Reconozco que, a poco de conocer el anuncio del gobierno español
de cambiar su postura histórica ante el problema del Sahara, apoyando el plan
de Marruecos de conceder una significativa autonomía para el Sáhara, me invadió
una sensación de ira. Pero la ira es mala compañera y lo mejor, ante estos,
episodios es reflexionar. La primera certidumbre fue que un acuerdo de estas
características -al margen de cualquier consideración- se podría haber hecho
hace 20, 40 años o dentro de 5 o de 10. Lo que no se podía hacer era en el
momento más inoportuno, ahora, cuando existe una crisis energética y de
suministros de gas natural a nuestro país… la parte mayoritaria del cual
procedía, mira por dónde, de Argelia, el principal damnificado por este acuerdo
Sánchez-Mohammed.
No soy de los que lloran por los “derechos
humanos” de los telediarios, ni de los que se emocionan por argumentos tales
como la “libertad de los pueblos oprimidos”, ni siquiera por la independencia
del Sáhara que perdió mi apoyo desde 1970 cuando el Frente Polisario asesinó, a
traición y por la espalda, a los primeros soldados españoles. Acepto que, en
política internacional, solo hay intereses. Los que favorecen a nuestro país y
los que le perjudican.
Sentí verdadera irá cuando el primer acto del “rey emérito”, con
Franco todavía vivo, consistió en ir a “apoyar al ejército de África”, saludar
a toda la oficialidad y, al día siguiente, firmar la retirada del Sáhara. Sí,
estaba claro que no se podía conservar aquella colonia, pero sí se podía
haber aguantado el chantaje de la “marcha verde” (organizada, por cierto, desde
Washington y con funcionarios de la CIA dirigiéndola in situ) y, se podía haber
cumplido el mandato de la ONU sobre el referéndum (que se podía haber
adelantado para que no quedasen dudas ante el “derecho internacional” sobre
cuál era el sentir del pueblo saharaui. Pero, todo se hizo mal desde el
principio y, no fueron tampoco los “polisarios” los que más contribuyeron a
clarificar las cosas. No se hizo porque EEUU temía que el nuevo país se alineara
con Argelia, alineada a su vez con la URSS y quedara cortado el suministro de
fosfatos a “Occidente”. Por eso estuvo allí la CIA encargándose de encarrilar
la situación.
Marruecos ocupó el Sahara (y Mauritania, otra parte, a la que
luego renunciaría). Es cierto que el Sahara era suficientemente pequeño, con
poca población y muy dispersa, como para ser independiente y poder garantizar
sus fronteras, su integridad y su propia subsistencia. Pero, el Sahara tampoco
podía ser parte de Marruecos: sus habitantes ni se sentían, ni eran marroquíes.
Así que lo que hizo Marruecos era facilitar un trasvase de sus excedentes de
población a las arenas marroquíes, mientras los saharauis, tras las banderas
del Polisario se iban a Argelia… en donde siguen 47 años después. La guerra
que iniciaron desde Tinduf era insensata: después de los habituales golpes de
mano propios de la guerra de guerrillas en el desierto, Marruecos -una vez más
asesorado por la CIA- aunque formalmente se presentaba como “país de influencia
francesa”- creó unos “muros defensivos” que contenían a los guerrilleros en
zonas desérticas, despobladas y sin valor militar. El Polisario “cesó el
fuego”, reconociendo la derrota de su ofensiva armada, pero no la de su causa
política. Y, mientras Marruecos seguía con sus trasvases de población,
España continuaba esforzándose en hacer “cumplir el mandato de la ONU” y, para
ello, hasta la primera década del milenio, intentó una y otra vez hacer un “censo”
de saharauis de pura cepa… Intento inútil porque el tiempo y el viento borra cambia
hasta las dunas del desierto.
La política española era de “amistad con Marruecos”. Y la de
Marruecos consistió en chantajear a España: con la inmigración, con el
haschisch, con lo que fuera, extendiendo el cazo cada vez que el rey y su majzén
tenían un capricho. A todo esto, Felipe González, optó por comprar gas natural
a Argelia y, para traerlo a España, (hoy todavía no se sabe por qué, pero no
creo que cueste mucho deducirlo) aprobó un trazado para el gaseoducto que pasa
por Marruecos… enemigo ancestral de nuestro proveedor de gas y que ponía en
manos de aquel país, la espita energética. Es
posible que González pensara que eso supondría evidenciar “buenas intenciones”
de España, algo así la “la renuncia preventiva” que popularizó la política
exterior de ZP, pero es mucho más probable que los mismos que lo pusieron en
el poder en Suresnes y sufragaron toda su carrera de abogadillo de pocos
pleitos a presidente del gobierno español, se sugirieran ese trazado.
La política del gobierno español
siguió sin variar en los períodos de gobierno del PP: Aznar alardeó de haber
“reconquistado” Perejil, pero no dijo que los acuerdos negociados con Colin
Powell, establecían que el peñón era “territorio español”… pero España no podía
hacer efectivo ese dominio.
Nunca, en ningún momento, ningún gobierno español ejerció su
derecho de veto en la Unión Europea a los acuerdos preferenciales suscritos con
Marruecos que, entre otras cosas, suponían apuntillar a sectores de nuestra
agricultura. Nunca, ni un gesto que pudiera ser considerado como hostil por
Marruecos.
En 2020, el Polisario, sorprendentemente, anunció que reiniciaba
la guerra contra Marruecos. Nada había que lo justificase, ni este reinicio de
hostilidades tenia un objetivo claro. Pero lo cierto
es que la declaración abrió una nueva fase en el conflicto entre los dos países
del Magreb. Y, para colmo, el jefe del polisario fue atentado en una clínica
español, desencadenando otra crisis que costó el cargo a la ministra de
exteriores, González Laya.
Lo que ocurrió luego, lo sabemos todos: crisis de “refugiados” en
la frontera, llegadas masivas (el 2022 la inmigración por allí se ha
incrementado ¡un 240%!). Los dos años de Covid, la crisis energética, el
conflicto ucraniano… Y bruscamente, el ministro de exteriores español,
anuncia el acuerdo con Marruecos que, en un día, desdice las políticas de 47
años de España en la cuestión. Y esto llega en el peor momento: cuando la UE ha
adoptado sanciones a Rusia que afectan, especialmente, a la cuestión energética.
El ministro Albares (al bar es, por cierto, donde podía irse, si
me permiten el chiste fácil) dice en El Mundo que “el gobierno confía en
que la mayor compra de gas por la invasión rusa calme a Argelia ante el giro en
el Sáhara”… Si se entiende bien, esto implica que Argelia se “calmará” si le
compramos más gas. Difícil. En realidad, lo que va a hacer es subir el precio
del gas. En otras palabras, el consumidor español, perderá y lo notará cuando
le llegue la factura de la luz. El sanchismo volverá a echar la culpa a Putin
de la subida del precio de la energía… y asunto zanjado. Se paga más por
que “estamos en el lado luminoso” de la historia, junto a los justos y honrados
defensores de las “libertades ucranianas”. Somos tan solidarios que hacemos un
pequeño sacrificio en nuestros bolsillos en defensa de un hermoso y pequeño
país agredido por un coloso dirigido por un psicópata sádico. Tal es el “relato
oficial” del sanchismo. Una vez más, la posverdad se impone sobre la Verdad,
la mentira emotiva sobre la fría realidad. Pagamos usted y yo.
Hace menos de una semana El Independiente publicaba la
noticia de que España en estos momentos está comprando ya más gas natural a
EEUU que a Argelia. Compramos a EEUU el 32,9% del total de gas que consumimos,
a Argelia en 23,’2% y a Rusia menos del 5% (frente al 17% el año anterior)...
Así pues, el problema energético de España es que compra a un proveedor que
lo vende mas caro (EEUU que lo transporta en barcos metaneros como gas
licuado), mientras que el gaseoducto Argelia-Marruecos-España permanece cerrado.
Las noticias sobre Marruecos y el gas se venían prolongan
imperceptiblemente desde principios de 2022. Eran noticias que apenas
interesaban. No aparecían reflejadas en los informativos que priorizaban el
Ómicron y Ucrania. Pero están ahí: a principios de febrero pudo leerse en El
País: “Nuevo gesto de acercamiento de España a Marruecos”. La notica
era surrealista a pesar de que pasó desapercibida. Si hasta ahora el gaseoducto
España-Argelia servía para llevar gas en dirección sur-norte, ahora el gobierno
español autorizaba a Marruecos a utilizarlo en sentido inverso: para que
Marruecos compre gas a terceros proveedores (EEUU como podía esperarse), lo
deposite en puertos españoles del sur y desde allí se canalice en dirección a
Marruecos a través del gaseoducto que llevaba entonces tres meses sin
utilizarse.
Todo lleva a Estados Unidos. Perdón, no a “Estados Unidos”, ni siquiera
al arterioesclerótico que duerme en la Casa Blanca, sino a los verdaderos
poderes económicos gobiernan en aquel país. Han apostado por dar un nuevo
zarpazo a través de la energía (no en vano uno de los objetivos del Fondo
Económico Mundial, estado mayor del neoliberalismo es la “transición energética”
eufemismo para justificar las exacciones de las compañías del sector con la
excusa de las “energías renovables” y de las “energías verdes”). El mundo se mueve con energía, cuantos más concentrado esté el
sector energético, más se podrán realizar aumentos de precios. Pero el problema
es Rusia que produce buena parte de la energía mundial hasta el punto de que
pueda exportarla. Y el gobierno ruso está en el “lado oscuro”, no en el “luminoso”
presidido por el Fondo Económico Mundial y su Agenda 2030, Rusia está fuera de
su disciplina, por eso se trata de cortar las relaciones comerciales y el
suministro energético ruso mediante una “guerra” provocada por el deseo
insensato de la OTAN de colocar sus misiles en las taquillas del metro de Moscú…
Ahora empiezan a tener sentido todas las noticias que se encuentran
en internet sobre gas, Marruecos, los suministros norteamericanos, y las
decisiones de los títeres políticos que, como Sánchez, están en el cargo, no
como representantes del pueblo español, sino como delegados del Foro Económico
Mundial. Y no les importa absolutamente nada el
que sea nuestro pueblo el que deba pagar la tiranía de los beneficios de las
empresas gaseras norteamericanas.
Más que nunca, hoy, es preciso entender que, o se está en el
verdadero “lado oscuro”, el que se agrupa detrás de los intereses multicolores
del Fondo Económico Mundial y de su Agenda 2030, o se están en el “lado justo”
de los que luchan contra la tiranía de las gentes dinastías financieras, de los
grandes consorcios financieros dueños de las gaseras y contra el imperio
decadente que cada vez tiene más inestabilidad interior y exige más a sus vasallos.
Esto es lo que está en el fondo de la cuestión de este peregrino
acuerdo sobre el Sáhara, adoptado al dictado por el gobierno Sánchez. Aquí
no manda el PSOE, ni los pobres podemitas abocados hacia su autodestrucción, aquí
no mando Sánchez ni sus “ministros y ministras”, ministrillos todos, aquí manda
el Foro Económico Mundial. Aquí y en Ucrania, y en Canadá, y en Marruecos, por mucho
que la posverdad diga otra cosa.