lunes, 6 de junio de 2016

RENTA BÁSICA RECHAZADA EN SUIZA


Los suizos han rechazado por contundente mayoría la “renta básica universal”. El 77% de los votantes han dicho no a la posibilidad de que el gobierno suizo dé mensualmente 2.260 francos suizos. Votó el 46%. Suiza se ha convertido en la alternativa a la tendencia de los países nórdicos de entregar una “renta básica” a los ciudadanos. En Utrech y en otros 19 municipios holandeses se está poniendo en práctica en estos momentos, para comprobar los efectos y en Alemania ya se está movilizando a un sector de la opinión pública para convocar un referéndum sobre el tema.

La izquierda, habitualmente, se manifiesta a favor de la “renta básica”. La derecha, en contra. Pero no toda. La idea genera cierta radicalización en las posiciones. Y, sobre todo, curiosidad. Sin embargo, los pros y los contras, no están del todo claros. Y ninguna de las dos partes tiene en cuenta los razonamientos de la opuesta. Es cierto que en la actualidad, cada vez más, los procesos productivos son mecánicos y que la fuerza de trabajo es cada vez menos precisa. Pero esto ocurre solamente en Europa y de ahí el hundimiento del mercado de trabajo: se sigue produciendo manualmente, lo que ocurre es que Europa no es “competitiva” a causa de los salarios altos. De ahí la necesidad para los gobiernos de “ganar competitividad” importando inmigración, cuya mera presencia tiende a que la ley de la oferta y la demanda en materia salarial, tienda a que bajen. La “renta básica”, contribuiría a que la “competitividad” de Europa en material de manufacturas descendiera… al tener que aumentar la presión fiscal y los precios de los productos para poder mantener la “renta básica”.


Por otra parte, los defensores de la “renta básica” la consideran como una especie de “derecho humano universal”: simplemente por haber nacido humanos tenemos derecho a una renta que nos permita vivir… Entonces ¿y el trabajo, y el esfuerzo y la actividad cotidiana? ¿No es mejor recibir esa renta básica y limitarnos a disfrutarla? ¿para qué trabajar? ¿para qué esforzarse, para qué tratar de mejorar si nuestras necesidades las tenemos cubiertas? Lo más preocupante es que este “derecho humano” se exige sin ofrecer una contrapartida: por ejemplo, sería comprensible que cualquier ciudadano recibiera una “renta básica” si se dieran dos supuestos: estar en paro forzoso e involuntario y a cambio de un “servicio social”. De lo contrario, la “renta básica” se convertiría en la sopa boba de todo tipo de parásitos. Un toxicómano que ha elegido voluntariamente ese camino y que no tiene ningún interés en renunciar a él, vería como sus necesidades básicas de consumo de drogas quedan cubiertas por los impuestos pagados por quienes aspiran a algo más que a autodestruirse. ¿Es ética y moral la “renta básica” vista desde el punto de vista, no del parado forzoso sino del parásito social?

Lo inasumible de lo que supondría la “renta básica” para el presupuesto nacional solamente se compensaría con una mayor carga fiscal sobre la población que depende de un trabajo. No es tanto una utopía como una distopía para el ciudadano que todavía cree en el valor del trabajo, del esfuerzo personal y de la lucha por la existencia como rasgo de todas las especies vivas.

En cuanto a la simplificación que tendría –como argumentan los defensores de la renta básica- sobre los distintos tipos de subsidios y subvenciones, tendiendo a fusionar distintas ayudas sociales y a refundirlas en una sola, cabe decir que ni siquiera satisfaría a quienes hoy las están recibiendo: especialmente la inmigración radicada en España que vería mermados sus ingresos globales, pero actuaría de “efecto llamada” para quienes tienen rentas más bajas en los países de origen.


El problema no es instaurar una “renta básica”, ni siquiera “refundir ayudas sociales”, el problema es asumir el principio de que cuando se recibe algo, una prestación, un beneficio social, es porque eso que se recibe es el resultado de un esfuerzo o de un servicio. En el momento en el que la escala de valores se pierde y el mero hecho de “vivir” ya hace acreedor, no de un derecho ideal, sino de una prestación material concreta, lo que se está haciendo es desincentivando a grupos de población “sensibles al parasitismo”. ¿Renta social? Sí, pero solo a cambio de un “esfuerzo social” del receptor o cuando se trate de incapacitados involuntarios.