jueves, 3 de marzo de 2022

Constructores de la modernidad – REICH, Wilhelm - Una forma de ver la sexualidad (2 de 3) - PSICOLOGIA DE MASAS DEL FASCISMO

 


EL CAMINO A LA PSICOLOGÍA DE MASAS DEL FASCISMO

En Berlín, fundó el Instituto de Psiquiatría Popular, abriendo por primera vez su consultorio psiquiátrico a clases sociales desfavorecidas que jamás hubieran podido pagar los servicios de un psicoanalista. Gracias a las confidencias realizadas por cientos de trabajadores, fundamentalmente de izquierdas, pudo conocer mejor a la clase obrera y, por tanto, se sintió en condiciones de elaborar una teoría propia sobre la aparición del nacionalsocialismo que a partir de su llegada a Berlín experimentaba un rápido ascenso precisamente entre la clase obrera. Fue así como nació en su mente la idea de escribir una obra que interpretara los motivos por los que, contraviniendo a la dialéctica de la historia, el nacionalsocialismo estaba arraigando entre las masas obreras.

Su libro Psicología de masas del fascismo denuncia la falsedad de la doctrina oficial del comunismo sobre el fenómeno nacionalsocialista. Reich niega que el nazismo sea solamente el “brazo armado de la burguesía”. De hecho, él sabía perfectamente, que buena parte de los militantes del nazismo, procedían de la izquierda y de la extrema–izquierda y eran, en cualquier caso, proletarios. Así pues, el nazismo era más complejo que una simple reacción de la burguesía. Reich intenta encontrar una matriz sexual al nazismo.

Si la interpretación sexual del nazismo se hizo acreedora de excomuniones por parte del Partido Comunista, puede pensarse como fue recogida en los medios hitlerianos.

Para colmo de sus desgracias, el 30 de enero de 1933, Hitler es nombrado Canciller del Reich. Y como tragedia añadida, el judío y comunista Wilhelm Reich, obsesionado por la sexualidad, era así una caricatura antisemita habitual en el diario de Julius Streicher, Der Sturmer.

Cuando se inicia el gobierno nacional–socialista, Reich, precavidamente, huye de Alemania y se refugia, primero en Dinamarca, luego en Inglaterra y más tarde en Suecia. En los tres países, es declarado “indeseable”. Afortunadamente para él, resulta mejor acogido en Noruega donde puede establecerse momentáneamente y fundar el Instituto de Investigaciones Biológicas de Economía Sexual, extraño nombre bajo cuyo rótulo seguirá las investigaciones en relación a la “energía orgánica”. Es el año, 1938, dieciocho meses después, se embarcará para los EEUU, país que ya no abandonará jamás.

Desde 1933 –año del advenimiento del nacionalsocialismo– había abandonado la práctica de la psiquiatría privada y se consagró a perfilar sus conocimientos sobre la “energía orgónica”. Sus investigaciones van en la misma línea que había iniciado en Viena. Es en este período en el que Reich cree tener motivos suficientes como para pensar que la “energía orgónica”, no se libera solamente durante el orgasmo, sino que representa una “fuerza vital” presente, en estado libre, en el conjunto del Universo. Se trata de una fuerza invisible, difícilmente mesurable, de carácter cósmico y omnipresente, el fundamento mismo de la existencia. A partir de ese momento, los únicos problemas que le interesa resolver son los relativos a la medición, utilización, captación y manipulación de la que, a partir de entonces, llama “energía orgánica”. Y es con este bagaje teórico como llega a los EEUU.


LOS CONTENIDOS DE PSICOLOGIA DE MASAS DEL FASCISMO

Mientras que el Partido Comunista Alemán y todas las formaciones de izquierda definían al “fascismo” en términos políticos y económicos, la novedad que introduce Wilhelm Reich en su análisis es la consideración del fascismo como la cristalización de un fenómeno fundamentalmente psicológico. Definirá al fascismo como “la expresión políticamente organizada de las estructuras del carácter del hombre medio, de una estructura que no está ligada ni a determinadas razas ni naciones ni a determinados partidos, sino que es general e internacional”. Así pues, el fascismo es un problema de “carácter”, la materia en la que quiere penetrar el análisis psiquiátrico. Por eso mismo, el tema racial apenas tiene espacio en el libro (a pesar de que uno del os capítulos esté dedicado a este asunto, pero su lectura evidencia que Reich no se ha hecho con una teoría capaz de interpretar el racismo nacionalsocialista en su propia clave sexológica). La superficialidad de Reich en esta materia y sus contradicciones se evidencian cuando alude a la “biocracia” del fascismo alemán y luego termina basando su concepción en la “biología natural”.

La definición y la naturaleza del “fascismo” es para Reich inseparable y dependiente de las “estructuras del carácter”, mucho más que de las razas, de la presencia de un Führer o un conductor genial o de un partido político concreto es un horizonte específico. Para él, puede aparecer “fascismo” en cualquier horizonte étnico y racial, no solamente en Alemania. El carácter racial del nacionalsocialismo sería para Reich accidental y no el motor esencial de su doctrina que, a la postre, considera como fundamentalmente psicológico. Esto es justamente lo que más molesta a sus camaradas de izquierdas, que pronto abjurarán de él (el impacto que este rechazo crea en Wilhelm Reich será el inicio de su paranoia y terminará atribuyendo sus fracasos personales en EEUU a la acción de los “comunistas”), el pasar por alto las especificidades doctrinales y políticas del fascismo en beneficio de una interpretación exclusivamente psicológica. No hay una línea sobre la “noche del cristal”, sobre el antisemitismo, sobre los campos de concentración y sobre todos los lugares comunes de la propaganda antifascista.

En realidad, terminará hablando en los años 40 de un “fascismo rojo” en el que sitúa al comunismo y al gobierno soviético. Al aludir a la URSS de principios de los años 40, denuncia que los cambios legislativos anuncian la defensa de la familia tradicional (esto es, patriarcal), la condena a la homosexualidad (en lugar de la libertad sexual) que implican, en la práctica, el retorno del gobierno soviético a formas de represión sexual que, siempre según él, habían desaparecido en los primeros años del bolchevismo.

El análisis de Reich empieza fijándose en el espacio que la “irracionalidad” tiene en el nacionalsocialismo: sus mitos movilizadores no apelan a la “razón”, sino a las “emociones”. Hitler tiene la habilidad de apelar a las emociones para conseguir adeptos… Evidentemente, Reich prefiere ignorar que el KPD hace otro tanto, solo que bajo la apariencia intelectual del sistema materialista dialéctico enunciado por Marx. En realidad, el gran hallazgo, no de Hitler, sino de toda aquella época, especialmente a partir de Sorel, es el papel jugado por los mitos en la movilización política. Reich, inicialmente, marxista ortodoxo, no puede aceptar esta doctrina soreliana, ni reconoce que el KPD, niega el mito, pero trabajo con él ¿acaso no son la “lucha de clases” o la “conciencia proletaria” un mito marxista?

Como se sabe, el psicoanálisis es la forma de penetrar en la irracionalidad del inconsciente y neutralizar su peso sobre la psique. A la sociedad le ocurre lo que al individuo particular: si el fascismo ha surgido de sus profundidades y se configura como pura irracionalidad, habrá que aplicar, para interpretarlo, reconocerlo y sanar a la sociedad mediante el antifascismo, la doctrina psicoanalítica a la sociedad.

Se da cuenta de que los marxistas hablaban especialmente de “estructuras económicas”, de “procesos históricos”, de “lucha de clases”, de “infraestructuras que presionan a superestructuras”, etc., es decir, aluden a “cosas”, mientras que la propaganda nacionalsocialista habla de “personas”: excombatientes, parados, burguesía empobrecida, desencantados con la República, etc. En aquella época, el marxismo gustaba de insistir especialmente en su “carácter científico” y, por tanto, como toda ciencia, en su objetividad e ineluctabilidad. Eso daba al conjunto de la doctrina comunista un carácter frío y metódico propio de intelectuales alejados de la realidad o de agitadores formados en el dogma. Así pues, las armas que utilizaba el KPD y las demás formaciones marxistas para combatir al nacionalsocialismo eran “armas del siglo XIX” cuando el fascismo era un fenómeno propio de la “modernidad”. Reich se preguntaba: “Si el dilema era ¿“socialismo o barbarie”?, ¿cómo explicar que triunfara la barbarie?”. Y la respuesta a la que llega es que el fascismo es “la revolución del siglo XX”, la revolución de la modernidad. Reich escribe: “las masas de base del fascismo son de índole subjetivamente revolucionarias y objetivamente reaccionario”.

Reich se opone a las interpretaciones simplistas surgidas en la III Internacional y concretamente en uno de sus líderes, Dimitrov (ver nº 1 de la Revista de Historia del Fascismo, artículo ¿Idilio entre Hitler y Stalin?) sostenedor de la interpretación oficial del fascismo como “brazo armado del capital” y “última fase de la dominación de clase de la burguesía”. En 1935, la Internacional declara el “frente único contra el fascismo” como estrategia de lucha y trata de analizar por qué ha arraigado en las masas. Reich no está de acuerdo y alude a la temática psicológica formulando críticas al nuevo rumbo, siendo expulsado del KPD.

El segundo punto de desacuerdo era la consideración que realizaba la Internacional sobre el carácter pasajero y transitorio del fascismo. Se consideraba que era la crisis de 1929 la que había arrojado a las masas al fascismo (ver Revista de Historia del Fascismo nº XV y XVI, artículo sobre la Crisis de 1929, desmintiendo precisamente esa afirmación). Reich creía que, por encima de la infraestructura económica, el fascismo era, sobre todo un fenómeno del carácter y que por tanto, el mismo carácter podría reproducirse en un período de bonanza económica. En otras palabras, mientras que la interpretación bolchevique oficial situaba al fascismo en el terreno de las consecuencias económicas de la crisis, considerada ésta como “condición objetiva”, Reich respondía con las alusiones a la “psicología profunda” de las masas, elemento “subjetivo”, pero no por ello menos real. Y entonces llegamos al meollo de la crítica de Reich al fascismo: se basa en la cultura y, para él, toda cultura es expresión de una forma de sexualidad.

En sus experiencias en barrios obreros, Reich había creído identificar que los miembros del NSDAP más jóvenes, procedían de ambientes cuya “célula germinal central” era la familia patriarcal. Esa familia es el marco más adecuado para la represión de las pulsiones edípicas y tiende a eternizarse transmitiendo sus valores de padres a hijos. Por tanto, si de lo que se trata es de combatir al fascismo, evitar que la “psicología profunda” del fascismo renazca en otro momento, en otro país, en otra situación económica, solamente será luchando contra la concepción tradicional y patriarcal de la familia como podrá hacerse. Reich, sorprendido, constata que este tipo de familia era mucho más habitual entre los obreros de lo que el propio Marx creía y esta observación está en el arranque de su creciente desconfianza hacia la Internacional. Porque si fascismo y bolchevismo parten del mismo tipo de familia… es que, terminarán siendo lo mismo. Otra herejía que el KDP no podía tolerar.

La familia patriarcal es irracional por definición: nadie la cuestiona, ni siquiera todos aquellos que no son el “patriarca” omnipresente y todopoderoso, esto es, los que Reich considera como damnificados por esa estructura familiar. Eso le confirma en la idea de que lo irracional (el no sublevarse contra la autoridad ilegítima y aceptar su dictadura, rasgos con los que Reich, abusivamente, pinta a la sociedad patriarcal) ocupa un espacio decisivo en las masas. El fascismo lo ha sabido interpretar, de ahí que haya creado una liturgia que seduzca y arraigue en el seno de las masas. El gran hallazgo del fascismo es la utilización política de la irracionalidad y la formación de un culto laico: a la patria, al führer, a la naturaleza, a la juventud, a la lealtad, a la camaradería, etc, verdaderos dogmas que tienden a superponerse a los religiosos y que, por tanto, en la medida en que toda religión es producto de lo irracional según el psicoanálisis, pasan a ser valores religiosos. La política queda teatralizada en un culto en el que una camisa, un saludo, unos cánticos, unos desfiles, conforman la liturgia. Reich olvida que, no sólo el fascismo, sino cualquier movimiento de masas, de izquierda, de derechas, político, cultural, etc, tiende a desarrollar su liturgia propia. La misma democracia ha desarrollado un sistema animista en el que se convence al ciudadano de que es poseedor de una parcela de “soberanía nacional” que, mediante el acto del voto (la misa), en la que deposita un papel en una urna (el santo de los santos), mediante un ritual especial, custodiado por dos sacerdotes (los miembros de la mesa electoral), situada sobre un ara o altar, después de un día de ayuno y abstinencia (jornada de reflexión), ese voto, unido al de otras muchas parcelas individuales de soberanía, tras el recuento, servirá para investir, mediante otro procedimiento ritual a un ciudadano normal en presidente del gobierno hipostasiando sobre él la soberanía recibida de los individuos… ¿es o no es puro animismo? El mismo comunismo se parecía igualmente a una religión laica con dogmas, sacerdotes, ritos, mitologemas, doctrina, cánticos, oraciones, excomuniones, etc.

Reich se pregunta entonces cómo puede ser combatido este carácter irracional, de religión laica, del fascismo. Hay algo que si percibe Reich y sobre lo que tiene razón; lo explica en la página 14 de su obra: “nuestra civilización está profundamente enferma”. La discrepancia sobreviene cuando se pregunta “por qué”. Y él mismo se responde: porque reprime la “sexualidad natural”. A partir de aquí, es normal, que sobre esta pirámide de razonamientos falsos, Reich termine atribuyéndose él mismo una misión: “liberar la vida sexual natural de cualquier condicionante externo que la reprima”. Y, no será, una redistribución de los medios de producción o de la renta como proponían sus camaradas del KDP, sino una “política sexual” liberadora. Decía: “Por mi propia experiencia, observando a los demás y a mí mismo, he llegado a la conclusión de que la sexualidad es el punto central en torno al cual giran tanto la vida sexual como el mundo psíquico del individuo”. Henos aquí en una forma extrema de pansexualismo que supera incluso la obsesión de Freud por el mismo tema.

Reich admite el materialismo dialéctico, pero trata de completarlo. Para él, en el carácter del ser humano existen “tres capas”: 1) la conducta “civilizada” (lo que se llama “modales”) que se derrumba en tiempos de crisis, 2) la irracionalidad (con su carga de destructividad, sadismo y crueldad) presente según él solamente en los regímenes fascistas y que es el producto de la represión de la sexualidad, y 3) el “núcleo biológico” conformado por las tendencias naturales del ser humano, entre las que figuran la sexualidad, la creatividad y el ímpetu revolucionario. Sería en este tercer nivel en el que debería de apuntar un movimiento revolucionario para enfrentarse de manera eficaz contra el fascismo, para lo cual sería preciso que el marxismo se dotara de una “política sexual” que hasta ese momento carecía. Era lo que Reich llamaba “sexpol”.