lunes, 2 de julio de 2018

365 QUEJÍOS (64) – LA HORA DE LOS IDIOTAS


No me quejo de que España haya sido eliminada del Mundial de Fútbol por la fórmula del penalti después de la prórroga. Solamente un equipo puede ser el ganador y poco importa si quedan segundo o dieciseisavo: simplemente sólo uno gana y todos los demás son derrotados. En este caso le ha tocado a España. Cosas del fútbol, para el que les guste ver fútbol. Pero de lo que sí me quejo es de algo que me ha llamado la atención. Veo que en algunas poblaciones catalanas, no sólo en este último partido, sino en los anteriores, cuando algún equipo metía un gol a la selección española, estallaba el alborozo general. Se celebraba el gol del contrario con euforia y el de la selección española parecía inducir al suicidio de muchos espectadores. Bueno, a fin de cuentas, Cataluña hace tiempo que ha olvidado lo que es el “seny” y se ha entregado a la “rauxa”, así que no me extraña excesivamente, ni, por tanto, me voy a quejar exactamente de eso. Recuerdo, eso sí, la rabia y la frustración del nacionalismo moderado cuando España gañó hará ocho años la copa y que llevó a la guardia urbana a multar a los motoristas que hacían sonar el claxon…

El independentismo, ha perdido la partida. Y de qué manera. Y con qué falta de honor y de dignidad. Pero ni lo reconoce, ni lo reconocerá jamás, hasta el momento en que inicie su pendiente electoral, final obligado de todo nacionalismo frustrado. Es cuestión de tiempo. Ha ocurrido en el Québec canadiense y ocurrirá en Cataluña. Si no ha ocurrido antes ha sido por que la izquierda española, incluida la catalana, ve con cierta condescendencia todo lo que rompe la “unidad” del país considerada como un criterio franquista.  

Todos los presidentes del gobierno pretenden no dar argumentos para la victimización que la Generalitat tiene como leit-motiv. El otro día en la inauguración de los Juegos Mediterráneos de Tarragona, el tipo este que pasa como presidente de la Generalitat, entregó al Rey un dossier sobre la “represión el 1-O”. El Rey, en ejercicio de esa función de representación del Estado, cogió la carpetilla con gesto de hastío y le dio la espalda al fulano. Todavía están con eso. Y en muchos balcones de paletillos de pueblo todavía aún se ven carteles animando a votar SI en aquel reférendum. El tiempo se ha parado para esta pobre gente que no quiere asumir que se han quedado solos en Europa y que no son más de ¼ parte de la población en su propia tierra. Su esperanza es que el PSOE “indulte” a los detenidos por aquella asonada. De momento, Sánchez intenta por todos los medios hacer las paces con el independentismo. Pero ahí está la mirada vigilante de Josep Borrell para que esta política de “buena voluntad” no se convierta en otro idilio del PSOE con los centrifugadores.

De hecho, el gran error de Sánchez no es éste, sino el atrasar la celebración de elecciones generales. Corre el riesgo de que la opinión pública termine añorando a Rajoy a la vista de los “planes de gobierno” del nuevo equipo de gobierno (insistir en el asunto del Valle de los Caídos y no ser capaz de afrontar al próximo millón de inmigrantes que entrarán en Europa a través de España y en los próximos meses. Lo del Aquarius ha sido un sondeo para ver la reacción y ésta ha sido la que cabía esperar de un gobierno socialista). Sánchez intentará llegar a las elecciones en buenas condiciones, pero lo que salga de las urnas será, casi con seguridad, un gobierno de coalición, en el que Ciudadanos dará el poder a uno o a otro (al PP o al PSOE y lo dará al que parezca menos erosionado). El otro problema es que la opinión pública olvidadiza termine apoyando de nuevo a un PP si este partido es capaz de dotarse de un liderazgo fuerte.

En cualquier caso, la “cuestión catalana” está zanjada: Cataluña no puede ser independiente sea cual sea la coalición de futuro (resulta impensable que el PSOE termine apoyándose en Podemos que sería, a fin de cuentas, la única combinación que daría cierto margen al independentismo: no se olvide que el PSOE está en el campo de la socialdemocracia y del gran capital), el independentismo irá perdiendo su posición privilegiada en Cataluña por puro desgaste y harían bien los independentistas en mirar en el espejo de sus colegas quebequeses y obtener alguna enseñanza.

Mientras, lo que parece evidente es que los independentistas se nutren de “pequeñas victorias” (el nacionalismo ha hecho siempre de la derrota una victoria en su particular interpretación histórica que parece sacada del lema del Ministerio de la Verdad orwelliano: “la mentira es la verdad y la verdad es la mentira”): la pérdida del partido España-Rusia fue una de ellas. Los tontorrones olvidar que hay varios jugadores de su club icónico en la selección. Pero, qué le vamos a hacer, son independentistas, no se puede esperar mucho de ellos. No, si de lo que me quejo es precisamente de eso: de que en algún momento alguien los pueda tomar por gente razonable.