miércoles, 18 de julio de 2018

365 QUEJÍOS (80) – MALA MEMORIA HISTÓRICA


Napoleón fue un dictador, sin más, extendió, sin la más mínima justificación la guerra por toda Europa, desde Lisboa hasta Moscú. Y ahí lo tenéis, descansando en una urna monumental bajo la cúpula de Los Inválidos de París. Lenin, que tampoco fue un santito, lo tenéis a la sombra del Kremlim. Son historia, se dirá. Pues por lo mismo, entiendo que es historia el que Franco o José Antonio tengan su lugar en el Valle de los Caídos y que esto no sea una historia interminable, como está resultando. Me quejo de que cuanto más se invoca a la “memoria histórica”, más se vive de espaldas a la historia.

Todos sabemos cómo acabará esto. Un buen día, los monjes del Valle de los Caídos publicarán que, inesperadamente, una brigadilla de albañiles, ha entrado en la cripta, incluso es posible que con nocturnidad, y se ha llevado los restos de uno que murió hace 83 años y de otro que se fue hace 43. Me quejo que, cuando yo era joven, es decir hace 50 años, en 1968, todo lo que había sucedido cuatro u ocho décadas antes, era considerado historia. Nadie reclamaba los restos de los caídos en las guerras carlistas, ni consideraba que era preciso ejercer la “memoria histórica” ante las masacres del Katipunán en Filipinas o reclamar compensaciones a los EEUU por el fraude del Maine y el casus belli para generar la guerra hispanoamericana de 1899. ¿Qué está ocurriendo? Es muy simple de entender…

En 1960, cuando Edgar Neville, franquista de pro, estrenaba con bastante éxito una película injustamente olvidada, Mi calle, ya clamaba por la reconciliación nacional. Y es que en 1960 –y antes incluso- muchos ya creían que era necesario dejar atrás la guerra civil. Como en toda guerra, hubo vencedores y vencidos y, como en toda guerra la sociedad sufrió por el conflicto de 1936 a 1939. Explicar qué llevó a aquel conflicto corresponde a los historiadores y a los sociólogos, no a los partidos, ni a los panfletos parlantes de las tertulias. Lo que es patrimonio de la historia no puede seguir en boca continuamente de una clase política lo ignora todo sobre la historia y que no está más que interesada por la poltrona.

Debo decir que nunca fui franquista y que en mi familia he tenido condenados a muerte en tanto que militares republicanos y combatientes del sector nacional, fusilados por unos y por otros, de la misma forma que he tenido familiares que se desinteresaban por completo por la política. Que nadie me pida que tome partido por el abuelo materno o por mi padre que lucharon en bandos rivales. Pero sí que es necesario reconocer dos puntos:

- La II República, desde el primer momento fue un régimen imposible porque los republicanos querían revancha (especialmente en materia religiosa), los monárquicos querían que todo siguiera igual (especialmente en materia religiosa), y a la república desde el primer momento le crecieron los enanos: cuando no conspiraron los socialistas, lo hicieron los monárquicos y aquello terminó generalizando la situación que había vivido Barcelona entre 1919 y 1923 con los episodios de pistolerismo. Quien quiera defender a la República con argumentos históricos tiene una ardua tarea por delante. Aquello era inviable y fue siempre, el preludio de la guerra civil.

- El franquismo tiene su significado histórico: no fue nada más que 40 años de concentración de poder para que todo un pueblo consiguiera despegar y recuperar el tiempo perdido desde principios del siglo XIX. Y para ello era preciso: poder estable, planificación y sacrificios (entre ellos la renuncia a las “libertades democráticas”). España avanzó más en la década de los 60 que en los 200 años anteriores. Aquello, está claro que no fue el régimen ideal y que hubo su cuota de corrupción, burocratismo y contradicción entre lo escrito en las Leyes Fundamentales y lo que se practicaba… vamos como ahora.

¿Cómo hemos llegado a esta situación en la que la “memoria histórica” parece dictar la agenda política. Muy simple: la izquierda mesiánica española no quiere reconocer que se equivocó en los años de la República y que sus errores tuvieron mucho que ver con la guerra civil. La izquierda, hoy ya no tiene nada: no tiene clase obrera detrás, no tiene método de interpretación de la historia, no tiene doctrina propia, no tiene ni siquiera liderazgo, ni programa, después del zapaterismo ya no hay un “plus ultra”. Así pues ha optado por mirar al pasado y, en un proceso que debería ser examinado por los psiquiatras, ha entrado en una fase de negación: niega la existencia de todo aquello que le molesta. Le molesta haber perdido una guerra, le molesta recordar que solamente en los dos primeros meses de guerra civil en Cataluña, hubo 9.000 asesinatos sectarios; le molesta recordar que la Generalitat pactó con los asesinos; la molesta recordar que el campo republicano antes, durante y después de la guerra civil, fue un caos y que en todo momento en su bando hubo guerra civil dentro de la guerra civil; le molesta recordar, en una palabra, que perdieron la guerra y que, salvo los comunistas, estuvieron ausentes de la política española 40 años… esos mismos que se obstinan en negar tratando por todos los medios de que desaparezcan de la memoria. Como si los franceses decidieran que Napoleón no existió, llevaran sus restos a un nicho de le Pére Lechaise, borraran los nombres de l’Avenue de la Grand Armée, o de Jena, pasaran a llamar la estación de Austerlitz, la Estación del Sena y así sucesivamente, para olvidar que, desde 1799 hasta 1815 gobernó Francia un tirano sanguinario y, además, fueron derrotados.

Mientras no dejemos la historia a los historiadores, seguiré quejándome de que la “memoria histórica” en versión española, es hemipléjica e ignorante. Estúpida, en una palabra.