10. LA NEUTRALIDAD DE EUROPA A TRAVÉS DE LA NEUTRALIDAD DE
UCRANIA. NI “OCCIDENTALISMO”, NI “EURASISMO”.
Ni Ucrania puede ser el apéndice más avanzado de la OTAN, una
especie de cuña que apunta al corazón de Rusia, ni Europa puede seguir siendo
por más tiempo la plataforma del Pentágono en el Viejo Continente. No es el
momento de valorar el papel de la OTAN durante la “Guerra Fría”, pero el hecho
es que la Alianza Atlántica todavía parece no haberse enterado que, desde la
caída del Muro de Berlín y tras la disolución de la Unión Soviética, se ha
quedado sin enemigo y se ha convertido en una estructura absoluta prescindible
que genera más problemas y compromisos indeseables para los Estados europeos,
en lugar de ser una garantía para su seguridad. El núcleo de toda la “cuestión
ucraniana” es, precisamente, la OTAN.
Caminamos a un mundo multipolar -y ese tránsito ya operado era
necesario-. Pero los EEUU no se resignan a ser una potencia en decadencia (lo
que son en realidad), ni siquiera una “pata” más en un mundo multipolar, y
abriga todavía -especialmente entre el “Deep State”- las esperanzas de que los
marines, sigan siendo el mejor apoyo al dólar.
Pero basta ver el resultado de las últimas intervenciones
militares de los EEUU, desde la Guerra del Vietnam para concluir que desde los
años 70, todavía no han concluido ninguna guerra victoriosa, no han sido
capaces de vencer a los “enemigos” que ellos mismos han seleccionado y definido
como tales y que todos sus éxitos militares, incluso desde 1943, se deben a
bombardeos masivos a gran altura, a lanzamiento de misiles desde plataformas
remotas, a cañoneos desde acorazados contra países que carecen de marina, etc.
Pero, cuando se trata de ocupar el territorio y ejercer un dominio efectivo
sobre las zonas ocupadas, el resultado es una guerra de desgaste en la que,
antes o después, se ven obligados a tirar la toalla. A esto se une la situación
económica de los EEUU, el país más endeudado del mundo, con unas
infraestructuras anticuadas y una industria deslocalizada, con una sociedad en
la que se alternan los oasis de las altas tecnologías con el analfabetismo
estructural, el lujo con legiones de sin techo, las aspiraciones y las
investigaciones para lograr la vida eterna (sí, la vida eterna, no nos hemos
equivocado) en un país en el que ponerse enfermo puede suponer una deuda de por
vida. Los EEUU, hoy no están en condiciones de “defender” a nadie, sino
solamente de instaurar y hacer caer gobiernos según su proximidad o alejamiento
a los intereses del “Deep State” norteamericano. Porque, para colmo, ni la “democracia
americana” funciona, ni los presidentes elegidos en las elecciones ejercen el
poder de manera efectiva, lo único que le interesa a los “señores del dinero”,
al Estado Mayor de la alta finanza y de los grandes consorcios de inversión, no
es, el destino de los EEUU, sino el destino de sus negocios. Una estructura de
poder así concebida, ni está interesada en “defender a Ucrania”, mucho menos en
asumir la “defensa de Europa”, ni siquiera a “defender derechos y libertades”
de otros pueblos, derechos y libertades que agonizan en el propio territorio de
los EEUU.
Por eso, Europa debe desembarazarse lo antes posible de la tutela
norteamericana, por eso debe contar con una fuerte industria armamentística,
por eso debe estar en condiciones de garantizar su propia defensa, por eso debe
de armarse, no tanto para prepararse para una guerra contra un enemigo que
nadie es capaz de ubicar, sino para disuadir de cualquier maniobra de dominio
sobre Europa, garantizar su independencia y su integridad territorial. El
axioma clásico de “si quieres la paz, prepárate para la guerra” sigue siendo
válido en el siglo XXI. Sólo que los gobiernos europeos lo han olvidado.
Europa tiene un superávit de talento, suficiente como para poder
cambiar materias primas por ayuda tecnológica. Europa tiene población, cultura,
territorio y tecnología como para poder aspirar a ser una de las “patas” de un
nuevo orden internacional multipolar, en lugar de ser un apéndice de la medusa estadounidense,
convertida en “delegación continental” de la globalización y del mundialismo.
Europa y Ucrania tienen el mismo destino, solo que por diferentes
razones. Y ese destino tiene un nombre: NEUTRALISMO. Ucrania no puede ser otra
cosa que neutral, si quiere conservar su independencia. Tiene que demostrar a
Rusia buena voluntad y mano tendida, si quiere mantener su integridad
territorial tiene que limitarse a sus territorios históricos, no soñar con que
los asignados arbitrariamente por Kruschev en los años 50, le pertenecen por
derecho. Y sobre todo debe garantizar que las minorías rusas (mayorías en
algunas zonas de Ucrania) serán respectadas y gozarán de los mismos derechos
que el resto de la población. Rusia no puede hacer otra cosa más que mantenerse
en las posiciones que ha sostenido en los últimos ocho años: no interferir en
la política interior ucraniana y saldar de una vez por todas mediante la
negociación, las nuevas fronteras que deberá compartir con el vecino.
Rusia tiene todo el derecho a exigir a Ucrania neutralidad. Y esa
es la primera condición para acabar con el conflicto actualmente abierto. De
hecho, el aviso dado por rusia a Ucrania está resultando demoledor: el propio
Zelensky, ha dejado de lado sus peticiones de ayuda a un Occidente que no está dispuesto
a prestarle más ayuda que la verbal y psicológica, y ha renunciado
explícitamente a solicitar el ingreso en la OTAN. A la vista de las
consecuencias económicas de la crisis, la propia UE ha dado marcha atrás y ha
desechado la candidatura ucraniana de ingreso en la federación.
Son medidas razonables y que van en favor de la resolución del
conflicto. Solamente la voz discordante del arterioesclerótico que duerme en la
Casa Blanca, mascarón de proa del “Deep State”, repite una y otra vez mensajes
alarmistas, belicistas y de odio anti-ruso. Porque, para los EEUU, una guerra
en Europa es siempre un aliciente para realizar buenos negocios. Lo están
haciendo ahora, otra vez, otra más, con el gas vendido a España.
Europa no está amenazada por Rusia. Pero está condicionada por los
EEUU. Y, no lo dudemos, cuanto mayor sea el riesgo de desplome interior de
EEUU, cuando más cerca estén de la quiebra económica y aumentes las tensiones
sociales y étnicas dentro de aquel país, más cerca se estará de un conflicto
fuera de las fronteras de los EEUU: es lo que enseña la historia. Los imperios
en decadencia tratan de cerrar sus crisis interiores con aventuras exteriores
que creen nuevos objetivos, generen expectativas económicas. EEUU está en esa
situación hoy en día.
Así pues, los destinos de Ucrania y de Europa son paralelos. Ambos
tienen necesidad de neutralismo, de ejercer el papel de amortiguador de las
tensiones entre un imperio en decadencia y un país en fase de reconstrucción,
entre EEUU y Rusia. No existe otro camino practicable en Europa y en Ucrania
más que la neutralidad política.
Es cierto que en el mundo de la Guerra Fría solamente podía
optarse por dos opciones: o se estaba con “Occidente” o se estaba con el “bloque
comunista”. Pero ahora, las circunstancias han cambiado extraordinariamente y
el mundo que afrontamos es completamente diferente: es un mundo en el que ya no
existen, ni pueden existir un “único imperio global”, tampoco ninguna potencia
reivindica el carácter de “leadership” alternativo. El comunismo se ha
desintegrado y lo que existe en China no es, exactamente, el maoísmo que
aspiraba aún a extender la “revolución de obreros y campesinos” a todo el
mundo. Es una especie de capitalismo salvaje y de comunismo para uso interno.
Rusia no es en absoluto ese “Estado comunista” que nos quieren presentar
algunos. Es, según los cánones occidentales, una “democracia atenuada” que
busca un “poder fuerte”. Existen otras potencias emergentes: Irán, Arabia
Saudí, India… Y cada uno de estos centros ha forjado estrategias para tener un
lugar bajo el sol a mediados del siglo. Solamente en Europa, la particular
situación política y el enquistamiento generado por un sistema cada vez más
inadecuado para gestionar la modernidad, nacido en el siglo XVIII e incapaz de
adaptarse a las realidades del siglo XXI, las “democracia liberales”, hace que,
cada año, la Unión Europea, vaya quedando más y más atrás en el desarrollo de
una política común, en capacidad económica, en peso político internacional,
incluso en coherencia interior. Después de casi 40 años de presencia del Reino
Unido en la UE, quedó claro que el mundo anglosajón mira hacia los EEUU y
solamente aspira a condicionar a Europa y a impedir que adquiera conciencia de la
necesidad de alcanzar fortaleza, fuerza, integridad y peso internacional. La UE
está a la deriva desde que a principios del milenio se hizo imposible la
aprobación de una Constitución Europea y hoy ni siquiera sabemos qué es la UE,
ni hacia donde camina. Sabemos dónde está: ejerciendo el virreinato continental
en nombre del Pentágono, como vasallo más que como aliado, y sin personalidad
propia.
Se ha dicho que las crisis son para algunos “oportunidades” y la
crisis ucraniana debe ser un revulsivo para Europa: así, el continente no puede
sobrevivir por mucho tiempo. Sometido a las presiones e imposiciones del Foro
Económico Mundial, con unos dirigentes políticos que miran más a su futuro
personal que a los intereses de las naciones y de las sociedades que los han
elegido, merecen el nombre de “traidores” y el destino que, históricamente,
siempre ha aguardado a todos los traidores a su país, a su cultura, a su
tradición y a su sociedad.
La lectura que hemos hecho de la crisis ucraniana nos dice que ha
estallado a causa del interés del “Deep State” norteamericano por abrir un nuevo
frente de crisis que permita avanzar hacia la realización de la “Agenda 2030” y
que ésta supone la instauración de un “mundo feliz” huxleyano en el mundo. Una
vez más, han jugado con la vida de ucranianos y rusos, como hace 83 años
enfrentaron a los pueblos para impedir la concreción de un “nuevo orden europeo”.
Las crisis pueden saldarse con parches técnicos o con victorias de
una u otra parte. Putin ya ha vencido: ha demostrado cual es la línea roja que
no puede transgredirse y que quien lo haga se hará acreedor de una operación de
castigo. Zelensky está derrotado: ni entrará en la OTAN, ni en la UE. Intentará
salvar lo salvable (en especial su propia figura), pero su ciclo ha terminado.
Sabe perfectamente, tan bien como cualquier analista, que el futuro de Ucrania
es de asumir una situación de neutralidad como la que tuvo Finlandia, Suiza,
Austria o Suecia, durante la Guerra Fría. EEUU vencerá mientras encuentre
debilidad, complicidad y aquiescencia entre los gobiernos europeos. De momento está
consiguiendo buenos negocios a costa del sufrimiento ucraniano y de la
debilidad y traición de los gobiernos europeos.
La “oportunidad” que ofrece este conflicto es que, a partir de
ahora, es posible “resetear” la situación política en Europa Occidental: sabemos
que precisamos una defensa europea integrada y autónoma, sabemos que precisamos
una unidad política que no puede ser ni “euroasiática” (Europa satelizada por
Rusia), ni “euroccidental” (Europa satelizada por los EEUU), sabemos que el
mundo tiende hacia un orden multipolar y solamente hace falta que Europa adquiera
la conciencia del momento histórico que estamos viviendo y trabaje en dirección
a su unidad, integridad e independencia, si quiere jugar algún papel internacional
en el futuro. Y todo eso para por el neutralismo.
De ahí que la consigna del momento y la gran oportunidad que
ofrece la crisis ucraniana sea: LA NEUTRALIDAD DE EUROPA A TRAVÉS DE LA
NEUTRALIDAD DE UCRANIA.