miércoles, 25 de mayo de 2022

CRONICAS DESDE MI RETRETE: NATALIDAD Y CAMBIO CLIMATICO (2)

Varias preguntas en cadena:

¿Cambia el clima? Sí, el que el clima está cambiando; es algo innegable.

¿Cambia por culpa de la industria y de la acción humana? Respuesta: no está demostrado.

¿Cuál es, pues, la razón del cambio climático? Respuesta: hay varias hipótesis, pero la más aceptable es que el clima ha cambiado siempre en períodos de tiempo anteriores variables.

¿Y eso cómo puede demostrarse? Por el examen de las capas de hielo que demuestran que, como mínimo, en períodos históricos, ha habido tres épocas con mayor temperatura global que en nuestros días… y cuando no existía industria, esto es, intervención humana.

¿Y por qué ese interés en demostrar que existe un cambio climático generado por el ser humano? Respuesta: para justificar la necesidad de un descenso de la población.

¿Y por qué ese interés en el descenso de la población? Respuesta: porque las nuevas tecnologías van a eliminar millones y millones de puestos de trabajo y no habrá puestos de trabajo alternativos, lo que situará a la humanidad ante una situación explosiva.

¿Es el descenso de población la única justificación para que la ONU y la UNESCO hayan lanzado la mística del “cambio climático”? No, esta idea se desarrolla en paralelo con otras que tienden a constituir medidas “estupefacientes” para mantener neutralizada y calma a la población ante el “shock” tecnológico que tenemos encima.

¿Cuáles son esos “estupefacientes”? Aparición de temáticas irrelevantes (ideologías de género), permisividad ante las drogas (banalización del porro), ampliación de las posibilidades “entertainment” de bajo coste (streaming que, además, sirven como canales de adoctrinamiento, porno gratuito en Internet), difusión de valores finalistas (paz, amor, fraternidad universal, tolerancia), digitalización todas de las relaciones sociales (a través de las redes sociales y de las plataformas de comunicación), inmersión en mundos virtuales (metaverso y sus competidores futuros), educación pública de baja calidad, ofertas de consumo para jóvenes poco exigentes, propagación de falsos problemas presentados como “vitales”, etc.

Todo esto ¿para qué? Respuesta final: para que, además de reducirse la población, además de convertirse la sociedad en un mosaico de “grupos” diferenciados sin ninguna posibilidad de unir sus intereses (papel de la inmigración masiva en Occidente), el individuo permanezca replegado en sí mismo, e imposibilitado de realizar cualquier protesta social que impida que el camino a la Cuarta Revolución Industrial descarrile.

Entender y asimilar este planteamiento es fundamental. Esto nos llevará a dos cuestiones esenciales:

1) Negar la responsabilidad del ser humano en el “cambio climático”, para restar valor a las medidas tendentes, en teoría, a paliarlo, medidas que, en la práctica, son de “control social”.

2) Estudiar el impacto y la viabilidad de las nuevas tecnologías y conocer el “discurso” (lo que otros llamarán “el relato”) globalizados y mundialista, para entender la batería de medidas promovidas por la ONU-UNESCO (la Agenda 2030), los planteamientos del Foro Económico Mundial y la ideología matriz, el transhumanismo.

Vayamos a lo primero.

A pesar de los avances de la astrofísica, lo cierto es que, algunos parecen pensar que la Tierra es el centro del Cosmos y que todo lo que ocurre fuera del planeta azul carece de importancia y no tiene repercusión. Y no es así. Hoy, por ejemplo, se intuye que las manchas solares influyen en la climatología del planeta. Estas manchas apenas afectan al nivel de energía que produce el sol, pero controlan los rayos cósmicos que llegan a la tierra y hoy se tiene la presunción de que afectan al magnetismo terrestre y esto influye en que se forman nubes con mayor o menor abundancia. Las manchas solares parecen seguir ciertos ciclos y este sería uno de los elementos que influirían en la climatología.

Un segundo elemento sería que el eje de la tierra no es vertical, sino que está inclinado 23º27’ grados y no gira solamente sobre sí mismo, sino que su movimiento es similar al de una peonza, tardando en completar un ciclo de precesión 25.767 años (el fenómeno se llama “precesión de los equinoccios” y ya fue observado en el mundo antiguo). Esa inclinación hace que los rayos del sol no lleguen siempre con el mismo ángulo al planeta, lo que genera un cambio climático, lento, pero constante. Este fenómeno es lo que hace que la prolongación del eje terrestre no siempre “apunte” hacia la misma estrella, unas veces hacia Vega (a la mitad del ciclo) y otras hacia Thuban (al final del mismo). Pero, además, el eje terrestre sufre otro movimiento de “bamboleo”, llamado “nutación” que se prolonga en períodos cortos de 18,6 años. A esto se suma, los movimientos de rotación y traslación.

Todos estos “movimientos” están aceptados y demostrados desde hace mucho y resulta imposible pensar que, en el curso de todos ellos, la climatología se mantiene estable. Además de esto, los niveles de CO2, nunca han sido constantes en el planeta. Siempre han variado y esto se sabe gracias a que hoy es posible reconstruir la historia climática del planeta en los últimos 150.000 años. Se saben, por ejemplo, que los niveles de CO2 están vinculados a la temperatura del planeta; pero lo sorprendente es que el cambio de temperatura y los picos de temperatura se alcanzan antes de que se produzcan los picos de CO2. En otras palabras: primero aumenta la temperatura y luego aumenta el CO2. No al revés. Este fenómeno se explica porque al aumentar la temperatura se produce mayor evaporación en los océanos, en donde la concentración de CO2 es 500 veces superior a la que existe en la atmósfera. Al calentarse los océanos se libera CO2.

¿Dónde empieza y termina la responsabilidad humana? El climatólogo argentino González Corripio demostró que la temperatura global es hoy de 32º, pero hace 100 años era de 30º. Así pues, existe un aumento de temperatura… Sí, pero el problema es que no está claro si ese aumento se debe a la actividad industrial. Hace milenios, la temperatura llegó a 50º. Sin olvidar las “grandes eras glaciares” (la última de las cuales en el cuaternario, la última se prolongó hasta el 8.000 a.JC) y las “pequeñas eras glaciares” (la última de las cuales abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX, que, a su vez, había puesto fin a una “era calurosa” que se había prolongado desde el siglo X hasta el XIV. Y ni siquiera se trató de un período homogéneo: la NASA distinguió tres períodos en esta “pequeña edad del hielo”, mucho más fríos: uno, iniciado en 1650, otro en 1770 y el último entre 1850, entre los que aparecieron períodos con ligeros calentamientos… Las causas identificadas han sido la disminución de la actividad solar y el aumento de la actividad volcánica. Claro está que, ante las pruebas innegables, los defensores del cambio climático actual, sostiene que aquel “enfriamiento” planetario se debió ¡a los efectos de las epidemias y a la disminución de los cultivos…! Algo completamente insostenible, si tenemos en cuenta que la población global en 1750 no pasaba de 800.000.000 en todo el globo y no existía actividad industrial.

Hoy se sabe que la temperatura media del planeta ha aumentado desde 1898 1/6 de grado (con un error de +/- el 2/3%). Pero el aumento se ha concentrado especialmente entre 1900 y 1940, cuando el parque de vehículos era todavía pequeño en relación al actual. Hace cincuenta años, se creía que nos encaminábamos a una “nueva era glacial”. Parecía que el planeta se enfriase (véase el libro de Leveret G. Richards, Hacia una nueva era glacial, Buenos Aires, 1964). Pero, luego, en 1977 se volvió a producir un aumento de temperatura de entre 2 a 3/10 de grado. Esto duró hasta el año 2000. Y, a partir de entonces, no se ha producido un aumento apreciable. Los datos fueron ofrecidos por el padre jesuita, Manuel García Carreira, fallecido en 2020 (y cuyo historial profesional se resume en este artículo).

Y, sobre todo, lo que hay que negar categóricamente, es que los últimos años “hayan sido los más calientes del planeta”. Como ya hemos apuntado, desde el 800 hasta el 1300 la temperatura en Europa y en EEUU era entre 3 y 5º superior a la actual. En Europa Central existía un clima similar al que actualmente se da en la zona Mediterránea.

Contrariamente a lo que se tiene tendencia a pensar, la “revolución verde” ha aumentado la fertilidad y producción de las cosechas y ha disminuido la superficie de terreno cultivable. Desde 1920, ha ido aumentando en EEUU la superficie de bosques. La función clorofílica hace que los bosques de los Apalaches, consuman más CO2 que todo lo que producen los EEUU. Está claro, por lo demás, que determinados resultados negativos de la mala gestión ecológica en determinadas zonas del planeta, generen catástrofes localizadas… pero éstas no afectan a la totalidad del globo. Los destrozos ecológicos del Mar de Aral o del Caspio, no han afectado en nada al clima global, incluso la explosión volcánica del Krakatoa en 1883, afectó a Europa durante algunos años, pera luego desaparecer sus efectos por completo en apenas unos meses.

Ni siquiera está claro que el aumento de CO2 en la atmósfera sea perjudicial. Por razones que no se conocen exactamente, entre 1858 y 2000, la presencia de CO2 en la atmósfera ha aumentado unas 50 partes por millón. ¿Es negativo este dato? No está claro: es muy posible que la mayor parte del excedente de CO2 sea generado por causas naturales (erupciones volcánicas, evaporación de los océanos), pero hay que tener presente que cuanto mayor es el CO2, más crecen los vegetales.

Por lo demás, lo que no es admisible es extrapolar el dato cierto sobre el aumento de la temperatura del planeta en una fracción de grado entre 1850 y 2000, para concluir que ¡aumentará dos grados en 2050…! No hay datos científicos que avalen esta hipótesis y que se basan en modelos que no disponen de una base de datos suficientemente amplia como para ser fiable.

Un último comentario. La temática del “cambio climático” fue lanzada en 2014 por la ONU y su filial la UNESCO. Antes, el “tema estrella” era el “calentamiento global”. Sin embargo, a partir de ese momento, un mecanismo extraño empezó a ponerse en marcha para convencernos de la existencia del “cambio climático antropogénico” y se estableció un nuevo dogma: “el 97% de los científicos de todo el mundo aceptan la realidad del cambio climático”. Lo que sería como decir, “el 97% de los científicos aceptan la ley de la gravitación universal”, o “el 97% de los científicos aceptan las leyes de la termodinámica”Una ley científica, para ser considerada como tal debe ser tan evidente y demostrable como para el 100% de la comunidad científica la acepte.

De hecho, la famosa cifra del 97% de aceptación que fue repetida por Obama y el premier británico David Cameron, triunfalmente, procedía del trabajo de John Cook, investigador del Centro de Investigación de la Comunicación sobre el Cambio Climático de la Universidad Monash de Australia. El grupo de Cook examinó 11.944 resúmenes de artículos sobre el clima publicados en la literatura científica revisada por pares entre 1991 y 2011. Menos del 1% de los artículos de investigación que revisaron rechazaban la idea de la influencia humana en nuestro clima. Y mientras el 66,4% de los resúmenes no expresaba ninguna posición sobre el factor antropogénico, solamente el 32,6% lo respaldaba. El análisis posterior de esta última cifra reveló un consenso del 97,1% sobre el cambio climático provocado por el hombre. Otros científicos, sin embargo, criticaron los resultados porque el consenso del 97,1% se obtuvo con ¡menos de un tercio de todos los trabajos revisados! Un estudio más reciente realizado por un grupo de autores internacionales confirmó que más del 90% de los científicos del clima comparten el consenso de que el cambio climático es de origen humano. Así pues, ya no son el 97, sino el 90, y lo que es todavía peor para la tesis del cambio climático: los consensos científicos no se alcanzan por votación, ni por mayorías, sino por evidencias demostrables y abrumadoras. Por cierto, algunos de los científicos que, inicialmente, firmaron la declaración sobre el cambio climático, luego declararon haberse sentido “presionados”.

En 2021, una red mundial de más de 500 científicos y profesionales experimentados en el clima, emitieron una carta certificada al Secretario General de las Naciones Unidas sobre la «crisis» climática, cuya principal conclusión, en respuesta al alarmismo del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es, que no hay una “crisis climática”: “La pequeña edad de hielo terminó tan recientemente como 1850. Por lo tanto, no es de extrañar que ahora estemos experimentando un período de calentamiento. Solo muy pocos artículos llegan a hasta decir que el calentamiento reciente es principalmente antropogénico”. Y más adelante: “El calentamiento es mucho más lento de lo previsto. El mundo se ha calentado a menos de la mitad de la velocidad prevista originalmente, y a menos de la mitad de la tasa esperada sobre la base del forzamiento antropogénico neto y desequilibrio radiativo. Todo esto nos dice que estamos lejos de comprender el cambio climático” (…) “La política climática se basa en modelos inadecuados Los modelos climáticos tienen muchas deficiencias y no son ni remotamente plausibles como herramientas de política. Además, lo más probable es que exageren el efecto del invernadero. gases como el CO2. Además, ignoran el hecho de que enriqueciendo la atmósfera con CO2 es beneficioso”. Como puede verse, estamos muy, muy lejos de que exista unanimidad científica sobre la responsabilidad antropogénica del cambio climático. Pero las necesidades de la Agenda 2030, y de la élite, exigen “consenso” en la materia…

La medida de la situación la ofrece Google: colocando en la caja de búsqueda “científicos presionados para aceptar el cambio climático”, lo que se encuentra es justamente lo contrario: “científicos que apoyan la doctrina del cambio climático”…