lunes, 20 de junio de 2022

CRONICA DESDE MI RETRETE: THELMA Y LOUISE MARCHAN JUNTAS

Las elecciones andaluzas han sido importantes, porque miden la magnitud de la catástrofe de la izquierda: el pedrosanchismo ya no tiene ninguna posibilidad de extender su reinado. Tras Andalucía caerá la Comunidad Valenciana. El PSC (que no el PSOE) resistirá en Cataluña a costa de la debilidad de la derecha y del desgaste indepe, siempre y cuando a Illa no se le recuerdo mucho su gestión pandémica. Pero lo importante de las elecciones andaluzas de ayer no es esto, sino el que el PP haya obtenido la mayoría absoluta y, por tanto, gobernar en solitario. De no haber obtenido un mínimo de 55 diputados, hubiera necesitado, o bien el apoyo de VOX o bien la abstención del PSOE. De haber optado por lo segundo -que es lo más probable que hubiera negociado- el problema era que el PSOE le hubiera exigido el mismo trato en Castilla-León. Y eso hubiera hecho dudar a muchos de sus votantes sobre si votar al PP no terminaba siendo lo mismo que regalar el voto al PSOE sólo que algo más descafeinado. Con el resultado andaluz, Feijóo salva las apariencias. Su “chico”, allí, gobernará en solitario.

PP: EL VOTO MÁS SEGURO CONTRA EL PSOE (¿SEGURO?)

El voto en las elecciones autonómicas, casi nunca se realiza en función de la gestión que ha realizado el gobierno regional, sino, más bien, en función de la política nacional, especialmente en regiones que carecen de partidos nacionalistas y de tradición autonomista. Lo que ha ocurrido en Andalucía era previsible y ni siquiera los “bienpagaos” del CIS se han atrevido a “cocinar” los resultados: no es el pobre diablo que colocaron a la cabeza de la candidatura socialista, el tal Espadas, el que la ha perdido, sino Pedro Sánchez. ¿Cómo iba a ganar con el lastre de tres años de desastres?

Lo raro es como los “barones del PSOE” no han exigido un golpe de timón, la ruptura con el perroflautismo, el alejamiento de los ministros de ese residuo volátil que un día fue “Unidas Podemos”, una política más realista con mejor gestión y menos coñas de “Agendas 2030”, con menos estupideces LGTBIQ+ que solamente interesan al 5% de la población, con menos inmigración, con menos subsidios que luego pagamos todos y con menos presión fiscal, con menos corrupción y más ejercicio de soberanía nacional, con menos giros en política exterior (terreno en el que cada giro supone una desvalorización de la solvencia de un país indicando a las claras que ese país carece de “políticas de Estado”), con menos cultura de la muerte (aborto, eutanasia, cuarta tanda de vacunación) y más rigor y prontitud en la atención hospitalaria y en los CAP… Todo esto y mucho más es lo que ha generado que el candidato socialista se haya quedado en frontera de los 30 (menos de 30, se consideraba que la derrota habría pasado a ser tsunami).

La dimensión de la derrota socialista en votos es espectacular. No olvidemos que, en las elecciones de 2018, el PSOE fue el partido que obtuvo más votos en las elecciones regionales: 1.010.889. Ya en aquel momento, se señaló una pérdida importante de votos. En las de 2015 obtuvieron 1.411.278 que, a su vez, suponía una derrota en relación a las elecciones anteriores de 2012 (1.527.923 votos) y, no digamos en relación a las anteriores de 2008 en las que Chaves se quedó con 2.178.296 votos que vio como su resultado anterior (2.260.545 votos en 2004) quedaba mermado, siendo el techo de los resultados obtenidos por este partido en aquella región.

La tendencia es clara: desde 2004 hasta 2022, el PSOE se ha instalado en una pérdida continua de votos en Andalucía. No faltan motivos: la corrupción el primero de todos. A medida que se ha ido haciendo pública mediante sentencias judiciales en firme, los datos y las cifras sobre lo que el PSOE andaluz ha robado, el electorado ha respondido alejándose poco a poco, pero progresivamente de una sigla que debería haber sido declarada “responsable civil subsidiaria” de las exacciones cometidas por sus dirigentes en el ejercicio de sus cargos y disuelto como “organización criminal”.

El gran problema para el PSOE es que, ha perdido fuerza en todas las capitales de provincia. No se trata solamente de que haya perdido 3 diputados y 127.182 votos, sino que, en total, lleva acumulada desde 2004 la pérdida de 1.376.838 votos. Es decir, que el antaño “régimen socialista andaluz” se ha empequeñecido casi a una tercera parte de lo que fue en su momento álgido.

Los socialistas deberían haber aprendido que los “picos” más espectaculares de sus pérdidas de votos en Andalucía han coincidido con los momentos de las peores actuaciones socialistas en el gobierno de la nación. En 2008 cuando el zapaterismo se empeñaba todavía en negar que la crisis económica alcanzaría a nuestro país (pérdida del 3,6% de votos), en 2012 cuando el recuerdo del fracaso de la gestión socialista ante la crisis económica mundial estaba muy reciente como que pudiera olvidarse (crisis de la construcción, crisis bancaria, crisis de la deuda), cuando la pérdida fue aun mayor (el ¡29,9% de los votos obtenidos en las anteriores elecciones!). Ya en esa ocasión el partido más votado fue el PP, pero lzquierda Unida corrió en su ayuda y salvó la cara a Griñán.

A partir de ese momento, la pérdida socialista de votos fue imparable: menos 7’6% en 2015, menos 28,4% en 2018, menos 12,6% ayer. Por primera vez en su historia, el PSOE se sitúa por debajo del millón de votos. Hasta ahora las geometrías electorales implicaban que, si el PSOE perdía la mayoría en Andalucía y en Cataluña, le resultaba imposible obtener una mayoría absoluta en unas elecciones generales. En Cataluña resiste, pero en Andalucía es un despojo.

“¿QUÉ BIEN LO HA HECHO EL PP EN ANDALUCÍA?” O MÁS BIEN “¡VAMOS A ECHAR A SÁNCHEZ!”

Lo peor que puede hacer un partido cuando gana es no ser consciente de a qué se ha debido su victoria. Ni el PP de Casado, ni el de Feijóo, como tampoco el de Rajoy, suscitan grandes entusiasmos. Ninguno de sus líderes es un personaje carismático, que otorgue seguridad a los electores. De hecho, ocurre todo lo contrario. Y en cuanto al programa electoral, si lo comparamos, lo que nos resulta es el mismo programa que el PSOE solamente que descafeinado en algunos extremos, con ambigüedades en otros, con prioridades en unos casos y prejuicios en otros. Pero siempre, como el PSOE, fieles a la Agenda 2030, solo que interpretada sin las obsesiones propias de la extrema-izquierda. Es cierto que, ante la presión fiscal creciente, una propuesta de reducción de impuestos cala en el electorado, pero también es cierto que lo esencial y lo único que explica la victoria del PP es la mala gestión y los aliados del pedrosanchismo. Lo hemos dicho muchas veces: hoy ya no se vota a tal o cual programa, esta o aquella sigua que se identifica con nuestras esperanzas, sino que se vota contra un candidato en concreto. Lo hemos visto recientemente en Francia, en las elecciones presidenciales, o se votaba contra Marine Le Pen o se votaba contra el statu-quo. Y lo que decían los candidatos era muy secundario: el elector no sabe lo que quiere, pero sí reconoce a lo que detesta.

El PP se ha alzado con un máximo histórico: 1.582.412 votos y 58 escaños, el 43,13%. Lo que supone duplicar ampliamente sus votos en relación a 2018, cuando obtuvo 750.778 votos, el 29,5% y 26 escaños. ¡Que gran victoria! Sí, pero no tanto. Es victoria en la medida en que ha tenido mayoría absoluta, pero no tanto dado que no ha superado el techo que logró Javier Arenas en 2008, obteniendo 1.730.154 votos. Hay 140.742 votos de diferencia a favor de Arenas.

Es el resultado que más beneficia a Feijóo: no necesitará los votos de Vox para gobernar, ni tendrá que negociar con el PSOE su abstención a cambio de un cordón sanitario frente a Vox.

Pero ahora le queda al PP andaluz lo más difícil: gobernar en solitario. Hay muchas cosas que reformar en Andalucía y sin una presión por la derecha, lo más probable es que el PP se apoltrone, deje las cosas como están y se preocupe solamente de la gestión del día a día, procurar que el cobro de comisiones no resulte escandaloso y que los grupos subsidiados lo sigan siendo. ¿Inmigración? Mirar a otro lado. ¿MENAS? Callar y esperar que no pasen grandes desgracias. ¿Políticas informativas? En la onda de la Agenda 2030. ¿Políticas educativas? Ni tocarlas.

VOX: RECORDANDO A PIRRO DEL ÉPIRO

El mejor escenario para Vox era que el PP no obtuviera mayoría absoluta y precisara del concurso de sus votos para gobernar. Feijóo hubiera optado, que nadie lo dude, por negociar la abstención del PSOE antes que por aliarse con Vox. Lo ha dicho y repetido desde que accedió a la secretaría general del partido. Un pacto de este tipo en Andalucía hubiera repercutido muy negativamente en los resultados del PP en toda España: no se vota a una sigla para que cuente con la complicidad y la aquiescencia de la rival contra la que se ha votado. No se vota al PP para que gobierne con la abstención del PSOE, contra el que se ha votado, sino para que haga una política diametralmente opuesta al pedrosanchismo. Feijóo no está en eso: Feijóo está a lo diga la Agenda 2030 y el Foro Económico Mundial. Así de simple. El problema es que eso, que saben todos los analistas y que no se dice a la opinión pública, queden expuesto ante la opinión pública como hubiera ocurrido de no haber obtenido el PP mayoría absoluta en Andalucía.

De haber quedado en minoría, tanto si el PP pactaba con PSOE su abstención en la investidura, como si se veía obligado a contar con Vox para reeditar una coalición, como si renunciaba a pactos y convocaba nuevas elecciones, Vox obtenía réditos políticos de sus 14 parlamentarios electos. En la primera opción, el PP quedaría desenmascarado como “aliado virtual” del PSOE. En la segunda, el PP, aliándose con Vox, rompería puentes con el PSOE y, lo que es aún más importante, con el conglomerado mundialista que está tras la Agenda 2030 y con los promotores de la globalización atrincherados en el Foro Económico Mundial. Además, obviamente, que Vox se hubiera beneficiado de las mieles de compartir el gobierno de Andalucía. En la tercera opción, unas nuevas elecciones, el resultado hubiera sido incierto para el PP. En cualquier caso, Vox hubiera reforzado sus posiciones. Pero no con el resultado que se ha producido: el PP no precisa a Vox para gobernar, puede sacar adelante cualquier iniciativa sin contar con nadie y la única ventaja es ver si algo cambia en Andalucía (y en qué dirección cambia) o nada cambia. No van a ser los pactos los que aíslen a Vox, sino la mayoría absoluta de un partido que sigue pensando en términos canovistas y fraguistas: “sin enemigos a mi derecha”, esto es, procurando mantener toda la franja política que va del centro a la extrema-derecha dentro de su sigla.

Los resultados para Vox han sido buenos, aunque no espectaculares. Los 493.932 votos obtenidos por Macarena Olona, suponen un 13,46% y le han otorgado 14 diputados, dos más que en las anteriores elecciones, en las que obtuvo 100.000 votos menos con un 10,96%. Han pasado de ser el quinto partido, a ser el tercero. No es un mal resultado, pero les resulta insuficiente para jugar en esta legislatura un papel decisivo. Saber de dónde proceden estos votos va a ser decisivo para que el partido adopte definitivamente una línea clara: o bien se sitúan en la línea del populismo europeo, enfrentados decididamente a la Agenda 2030 y a las intrigas del Foro Económico Mundial, o bien realizan un mix liberal, patriótico, católico, como si fueran una especie de “PP Auténtico”. La segunda línea sería un error. Más aún: un suicidio electoral. Mejor quedarse el original que la fotocopia. En otras palabras: cuanto más se distancie Vox del PP, cuanto más se afianza en una línea populista e identitaria, más votos ganará de otros sectores sociales y menos dependiente será del electorado pepero.

La experiencia europea demuestra que la derecha liberal termina haciendo siempre exactamente lo mismos que el centro-izquierda, solo que con otro lenguaje, otro ritmo, otra narrativa y otras prioridades: pero, en su esencia, todo sigue igual. Por eso, el único fenómeno verdaderamente nuevo en la política europea del siglo XX es la aparición de los populismos. La única oposición posible parte de ahí. Todo lo demás, más que “oposición” es “cooperación”.

LA EXTREMA IZQUIERDA, PRODUCTO VOLATIL Y VARIOPINTO

No una sido dos candidaturas de extrema-izquierda las que se han roto la dentadura en estas elecciones. Pero nos engañaríamos si viéramos solamente una derrota de dos candidaturas. En absoluto, es la derrota de dos “coaliciones” de partidos. Observen: Adelante Andalucía-Andalucistas (nombre redundante que ya indica las obsesiones nacionalistas del mix), está forma por Adelante Andalucía, Anticapitalistas Andalucía, Izquierda Andalucista, Primavera Andaluza y Defender Andalucía. Mas graciosa es la segunda coalición, Izquierda Unida Verdes-Mas País-Verdes-Equo-Iniciativa del Pueblo Andaluz, que conforma Por Andalucía. Ahora bien, dentro de esta coalición se encuentran Izquierda Unida Los Verdes – Convocatoria por Andalucía, Más País Andalucía, Verdes Equo Andalucía, Iniciativa del Pueblo Andaluz. Alianza Verde y Podemos Andalucía (como apoyo externo)… Estas sopas de siglas, encabezadas respectivamente por Teresa Rodríguez e Inmaculada Nieto han obtenido resultados que corresponden a sus capacidades políticas reales.

Teresa Rodríguez y su coalición han podido retener 167.970 votos y 2 sueldos de diputado. Mejor le ha ido a Por Andalucía, el mix de Inmaculada Nieto, con 281.688 votos y 5 diputados. La suma de ambos da 449.658 votos, que está 140.326 votos por debajo de los resultados obtenidos por ambas coaliciones… en coalición. Los siete diputados que han obtenido en total, suponen una pérdida de 10 en relación a los que obtuvo Adelante Andalucía en 2018.

Las conclusiones son claras: no se trata de “candidaturas”, se trata de coaliciones heteróclitas, dentro de los cuales, cada grupo es, además, una federación de grupos. Y, para colmo, hay dos. Podemos ni siquiera está presente de pleno derecho. En fin, el caos que llevan los restos en putrefacción de la extrema-izquierda, ha sido reconocido como tal. El techo de este sector, en las actuales circunstancias y dadas sus preferencias es la suma de colgaos, porrerillos, feministas radicales, ecolocos, fanáticos LGTBIQ+… y algún que otro viejo rokero que todavía recuerda cuando militó en el Partido del Trabajo o en la Liga Comunista durante la transición. Poco más. La fragmentación es el reflejo de la crisis terminal de las opciones políticas.

¿Y QUÉ ME DICEN DE LA ABSTENCIÓN?

Ha votado el 58,35% del electorado. No hay que alarmarse: en el 2018 votaron menos (56,56%) y en el 1990 se alcanzó el récord histórico (55,34%). Se vota poco en Andalucía, esa es la realidad. Sobre una población de 8,472.407 habitantes, han votado menos de la mitad: 3.710.609, a los que hay que restar todavía 36.865 votos en blanco y 41.646 votos nulos. El PP gobernará con mayoría, pero esa mayoría, justo es reconocerlo, apenas supone el 18,67% del total de la población andaluza. Es la democracia y son sus reglas. Amén.

Quien calla otorga así que el 47% del electorado que ha renunciado a votar, demuestra que las elecciones autonómicas no les interesan ni para protestar. Tampoco hay que sorprenderse mucho por los votos en blanco o nulos que son, más o menos, los de otras convocatorias: 60.000 en las elecciones de 2008, 57.000 en las de 2012, 95.000 e las de 2015, 137.000, récord histórico en 2018 y 77.000 en domingo pasado. Nada del otro mundo: la autonomía andaluza sobrevivirá a estos porcentajes y a este desinterés evidente de los andaluces por la política.

Los niveles de abstención y voto en blanco/nulo, demuestran que ningún partido político ha logrado recuperar la confianza del electorado, ni suscitar entusiasmos. Estamos en 2022: nadie cree en nada. Sorprende que la gente que vota vaya a votar. Seguramente lo hace por encabronamiento contra tal o cual político, o simplemente porque es funcionario y debe su cargo al partido (en los años de Griñán y Susana Díaz de cada dos afiliados al PSOE andaluz, uno era funcionario público. No se me ocurren muchos otros motivos por los que alguien pueda ir a votar en 2022 y en las actuales circunstancias.

CONCLUSIÓN: THELMA Y LOUIS CONDUCEN JUNTAS

Desahuciado. El pedrosanchismo, como tal, está desahuciado como lo estuvo el zapaterismo inmediatamente después de inaugurarse su segundo período de gobierno. Las elecciones andaluzas certifican que los sectores a los que ha ido dirigido sus políticas (LGTBIQ+, feminismo radical, ecologismo, veganos, animalistas, abortistas, abolicionistas de la legislación antidrogas, inmigrantes nacionalizados) no son los suficientemente fuertes ni suscitan excesivos entusiasmos como para mantener un gobierno en el poder que trabaje solo y exclusivamente para ellos. La esperanza del pedrosanchismo es que la derrota fuera dulce y que el PP andaluz no obtuviera mayoría absoluta: así la sigla socialista tendría algo que negociar. Ahora es cuando el pedrosanchismo empieza a ver el vacío ante sus pies. Vacío profundo, sima sin retorno, angustia y estrés generado por una caída interminable… En eso está Pedro Sánchez.

Lo normal sería que ahora rectificara sus posiciones, recompusiera el gobierno, pactara con el PP elecciones anticipadas antes de fin de año y rompiera con sus hasta ahora aliados: los de Podemos y los indepes. Pero eso supondría reconocer que se ha equivocado y Pedro Sánchez no es de esos: como buen psicópata integrado, cree que solo él tiene razón y lo suyo es lo que importa, lo único que importa y lo que vale la pena defender.

En cuanto al Foro Económico Mundial no realizará presiones sobre el gobierno español: consciente desde hace mucho de que el pedrosanchismo era “asunto resuelto” y su etapa de permanencia había caducado, ya tienen su opción: Feijóo, que les ha garantizado que ni Vox, ni pactos con nadie que pueda cuestionar ni la globalización, ni la Agenda 2030.

No existe tal oposición, la política del PP es tan timorata y similar a la del PSOE que solamente variarán los ritmos, las velocidades y poco más. Ciertamente, el PP ha demostrado ser mejor administrador de los recursos públicos que el PSOE, pero, ahí empieza y termina toda diferencia.

Con Rajoy entraron los mismos inmigrantes ilegales que con Zapatero y Aznar, no lo olvidemos, fue quien abrió de par en par las puertas a la inmigración ilegal. La delincuencia ha ido creciendo al paso que aumentaba la inmigración ilegal. Ahora los MENAS son los que dominan en las calles de muchos arrabales y en las inmediaciones de sus centros. No hemos visto ni oído ningún gesto de Feijóo, defendiendo a la sociedad española del salvajismo que se está apoderando de las calles y que va en detrimento de la única industria que se mantiene en el país, el turismo.

Thelma y Louise, una película inolvidable con un final catárquico: recuerden a ambas lanzando el coche hacia el precipicio. Si lo conduce Telma, con su pañuelo rojo, pisará a fondo el acelerador. Si hubiera sido Louise, con un vestido azulado, la velocidad será sido menor. Pero el final no hubiera variado. Pues bien, esta es la perífrasis simbólica de esta España, a ratos gobernaba por el PSOE y a ratos por el PP. Varían las velocidades, no la dirección. Siempre el precipicio está al final del camino. Las elecciones andaluzas han supuesto ese momento en el que una pasa el volante a la otra.