EL CAMINO A LA PSICOLOGÍA DE MASAS DEL FASCISMO
En Berlín, fundó el Instituto de Psiquiatría Popular, abriendo
por primera vez su consultorio psiquiátrico a clases sociales desfavorecidas
que jamás hubieran podido pagar los servicios de un psicoanalista. Gracias a
las confidencias realizadas por cientos de trabajadores, fundamentalmente de
izquierdas, pudo conocer mejor a la clase obrera y, por tanto, se sintió en
condiciones de elaborar una teoría propia sobre la aparición del
nacionalsocialismo que a partir de su llegada a Berlín experimentaba un rápido
ascenso precisamente entre la clase obrera. Fue así como nació en su mente la
idea de escribir una obra que interpretara los motivos por los que,
contraviniendo a la dialéctica de la historia, el nacionalsocialismo estaba
arraigando entre las masas obreras.
Su libro Psicología de
masas del fascismo denuncia la falsedad de la doctrina oficial del comunismo
sobre el fenómeno nacionalsocialista. Reich niega que el nazismo sea solamente
el “brazo armado de la burguesía”. De hecho, él sabía perfectamente, que buena
parte de los militantes del nazismo, procedían de la izquierda y de la extrema–izquierda
y eran, en cualquier caso, proletarios. Así pues, el nazismo era más complejo
que una simple reacción de la burguesía. Reich intenta encontrar una matriz
sexual al nazismo.
Si la interpretación sexual del nazismo se hizo acreedora de
excomuniones por parte del Partido Comunista, puede pensarse como fue recogida
en los medios hitlerianos.
Para colmo de sus desgracias, el 30 de enero de 1933, Hitler es
nombrado Canciller del Reich. Y como tragedia añadida, el judío y comunista
Wilhelm Reich, obsesionado por la sexualidad, era así una caricatura antisemita
habitual en el diario de Julius Streicher, Der
Sturmer.
Cuando se inicia el gobierno nacional–socialista, Reich,
precavidamente, huye de Alemania y se refugia, primero en Dinamarca, luego en
Inglaterra y más tarde en Suecia. En los tres países, es declarado “indeseable”.
Afortunadamente para él, resulta mejor acogido en Noruega donde puede
establecerse momentáneamente y fundar el Instituto de Investigaciones
Biológicas de Economía Sexual, extraño nombre bajo cuyo rótulo seguirá las
investigaciones en relación a la “energía orgánica”. Es el año, 1938, dieciocho
meses después, se embarcará para los EEUU, país que ya no abandonará jamás.
Desde 1933 –año del advenimiento del nacionalsocialismo– había
abandonado la práctica de la psiquiatría privada y se consagró a perfilar sus
conocimientos sobre la “energía orgónica”. Sus investigaciones van en la misma
línea que había iniciado en Viena. Es en este período en el que Reich cree
tener motivos suficientes como para pensar que la “energía orgónica”, no se
libera solamente durante el orgasmo, sino que representa una “fuerza vital”
presente, en estado libre, en el conjunto del Universo. Se trata de una fuerza
invisible, difícilmente mesurable, de carácter cósmico y omnipresente, el
fundamento mismo de la existencia. A partir de ese momento, los únicos
problemas que le interesa resolver son los relativos a la medición,
utilización, captación y manipulación de la que, a partir de entonces, llama
“energía orgánica”. Y es con este bagaje teórico como llega a los EEUU.
LOS
CONTENIDOS DE PSICOLOGIA DE MASAS DEL FASCISMO
Mientras que el Partido Comunista Alemán y todas las formaciones
de izquierda definían al “fascismo” en términos políticos y económicos, la
novedad que introduce Wilhelm Reich en su análisis es la consideración del
fascismo como la cristalización de un fenómeno fundamentalmente psicológico.
Definirá al fascismo como “la expresión políticamente organizada de las estructuras
del carácter del hombre medio, de una estructura que no está ligada ni a
determinadas razas ni naciones ni a determinados partidos, sino que es general
e internacional”. Así pues, el fascismo es un problema de “carácter”, la
materia en la que quiere penetrar el análisis psiquiátrico. Por eso mismo, el
tema racial apenas tiene espacio en el libro (a pesar de que uno del os
capítulos esté dedicado a este asunto, pero su lectura evidencia que Reich no
se ha hecho con una teoría capaz de interpretar el racismo nacionalsocialista
en su propia clave sexológica). La superficialidad de Reich en esta materia y
sus contradicciones se evidencian cuando alude a la “biocracia” del fascismo
alemán y luego termina basando su concepción en la “biología natural”.
La definición y la naturaleza del “fascismo” es para Reich
inseparable y dependiente de las “estructuras del carácter”, mucho más que de
las razas, de la presencia de un Führer o un conductor genial o de un partido
político concreto es un horizonte específico. Para él, puede aparecer
“fascismo” en cualquier horizonte étnico y racial, no solamente en Alemania. El
carácter racial del nacionalsocialismo sería para Reich accidental y no el
motor esencial de su doctrina que, a la postre, considera como fundamentalmente
psicológico. Esto es justamente lo que más molesta a sus camaradas de
izquierdas, que pronto abjurarán de él (el impacto que este rechazo crea en
Wilhelm Reich será el inicio de su paranoia y terminará atribuyendo sus
fracasos personales en EEUU a la acción de los “comunistas”), el pasar por alto
las especificidades doctrinales y políticas del fascismo en beneficio de una
interpretación exclusivamente psicológica. No hay una línea sobre la “noche del
cristal”, sobre el antisemitismo, sobre los campos de concentración y sobre
todos los lugares comunes de la propaganda antifascista.
En realidad, terminará hablando en los años 40 de un “fascismo
rojo” en el que sitúa al comunismo y al gobierno soviético. Al aludir a la URSS
de principios de los años 40, denuncia que los cambios legislativos anuncian la
defensa de la familia tradicional (esto es, patriarcal), la condena a la
homosexualidad (en lugar de la libertad sexual) que implican, en la práctica,
el retorno del gobierno soviético a formas de represión sexual que, siempre
según él, habían desaparecido en los primeros años del bolchevismo.
El análisis de Reich empieza fijándose en el espacio que la
“irracionalidad” tiene en el nacionalsocialismo: sus mitos movilizadores no
apelan a la “razón”, sino a las “emociones”. Hitler tiene la habilidad de
apelar a las emociones para conseguir adeptos… Evidentemente, Reich prefiere
ignorar que el KPD hace otro tanto, solo que bajo la apariencia intelectual del
sistema materialista dialéctico enunciado por Marx. En realidad, el gran
hallazgo, no de Hitler, sino de toda aquella época, especialmente a partir de
Sorel, es el papel jugado por los mitos en la movilización política. Reich,
inicialmente, marxista ortodoxo, no puede aceptar esta doctrina soreliana, ni
reconoce que el KPD, niega el mito, pero trabajo con él ¿acaso no son la “lucha
de clases” o la “conciencia proletaria” un mito marxista?
Como se sabe, el psicoanálisis es la forma de penetrar en la
irracionalidad del inconsciente y neutralizar su peso sobre la psique. A la
sociedad le ocurre lo que al individuo particular: si el fascismo ha surgido de
sus profundidades y se configura como pura irracionalidad, habrá que aplicar,
para interpretarlo, reconocerlo y sanar a la sociedad mediante el antifascismo,
la doctrina psicoanalítica a la sociedad.
Se da cuenta de que los marxistas hablaban especialmente de
“estructuras económicas”, de “procesos históricos”, de “lucha de clases”, de
“infraestructuras que presionan a superestructuras”, etc., es decir, aluden a
“cosas”, mientras que la propaganda nacionalsocialista habla de “personas”:
excombatientes, parados, burguesía empobrecida, desencantados con la República,
etc. En aquella época, el marxismo gustaba de insistir especialmente en su
“carácter científico” y, por tanto, como toda ciencia, en su objetividad e
ineluctabilidad. Eso daba al conjunto de la doctrina comunista un carácter frío
y metódico propio de intelectuales alejados de la realidad o de agitadores
formados en el dogma. Así pues, las armas que utilizaba el KPD y las demás
formaciones marxistas para combatir al nacionalsocialismo eran “armas del siglo
XIX” cuando el fascismo era un fenómeno propio de la “modernidad”. Reich se
preguntaba: “Si el dilema era ¿“socialismo o barbarie”?, ¿cómo explicar que
triunfara la barbarie?”. Y la respuesta a la que llega es que el fascismo es
“la revolución del siglo XX”, la revolución de la modernidad. Reich escribe: “las
masas de base del fascismo son de índole subjetivamente revolucionarias y
objetivamente reaccionario”.
Reich se opone a las interpretaciones simplistas surgidas en la
III Internacional y concretamente en uno de sus líderes, Dimitrov (ver nº 1 de
la Revista de Historia del Fascismo,
artículo ¿Idilio entre Hitler y Stalin?)
sostenedor de la interpretación oficial del fascismo como “brazo armado del
capital” y “última fase de la dominación de clase de la burguesía”. En 1935, la
Internacional declara el “frente único contra el fascismo” como estrategia de
lucha y trata de analizar por qué ha arraigado en las masas. Reich no está de
acuerdo y alude a la temática psicológica formulando críticas al nuevo rumbo,
siendo expulsado del KPD.
El segundo punto de desacuerdo era la consideración que
realizaba la Internacional sobre el carácter pasajero y transitorio del
fascismo. Se consideraba que era la crisis de 1929 la que había arrojado a las
masas al fascismo (ver Revista de
Historia del Fascismo nº XV y XVI, artículo sobre la Crisis de 1929, desmintiendo precisamente esa afirmación). Reich
creía que, por encima de la infraestructura económica, el fascismo era, sobre
todo un fenómeno del carácter y que por tanto, el mismo carácter podría
reproducirse en un período de bonanza económica. En otras palabras, mientras
que la interpretación bolchevique oficial situaba al fascismo en el terreno de
las consecuencias económicas de la crisis, considerada ésta como “condición
objetiva”, Reich respondía con las alusiones a la “psicología profunda” de las
masas, elemento “subjetivo”, pero no por ello menos real. Y entonces llegamos
al meollo de la crítica de Reich al fascismo: se basa en la cultura y, para él,
toda cultura es expresión de una forma de sexualidad.
En sus experiencias en barrios obreros, Reich había creído
identificar que los miembros del NSDAP más jóvenes, procedían de ambientes cuya
“célula germinal central” era la familia patriarcal. Esa familia es el marco
más adecuado para la represión de las pulsiones edípicas y tiende a eternizarse
transmitiendo sus valores de padres a hijos. Por tanto, si de lo que se trata
es de combatir al fascismo, evitar que la “psicología profunda” del fascismo
renazca en otro momento, en otro país, en otra situación económica, solamente
será luchando contra la concepción tradicional y patriarcal de la familia como
podrá hacerse. Reich, sorprendido, constata que este tipo de familia era mucho
más habitual entre los obreros de lo que el propio Marx creía y esta
observación está en el arranque de su creciente desconfianza hacia la Internacional.
Porque si fascismo y bolchevismo parten del mismo tipo de familia… es que,
terminarán siendo lo mismo. Otra herejía que el KDP no podía tolerar.
La familia patriarcal es irracional por definición: nadie la
cuestiona, ni siquiera todos aquellos que no son el “patriarca” omnipresente y
todopoderoso, esto es, los que Reich considera como damnificados por esa
estructura familiar. Eso le confirma en la idea de que lo irracional (el no
sublevarse contra la autoridad ilegítima y aceptar su dictadura, rasgos con los
que Reich, abusivamente, pinta a la sociedad patriarcal) ocupa un espacio
decisivo en las masas. El fascismo lo ha sabido interpretar, de ahí que haya
creado una liturgia que seduzca y arraigue en el seno de las masas. El gran
hallazgo del fascismo es la utilización política de la irracionalidad y la
formación de un culto laico: a la patria, al führer, a la naturaleza, a la
juventud, a la lealtad, a la camaradería, etc, verdaderos dogmas que tienden a
superponerse a los religiosos y que, por tanto, en la medida en que toda
religión es producto de lo irracional según el psicoanálisis, pasan a ser
valores religiosos. La política queda teatralizada en un culto en el que una
camisa, un saludo, unos cánticos, unos desfiles, conforman la liturgia. Reich olvida
que, no sólo el fascismo, sino cualquier movimiento de masas, de izquierda, de
derechas, político, cultural, etc, tiende a desarrollar su liturgia propia. La
misma democracia ha desarrollado un sistema animista en el que se convence al
ciudadano de que es poseedor de una parcela de “soberanía nacional” que,
mediante el acto del voto (la misa), en la que deposita un papel en una urna
(el santo de los santos), mediante un ritual especial, custodiado por dos
sacerdotes (los miembros de la mesa electoral), situada sobre un ara o altar,
después de un día de ayuno y abstinencia (jornada de reflexión), ese voto,
unido al de otras muchas parcelas individuales de soberanía, tras el recuento,
servirá para investir, mediante otro procedimiento ritual a un ciudadano normal
en presidente del gobierno hipostasiando sobre él la soberanía recibida de los
individuos… ¿es o no es puro animismo? El mismo comunismo se parecía igualmente
a una religión laica con dogmas, sacerdotes, ritos, mitologemas, doctrina,
cánticos, oraciones, excomuniones, etc.
Reich se pregunta entonces cómo puede ser combatido este
carácter irracional, de religión laica, del fascismo. Hay algo que si percibe
Reich y sobre lo que tiene razón; lo explica en la página 14 de su obra:
“nuestra civilización está profundamente enferma”. La discrepancia sobreviene
cuando se pregunta “por qué”. Y él mismo se responde: porque reprime la
“sexualidad natural”. A partir de aquí, es normal, que sobre esta pirámide de
razonamientos falsos, Reich termine atribuyéndose él mismo una misión: “liberar
la vida sexual natural de cualquier condicionante externo que la reprima”. Y,
no será, una redistribución de los medios de producción o de la renta como
proponían sus camaradas del KDP, sino una “política sexual” liberadora. Decía: “Por mi propia experiencia, observando a los
demás y a mí mismo, he llegado a la conclusión de que la sexualidad es el punto
central en torno al cual giran tanto la vida sexual como el mundo psíquico del
individuo”. Henos aquí en una forma extrema de pansexualismo que supera
incluso la obsesión de Freud por el mismo tema.
Reich admite el materialismo dialéctico, pero trata de
completarlo. Para él, en el carácter del ser humano existen “tres capas”: 1) la
conducta “civilizada” (lo que se llama “modales”) que se derrumba en tiempos de
crisis, 2) la irracionalidad (con su carga de destructividad, sadismo y
crueldad) presente según él solamente en los regímenes fascistas y que es el
producto de la represión de la sexualidad, y 3) el “núcleo biológico” conformado
por las tendencias naturales del ser humano, entre las que figuran la
sexualidad, la creatividad y el ímpetu revolucionario. Sería en este tercer
nivel en el que debería de apuntar un movimiento revolucionario para
enfrentarse de manera eficaz contra el fascismo, para lo cual sería preciso que
el marxismo se dotara de una “política sexual” que hasta ese momento carecía.
Era lo que Reich llamaba “sexpol”.