lunes, 8 de agosto de 2022

ESCUELA DE FRANKFURT - La madre del antifascismo progre (I) - INTRODUCCION

INTRODUCCIÓN

El antifascismo moderno es hijo de los trabajos realizados por los miembros de la Escuela de Frankfurt durante su autoexilio en los Estados Unidos, cuando trabajaron para distintos organismos de inteligencia y seguridad, traicionando a la patria en la que habían nacido. Ese antifascismo, lejos de atenuarse a medida que la Segunda Guerra Mundial y los fascismos iban quedando atrás, sorprendente se ha ido intensificando, hasta alcanzar en nuestros días una cota de virulencia insospechada. A la Escuela de Frankfurt cabe responsabilizar de que, en estos momentos, muchos sectores sociales e intelectuales, ni siquiera sepan lo que es el fascismo, pero no duden en declararse antifascistas. De hecho, para este grupo de intelectuales, en la práctica, fascismo es todo lo que no es “progresismo”. Una definición tan débil como esta, no ha sido obstáculo para que sus trabajos sobre la “personalidad autoritaria” o sobre la “dialéctica de la ilustración”, o, incluso sobre la “industria cultural”, terminen en llamamientos a la lucha contra el fascismo. Todo, para ellos, es fascismo, salvo el sacrosanto “progresismo” que incita a avanzar las líneas más allá, incluso cuando se reconoce que el camino emprendido desde el Siglo de las Luces ha conducido a territorios problemáticos.

En este ensayo vamos a intentar entender lo que fue la Escuela de Frankfurt -el Instituto de Investigaciones Sociales todavía existe hoy en la Universidad de Frankfurt del Meno, pero como supervivencia histórica y resto casi arqueológico de otra época y de una escuela de pensamiento considerada como “la última del siglo XX” y que, en cierto sentido, ha modelado buena parte de nuestra malhadada época.

Este estudio se compondrá de dos partes: de un lado estudiaremos a los personajes que dieron vida a la Escuela de Frankfurt, en especial y casi únicamente, a lo que se ha dado en llamar su “primera generación”. Hablaremos de los personajes y de sus circunstancias y, por primera vez, intuiremos porqué su pensamiento discurrió por los derroteros que lo hizo y no por caminos mucho mas razonables. Al mismo tiempo, nos preocuparemos por resaltar algunos aspectos de esta escuela que suelen ser eludidos, incluso deliberadamente olvidados por sus estudiosos. Éste no es un trabajo de “filosofía”: no nos interesa tanto el pensamiento de la Escuela de Frankfurt como tal, sino cómo salió y porqué revistió las características tuvo. Descubriremos, siguiendo ese camino, un aspecto diferente al que suele estar presente en los ensayos, glosas y alabanzas que de tanto en tanto, todavía se prodigan a este racimo de pensadores. En la segunda parte, si entraremos en su mundo de ideas y, especialmente, en la deriva antifascista que tomó su pensamiento. Ofreceremos, también, en esta parte, una panorámica de las ideas que sostuvieron sus distintos exponentes. Resultará inevitable que, finalmente, realicemos un balance crítico del trabajo realizado por los pensadores de los que nos hemos ocupado.

Vaya por delante que el antifascismo que sostuvieron es seguramente el aspecto más débil y discutible de su trabajo. Lo realizaron, claro está, por convencimiento personal, pero también por encargo del país y de las instituciones que los acogieron durante los años 30 y 40. Varios de ellos fueron empleados por los servicios de seguridad del Estado norteamericano, pero también por lobbys y fundaciones implicadas directamente en las operaciones antifascistas que, desde 1933, se mostraban partidarios de emprender una nueva guerra en Europa para salir de la crisis de 1929. Su responsabilidad es todavía mayor porque no se trataba de ciudadanos de a pie, que simplemente, creían en lo que hemos llamado “propaganda de guerra” emitida por la administración norteamericana, especialmente, a partir de 1936: ellos formaron parte de esa elaboración de ideas que concluyeron en el mayor conflicto que hayan visto los tiempos y, en definitiva, en la derrota de Europa. Y callaron. Procuraron ocultar toda esta tarea y apenas darle importancia en su recorrido profesional. Pero, a poco que se estudia a la Escuela de Frankfurt, se percibe con claridad meridiana que, durante su “período norteamericano” (1933-1952) ejercieron como plumas mercenarias al servicio de la administración, en los aspectos más problemáticos de las “operaciones psicológicas”: estudio del efecto de lo que hoy llamaríamos “fakes news”, elaboración de temas de propaganda antifascista que no tenían nada que ver con la realidad, e incluso, tareas de persecución de militantes, dirigentes, colaboradores y simpatizantes con el fascismo.

A unos les pesó más que a otros realizar estos cometidos, tan poco intelectuales y tan alejados de la filosofía pura que, en principio, era el terreno en el que habían elegido moverse. Empezaron todos en los años 20 como marxistas, hacia mediados de la década ya habían abandonado la ortodoxia, al llegar a los EEUU procuraron atenuar su pasado marxista e, incluso, cuando se reeditaron algunos de sus ensayos escritos en el período de fe marxista, alteraron los originales para anular la sospecha que pudiera tenerse sobre su fidelidad a los valores democráticos y liberales. Los conocimientos que adquirieron durante su período de colaboración con la inteligencia de los EEUU y con lobbys y fundaciones privadas (en concreto con el Comité Judío Americano y con la Fundación Rockefeller), los aprovecharon luego para desarrollar tesis sobre la “industria cultural”, una vez volvieron a establecerse en la Alemania vencida de la segunda mitad de los años 40. Fueron, en este sentido, plumas mercenarias, en las que todavía no se ha valorado suficientemente si la evolución de su pensamiento fue el resultado de las “condiciones objetivas”, esto es, de una reflexión sobre la realidad, o más bien, el resultado de percepciones subjetivas que se vieron obligados a aceptar. O, incluso, los porcentajes que hubo de lo uno y de lo otro en su pensamiento. Porque no todo en ellos -como han reconocido algunos críticos- no fue “pensamiento puro”. Adelantando las conclusiones, podemos decir que la Escuela de Frankfurt fue “moderna” en todos los sentidos, incluso en el oportunismo que dieron muestra sus miembros.

Con demasiada frecuencia, las hojas no dejan ver el bosque. Entre tantos miles de páginas escritas por los miembros de la “Escuela de Frankfurt” (en realidad Instituto de Investigaciones Sociales), es más que posible que nos perdamos lo esencial de la que ha sido llamada “última escuela de filosofía”. Los hay que dicen que este grupo es el que más ha influido en la modernidad y que hoy, todas las temáticas que tocaron en su tiempo, son las que están recogidas en la Agenda 2030 y en las derivas más aberrantes de la modernidad. No estamos de acuerdo. La Escuela de Frankfurt fue un producto de su tiempo. En realidad, no estamos de acuerdo con casi nada de lo que se ha dicho sobre este grupo de intelectuales cuya obra conocimos en nuestra juventud (especialmente a través de Herbert Marcuse que era una lectura prácticamente obligada para la “generación del 68”).

En esta introducción vamos describir algunos de los condicionantes que habitualmente no se tienen en cuenta a la hora de valorar la obra de este grupo de intelectuales. Debemos reconocer que, compartimos sus opiniones en algunos aspectos y que, en el fondo, forman parte de nuestra juventud (y sus libros han tenido un hueco en nuestra biblioteca hasta que las ediciones digitales los han sustituido).

- Lo más sorprendente es que nadie haya formulado algunas de las cuestiones que vamos a plantear en estas notas a vuelapluma. Por ejemplo, nadie ha reparado -al menos, suficientemente- que todo el grupo fundador de esta escuela -sin excepción- era de origen judío. Y no resaltamos esta característica para incluir a sus miembros en conspiraciones inexistentes, o para derivarlas hacia ulteriores ataques antisemitas que no están en nuestra intención, sino como hecho sociológico que explica casi todas sus posiciones históricas.

- El segundo elemento que tampoco suele destacarse, es que sus miembros, en realidad, apenas pueden ser considerados como “escuela”. Simplemente: no se llevaban bien. Es una anécdota, pero significativa, porque demuestra que no compartían las mismas posiciones, ni siquiera idénticos objetivos. Y, a medida que se fueron haciendo mayores, sus visiones se distanciaron más y más.

- Finalmente, la “ideología” de la Escuela de Frankfurt fue dando bandazos a medida que sus circunstancias iban cambiando y, con ellas, sus conveniencias. En cada uno de los “momentos” de la Escuela (desde su fundación hasta 1933, durante su estancia en EEUU y, posteriormente, su tarea con posterioridad a 1945) evidencian campos de estudio e intereses muy distintos en cada momento justificados en buena medida por su ascendencia judía, pero también por las circunstancias históricas. Y esto vale, incluso, para las últimas obras de Marcuse en los años 60.