martes, 15 de marzo de 2022

ENTREVISTA CON EL BLOG "MIS CORREOS CON GENTE INQUIETANTE"


El blog Mis correos con gente inquietante me envió un cuestionario que respondí y que está publicado en este blog cuya lectura recomiendo. Este es el diálogo por e-mail que mantuvimos:

 

- Si no estoy equivocado, usted reside habitualmente en Canadá. Me gustaría conocer de primera mano su experiencia personal allí en los últimos años, bajo el gobierno de Trudeau, del "Partido Liberal de Canadá".

He residido en Canadá y, ahora pasó temporadas en aquel país. En conversaciones con canadienses y con otros europeos allí, adquirí la convicción de que existen los mismos problemas (crisis económica, pérdida de poder adquisitivo, inmigración masiva, inseguridad creciente) en todo el mundo desarrollado, pero en Canadá eran, simplemente, mucho menores. Luego llegó de la nada Justin Trudeau, aupado por el Foro Económico Mundial; un actor fracasado, auténtico “niño de papá”, que se las daba de “liberal” y que no era nada más que una mixtura entre los modales ideológicos amanerados de ZP y la mirada vacía y psicópata de Pedro Sánchez.

En Canadá, por ejemplo, no existía “demanda social” de legalización del porro, ni de legislación favorable al mundo gay. Es un país muy tolerante para necesitar todo eso. Recuerdo una manifestación en Montreal anunciada durante semanas a favor de la legalización del haschisch y que no contó con más de 125 asistentes, visiblemente freakys locales. Pero eso no fue obstáculo para que, llegado al poder, Trudeau legalizara el porro, y generase un arsenal legislativo favorable a la minoría LGTBIQ+.

El carácter canadiense es afable, dialogante y liberal en el sentido de admitir distintos puntos de vista, por eso, no han gustado las medidas de Justin Trudeau, que imponían penas de prisión, multas, por simples errores (como llamar “Mariano”, que deseaba ser llamado “María”, por su simple deseo y a pesar de no haber sido hormonado, ni pasar por el delirante proceso de “transexualización”). Y así, Canadá ha ido “normalizándose” y tomando su modelo de San Francisco de California, más que de su propia identidad histórica.

Los canadienses, por su particular carácter tolerante, lo han aceptado hasta que Trudeau ha intentado imponer las normas anti-covid a los camioneros y a toda la sociedad. Entonces el país ha estallado en un grito de protesta que se ha prolongado durante un mes. Hoy, los camioneros y los manifestantes anti-Agenda 2030, han sido desalojados del centro de Ottawa, pero Trudeau es un cadáver político al haber propuesto la aplicación de medidas liberticidas y huir a paradero desconocido en el instante de mayor tensión. En Canadá, hoy, ha quedado muy claro que Trudeau, lejos de resolver todos los problemas del país, él mismo es el gran problema. Mundialismo y globalización son los dos problemas reales de nuestro tiempo. Lo más triste es que hoy, Canadá se parece, en el peor sentido, a cualquier otro país europeo más de lo que se parecía hace cinco o siete años.


 

- Decía Balzac que todo poder es una conspiración permanente. Con la perspectiva que da el paso del tiempo, después de tantos años de militancia, libros publicados, viajes, experiencias personales... ¿sigue teniendo esa pulsión revolucionaria, o prefiere como se suele decir, "ver los toros desde la barrera", manteniéndose en un segundo plano?

En lo personal -y pocas veces hablo de “lo personal”- soy una persona “quemada” por mi pasada militancia en la extrema-derecha. Por lo demás, nunca me ha interesado la política como “carrera”, ni en los años 70, en donde pude optar por esa vía, ni mucho menos ahora, que, aunque quisiera, me estaría completamente cerrada. No es que esté en “segundo plano”, es que nunca pretendí estar en el “primero”. Para mí, la política era militancia, activismo, aventura, destino, ideas. Ya he vivido todo eso y me parecería ocioso (incluso vicioso) persistir en esa vía. Procuré hacerlo lo mejor posible y de la manera más ilusionada y razonable. Hoy, me defino como “apolítico”, entendiendo por tal una actitud distanciada de la política, no desinteresado por la política.

En lo esencial, no he variado mis opiniones doctrinales, desde los años 70. Por supuesto, las he renovado e ido adaptando. Me han servido como patrón para interpretar la realidad y, hoy, a mis casi 70 años, creo que son justas en la medida en que la evolución de los hechos me ha ido dando la razón. Esas posiciones son contrarias al liberalismo y a la partidocracia como creadores de debilidad y corrupción, opuestas al “relativismo” (creo en valores absolutos), completamente opuesto a cualquier forma de progresismo (con todo lo que le acompaña) y, en lo positivo, identificado con los valores de la cultura clásica y los valores “tradicionales” (que no son, en absoluto, los valores burgueses). Más europeísta que nacionalista, y considerando que el papel de España debería ser el de puente entre Europa y América, por tanto, en absoluto “eurasista”. Consciente, además, de que vivimos al final de un ciclo y que la agonía todavía se va a prolongar unas décadas.

Me cuesta hacerme a la idea de que el mundo que van a heredar mis hijos y mis nietos, va a ser mucho peor, mucho más injusto, mucho más absurdo y mucho más decadente, que el mundo que me legaron mis padres. Me defino como un conservador consciente de que no hay nada que merezca del conservado, como un “anarca” (en el sentido jungeriano) que abomina del pensamiento masificado y con un revolucionario que aspira solamente a una revolución del orden.

- Eso que han llamado "transición a la democracia" se presenta habitualmente como un esfuerzo colectivo de izquierdas y derechas para superar el franquismo, una especie de acuerdo mágico por la cual el "consenso" y la "unidad de los demócratas" lograron la modernización del país y su entrada en la OTAN y en la UE. Cualquiera que sepa un poco de historia sabe que la versión oficial de la transición tiene muchas notas a pie de página, asesinados en atentados de falsa bandera que generaron entre la "opinión pública" un desapego creciente hacia opciones políticas más ideologizadas y peligrosas para el sistema. En Italia y en Portugal ocurrió lo mismo, con lo que entiendo que no fue algo casual. ¿Qué papel tuvieron los servicios secretos americanos en esos "acontecimientos"? ¿Hasta qué punto los servicios rusos, la TASS o la KGB, tenían influencia en España?

La “versión oficial” de la transición dice eso, efectivamente, pero la realidad cuenta otra cosa. Lo primero que hay que tener en cuenta es que la “transición” no empezó con la muerte de Franco, sino durante el período de presidencia de Carrero Blanco. Carrero era consciente de que el incipiente capitalismo español precisaba nuevos mercados y que era necesario ingresar en la Comunidad Económica Europea, aunque también buscase mercados nuevos en el Este de Europa (el comercio español con el Este de Europa se inició con Carrero entre 1972 y 1973). Carrero quería dar a la “democracia orgánica” un semblante aceptable para Europa y parecido al régimen de la República Federal Alemana: socialdemocracia sí, comunismo no. Por eso impulsó un estatuto de asociaciones políticas. Transición sí, pero controlada y limitada a una línea roja que excluía al PCE y a la extrema-izquierda de la vida política.


La muerte de Franco y, antes, el asesinato de Carrero, lo trastocaron todo. EEUU quería una España (y un Portugal y una Grecia) dotada de un régimen idéntico a cualquier otro país europeo y sin ningún tipo de limitaciones a la inversión extranjera, con un sector estatal reducido al mínimo y privatizado. Y lo consiguió. Los verdaderos actores de la transición fueron los intereses del capitalismo español que necesitaba nuevos mercados en el exterior, los inversores norteamericanos que veían a España como tierra de promisión y el Pentágono que pretendía ganar para la OTAN el espacio entre los Pirineos y Gibraltar, dando profundidad a la “alianza”. El Rey, Suárez, Carrillo, se llevaron la gloria de la transición, pero, es cuestión de tiempo, que la historia redimensione los papeles que asumieron en una obra cuyo libreto ellos no habían escrito.

No creo que los servicios soviéticos tuvieran excesivo interés en España en aquel momento. Con todo, no hay que olvidar que, hasta el desplome de la URSS, el Partido Comunista de España siguió recibiendo fondos de los países del Este (la caída de Ceaucescu interrumpió definitivamente esta fuente). La inteligencia soviética tenía agentes dentro del PCE, como los tenía dentro de cualquier otro aparato comunista en el mundo, pero su acción durante la transición fue invisible. Para la URSS el statu quo español era el mejor que podía aspirar: fuera de la OTAN y al margen de las democracias.

En lo que a ETA se refiere, es cierto que tenía su base en Argel, país que, entonces, estaba alineado con la URSS. Si hubo intercambio de información entre el KGB e interlocutores españoles, debió pasar por allí y por el PCE. ¿La CIA? Sí, claro, su papel fue mucho más importante porque, a fin de cuentas, de lo que se trataba era de que España abriera sus puertas de par en par al capital norteamericano. Por lo que me consta, enviaron agentes para estar perfectamente informados de lo que ocurría aquí y de los posibles problemas que pudieran aparecen. Y neutralizarlos, por supuesto.

Pero lo esencial de las operaciones de “bandera falsa” que han podido identificarse en aquella época, corrieron a cargo de funcionarios de policía española y de otros cuerpos de seguridad, no en tanto que miembros de esos cuerpos, sino sirviendo a órdenes e intereses de los que ni siquiera eran conscientes. Básicamente, el problema de la transición consistió en que, en 1976, existía un “búnker” por la derecha y un Partido Comunista por la izquierda, y el resto de fuerzas políticas, tenían una existencia virtual. La transición solamente era posible realizarla con un “centro” que actuara como amortiguador de unos y otros. Para eso, se generó un terrorismo en gran medida artificial que actuó desde los extremos (ETA, Grapo y anarquistas por una parte y ultras desorganizados por otra) para que la gran masa de población se acogiera a la “protección” del Estado en el centro. Así nació el clima que favoreció el nacimiento de UCD. Tal es mi “teoría de la transición”, demostrarla ya es harina de otro costal…


 

- En su entrevista con Manuel Vázquez Montalbán para "Mis almuerzos con gente inquietante", hace ya treinta años, adivinaba acertadamente que el fascismo resurgirá, pero con una apariencia totalmente diferente a la de los "fascismos históricos" (nacional-socialismo, nacional-sindicalismo, falangismo). ¿Cuándo relee aquella entrevista, qué sensaciones tiene?

Vázquez Montalbán era un personaje entrañable. Si me apura, mejor persona que escritor. Y mucho mejor ensayista que novelista. Incluso, mejor cronista que ensayista. Era un “verso libre” en el PSUC (el PC en Cataluña) en cuyo comité central estuvo durante años. Me entendía bien con él, porque ambos no teníamos prejuicios en hablar con “adversarios políticos”. Y nosotros, lo éramos. Y, además, a ambos nos ha acompañado la ironía como forma de expresarnos.

Cuando Vázquez Montalbán realizó esa entrevista, yo tenía claras unas certidumbres, no propias, sino derivadas de la lectura de El fascismo visto desde la derecha de Julius Evola. A saber: que el fascismo era la concreción en un momento (la primera postguerra europea con la ofensiva del bolchevismo) y en un lugar (esencialmente Europa), de un movimiento en el que podían encontrarse aspectos negativos (formas de culto a las masas, concesiones tácticas no siempre morales), que, en cualquier caso, eran secundarias en relación al vector principal que suponía -y esto es lo importante- la recuperación y la traslación al siglo XX, de valores que siempre habían sido propios de la cultura y de la civilización europea: “orden – autoridad- jerarquía – justicia social”. Desde el mundo clásico estos valores que, en el fondo, constituían lo esencial de los “fascismos”, habían estado presentes en los mejores momentos de nuestra historia. 

Son esos valores tradicionales los que, en cualquier momento pueden reproducirse en algo que no se llamará “fascismo”, no tendrá siquiera similitudes formales con lo que conocemos del fascismo genérico, pero en su fondo, hará suyos, al menos una parte importante del bagaje intelectual del fascismo histórico. O si lo prefiere, puedo decirlo de otra manera: todo lo que valió la pena de los fascismos fue lo que en ellos fue herencia de la tradición y de la cultura europea. Hace un año dediqué un ensayo sobre lo que llamaba “transfascismo”; se componía de tres partes: el recordatorio de lo que fue el fascismo histórico (con la certidumbre que ya me acompañaba desde los años 60 de que nunca volvería), la descripción de la modernidad actual y de lo que cambiará en los próximos 20-30 años (y que hará irreconocible al mundo en la ordenación con que existe hoy) y, finalmente, una última parte en la que, punto por punto, definía lo que puede subsistir de cada rasgo del fascismo y cómo puede mutar. Por lo demás, de Vázquez Montalbán y de aquella entrevista, conservo mi afición por el sushi y la carne cruda.

 

- Ni la llamada "alt-right" ni las derechas populistas tipo Salvini o Abascal cumplen los requisitos mínimos del fascismo clásico, eso está fuera de cualquier debate. En todo caso, cumplen con una función "entrista", introduciendo debates impensables hace unos años en eso que llamamos "opinión pública". En el caso de VOX, ¿cuál cree que será la evolución del partido? ¿Qué opinión tiene acerca de Zemmour?

La velocidad con el que el mundialismo quiere imponer sus criterios, inevitablemente, genera resistencias. Esta velocidad creciente se debe a que, en cualquier momento, puede desatarse una crisis económica generalizada y hace falta neutralizar cuanto antes a la población y mantener los “objetivos” de la Agenda 2030 (cambio climático, igualdad, LGTBIQ+, energías renovables, transición energética, inmigración, etc). Las protestas que se han desarrollado en Canadá (“la caravana por la libertad”) y en Francia (los “chalecos amarillos”) indica la fragilidad del sistema: cada vez está más cerca de sus objetivos, pero las resistencias son cada vez mayores; y este es el problema: que el sistema no puede permitirse ni muchas demoras, ni la aparición de sarpullidos que correrían el riesgo de generar metástasis, paralizar y revertir el proceso mundializador.

En toda Europa han aparecido opciones antimundialistas y populistas con mejor o peor fortuna. Indudablemente no tienen nada que ver con el viejo fascismo (en la medida en que éste respondía a otra época y a otros desafíos completamente diferentes a los actuales y podía formularse en base a estructuras que hoy ya han desaparecido). Vox es una de estas opciones. Yo me atrevería a sugerir que, hoy por hoy, Vox es la formación “enigma”: todavía no se sabe, lo que puede dar de sí. El riesgo es que se limite a ser la componente de “derecha radical” del sistema, vaya permanentemente de la mano del PP, esto es, de la derecha liberal, o que vaya cayendo en los mismos errores que cualquier otro partido: burocratización, corrupción interna, cierta ambigüedad en el programa y unos objetivos inaplicables dentro de la constitución española actual (que requiere mayorías de ¾ partes para poderse aplicar) y que siga un camino similar al que, en el otro lado, ha recorrido Podemos en una década.

Juega a su favor el que el electorado empieza a estar muy harto de votar a partidos que siempre terminan decepcionándolo y, para muchos, es la última elección a la que entregar el voto, después de haber recorrido todo el espectro de siglas. Tiene en su contra cierta indefinición, especialmente en su programa económico, y una calculada ambigüedad para no ser confundido con viejas opciones ultras.

Pero, como digo, todavía deben demostrar que sus dirigentes están preparados y no son como los de cualquier otro partido hoy en el mercado de las siglas: ambiciosillos ansiosos de vivir del erario pública. El tiempo dirá si merecen, amplia y mantienen la confianza del electorado o se quedan en la cuneta como le ha pasado a Podemos o a Ciudadanos.

En lo que se refiere a la candidatura de Zemmour, no hay que olvidar que se trata de un “politólogo”, no de un dirigente político, es muy diferente limitarse a analizar que intervenir. Hasta ahora, como politólogo y polemista, Zemmour ha dado en el clavo en los “males de Francia”. Pero, también es cierto que Marie Le Pen, coincide, en lo esencial, y fuera de matices electorales, con él. Creo que ha sido un error presentar dos candidatos para disputarse el mismo espacio político, en un país en el que la segunda vuelta es la que da la victoria. Es cierto que Marine Le Pen, no puede ser permanentemente la “aspirante” a la presidencia y presentar su candidatura cada cinco años, para ser derrotada en la segunda vuelta; la lógica sugiere que lo más razonable hubiera sido llegar a una entente entre los dos candidatos y hacer un frente común que hubiera sumado más entusiasmos, en lugar de dividir el voto anti-stablishment. Pero ¿desde cuándo la lógica forma parte de las decisiones políticas? Incluso en la cuna del racionalismo cartesiano, el absurdo en política es frecuente.


 

 - Hace años compré un libro titulado "El enemigo del sur", posiblemente un texto pionero a la hora de explicar los chantajes de Marruecos a los sucesivos gobiernos españoles, que siempre vienen a ser el mismo. ¿Llegaremos a ver un conflicto armado entre España y Marruecos? ¿Qué papel podría tener Argelia en ese conflicto?

No creo que la sangre llegue al río. Al menos no, entre España y Marruecos. Un buen día, nos despertaremos y el gobierno español de turno, habrá negociado la entrega de Ceuta y Melilla, a cambio de que Marruecos facilite más inmigrantes a España, por ejemplo... Y siempre habrá algún ministro del gobierno español, que intentará convencernos de que salimos ganando y que es por el futuro de nuestras pensiones y de nuestros hijos, incluso por el bien de la población española en Ceuta y Melilla. Y, si no, al tiempo. Unos años después y el mismo esquema podría repetirse con Canarias. En El enemigo del sur, que firmé con el seudónimo de “León Klein” en la primera edición de 2004, planteaba que España solamente tiene un único enemigo y los planes militares del Estado Mayor, no contemplan ningún riesgo procedente de los Pirineos o del Atlántico. La única eventualidad de un conflicto internacional para España está localizada en el eje Gibraltar-Canarias, esto es, en el Sur.

No hay pelea, suele decirse, cuando uno de los dos contendientes renuncia a pelear, o no está en condiciones de hacerlo. La sociedad española no puede soportar ni una guerra, ni un conflicto que obligue a algo al ciudadano medio; éste solamente aspira a comer, beber, vivir tranquilo y que nadie la moleste. Por su parte, el Estado Español no podría soportar las tensiones, esfuerzos presupuestarios y obligaciones de una guerra. Marruecos lo sabe pero, históricamente, desde mediados de los noventa ha iniciado una guerra de baja cota contra España en cinco frentes: inmigración masiva; paso libre hacia el norte de, entre 80 y 100.000 tonelada de haschisch exportado ilegalmente hacia España; guerra económica aumentando la exportación de productos agrícolas hacia la UE que arrinconan a la agricultura española -ante la que inexplicablemente nuestros gobiernos, del PP, ni del PSOE, no reaccionan, pudiendo imponer su derecho al veto en la UE-; inexorable construcción del Gran Marruecos (que apunta, por este orden, hacia las Islas Adyacentes, hacia Ceuta y Melilla y hacia Canarias); y, finalmente, realiza los chantajes más desaprensivos, tanto a España como a la UE, con absoluta impunidad y contando con su papel de base del Pentágono en África, exigiendo dinero y créditos a fondo perdido para “frenar” a la inmigración masiva, pero sin hacer nada efectivo para detenerla, sino más bien, todo lo contrario: la estimula, incluso con menores.

Todo esto supone una carga económica anual de miles y miles de millones, el debilitamiento de la cohesión de la sociedad española y la existencia de una “bolsa” de carácter étnico, religioso y cultural que no tiene absolutamente nada que ver con nuestro país y que ni siquiera está interesada en integrarse.

Ahora bien, el conflicto entre Marruecos y Argelia si es uno de esos puntos calientes del globo que, en cualquier momento, puede estallar en una guerra abierta. Marruecos reivindica, desde su fundación, las regiones argelinas de Tinduf y Bechar. El apoyo de Argelia al Polisario (instalado precisamente en las arenas de Tinduf) agrava la situación, así como el tradicional odio ancestral entre ambos países. Argelia, en todos los terrenos, tiene mucho más interés por Francia que por España (sus inmigrantes ilegales deben pasar por España, para llegar a Francia), de la misma forma que en Marruecos esta vinculación es mayor con España.

Lo que nadie ha logrado entender, ni la historia pretende explicar, es lo que pasó por la cabeza de Felipe González para aprobar el trazado de un gaseoducto que condujera el gas argelino a España ¡a través de Marruecos!, porque los conflictos entre ambos países son consuetudinarios.

En fin, sea como fuere, existen más posibilidades de conflicto entre Argelia y Marruecos que entre Marruecos y España. Ahora bien, aquel conflicto, supondría, no solamente para España, sino para toda la UE, una oleada de millones de “refugiados”, esto es, el espaldarazo definitivo al multiculturalismo multiétnico en Europa. Y eso es a lo que debemos de estar atentos, así como a las modificaciones de la situación en Ceuta, Melilla y Canarias.


 

- La izquierda posmoderna sigue emperrada en considerar al franquismo como un "régimen fascista", algo totalmente erróneo, ya que si por algo se caracterizó Franco fue por su pragmatismo y su adaptación a los cambiantes escenarios internacionales en todo momento. En este sentido, y con todas las salvedades posibles, ¿podríamos decir que el franquismo, por aquello de los ministros falangistas y los tecnócratas, desarrolló políticas de "tercera posición"?

El gran error consiste en considerar que hubo “un” franquismo, cuando, en realidad, el franquismo tuvo varias etapas que demostraron la capacidad de adaptación de Franco a las circunstancias cambiantes. Tras el período “falangista imperial” que coincidió con el triunfo de las armas alemanas en la Segunda Guerra Mundial, vino el período nacional-católico en la que los puestos ministeriales fueron ocupados por “propagandistas católicos” y miembros de la derecha monárquica. Luego, ya en los 50 y, especialmente, a partir de 1959, las necesidades del desarrollo y los acuerdos con los EEUU, hicieron que el régimen precisara de tecnócratas y echara mano de los miembros del Opus Dei.

No fue un régimen fascista, salvo para ignorantes que vean fascismo hasta en su propia sombra. No se pareció en nada al régimen del Tercer Reich que marcaba a los grandes industriales el rumbo a seguir y limitaba sus beneficios, ni siquiera al del “Ventennio” fascista. Las similitudes formales que tuvo fueron con otro tipo de regímenes: con el Estado Novo de Oliveira Salazar, con el régimen del mariscal Petain con capital en Vichy, con el gobierno del mariscal Antonescu en Rumania, con el gobierno de Miklos Horthy en Hungría, incluso con el breve régimen de Metaxas en Grecia: es decir, con gobiernos cuyas tres características eran ser autoritarios, conservadores y paternalistas.

Los ministros falangistas que tuvo el régimen de Franco en los años en los que Serrano Suñer tuvo influencia efectiva, no eran “terceristas”, sino que el rasgo que les caracterizaba era ser pro-germanos y lo mismo valía para el propio Miguel Hedilla. Sostenían que la “revolución nacional” en España dependía de la suerte de las armas alemanas y que, participar en la guerra al lado del Reich era la forma de acelerar los cambios en España. Tal era la actitud la sostenían los “falangistas revolucionarios” (con Ridruejo al frente). Existía otro sector falangista, en la misma época, los “falangistas legitimistas” (que había conocido personalmente a José Antonio y/o pertenecían a su familia -su hermana Pilar- o a su entorno político -Fernández Cuesta) que aceptaban cualquier decisión de Franco. Y esto vale también para Girón y Arrese.

Entre 1939 y 1942 no hubo políticas “terceristas” en España: o bien se estaba con Alemania, o bien se adoptaba una postura de neutralidad. Fue, más adelante, cuando Franco elaboró la teoría de que la Segunda Guerra Mundial era, en realidad, un conflicto en el que había dos guerras completamente diferentes, la guerra de Alemania contra las democracias en la que España se declaraba neutral, y la guerra contra el comunismo en la que España tenía que saldar cuentas pendientes y por eso envió a la División Azul. Esta posición, le valió luego el que los EEUU respetara al régimen e, incluso, en los años 50 pactara con él. No puede hablarse de sombras de “tercerismo” en ningún caso.


 

- Vivimos tiempos distópicos, y mi impresión personal es que muy poca gente en la UE es consciente de que el final del "proyecto europeo" podría estar mucho más cerca de lo que pensamos. ¿Qué opinión tiene al respecto? Allá por mediados de los ochenta y dentro del llamado "área", ¿se podía intuir la disolución de la Unión Soviética y la caída del comunismo en los países del este de Europa?

La Comunidad Económica Europea nació, como su nombre indica, con una intencionalidad económica y con una voluntad de evitar nuevos choques entre Francia y Alemania. Luego, más adelante, en la época de Maastrich quiso ir más allá, cuando cayó el Telón de Acero. Pero no lo ha logrado y se ha limitado a quedar integrada y configurada como el “apéndice europeo” de la globalización, sin advertir que Europa es una de las zonas geográficas más afectadas negativamente por este proceso (con deslocalizaciones industriales de Oeste a Este y con una invasión migratoria de Este y Sur a Oeste y Norte). La constitución europea (que fue votada favorablemente durante el zapaterismo -sin mucho interés por parte de la población, bien es cierto-, fue rechazada en otros países y, desde entonces, nunca más se ha vuelto a oír hablar de ella). La UE está estancada y sin posibilidades, ni voluntad, de hacer otra cosa. El “proyecto europeo” de la UE es… seguir sin “proyecto europeo”, como iniciativa integrada en el proyecto globalizador.

El hundimiento de la URSS fue imposible de prever en los primeros meses del gobierno de Gorvachov. Todo lo más, apuntaba a algunas modificaciones en política interior y a un nuevo tono dialogante en política exterior. Tras la caída del Muro de Berlín, y tras la guerra de Kuwait, ya estaba claro que EEUU había ganado la partida. Treinta y dos años después, Rusia se ha reconstruido, los EEUU acumulan problemas y ya distan mucho de ser el “único imperio global” que fueron entre 1989 y 2001 y han entrado en liza nuevos actores. A todos nos sorprendió en 1986-87 lo ocurrido en la URSS.

Recuerdo que en esa época publicábamos la revista DisidenciaS y dedicamos un dossier a los países del Este. Lo que nos sorprendía en aquel momento era la velocidad con la que se estaban disolviendo los regímenes comunistas. Hoy, creo que mi generación tuvo la desgracia de vivir su juventud en un período en el que Europa estaba rota, dividida y ocupada entre Washington y Moscú. Me llenó de alegría que la URSS desapareciera y me llena todavía más de entusiasmo vivir sabiendo que el fin de los EEUU, tal como lo hemos conocido, está próximo.


 

- En su muy interesante blog "Infokrisis" (https://info-krisis.blogspot.com), que desde aquí recomiendo a todo el mundo, además de hacer análisis de corte político o geopolítico, hace algunas reseñas de series o películas que han llamado su atención recientemente. De todo lo que ha visionado o leído últimamente, ¿qué ha llamado su atención? ¿tiene algún próximo libro de próxima aparición?

Bueno, en realidad, la que se interesa por la crítica cinematográfica es mi esposa. Yo me contento con dinamizar una web dedicada únicamente a series de televisión y, en especial, a las novedades de los streamings (seriesTVinfo: https://seriestvinfo.com/). Reconozco que, en los últimos cinco años, la calidad media de las series de televisión ha ido bajando paralelamente a su aumento numérico. En la actualidad estoy preparando otra web sobre el cine español entre 1939 y 1975 que era de una talla muy superior al que se sugiere hoy y que dio a la historia de la cinematografía grandes películas hoy olvidadas y directores geniales hoy denostados por su colaboración con el régimen.

Hace diez años, si alguien me hubiera preguntado qué destacaría de los estrenos de series, le hubiera contestado que todo lo procedente de los países nórdicos, el “nordic noir”. Hoy, ese género ha perdido la iniciativa y estas plataformas se han visto inundadas por productos turcos, coreanos, producciones del sureste asiático, mediocres, sino infames; al mismo tiempo, lo producido en Hollywood por Netflix y HBO, se ha convertido en un repertorio LGTBIQ+, sin olvidar series esperpénticas en las que personajes históricos de Ana Bolena, la corte de la “princesa española”, personajes de novelas como Arsenio Lupin, o arquetipos míticos como Aquiles, jarls vikingos, son interpretados por actores de raza negra.

No es que me queje de la sobrerrepresentación de temáticas LGTBIQ+, me quejo de la mediocridad general, la falta de interés, incluso las malas interpretaciones y la banalidad de la inmensa mayoría de estos productos de puro adoctrinamiento. Y en cuanto a la presencia absurda de actores negros encarnando a personajes, tiende a adoctrinar en el sentido de que todos pertenecemos a la “raza humana” y, por tanto, qué más da si Ana Boleta, la duquesa de Eboli o la corte de la hija de los Reyes Católicas está formada por negros o árabes. Lamentablemente, el absurdo empieza con una confusión taxonómica: no existe “raza humana”, sino “género humano”. Y entre las razas existen diferencias de carácter cultural y antropológico. Que los streamings y los fondos de inversión que los patronean tengan necesidad de borrar cualquier signo de identidad entre pueblos, razas, personas, sexos, es algo que requiere un “adoctrinamiento” machacón. Que la calidad de todos estos productos seudo-culturales es baja o muy baja, es una constatación que puedo formular como crítico.