jueves, 24 de marzo de 2022

10 TESIS SOBRE EL CONFLICTO UCRANIANO (Anexo)


10. LA NEUTRALIDAD DE EUROPA A TRAVÉS DE LA NEUTRALIDAD DE UCRANIA. NI “OCCIDENTALISMO”, NI “EURASISMO”.

Ni Ucrania puede ser el apéndice más avanzado de la OTAN, una especie de cuña que apunta al corazón de Rusia, ni Europa puede seguir siendo por más tiempo la plataforma del Pentágono en el Viejo Continente. No es el momento de valorar el papel de la OTAN durante la “Guerra Fría”, pero el hecho es que la Alianza Atlántica todavía parece no haberse enterado que, desde la caída del Muro de Berlín y tras la disolución de la Unión Soviética, se ha quedado sin enemigo y se ha convertido en una estructura absoluta prescindible que genera más problemas y compromisos indeseables para los Estados europeos, en lugar de ser una garantía para su seguridad. El núcleo de toda la “cuestión ucraniana” es, precisamente, la OTAN.

Caminamos a un mundo multipolar -y ese tránsito ya operado era necesario-. Pero los EEUU no se resignan a ser una potencia en decadencia (lo que son en realidad), ni siquiera una “pata” más en un mundo multipolar, y abriga todavía -especialmente entre el “Deep State”- las esperanzas de que los marines, sigan siendo el mejor apoyo al dólar.

Pero basta ver el resultado de las últimas intervenciones militares de los EEUU, desde la Guerra del Vietnam para concluir que desde los años 70, todavía no han concluido ninguna guerra victoriosa, no han sido capaces de vencer a los “enemigos” que ellos mismos han seleccionado y definido como tales y que todos sus éxitos militares, incluso desde 1943, se deben a bombardeos masivos a gran altura, a lanzamiento de misiles desde plataformas remotas, a cañoneos desde acorazados contra países que carecen de marina, etc. Pero, cuando se trata de ocupar el territorio y ejercer un dominio efectivo sobre las zonas ocupadas, el resultado es una guerra de desgaste en la que, antes o después, se ven obligados a tirar la toalla. A esto se une la situación económica de los EEUU, el país más endeudado del mundo, con unas infraestructuras anticuadas y una industria deslocalizada, con una sociedad en la que se alternan los oasis de las altas tecnologías con el analfabetismo estructural, el lujo con legiones de sin techo, las aspiraciones y las investigaciones para lograr la vida eterna (sí, la vida eterna, no nos hemos equivocado) en un país en el que ponerse enfermo puede suponer una deuda de por vida. Los EEUU, hoy no están en condiciones de “defender” a nadie, sino solamente de instaurar y hacer caer gobiernos según su proximidad o alejamiento a los intereses del “Deep State” norteamericano. Porque, para colmo, ni la “democracia americana” funciona, ni los presidentes elegidos en las elecciones ejercen el poder de manera efectiva, lo único que le interesa a los “señores del dinero”, al Estado Mayor de la alta finanza y de los grandes consorcios de inversión, no es, el destino de los EEUU, sino el destino de sus negocios. Una estructura de poder así concebida, ni está interesada en “defender a Ucrania”, mucho menos en asumir la “defensa de Europa”, ni siquiera a “defender derechos y libertades” de otros pueblos, derechos y libertades que agonizan en el propio territorio de los EEUU.

Por eso, Europa debe desembarazarse lo antes posible de la tutela norteamericana, por eso debe contar con una fuerte industria armamentística, por eso debe estar en condiciones de garantizar su propia defensa, por eso debe de armarse, no tanto para prepararse para una guerra contra un enemigo que nadie es capaz de ubicar, sino para disuadir de cualquier maniobra de dominio sobre Europa, garantizar su independencia y su integridad territorial. El axioma clásico de “si quieres la paz, prepárate para la guerra” sigue siendo válido en el siglo XXI. Sólo que los gobiernos europeos lo han olvidado.

Europa tiene un superávit de talento, suficiente como para poder cambiar materias primas por ayuda tecnológica. Europa tiene población, cultura, territorio y tecnología como para poder aspirar a ser una de las “patas” de un nuevo orden internacional multipolar, en lugar de ser un apéndice de la medusa estadounidense, convertida en “delegación continental” de la globalización y del mundialismo.

Europa y Ucrania tienen el mismo destino, solo que por diferentes razones. Y ese destino tiene un nombre: NEUTRALISMO. Ucrania no puede ser otra cosa que neutral, si quiere conservar su independencia. Tiene que demostrar a Rusia buena voluntad y mano tendida, si quiere mantener su integridad territorial tiene que limitarse a sus territorios históricos, no soñar con que los asignados arbitrariamente por Kruschev en los años 50, le pertenecen por derecho. Y sobre todo debe garantizar que las minorías rusas (mayorías en algunas zonas de Ucrania) serán respectadas y gozarán de los mismos derechos que el resto de la población. Rusia no puede hacer otra cosa más que mantenerse en las posiciones que ha sostenido en los últimos ocho años: no interferir en la política interior ucraniana y saldar de una vez por todas mediante la negociación, las nuevas fronteras que deberá compartir con el vecino.

Rusia tiene todo el derecho a exigir a Ucrania neutralidad. Y esa es la primera condición para acabar con el conflicto actualmente abierto. De hecho, el aviso dado por rusia a Ucrania está resultando demoledor: el propio Zelensky, ha dejado de lado sus peticiones de ayuda a un Occidente que no está dispuesto a prestarle más ayuda que la verbal y psicológica, y ha renunciado explícitamente a solicitar el ingreso en la OTAN. A la vista de las consecuencias económicas de la crisis, la propia UE ha dado marcha atrás y ha desechado la candidatura ucraniana de ingreso en la federación.

Son medidas razonables y que van en favor de la resolución del conflicto. Solamente la voz discordante del arterioesclerótico que duerme en la Casa Blanca, mascarón de proa del “Deep State”, repite una y otra vez mensajes alarmistas, belicistas y de odio anti-ruso. Porque, para los EEUU, una guerra en Europa es siempre un aliciente para realizar buenos negocios. Lo están haciendo ahora, otra vez, otra más, con el gas vendido a España.

Europa no está amenazada por Rusia. Pero está condicionada por los EEUU. Y, no lo dudemos, cuanto mayor sea el riesgo de desplome interior de EEUU, cuando más cerca estén de la quiebra económica y aumentes las tensiones sociales y étnicas dentro de aquel país, más cerca se estará de un conflicto fuera de las fronteras de los EEUU: es lo que enseña la historia. Los imperios en decadencia tratan de cerrar sus crisis interiores con aventuras exteriores que creen nuevos objetivos, generen expectativas económicas. EEUU está en esa situación hoy en día.

Así pues, los destinos de Ucrania y de Europa son paralelos. Ambos tienen necesidad de neutralismo, de ejercer el papel de amortiguador de las tensiones entre un imperio en decadencia y un país en fase de reconstrucción, entre EEUU y Rusia. No existe otro camino practicable en Europa y en Ucrania más que la neutralidad política.

Es cierto que en el mundo de la Guerra Fría solamente podía optarse por dos opciones: o se estaba con “Occidente” o se estaba con el “bloque comunista”. Pero ahora, las circunstancias han cambiado extraordinariamente y el mundo que afrontamos es completamente diferente: es un mundo en el que ya no existen, ni pueden existir un “único imperio global”, tampoco ninguna potencia reivindica el carácter de “leadership” alternativo. El comunismo se ha desintegrado y lo que existe en China no es, exactamente, el maoísmo que aspiraba aún a extender la “revolución de obreros y campesinos” a todo el mundo. Es una especie de capitalismo salvaje y de comunismo para uso interno. Rusia no es en absoluto ese “Estado comunista” que nos quieren presentar algunos. Es, según los cánones occidentales, una “democracia atenuada” que busca un “poder fuerte”. Existen otras potencias emergentes: Irán, Arabia Saudí, India… Y cada uno de estos centros ha forjado estrategias para tener un lugar bajo el sol a mediados del siglo. Solamente en Europa, la particular situación política y el enquistamiento generado por un sistema cada vez más inadecuado para gestionar la modernidad, nacido en el siglo XVIII e incapaz de adaptarse a las realidades del siglo XXI, las “democracia liberales”, hace que, cada año, la Unión Europea, vaya quedando más y más atrás en el desarrollo de una política común, en capacidad económica, en peso político internacional, incluso en coherencia interior. Después de casi 40 años de presencia del Reino Unido en la UE, quedó claro que el mundo anglosajón mira hacia los EEUU y solamente aspira a condicionar a Europa y a impedir que adquiera conciencia de la necesidad de alcanzar fortaleza, fuerza, integridad y peso internacional. La UE está a la deriva desde que a principios del milenio se hizo imposible la aprobación de una Constitución Europea y hoy ni siquiera sabemos qué es la UE, ni hacia donde camina. Sabemos dónde está: ejerciendo el virreinato continental en nombre del Pentágono, como vasallo más que como aliado, y sin personalidad propia.

Se ha dicho que las crisis son para algunos “oportunidades” y la crisis ucraniana debe ser un revulsivo para Europa: así, el continente no puede sobrevivir por mucho tiempo. Sometido a las presiones e imposiciones del Foro Económico Mundial, con unos dirigentes políticos que miran más a su futuro personal que a los intereses de las naciones y de las sociedades que los han elegido, merecen el nombre de “traidores” y el destino que, históricamente, siempre ha aguardado a todos los traidores a su país, a su cultura, a su tradición y a su sociedad.

La lectura que hemos hecho de la crisis ucraniana nos dice que ha estallado a causa del interés del “Deep State” norteamericano por abrir un nuevo frente de crisis que permita avanzar hacia la realización de la “Agenda 2030” y que ésta supone la instauración de un “mundo feliz” huxleyano en el mundo. Una vez más, han jugado con la vida de ucranianos y rusos, como hace 83 años enfrentaron a los pueblos para impedir la concreción de un “nuevo orden europeo”.

Las crisis pueden saldarse con parches técnicos o con victorias de una u otra parte. Putin ya ha vencido: ha demostrado cual es la línea roja que no puede transgredirse y que quien lo haga se hará acreedor de una operación de castigo. Zelensky está derrotado: ni entrará en la OTAN, ni en la UE. Intentará salvar lo salvable (en especial su propia figura), pero su ciclo ha terminado. Sabe perfectamente, tan bien como cualquier analista, que el futuro de Ucrania es de asumir una situación de neutralidad como la que tuvo Finlandia, Suiza, Austria o Suecia, durante la Guerra Fría. EEUU vencerá mientras encuentre debilidad, complicidad y aquiescencia entre los gobiernos europeos. De momento está consiguiendo buenos negocios a costa del sufrimiento ucraniano y de la debilidad y traición de los gobiernos europeos.

La “oportunidad” que ofrece este conflicto es que, a partir de ahora, es posible “resetear” la situación política en Europa Occidental: sabemos que precisamos una defensa europea integrada y autónoma, sabemos que precisamos una unidad política que no puede ser ni “euroasiática” (Europa satelizada por Rusia), ni “euroccidental” (Europa satelizada por los EEUU), sabemos que el mundo tiende hacia un orden multipolar y solamente hace falta que Europa adquiera la conciencia del momento histórico que estamos viviendo y trabaje en dirección a su unidad, integridad e independencia, si quiere jugar algún papel internacional en el futuro. Y todo eso para por el neutralismo.

De ahí que la consigna del momento y la gran oportunidad que ofrece la crisis ucraniana sea: LA NEUTRALIDAD DE EUROPA A TRAVÉS DE LA NEUTRALIDAD DE UCRANIA.