martes, 21 de agosto de 2018

365 QUEJÍOS (114) – EL YIHADISTA ERA GAY


Más allá del drama que supone el que un pillao, muera a tiros en el interior de una comisaría de los Mossos, uno se pregunta a qué extremos estamos llegando en esto de las migraciones y cómo diablos, España sigue siendo el único país del mundo en el que estos movimientos masivos son tomados como algo irrelevante y que hay que aceptar como inevitables. Ayer mismo en Costa Rica, se produjeron manifestaciones violentas –en un país, fundamentalmente tranquilo- por la masiva presencia de “nicas”, llegados ilegalmente del vecino país y por los problemas que están generando, asesinatos incluidos. Quejarse de que en España no hay ninguna reacción, ni siquiera se oye en tertulias en los 17 parlamentos regionales, en los cientos de ayuntamientos, opiniones sensatas sobre la materia, no tiene sentido: España esa así y los españoles somos apáticos e indolentes por naturaleza. Así que no pidamos peras al olmo, que aquí no hay nada que hacer. De lo que me quejo es de que esto de la inmigración se ha convertido en una tragicomedia.

Cornellá era uno de esos lugares destinados por la burguesía catalana como guetos para la inmigración interior en los años 50 y 60. Todavía hoy es difícil encontrar allí gente que hable el catalán y es, junto con Hospitalet y otros pueblos del “cinturón industrial” de Barcelona, una de las zonas menos catalanizadas de la región: la verdadera pesadilla de la Generalitat independentista. A esas zonas, fue a las que Pujol fue orientando la llegada de inmigrantes foráneos a partir de los años 80. Dado que cuando empezó la inmigración masiva en Cataluña (hacia 1996 cuando Aznar abrió las puertas, porque él y no otro es el responsable de la invasión que tuvo lugar en los ocho años siguientes y de la que ZP no fue más que el continuador) la Generalitat pensó que era posible integrar a los inmigrantes magrebíes con la misma facilidad que se había integrado a los del resto del Estado, no se adoptó ninguna medida especial de observación ni de seguimiento del fenómeno, ni siquiera se documentaron sobre las dificultades de integración que los magrebíes presentaban allí donde fueran. Sabemos lo que ocurrió.

El fenómeno se agravó con la radicalización de sectores islamistas. Inútil repasar lo que han sido estos últimos 20 años en Cornella, que han terminado ayer con el revuelo ciudadano organizado por un argelino con el cerebro carcomido por la religión, casado con una andaluza 12 años mayor que se islamizó, y que quería aparentar lo que no era. Porque el tipo, en los últimos tiempos, había descubierto que era, mira por donde, gay. Lo tenía todo: argelino (los marroquíes mayoritarios en Cornellá se llevan muy mal con los argelinos y tienen fama de pendencieros allí donde vayan), gay (en una comunidad cuyos imanes no han prohibido todavía los chistes de gangosos), islamista, con un matrimonio que no debía terminar de ir bien y, dato importante, sin trabajo, ni medios de vida salvo subsidios que no le daban para el Porsche al que aspiraba.

Me pregunto varias cosas:

1) Si en España los gays salen de la ebanistería apelotonándose, ¿cómo es que los gays argelinos siguen sintiendo vergüenza? ¿No sería bueno reconocer este hecho en la publicidad sobre “igualdad sexual” y realizar campañas en lengua árabe dedicada al grupo etno-cultural-religioso que parece seguir teniendo prevenciones, no sólo contra gays, sino incluso contra la mujer? Lo mismo cabría decir sobre la violencia de género: ¿por qué no se orienta hacia los grupos, en la lengua, de los que estadísticamente está demostrado que la ejercen?

2) No me cabe la menor duda de que este pillao no era un “terrorista islámico”, por mucho que los Mossos insistan en que sí lo era porque les atacó al grito de “Allá Akbar”… Hay que distinguir a los locos de los terroristas, si bien en todo terrorista hay un loco manifestado, pero para que se pueda considerar un acto como “terrorista” debe de haber sido ejecutado por  militantes organizados en un grupo. Y este, estaba, simplemente, loco.

3) Podríamos intelectualizar el tema hablando de “choque de culturas”, de “diferenciales antropológicos” o de la “soledad del inmigrantes en tierra extranjera” (teniendo en cuenta que en Cataluña 1 de cada 4,5 habitantes es inmigrante, cuesta algo que se sientan solos)… pero no vale la pena. La realidad es que hay grupos de inmigrantes mas conflictivos y pelmazos y otros menos conflictivos. Los argelinos figuran –que se lo pregunten a los franceses- entre los más de los más: allí donde van, allí crean problemas. Es su imagen de marca. Y si, además, necesitan ayuda del doctor Freud, más a mi favor. El caso que nos ocupa pertenece a este bloque: pillao argelino. Si no hubiera  entrado en una comisaría de los Mossos, habría intentado el destrozo en una mercería y, si no en la charcutería extremeña de la esquina.


Pregunta : ¿y nosotros tenemos que aguantar todo esto? ¿tenemos que aguantar que, además de chorizos, de electroimanes iluminados, terroristas sa tutiplé, e islamistas enloquecidos, además rompan nuestra plácida y bobalicona normalidad, chalados subsidiados que tiran de navaja porque se sienten gays y les da horror? ¿Pero qué nos ha llegado con la inmigración? ¿Por qué ahora en Cornellá, los jubilados que se han pasado una vida para cobrar pensiones justitas, tienen que vérselas con lo peorcito y más colgao de cada etnia?

Respuesta: porque aquí tenemos lo que nos merecemos. Y un pueblo de apáticos merece un gobierno de irresponsables.

Valdría la pena preguntarse por qué en Hungría o en Polonia, en Chequia, no hay este tipo de inmigración molesta, porqué la mitad del electorado francés, buena parte del inglés, el italiano, el austríaco, sectores crecientes de Alemania están reaccionando contra la inmigración y por qué aquí, cada vez más, la inmigración está resultando cada vez más molesta y esto se ha convertido en el sumido migratorio de Europa.

De eso me quejo, de que una pregunta tan obvia no haya partido ni grupo social alguno que se la formule.