domingo, 12 de agosto de 2018

365 QUEJÍOS (104) – UNIFORMIDAD OBLIGATORIA


Me quejo de que en los colegios ha desaparecido la uniformidad obligatoria. Sólo de eso. Aparentemente, es una queja menor. A fin de cuentas ¿que supone el que los escolares vistan como quieran? Si hacen lo que les da la gana ¿por qué no van a poder extender su santa voluntad en el vestido? Además, como se sabe, eso de ir de uniforme es más facha que la gomina de José Antonio, así que, mejor que haya quedado atrás… Estas alegaciones, propias de progres, se generalizaron en la segunda mitad de los años 70 y, poco a poco, hicieron que todos los colegios –o casi todos- retiraran los uniformes a sus alumnos. He de decir que en mi colegio –los Escolapios de Balmes- jamás llevamos uniforme y nos limitábamos a una bata a rallas más finas que las de presidiario y menos tupidas que las del milrallas propio de los indianos. Pero, puedo dar constancia de que en Edimburgo, en Praga, en Budapest, en Canadá, en Costa Rica, en la mayoría de escuelas los alumnos siguen llevando uniforme y no se trata, precisamente, de países “fascistas” o con una educación autoritaria. Me quejo de que, en España, se ha olvidado lo que representa el uniforme.

¿El uniforme iguala? En cierto sentido, nos coloca a todos en la misma casilla de salida. Evita que quede evidenciada la situación económica de nuestros padres y que eso pueda ser motivo de discriminación… Además, resuelve un grave problema para los padres: ¿cómo vestir a sus hijos? Sí, todo esto es cierto, y por sí mismo, justifica el uso del uniforme y el porqué colegios de alto copete y de aldeas rurales sigan con el uniforme. Pero hay otras muchas razones y de mucho más peso que tienen que ver, no con los aspectos utilitarios y sociales, sino con el propio concepto de enseñanza.

¿Quiere usted que cada niño sea una individualidad en competencia con las otras y que, además, el suyo gane a los demás? Pues vístalo de marca, lo más caro posible, no valen prendas de mantero ni de mercadillo con la etiqueta pegada con cola blanca: tiene que vestirlo en las grandes firmas. Ni se le ocurra alguna prenda de baratillo. Si lo hace, el niño podrá no resultar competitivo entre sus compañeros. ¿Quiere que el niño tenga un look envidiable? Consulte las principales revistas de moda y entérese de cuáles son las boutiques infantiles y juveniles que parten con la pana. Porque si lo viste en otros lugares, su hijo no destacará en la escuela. Su hijo debe tener, tal es el mantra de la postmodernidad, una “acusada personalidad” si lo que quiere que destaque.

… Ahora bien, si lo que quiere es que su hijo se integre en un grupo, que este grupo sea lo más homogéneo posible, que los niños aprendan a ir a lo esencial y a no fijarse en el relumbrón y lo superficial, entonces habitúele a destacar por otras facultades (voluntad, capacidad de sacrificio, entrega, inteligencia, concentración, capacidad para el estudio) mucho más importantes. Así se integrará en el grupo de los que son como él. Una buena política para llegar a ello es la uniformidad. Antes de que tenga uso de razón (a los siete años) porque así aprenderá dinámicas de grupo, de equipo, aprenderá quiénes son los suyos y cómo reconocerse en ellos. Después de que tenga uso de razón porque si quiere destacar y tener una personalidad diferente deberá ser por méritos propios, no de la marca que utilice.

Hubo un tiempo no muy lejano que hasta los taxistas iban de uniforme. Y los funcionarios públicos. ¿Fascismo? Ciertamente, el fascismo elevó casi el uniforme a la categoría de hábito religioso. Los funcionarios debían ir de uniforme porque el servicio al Estado fue concebido por el fascismo como algo extremadamente importante, casi como una religión: no se servía a Dios, pero sí al ciudadano. Mejor esa concepción que la del burócrata miembro de una administración elefantíaca que está ahí en busca de estabilidad en el empleo, pagas dobles sin prorratear, trienios y jubilación.

Lo que más me convence para defender el uniforme, es que he visto que, con mucha frecuencia, forma parte del orden de la enseñanza. He visto salidas de alumnos de la misma edad en pueblos rurales de Costa Rica y de Panamá, en colegios privados de Escocia y en escuelas públicas de Budapest, en Bucarest, en Lisboa y en Praga y he visto salir a niños ordenados, esto es, CIVILIZADOS. He visto entrar y salir a niños de escuelas españolas públicas y privadas, y aquello parecía el patio de un manicomio. Oiganlo los que no quieren enterarse: nuestros niños son los más escandalosos del planeta, hay algo en su educación que falla y que les impide autocontrolarse, comportarse como seres civilizados, han sustituido el lenguaje hablado por onomatopeyas y, claro está, en la escuela están en el último lugar de Europa. No voy a decir que esos mismos niños tendrían otro comportamiento SOLO llevando uniforme, pero lo que seguramente ocurriría es que, como ocurre en casi todo el mundo, empezarían a tener preocuparse de lo esencial y no de llamar la atención. ¿Reforma de la enseñanza? Sí, desde luego, en España hace falta reformar desde la pre-escolar hasta los masters de postgrado, hay que trabajar mucho en muchas direcciones, pero una de ellas, ineludible, es el restablecimiento de los uniformes en la escuela. Y estoy seguro de que muchos padres están de acuerdo.