Que Vox es un partido democrático como otro cualquiera que
irá creciendo a poco que sepa defender los intereses de los conservadores que
ya no se sienten representados por el PP y los intereses de los trabajadores
distanciados cada vez más de la izquierda marciana, es algo que cualquier
observador objetivo acepta. De hecho, si Pedro Sánchez optó por el absurdo remedo del
“Frente Popular Imposible” desde la mañana del 11 de noviembre, en lugar de por
la “gran coalición” que exigía la lógica política y era capaz de entender
cualquier que haya descargado la última actualización de sentido común
político, fue porque una entente PP-PSOE, hubiera llevado a Vox a la frontera
de los 100 diputados en apenas unos meses.
Como se sabe, el drama de la izquierda europea es que ya
no tiene trabajadores europeos: sus votos proceden de la masa de “progres
bo-bos”, de la inmigración, de las minorías de género y de los colgadetes que
aspiran a la legalización del porrito, amen de okupas, abortistas, partidarios
de la eutanasia, y demás “tribus progres”, pero trabajadores, lo que se dice “clase
obrera”, eso ya no está en la izquierda, ni se le espera. Es más, desde los 90,
las políticas más antiobreras han llegado de la izquierda. No es raro que el
partido socialista haya desaparecido por completo en algunos países y en otros esté
completamente desdibujado. En España, la contradicción es todavía más flagrante
porque el partido en cuestión, el PSOE, incluye el calificativo de “obrero”
que, en esto del nombre, es como “Podemos”, un “me llamo, pero no soy”. Porque
a la ausencia de “obreros” en el PSOE se une la impotencia (el “no poder”) de
Podemos a la hora de aplicar reformas (lo que, si llega a concretarse el
gobierno de la izquierda marciana, se evidenciará desde el momento en que, como
en Grecia, Podemos acepte lo peor del neoliberalismo y del capitalismo salvaje
sin rechistar).
Lo que más teme la izquierda, no es que Vox crezca con
votos del PP, sino que lo haga con votos procedentes de la izquierda. Hasta
las penúltimas elecciones, el discurso de Vox iba en esa dirección: antiterrorismo,
antiabortismo, antiindependentismo. Poco más. Pero en las del 10-N se
evidenció que, mientras el antiterrorismo desaparecía prácticamente, del
antiabortismo se hablaba poco, prevalecía el antiindependentismo y la reforma del
Estado, aparecía el tema del antiinmigracionismo y, como resultado de todo
ello, se producía un avance espectacular del partido de Abascal.
¿Qué había ocurrido? Los analistas tardaron poco en confirmar
la evidencia: los nuevos votos de Vox, no procedían del PP, partido que, por
lo demás crecía a expensas de Ciudadanos, sino de zonas obreros en donde el “voto
del rechazo” ya se había manifestado antes en Podemos. Ahora lo hacía en Vox:
es la confirmación nuevamente de la “teoría de la herradura” según la
cual, los votos se trasvasan más fácilmente entre los extremos de una herradura
que en dirección a su centro, por la sencilla razón de que los extremos están
más próximos uno al otro. Y cuando decimos “extremos”, no nos referimos a los
radicalismos políticos, sino a los partidos situados allí donde las dos patas
del sistema terminan.
La “izquierda marciana” de este país, encabezada por el
PSOE, seguida por la banda del chepa con coleta y con el pelotón de los independentistas,
labró enseguida su nueva estrategia: “Vox marca la línea y marca objetivos,
los ultras disparan”. No es que el partido de Abascal esté formado por
camorristas ni pendencieros, es que sus consignas excitan a sectores de la
población, particularmente juveniles, que atacan de manera violenta a los
objetivos marcados en sede parlamentaria por Vox. Así pues, Vox, sería el “responsable
moral” de cualquier protesta contra la inmigración que superara los límites de
la legalidad. Y eso implicaba directamente seguir la “doctrina del cordón de
seguridad” para contener a Vox. Algo que ya se hizo en 2003 con el “Pacto
del Tinell” y que mantuvo aislado al PP durante dos legislaturas.
El problema es que en España no existen “ultras” capaces
de realizar acciones violentas, ni siquiera con voluntad de realizarlas.
Ignoro lo que habrá ocurrido con los skins que serían los más predispuestos a
estas prácticas. Así pues, las acciones violentas contra las que puedan
apoyarse la “doctrina del cordón de seguridad” solamente pueden revestir el
rasgo de “acciones provocadoras” (realizadas por sujetos o sectores que aspiren
a victimizarse), “acciones de bandera falsa” (realizadas por servicios de seguridad,
del Estado o particulares, al servicio de la “izquierda marciana”), o bien por
grupos de ultras aislados sin ningún tipo de relación con Vox. Hay una
cuarta posibilidad a excluir: precisamente la sostenida por la “izquierda
marciana”: que Abascal y los dirigentes de Vox sean los “autores intelectuales”
de este tipo de acciones.
No es de extrañar que, cuando ayer 4 de diciembre, alguien
lanzó una granada de entrenamiento contra un centro de Menas de Hortaleza,
Rufián el primero y detrás todos los capitostes “marcianos” (con la Maestre a poca
distancia), responsabilizaran a Vox de la “hazaña”. El propio ministro de
Chueca, entre copa y copa, asumió también la nueva doctrina. A fin de cuentas,
así es como durante décadas, el gobierno alemán ha logrado detener los avances
de los, más o menos, neo-nazis. Para los informativos de La Sexta, la
acción ponía de relieve el crecimiento de los ultras en España, para El País
era una muestra de “fascismo” ante el que había que estar vigilante.
Hablando de vigilantes: los que pusieron en fuga al
individuo que lanzó la granada lo describieron, simplemente, como “magrebí”.
Al publicarse esta noticia (verla en periodistadigital,
entre otros medios), El Mundo intentó desviar la sospecha resaltando que la
granada era “de origen ruso”, añadiendo la hipótesis de que “el autor era
miembro de una banda latina”. Cualquier cosa antes que responsabilizar a un magrebí
de la acción…
Hasta aquí la noticia, la elaboración ideológica de la
izquierda extraterrestre y la triste realidad. Pero hay un detalle que no
debemos perder de vista: el Centro de MENAS de Hortaleza.
En Internet encontraréis información a porrillo sobre este
centro. Se trata de un establecimiento para 90 acogidos a pan y cuchillo,
sobresaturado desde la oleada de MENAS de 2018.
La información de El Mundo no se basaba en hechos -el
único “hecho” es que la granada la lanzó un magrebí- sino en material de
archivo. Efectivamente, en noviembre, una treintena de jóvenes intentó asaltar
el centro. Se trataba de una “banda latina” que se enfrentaba, por el control
del territorio contra… compuesta por Menas. Los problemas “con dominicanos y
gitanos” se arrastraban en los meses siguientes… pero también con otros grupos
de traficantes magrebíes. Poco antes, vecinos del centro de menores se manifestaban
“por un barrio más seguro” que, solamente el pudor de los convocantes, evitaba
decir que la manifestación era “contra la presencia del centro de acogida y
contra las bandas”, porque lo cierto es que la manifestación fue ante el centro
de Menas. Luego, los mismos vecinos, pidieron que los centros de menores se trasladaran
fuera de los centros urbanas. La manifestación vecinal fue respondida por Mas
Madrid (que es como decir, Mas Menas), que acusó a “un latino y a un grupo de
españoles” de agredir con porras a los menores magrebíes, apuntando a que se
trataba de “gente de Vox”… Si se coloca en Google: “Menas+Hortaleza”,
aparecen decenas de miles de noticias todas del estilo de “un mena apuñala a
otro mena”, “un mena agrede a una educadora”, “identificados los menas que
agredieron a dos vigilantes”, “los menas en situación caótica”, y así miles y
miles, todas relativas al centro de menas de Hortaleza, verdadero cáncer para el
barrio.
Y luego a la izquierda le extraña haber perdido el voto de
los trabajadores. ¿Pueden seguir las cosas así? No, desde luego, por mucho
tiempo. ¿Puede solucionarlo un gobierno de derechas? Lo dudo, porque el
problema de la inmigración apareció con el PP de Aznar y el partido nunca le ha
interesado ni limitar, ni ordenar, ni regular la entrada de inmigrantes e
incluso ha negado, tanto Aznar como Rajoy, la existencia del problema.
Vox ha entendido (aunque no todos sus dirigentes, que los
hay todavía con la mentalidad del antiguo PADE, cuya intención no es otra que
la de crear un “PP[auténtico]” frente al “falso PP”) que, hoy, en España -y por
extensión en toda Europa Occidental- decir “¡ALTO A LA INMIGRACIÓN MASIVA!”
es ganar a las clases populares y tener la capacidad de dejar solos a los que propongan
estrategias de “cordón sanitario”.