martes, 21 de mayo de 2013

En la muerte triunfal de Dominique Venner



Dominique Venner: me alegro de haber traducido alguno de tus libros, me alegro de haberlos leído casi todos, me alegro de compartir contigo los mismos ideales y me alegro de que medio siglo después de que crearas EUROPE-ACTION, tus ideales siguen siendo aquellos por los que en otro tiempo luchaste, me alegro de que murieras pensando como viviste y me alegro finalmente de que tus enemigos hayan sido los míos y de que tu muerte haya sido como tu vida, un ejemplo para todos nosotros y un estímulo para no renunciar nunca a nuestros comunes ideales. A partir de ahora podemos decir que no solo Mishima se suicidó para llamar la atención por la decadencia de su Nación, sino que en la Vieja Europa también un hombre dio testimonio de esa decadencia y su fuerte fue un grito para el combate de nuestra generación y de las que vendrán.


Dominique Venner ha muerto porque no quería que su pueblo y su gente, entre ellos el creador de Notre Dame de París, fuera sustituido por pueblos alógenos llegados al continente para mayor gloria de la globalización y el neocapitalismo y a despecho de que en apenas unas generaciones su identidad sustituya a la nuestra. Su muerte es una vida entregada en defensa de la identidad de todos nosotros, de la de su familia, de tu identidad y de la mía.

He leído varias veces la carta de despedida de Venner. No es la de un depresivo que en el pozo de su enfermedad lo ve todo negro. Es la carta de alguien que quiere evitar con su testimonio la ruina de una identidad ancestral y plurimilenaria.

Oí hablar de Venner hace muchos años a antiguos miembros de Europe Action, de la OAS y de Jeune Nation que habían estado a los órdenes y con los que también había compartido tareas de dirección. Venner no era una vida fracasa, profesionalmente había alcanzado las más altas cotas de consideración en su profesión de historiador y sus libros están traducidos a muchos idiomas. Dirigía una conocida revista de historia en estos momentos y yo mismo le había traducido para la Revista de Historia del Fascismo, su obra Baltikum, una historia de los cuerpos francos alemanes y su folleto Por una crítica positiva que fue, en cierta medida, el documento en el que el neofascismo europeo apoyó su renovación en los años 60. Fue un militante durante su juventud, un líder comprometido que conoció la cárcel y la exaltación de los mítines, las reuniones y las manifestaciones en unos momentos terriblemente difíciles para su patria, cuando la República amputó el territorio argelino y arrojó a la ruina y a la muerte a millones de europeos que vivían en Argelia.

Al salir de la cárcel publicó Europe-Action, seguramente la revista más interesante e innovadora del neofascismo francés en la postguerra sin la cual sería incomprensible tanto el movimiento de la Nouvelle Droite, como la propia revista de historia que publicó Venner hasta su muerte. Participó, así mismo, en las tareas de dirección de Jeune Nation cuando apenas había cumplido los veinte años y se significó siempre, hasta su retirada como militante, como dirigente e inspirador teórico y estratégico de las organizaciones a las que perteneció, incluida la Federation des Etudiants Nationalistes.  

Reproduzco a continuación la carta en la que indica los motivos de su suicidio:

Estoy sano de cuerpo y mente, y me lleno de amor por mi esposa e hijos. Amo la vida, y no espero nada más allá, si no la perpetuación de mi raza y mi gente. Sin embargo, en la noche de esta vida, frente a enormes peligros para mi país francés y europeo, siento el deber de actuar sin tener fuerzas. Creo que tengo que sacrificarme para romper el letargo que nos aqueja. Ofrezco el resto de mi vida con la intención de la protesta y la fundación. Escogí un lugar altamente simbólico, Notre Dame de París, que yo respeto y admiro, que fue construida por uno de los genios de mis antepasados, lugar de culto ancestral, recordando nuestros orígenes inmemoriales.

Mientras muchos hombres son esclavos de sus vidas, mi gesto encarna una voluntad ética. Yo doy la muerte para despertar la conciencia dormida. Me rebelo contra el destino. Protesto contra lo que envenena el alma y al individuo, contra los deseos invasores que destruyen nuestra identidad, incluido la familia, base de nuestra civilización milenaria. Mientras yo defiendo la identidad de todos los pueblos, también me rebelo contra el delito de reemplazar nuestro pueblo.

El discurso dominante puede dejar sus ambigüedades tóxicas, pero son los europeos los que van a asumir las consecuencias. El no tener una identidad que nos amarra a la religión, que compartimos desde Homero en su propia memoria, depositario de todos los valores en los que nuestro futuro renacimiento reconstruido con la metafísica de la fuente dañina ilimitada de toda deriva moderna.

Pido disculpas de antemano a cualquier persona que mi muerte va a sufrir, ante todo,a mi esposa, mis hijos y nietos, así como a mis amigos y camaradas. Pero una vez terminada la conmoción atenuada del dolor, no me cabe duda de que cada uno verá el significado de mi gesto y mi orgullo. Espero que los que trabajan en conjunto viendo el pasado. Van a encontrar en mis escritos algo presagiado y explicara mi acción.

Dominique Venner

Vale la pena leer desde el primer libro de Venner hasta el último y conocer también su historia como militante. Su muerte es una llamada a centuplicar los esfuerzos en defensa de nuestra identidad y un grito de combate y de movilización. Ahora le tocará a los esbirros de la prensa corrupta y miserable, lanzar cuántas difamaciones se les ocurran en sus laboratorios de operaciones psicológicas, no nos cabe la menor duda de que se tergiversarán los motivos que le llevaron a morir ante el altar de Notre Dame de París, en la isla de la Cité, allí mismo en donde hace miles de años, antes de la catedral ya existía un templo pagano. La única forma de defender su memoria es combatir por los mismos ideales que le llevaron a él a una vida de compromiso militante en defensa de la identidad europea. Porque si Dominique Venner fue algo, fue, sin duda, un combatiente, doctrinario y militante, que tuvo claro los motivos de su combate (contra la partitocracia, contra la plutocracia, contra el liberalismo, contra el nuevo orden mundial, contra el marxismo y su progresía, en defensa de un patriotismo social y nacional y de una Europa que, por supuesto, no es esta Europa miserable e inviable construida por los delirios de poder franco-alemanes, sino la Europa de los pueblos orgullosos de una identidad que se forjó desde Salamina hasta Lepanto y hasta el cerco de Viena y que, golpe a golpe.

Venner no creía –como nosotros no creemos tampoco- en un más allá venturoso. Lo que cuenta es el momento presente y no las evasiones idealistas de otros mundos tan desconocidos como irreales. Venner creía en la Tradición y en la Sangre. La tradición que nos lega arquetipos y modelos de comportamiento a los que debemos de ser fieles porque son los más acordes con la voz de la sangre. La tradición y la sangre es con lo único que llegamos a la tierra y lo único que legaremos. A eso le llamaba “identidad”.
Por eso murió y por eso otros estamos obligados a recoger su mensaje.

© Ernesto Milá – infokrisis – ernesto-mila.rodri@gmail.com