que son de Arran, o de la CUP, o del CDR que, en el fondo, es lo mismo. Creo que el porro ha hecho estragos en .cat…
Lo único que le faltaba el independentismo catalán para
rematar su crisis es que aparecieran los iluminados de la “lucha armada” intentado
repetir los “éxitos” del pasado.