miércoles, 18 de mayo de 2022

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE: ¿POR QUÉ EN EL CONGRESO DE LOS EEUU VEN OVNIS?

 

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial se viene hablando de Ovnis. Y han pasado mas de 80 años. Si existieran inteligencias extraterrestres que se pasearan como Pedro por su casa por este planeta, ya se habrían manifestado. Pero mientras no aparezca un hombrecillo verde de ojos negros y achinados, que no levante más de un metro del suelo, por los estudios de la CNN, no creeré que existan. Además, sé lo que digo: hará menos de 20 años, una editorial, bastante impresentable, en encargó realizar una revista sobre… OVNIS. Tenía una vaga idea de lo que era, pero mientras elaboraba la publicación, me di cuenta de que todos, absolutamente todos los casos que más ruido habían generado, tenían explicaciones racionales o eran, simplemente, malentendidos. Y, sin embargo, ahora parece que el congreso de los EEUU ha admitido que existen los “OVNIS”. Este mito, tiene una explicación y mucho que ver con la “privatización del espacio exterior” y con la temática “trans-humanista”.

EL "CASO UMMO" Y EL CONTROL MENTAL

Hagamos un poco de historia. En los años 60 la temática OVNI llegó a su punto culminante, precisamente en España, cuando estalló en “caso Ummo”. Todo empezó el lunes 7 de febrero de 1966. Aluche amaneció conmocionado. Periodistas y curiosos se acercaron al lugar para preguntar por un supuesto OVNI que la tarde anterior se habría posado en esa popular barriada madrileña. Los pocos testigos afirmaban “no era ni un avión ni un helicóptero”, afirmaba el diario El Caso. El hecho concreto e innegable es que había dos testigos y una porción de terreno chamuscado. Incluso aparecieron fotos del supuesto OVNI que mostraba en su tripa una especie de signo similar a una H con una tercera barra vertical. Las fotos se revelaron, por supuesto, falsas. Y, después de años y más años de circular “informes ummitas” enviados desde los lugares más alejados del planeta, se supo que todo había sido un “experimento sociológico”, urdido por José Luis Jordán Peña, el cual declaró que lo hizo “para estudiar la credulidad del hombre”, añadiendo, tristemente, “pero se me fue de las manos”.

En los años 90, cuando tuve ocasión de estudiar lo que había ocurrido con el “caso Ummo” y me pareció que la versión de Jordán Peña tenía un solo problema: ¿Cómo era posible que una persona aislada, por iniciativa propia, se embarcara en una operación que requería mucho tiempo de dedicación? (aparecieron decenas de “informes ummitas” enviados a redacciones y estudios del fenómeno OVNI desde los lugares más apartados del planeta) y, sobre todo, una intencionalidad clara: porque si se trataba de “estudiar la credulidad del hombre”, era algo que ya había realizado Gustav Le Bon a principios de siglo. Mi interpretación era otra: partiendo de la base de que era imposible que llegaran extraterrestres a nuestro planeta, el experimento, lo que demostraba era la velocidad de expansión de un rumor y, como ese rumor, absolutamente infundado, termina convirtiéndose en creencia y atrayendo la atención de gentes y estamentos muy diversos. Era algo, en definitiva, que trascendía con mucho, la iniciativa de Jordán Peña (que falleció en 2014) y que tenía mucho que ver con las teorías sobre “manipulación psicológica” de las que venía hablándose desde el principio de la Guerra Fría.

Para un experimento de este tipo era preciso que se produjera en un país “medio”, ni muy desarrollado, ni completamente subdesarrollado, como era la España de 1966, que había emprendido la senda del desarrollo, pero que mantenía todavía atavismos en su estructura y en sus comportamientos sociales. Era preciso, además, una temática sobre la que existiera la absoluta certeza de su imposibilidad, pero no completamente desconocida, sino que estuviera esporádicamente en el candelero de la actualidad. Luego bastaba con un par de testimonios, unos cuantos artículos en diarios de gran tirada de la época (el diario Pueblo, dedicó un amplísimo reportaje a la aparición del OVNI “ummita”), la complicidad de alguna editorial que publicase libros de gran tirada escritos por “especialistas” y documentos que fueran llegando mes tras mes desde lugares remotos a los buzones de los ufólogos más conocidos.

DE LA ECUACION DE DRAKE A LAS REFORMULACIONES DEL FENOMENO OVNI

Hoy, cincuenta años después del “caso Ummo”, los hombrecillos verdes siguen sin aparecer. Lo que no existe, es difícil que aparezca. Y no existen, de aparecer se trataría del hallazgo científico más importante de la historia de la humanidad: no es estamos solos en el universo. Lamentablemente, en ciencia se dice que “a grandes teorías corresponden grandes demostraciones” y ésta, simplemente, no existen. En 1961, un radioastrónomo, Frank Drake, estableció una ecuación para estimar la cantidad de civilizaciones en nuestra galaxia. La ecuación suele repetirse como “prueba” de la existencia de civilizaciones capaces de dar muestra de su existencia en el espacio exterior. Sin embargo, desde el punto de vista científico, la ecuación es un absurdo: faltan parámetros y la ecuación resulta simplista e incompleta y ningún científico se la toma en serio. Los mismos parámetros -y algún otro. Que utilizó Drake, podría ser utilizados justo para demostrar lo contrario: que no existe vida inteligente fuera del planeta azul. Por lo demás, la “pruebas” de presencia de OVNIS son escasas: en el caso de Ummo, todo se reducía a un trozo de hierba quemado…

La endeblez del fenómeno OVNI ha generado que la mayoría de los que lo han tratado de manera entusiasta en su juventud, posteriormente, hayan optado por olvidarlo o, simplemente, derivarlo hacia teorías místicas en unos casos o seudocientíficas relacionadas con la teoría del “multiverso multidimensional” que sería transitado de una capa a otra por estos huidizos viajeros que ya no vendrían del espacio exterior, sino de “planos interiores”. En fin, especulaciones, a menudo ingenuas, infantiles, e incluso interesadas. 

Pero la cuestión es que siguen existiendo canales temáticos que dedican entre un 10 y un 20% de su programación a la temática OVNI. Sin olvidar que el 7 de mayo de 2022 en el Congreso de los Estados Unidos se abrió al público, una audiencia del subcomité de inteligencia contraterrorista, que contó con declaraciones de los dos pesos pesados del Departamento de Defensa de los EEUU. Así pues, la temática OVNI vuelve a estar en el candelero mediático y también a aparecer en informaciones sobre instituciones, en principio, que tienen el marchamo de “seriedad”.

¿A qué se debe ese interés renovado por una temática sobre la que, en realidad, no hay nada nuevo? No basta con decir que se está abriendo un “nuevo frente” de distracción, para atraer la atención de cierto público, mientras se opera el “gran reseteo mundial”. Es cierto que, la discusión sobre esta temática se convertirá en la enésima “cobertura al nihilismo” de nuestro tiempo, otra discusión inútil sobre un tema fatuo y completamente vacío. Pero nuestro tiempo es rico en discusiones de ese tipo, banales, ignorantes, de muy bajo nivel (que si se han falseado las votaciones en Eurovisión, que si los rusos asesinan a destajo allí por donde pasan, que si el fútbol femenino es el fenómeno del futuro, que si los transexuales pueden participar en competiciones deportivas con el sexo que les plazca, que si tal o cual merluzo ha alcanzado no sé cuantos millones de likes en no sé que plataforma digital, etc, etc, etc.). No hace falta estimular otra discusión absurda: lo absurdo ya sale espontáneamente de las propias bases de nuestras sociedades.

ALGUNOS DATOS SOBRE LA PRIVATIZACION DE LA CARRERA ESPACIAL

Para entenderlo porqué retorna esta temática con fuerza, es preciso tener en cuenta algunos datos significativos. El primero de todos ellos es la “privatización del espacio”. En efecto, hasta no hace mucho, solamente los agentes estatales eran capaces de promover “viajes espaciales”. Estos incluían, sobre todo, pues en órbita de satélites artificiales, pero también telescopios de gran potencia, exploración lunar, envío de satélites a otros planetas para comprobar su composición y estructura, etc. Proyectos de este tipo solamente estaban al alcance de las agencias estatales de muy pocos Estados, sólo de los más poderosos y que aspirasen a la hegemonía mundial. Porque el espacio exterior, también podía convertirse en un escenario de pugna entre superpotencias.

Sin embargo, a partir del inicio del milenio, las grandes fortunas surgidas al calor de las nuevas tecnologías, lanzaron distintos proyectos para “privatizar” la “conquista del espacio”. En 2002, Elon Musk, fundó Space Exploration Technologies Corp., conocida como SpaceX. El objetivo era “reducir costes de los vuelos espaciales y viajar a Marte”. Inicialmente, el proyecto no despertó excesivo interés pero a partir de los primeros lanzamientos de vehículos y de que empresas de telecomunicaciones confiaran en SpaceX para poner en órbita sus satélites, el negocio empezó a demostrarse rentable hasta el punto de que la NASA optó por firmar contratos con SpaceX para realizar tareas que a la agencia le resultaban excesivamente costosos: desde llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional, hasta lanzamiento de satélites propiedad del Departamento de Defensa. Incluso los vuelos turísticos al espacio prometen ser un prometedor campo de actividades de SpaceX.

Esta “privatización de la conquista del espacio”, no es algo que afecte únicamente a los EEUU. Existen otras empresas y en otros países. En Europa, por ejemplo, la Agencia Espacial Europea creó Arianespace, históricamente la “primera compañía de transporte espacial comercial”. No se trata de una “agencia” de la UE, sino de una empresa comercial con un accionariado en el que están representadas financieros de 10 países, junto a entidades científicas y técnicas. Jeff Bezos, por su parte, ha creado Blue Origin en el 2000, que apuesta por cohetes reutilizables. El fundador de Amazon ha recordado en muchas ocasiones que, desde los 18 años, quería construir colonias extraterrestres de 2 a 3 millones de personas, que estuvieran en órbita. ¿Por qué esa visión? Él mismo lo ha repetido: “para preservar la Tierra”. El 20 de julio de 2021, Blue Origin lanzó el cohete espacial New Shepard, con él y otras cuatro personas a bordo. Hay otros proyectos similares en EEU, pero, incluso en Rusia se ha producido un fenómeno parecido. El gobierno ruso ha ido disminuyendo su participación en RSC Energia, una de las empresas estatales que trabajaban en el programa espacial tripulado ruso, dando entrada a capitales privados. En 1997, el Estado Ruso dejaba de ser mayoritario en el accionariado de la empresa. Así mismo, se han producido alianzas entre empresas y los logros han sido comercializados por terceros. Arianespace se alió con Mitsubitshi y Boeing para crear la “Alianza de Servicios de Lanzamiento”. Virgin Orbit, por su parte, ha desarrollado el cohete LauncherOne, centrado en el lanzamiento de pequeños satélites, vuelos espaciales tripulados de carácter turístico y pruebas aeroespaciales avanzadas. En todo el mundo existen en la actualidad una veintena de empresas dedicadas a esta actividad.

CONQUISTA DEL ESPACIO Y TRANSHUMANISMO

No está muy claro que la mayoría de estas empresas vayan a ser rentables a medio plazo. De momento, los costes y gastos superan a los ingresos. Sin embargo, las grandes fortunas surgidas al calor de la revolución tecnológica, siguen apostando por esta actividad. Su temática enlaza perfectamente con el trans-humanismo, creencia oficial en esos medios. Los transhumanistas, sostienen que la evolución de la especia tiende a la fusión entre biología y tecnología. 

No son los únicos, Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial, en su libro La Cuarta Revolución Industrial alude a “tecnologías convergentes” (genética, Inteligencia Artificial, nanotecnología) nacidas independientemente, pero que tiende a converger. Pues bien, ante la imposibilidad demostrada por los científicos de que astronautas puedan colonizar otros planetas (a causa de la radicación solar y la falta de protección atmosférica, a causa de las consecuencias de la falta de gravedad para la estructura del cuerpo humano, etc.), los trans-humanistas aluden a la necesidad de escapar a la “tiranía impuesta por la biología del organismo humano”. Y es aquí en donde sostienen, como Schwab, la necesidad de “tecnologías convergentes” que abolan la barrera entre lo humano y lo tecnológico, mediante síntesis; las soluciones que aportan son dos, o bien la fusión entre partes humanas y partes mecánicas en “cyborgs”; o bien mediante interfaces que conecten cerebro y ordenador y permitan “descargar” todo el bagaje mental de un ser humano, en la “nube” y “recargar” con ella un ordenador. Si esto fuera posible, no haría falta enviar a un “astronauta” en una misión espacial, sino que bastaría con encapsular su “partición en la nube” y lanzarlo al espacio conectado al ordenador de la nave espacial…

El espacio exterior ejerce una fascinación para los transhumanistas. En su deseo de sustituir al “homo sapiens” por el “homo deus”, aspiran a que, en el futuro, la humanidad pueda dirigirse a cualquier planeta y colonizarlo. Además, en otros planetas, se encontrarán aquellos minerales estratégicos que pueden llegar a faltar en la Tierra. Por tanto, además de constituir para ellos una obsesión, puede resultar también un “big business”.

LA FUSIÓN ESTADO-CORPORACIONES, PRESIDIDO POR LA ECONOMÍA

La NASA en los años 60, tuvo que contar con Hollywood para estimular la carrera espacial. Entonces se trataba que el público norteamericano aceptara las enormes inversiones que requería la puesta de un ser humano en la superficie lunar. Para ello, recurrieron al “espectáculo” y fueron ayudados por directores y escenógrafos hollywoodienses. El pueblo norteamericano quedó fascinado con la aventura espacial y aceptó de buen grado los costes económicos. Solamente, cuando los viajes a la Luna dejaron de interesar a la opinión pública, la NASA cambió de estrategia y optó por orientarse hacia las lanzaderas espaciales y misiones de puesta en órbita de satélites, algunos de ellos de interés militar.

Ahora, la rehabilitación de la conquista del espacio, convertida ya en un negocio privado, e inspirado por transhumanistas (el núcleo duro del transhumanismo está formado y financiado por las grandes fortunas de Silicon Valley) precisa que el público vuelva a sentir la emoción y el interés por el espacio exterior: hace falta encontrar inversores, vender acciones de la veintena de empresas privadas que se dedican al sector espacial. Hace falta, en definitiva, crear nuevos mitos o rescatar antiguos, siempre y cuando tengan que ver con la conquista del espacio, la inteligencia extraterrestre y los viajes a otros planetas…

Un rasgo de la Cuarta Revolución Industrial, tal como ha sido descrita por Klaus Schwab, es la fusión entre iniciativa privada y entes estatales. No es nada nuevo, pero la novedad que propone el presidente del Foro Económico Mundial, es que, en esta convergencia, la economía domine a la política, las grandes corporaciones a los Estados. Los Musk, los Bezos, los Branson, etc, toman el relevo de los Estados en la dirección de los proyectos espaciales y, por supuesto, tal relevo tendrá consecuencias directas: la conquista del espacio, ya no será algo que pueda ser considerado como “patrimonio de la humanidad”, sino, más bien, serán logros empresariales destinados a aumentar la rentabilidad de una firma.

Esa convergencia de intereses Estado-Corporaciones, se está manifestando en nuestros días, a pesar de que suela pasar desapercibida: de ahí la presencia de más y más programas sobre Ovnis en determinados canales de televisión, de ahí también el que el Congreso de los EEUU se haya convertido en escenario de polémicas sobre los OVNIS. Se pretende, simplemente, que estos proyectos transhumanistas encuentren apoyos, generen simpatías y, consiguientemente, financiación mediante la compra de acciones y entusiasmo contagioso. Se trata de que la humanidad vuelva a mirar a los cielos, no para esperar la llegada de un Dios, sino para contemplar los logros de los diosecillos de la tecnología y admiren sus proyectos, muchos de ellos enloquecidos e inmaduros, fruto del “optimismo científico” y de la incapacidad para distinguir entre “ciencia pura” y “ciencia ficción”. Dios está en los cielos y es allí a donde les falta ir a los diosecillos de las nuevas tecnologías. Pero están en ello…