martes, 10 de julio de 2018

365 QUEJÍOS (72) – JUBILACION LEJANA


Me quejo de que la tendencia de los gobiernos europeos es a alejar cada vez más la edad de jubilación. Que si primero a los 62, luego a los 65, a los 67 y, finalmente, en algunos países europeos ya se piensa en los 69 años como edad para jubilarse. La cosa no acabará aquí. La tendencia es a hacer coincidir la edad de jubilación con la de fallecimiento. Eso y escatimar la cuantía de las pensiones. El 1º de mayo ya me quejé de unos sindicatos inutilizables que firman todo lo que patronal y gobierno les pone por delante a cambio de unos euracos. La carne de sindicalista se cotiza bajo. Ahora de lo que me quejo es de ese permanente cambio en la edad de jubilación para ajustarla a las posibilidades oficiales del país.

Seamos claros: el argumento de que “cada vez vivimos más”, es falaz y falso. Vivimos lo mismo que se ha vivido siempre. Es una mentira estadística. Lo que ocurre en realidad es que la mortalidad infantil ha descendido y eso ha hecho que la media de edad parezca que aumenta: Carlomagno en el siglo VIII, vivió 72 años y el Emperador Tiberio, llegó a los 79 en el siglo I. Por citar unos ejemplos. Sin embargo, hasta no hace mucho, los niños tenía una alta posibilidad de morir en el parto o poco después (y a las madres no les iba mucho mejor por culpa de lo que se conocía como “fiebres puerperales”). Pero, una vez reducida la mortandad infantil, era evidente que la edad media de las poblaciones, tendería a aumentar. Claro está que las condiciones de vida tienen su parte… pero no tanto como se cree: la gente ya no muere tan a menudo de tisis o de sífilis, pero lo hace de cáncer o de infarto, así que, lo comido por lo servido.

Lo que ocurre es que en la actualidad, cuando las exigencias de la economía, podrían permitir que nos jubiláramos a los 50 años para dar paso a otras generaciones de trabajadores más jóvenes en una economía deslocalizada y robotizada, lo que ocurre es todo lo contrario, que cada vez los gobiernos retrasan más la edad de jubilación. El motivo es triple: 
- de un lado mala administración de los recursos del Estado
- de otro, la exigencia de nuevos grupos sociales de absorber subvenciones y subsidios (concretamente inmigración) y, 
- finalmente, la reticencia de los Estados a que la gente tenga tiempo libre para pensar y energías para actuar. Porque el absurdo de la actual ordenación del mundo occidental, en caso de ser advertida por grupos con suficiente cultura, inteligencia y capacidad de análisis, podría dar lugar a movimientos reivindicativos imparables: así que es mejor que se deje a los jóvenes empanaos con los porros y a los adultos preocupados por si les llegará o no la pensión a fin de mes.

El Estado, nos dicen los políticos, piensa en los jubilados… por eso se ha creado el INSERSO, que no está muy claro si es un sistema de vacaciones para la tercera edad o un intento de que palmen antes con atracones en hoteles y bufetes libres, o simplemente, por llevar a los abuelos a zonas donde las olas de calor son más deletéreas. Y, además, tampoco hay tantas plazas para el INSERSO, ni los destinos van más allá de los tópicos destinos turísticos.

Lo peor y lo que suscita mi queja es que el régimen (y sus “agentes sociales”) lo que pretenden es que el jubilado quede aparcado en un rincón de la sociedad, se contente con una paga que debe de administrar con cuidado de no gastar ni un euro de más (porque en primavera viene el tío Paco con la rebaja en forma de Declaración de Hacienda) y que le dé suficiente para alimentarse de sopa de ajo

Pero la vida es otra cosa, tanto en su versión apolínea como dionisíaca: porque cuando llega la jubilación uno ya no está para muchas alegrías y le da la sensación de que le han escatimado la vida. Cuando tenía 25 años escribí un pequeño opúsculo que se llamaba “La jubilación a los 18 años”. Eran los tiempos en los que se pedía “votar a los 18 años”, yo tenía conciencia de que esa reivindicación iba a ser completamente inútil. Y que los jóvenes a esa edad, lo que deberían es vivir como jubilados: preocuparse de formarse, meditar, gozar sin trabas y vivir sin tiempos muertos. ¿Votar? Eso para los que no saben hacer otra cosa que decir "sí" a este o a aquel. Hoy, con algún matiz, claro está, sigo pensando lo mismo. Aquel título provocador, hoy lo hubiera modulado: “¿Votar? En el basurero. ¿La jubilación? Lo antes posible, ¿La vida? Siempre”.

Me quejo de que los jubilados siguen siendo (dentro de unos meses yo me incluiré en la categoría) una clase “pasiva” silenciosa, permanentemente engañada y a la que se le puede engañar porque no hay partido, ni sindicato con entidad suficiente para asumir que la edad de jubilación no debe retrasarse sino adelantarse, exigir que la cuantía de las pensiones más bajas se duplique. Me quejo de que el Estado gaste tanto y subvencione en tanta gilipollez, pero escatime a los jubilados pensión y dignidad: porque considero indigno e insultante que un recién llegado cobre solamente un poco menos que un jubilado que se ha pasado décadas trabajando o que un colgao que a los 35 ya es un desecho social, sanitario y mental y necesita una pensión mensual para seguir liando porros.