viernes, 14 de abril de 2023

NOSOTROS LOS FACHAS Y LA EXTREMA-IZQUIERDA A LA QUE ODIÁBAMOS TANTO (6) - EL ESQUEMA, APLICADO A LA ESPAÑA DE LA TRANSICIÓN (1ª PARTE)


¿PUEDE APLICARSE EL MISMO ESQUEMA 

A LA ESPAÑA DE LA TRANSICIÓN?

Ahora bien, la cuestión es la siguiente: este esquema ¿era aplicable solamente a una sociedad hiperpolitizada como era la que estaba presente en Alemania durante los años de la República de Weimar o podría aplicarse a cualquier otro país? A España, por ejemplo. Y a la España de la transición, concretamente. La respuesta es afirmativa, a condición de que tengamos en cuenta algunas consideraciones.

Durante el tardofranquismo y, especialmente, entre 1973 y 1979, la sociedad española, que preveía el cambio que se produciría tras el fallecimiento de Jefe del Estado, se politizó enormemente. Era la sensación de que estaba terminando un ciclo y empezaba otro y que, ante eso, había que tomar partido. En ambos casos, tanto en la Alemania weimariana como en la España de la transición posterior a la muerte de Franco, la población, que había vivido durante unas décadas profesando valores rígidos, conservadores, afrontó un progreso económico sin precedentes que generó un desfase entre los criterios predominantes hasta ese momento y la nueva fase de bienestar y consumo que se vivía. A esto se unión, naturalmente, los cambios sociales y culturales que acompañaron a dos fases de la Segunda Revolución Industrial: en España fueron más tardíos y aparecieron solamente a finales de los años 50, mientras que Alemania, los había vivido desde principios del siglo XX. Ese desfase entre valores y velocidad del progreso material, hizo que, cuando se produjo la realidad o la sensación de un fin de ciclo (en Alemania con la caída del régimen guillermino en noviembre de 1918 y en España con el período que se inició con el asesinato de Carrero Blanco y que terminó con la muerte de Franco), diera la sensación de que se liberaba presión contenido, que se rompieran diques y que las aguas, a partir de ahora ya en completa libertad, tiñeran a la sociedad con la pátina de una politización extrema que en el caso alemán fue mucho más profunda que en el caso español. Pero, ya sea, por convencimiento (Alemania) o por moda (España), lo cierto es que esta politización se dio. La diferencia estriba en que la brevedad con la que esta oleada sacudió a España (hasta que se produjo “el desencanto” a principios de los 80) no dio oportunidad a que se produjeran los tránsitos dentro de los extremos del arco político, tal como se dieron en los veinte años que duró la efervescencia en la Alemania weimariana.

Ahora bien, si trasladamos este el esquema elaborado por JP Faye para Weimar y tratamos de adaptarlo al esquema de organizaciones políticas que aparecieron en el período 1973-79 en España, podremos ver que se adapta sin hacer excesivos esfuerzos. Y también aquí se explican algunas “tránsitos” personales que adoptaron algunos militantes de todos estos grupos.

 Hay que reconocer que Catalán Deus en su primera serie de libros sobre la historia política de España, desde el FRAP hasta Podemos, la titulada La chispa y la pradera, ha realizado un seguimiento que merece ser tenido en cuenta, de la evolución de las posiciones de las distintas fuerzas políticas en la transición. El problema es que solamente esa primera parte tiene está próxima a las 5.000 páginas en las que se incluyen testimonios personales del autor, recuerdos de sus compañeros de partido, a caballo de los acontecimientos que en aquellos mismos momentos estaban sacudiendo a nuestro país. Uno corre el riesgo de perderse, salvo que no recurra a un esquema, más o menos rígido, que, como mínimo responda de manera objetiva a lo que ocurrió en aquellos años y pueda encajarse con la realidad sin necesidad de forzarla.

Este es el esquema que proponemos:

Toca ahora explicarlo. Obviamente, no tendremos en cuenta los tiempos de evolución (que modifican algo las siglas que protagonizaron los acontecimientos, ni atenderemos tampoco a la mayor o menor importancia de estos grupos, solamente intentaremos situarlos en el esquema para que, en función del mismo, sea posible situar a todos los personajes y episodios que aparecieron en un momento u otro en la transición.

En un extremo del arco político español de los años 1973-1979 encontramos al Partido Comunista de España. Toda la oposición estaba polarizada en torno a él, especialmente a partir de 1968 y hasta la muerte de Franco. El PSOE, en realidad, apenas existía: poca militancia, poco o nulo protagonismo en los distintos episodios que se fueron sucediendo hasta la muerte de Franco. Y, para colmo, sumido en una polémica interna: por un lado, el PSOE(h), absolutamente desconectado con la realidad interior del país, formado por una vieja guardia en la que abundaban masones, ex ministros de la república, viejas glorias de aquellos años, pero cuya estructura nunca estuvo en condiciones de afrontar la clandestinidad, ni siquiera de realizar un seguimiento objetivo de los cambios que se estaban dando en la sociedad española de aquellos años. Cuando los comunistas les achacaron en 1979, al celebrarse el centenario de la fundación del PSOE, que habían pasado “40 años de vacaciones” decían verdad… El rigidismo de la dirección socialista histórico, contribuyó a que los intentos de constituir una opción socialista en el interior, debieran de realizarse, las más de las veces, fuera de las federaciones del PSOE. El que se llamaría, inicialmente, “PSOE renovado”, que hasta 1973 cabía en el interior de un bus y seguramente sobraban plazas, fue una creación ex profeso de la socialdemocracia alemana.

Cuando en 1981 escribimos la obra Los amos del PSOE (sobre la base de la documentación que nos pasó un amigo y que luego firmó el libro), ya nos hicimos eco de este origen: en la versión original de dicha obra, la interpretación que dábamos era que el PSOE(h) era el residuo de una época en la que la francmasonería era prácticamente dueña en solitario de los partidos socialistas y socialdemócratas de todo el mundo. Sin embargo, con el paso de las décadas, la masonería fue quedando arrinconada más y más, presa de su ritualismo decimonónico, y rebasada por otros círculos de poder que habían ido cobrando cada vez más importancia desde 1945. Esos círculos, básicamente fundaciones vinculadas a las grandes corporaciones multinacionales, habían ido adquiriendo más y más poder e influencia y transformado la Internacional Socialista en una correa de transmisión en el centro-izquierda.

Lo sorprendente es que, desde su fundación, este “nuevo PSOE”, parecía situarse “a la izquierda del PCE”, los pocos miembros que tenía en el interior, y su boletín, El Socialista, hacían gala de un radicalismo casi enfermizo y más próximo incluso a la extrema-izquierda que al Partido Comunista. Como reconoce Catalán Deus, se trataba de una pose: desde el momento mismo en el que se cerró el congreso de Suresnes y se formalizó la nueva dirección socialista, el grupo dirigente ya disponía de una “hoja de ruta” que no pasaba por ninguna forma de radicalismo. Antes bien, todo lo contrario. Simplemente, el radicalismo parecía en 1973 que tenía más capacidad de atracción y suscitaba más adhesiones y, el grupo socialista recién creado, trató de aprovecharlo. Aquel fue el primer rasgo de oportunismo que luego se convirtió en la imagen de marca de la sigla.

Es importante ver en el esquema cuál era la situación socialista en relación a otros partidos: esto explica el porqué, prácticamente a partir de conocerse los resultados de las elecciones de junio de 1977 empezaron a producirse tránsitos de afiliados del PCE hacia el PSOE y por qué este recibió también contingentes que se irían desgajando a partir de 1980 de la UCD, partido vocacionalmente centrista pero que, en realidad, integraba a la mayor parte de lo que se llamó “franquismo sociológico”.

Así mismo, en el otro extremo del “arco”, inicialmente se crearon en el período 1972-74, una serie de fundaciones (GODSA, FEDISA) que deberían de haber sido el núcleo generador del gran partido de la derecha que debía de estar presente en la transición coagulando políticamente a ese “franquismo sociológico”. Inicialmente, el proyecto debería de haber tenido como sigla capital la de la Unión del Pueblo Español (UDPE), pero después de sucesivas crisis, reconversiones, dudas, lo que debía ser el “gran centro” se partió en dos, apareciendo por un lado la Unión del Centro Democrático (amalgama de centristas puros, ex burócratas del Movimiento franquista, liberales, socialdemócratas, democristianos) y por otra parte Alianza Popular (con sus “Siete Magníficos”, cada uno llevando su asociación y su sigla, antiguos ex ministros franquistas que iban desde próximos al búnker hasta liberales).

EL FRAP Y LO “PATRIÓTICO”. 

LAS LUCHAS DE “LIBERACIÓN NACIONAL”

En torno al PCE se ubicaban una serie de grupos de extrema-izquierda nacidos a lo largo de los años 70 en posiciones de radicalismo que fueron atemperando a partir de 1976. Vale la pena analizar este sector proteiforme. Hay que mirar de nuevo el esquema, para percibir al FRAP, situado a la derecha. Esta ubicación tiene una explicación: en primer lugar, se encuentra en la misma línea horizontal que el PCE: en realidad, el núcleo promotor del FRAP, aspiraba a ser el “verdadero partido comunista” al que Santiago Carrillo habría traicionado con su “revisionismo”. Creado el núcleo originario de este partido en el primer tercio de los años 60, inicialmente con una orientación maoísta y luego pro-albanesa, la inclusión de la partícula “patriota” en su prolongación: “Frente Revolucionario Antifascista y Patriota”, lo situaba muy próximo al patriotismo antiimperialista que se encontraba en los sectores neofascistas y nacional-revolucionarios entonces en gestación en el otro lado del arco político.

En la extrema-derecha llamaba mucho la atención que una formación de extrema-izquierda incluyera “Patriota” en su nombre. Era habitual pensar que, siendo la izquierda “internacionalista”, cualquier alusión al “patriotismo” estaría condenada y desterrada. Obviamente, era una idea errónea. Errónea, pero que se ha prolongado a lo largo de las décadas. No hará ni diez años, cuando todavía mantenía relaciones con grupos de extrema-derecha, tuve una polémica con no recuerdo quién a propósito del uso masivo de banderas españolas como si se tratara de una “bandera política”. Afortunadamente, hay millones de españoles que no militan en la extrema-derecha, que se identifican con esa bandera nacional. Eso es, en realidad, lo que ha permitido que las costuras de este país no quedaran completamente deshilachadas. En cualquier caso, el FRAP utilizaba el término “patriota” como una especie de paradigma de su programa antiimperialista. Por lo demás, había precedentes en su tradición estalinista: la “Gran Guerra Patria”, proclamada por Stalin contra el Tercer Reich (a pesar de que fuera Stalin quien albergaba el plan de golpear a Alemania instigado por la posibilidad de dominar Europa y la Operación Barbarroja se le anticipó para llevar la guerra al interior del territorio soviético en lugar de a la Europa del Este) figuraba en el imaginario de los maoístas del PCE(m-l)-FRAP, tanto como las “luchas antiimperialistas” en Iberoamérica o la guerra del Vietnam contra el invasor norteamericano.

Todas estas luchas se proclamaban, no en defensa del internacionalismo (esta idea solamente se “vendía” en función de la “solidaridad” con luchas de liberación en otras latitudes), sino de la “liberación nacional”. Eran ideas, además, que había sido manejadas, inicialmente, por la propaganda del Tercer Reich cuando se trató de crear dificultades al Imperio Británico durante la Segunda Guerra Mundial y que ya se pronunciaron en el Reichstag el 28 de abril de 1939 por Adolf Hitler en su discurso de respuesta a la cínica carta abierta que envió el presidente Roosevelt: “…ha escapado a la atención del Sr. Roosevelt, el hecho de que Palestina está ocupada, no por tropas alemanas, sino por tropas británicas, y que el país está pasando por restricciones a su libertad, porque en virtud del brutal uso de la fuerza, está siendo despojado de su independencia y está sufriendo el más cruel maltrato en beneficio de los intrusos judíos. Los árabes que viven en ese país, sin duda que no se han quejado ante el señor Roosevelt por la agresión alemana, sino que están expresando una constante apelación al mundo, que deplora los métodos bárbaros con los que Inglaterra está tratando de suprimir un pueblo que ama su libertad y que simplemente la está defendiendo. Esto, también, es tal vez un problema que en opinión del presidente de Estados Unidos se debe resolver en la mesa de conferencias, es decir, ante un juez justo, y no por la fuerza física o los métodos militares, o por las ejecuciones en masa, la quema de aldeas, la voladura de las casas y cosas como esas. Pero un hecho es sin duda cierto.  En este caso, Inglaterra no se está defendiendo contra una amenaza de ataque árabe, sino que, como un intruso, está tratando de establecer su poder en un territorio extranjero que no le pertenece”. A partir de aquí, la idea de “liberación nacional”, presente en el Tercer Mundo contra el colonialismo europeo decadente, cobró nueva fuerza. En los meses siguientes y hasta 1945, en los países árabes era frecuente oír cantar: “En el cielo Alá y en la tierra Hitler”.

Después de la guerra, la idea de “liberación nacional” fue recuperada por la izquierda. Pero, incluso, tardíamente, cuando se produce la toma del poder por Fidel Castro en Cuba, no estaba muy claro si los “barbudos” que bajan de Sierra Maestra y los estudiantes que han llevado la lucha en las ciudades, son “nacionalistas y patriotas” o “comunistas”. Así mismo, cuando se produjeron movimientos de liberación nacional en Argelia o, antes, cuando tuvo lugar la crisis de Suéz, o incluso, mucho después, cuando fue secuestrado en Bolivia el capitán Klaus Barbie, su defensa jurídica fue asegurada por el abogado Jacques Bergés y la minuta pagada por el banquero François Genoud, que siempre habían militado en opciones favorables a la descolonización, las luchas de liberación nacional y el mundo árabe. Genoud, por lo demás, había manejado fondos del Tercer Reich y nunca olvidó quién era el “enemigo”: el imperialismo anglosajón.

EL "HOMBRE DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO" 

QUE ME ENSEÑÓ GEOPOLÍTICA

En agosto de 1978 asistí, junto con una cuarentena de miembros de la extrema-derecha a un cursillo que se dio en el Colegio Mayor Antonio Ribera de Madrid, entonces perteneciente a la Confederación de Combatientes. El curso estaba, precisamente, organizado por esta entidad. Era, simple y sencillamente, para preparar cuadros para un futuro movimiento golpista. Menciono aquel curso porque asistió un personaje tan notable como inesperado. Se trataba de Lewis A. Tambs. A él le debo las primeras nociones de geopolítica. Sobre lo que hacía Tambs en aquel curso y sobre lo que hacía en España no voy a entrar. A tenor de su historial, parece claro que trabajaba para el Departamento de Estado. Supongo que en misión de “observación”. Le debieron encargarle de informar sobre la situación de la extrema-derecha y la excusa que encontró fue la de figurar como co-autor de un “libro-gancho” para este ambiente: La División española de Hitler. El libro fue publicado por San Martín y es significativo que, a pesar de que, en portada figure el nombre de Tambs, el especialista en la materia era Gerald Kleinfeld (e, incluso, en alguna ficha del libro el nombre de Tambs ni siquiera aparece).

Tambs estaba especializado en “cuestiones iberoamericanas”. Me lo volví a encontrar en Bolivia como colaborador ocasional de El Diario de La Paz (la hija del propietario estaba casada con un personaje que trabajaba con nosotros entre 1980 y 1983; fue el que me explicó que la costumbre del país era que, cuando alguien quedaba a las 12:00 horas, eso había que interpretarlo como que, a partir de las 12:00 podía llegar a cualquier hora…). Tambs, posteriormente, sería Embajador norteamericano en Colombia. A él se debe la creación y explotación de la palabra “narcoterroristas” que, inicialmente, nos aplicaron a nosotros cuando residíamos en Bolivia, luego a Carlos Ledher, más tarde, apareció en el libro del extrotskysta norteamericano Lyndon Larouche, Narcotráfico SA (que había pasado por Bolivia, presentándose como “asesor del presidente Reagan” y fue invitado a una comida con el presidente García Meza en un restaurante a orillas del lago Titicaca). Larouche, uno de los primeros conspiranoicos, reunió todo tipo de informaciones fantasiosas de muy distintas fuentes, algunas de las cuales les constaba que eran falsas, y trenzó su terrible teoría de que la corona británica estaba tras el comercio mundial de drogas… justo en los momentos en los que era precisamente la CIA la que financiaba a la “contra” nicaragüense con alijos de cocaína y crack vendidos en los guetos negros de los EEUU.

Por cierto, por aquello de las casualidades, Tambs, pasó de ser embajador en Colombia a serlo en Costa Rica… justo en los años en los que la “contra” nicaragüense inició su ofensiva contra el gobierno sandinista: entre 1983 (ofensiva de primavera) y 1985. En 1986 estallaría el caso “Irán-Contras”… “Contras” que, por cierto, actuaban desde Honduras (el Frente Democrático Nicaragüense dirigido por los antiguos comandantes de la Guardia Nacional, el comandante Bermúdez, y por Calero Portocarrero, en la práctica, quien firmaba los cheques y administraba el dinero) y desde Costa Rica (Edén Pastora con la Alianza Revolucionaria Democrática) y era financiada con cocaína Colombiana llevada a EEUU… Tambs había pasado por todos estos lugares, a pesar de que logró esquivar periodística y judicialmente los problemas que se suscitaron tras el estallido del caso “Irán-Contras”. Es curioso que su biografía en Wikipedia no recoja lo que él mismo nos contó en Madrid: que estuvo en Uruguay en el período de la lucha contra los “tumamaros”, que asistió a las acciones contra la guerrilla “montonera” en Argentina e, incluso, podía describir algunos escenarios en los que el Ché Guevara llevó a cabo su desastrosa experiencia en Bolivia y cuya veracidad pude confirmar con algunos testimonios que recogí en el Estado Mayor del Ejército Boliviano. Pero la historia de Tambs no termina con esta clase sobre geopolítica que nos dio en Madrid: fue uno de los coautores de los “Documentos de Santa Fe – IV” que marcaban la línea política de la administración Bush en Iberoamérica.