domingo, 15 de septiembre de 2024

El “Gran Reemplazo”, la realidad convertida en teoría conspirativa (2 de 4)

Treinta años de inmigración masiva en España y medio siglo de fenómeno análogo en Europa Occidental han demostrado varias cosas y muy especialmente:

– que las políticas de asimilación e integración resultan siempre un fracaso y no han prosperado ni alcanzado su objetivo en un solo país europeo, ni siquiera en los de sólidas tradiciones humanistas y democráticas.

– que las inversiones realizadas para integrar la inmigración ha sido dinero público tirado a la basura; los hábitos europeos no han sido asumidos por la inmigración en ninguno de los países provistos de sistemas liberal democráticos antiguos.

– que existe hoy paz étnica y social en Europa gracias a un sistema de subsidios y subvenciones que genera un triple fenómeno: desincentiva los esfuerzos que deberían orientarse hacia el trabajo, constituye en sí mismo lo esencial del “efecto llamada” para nuevas riadas migratorias y, finalmente, genera resquemores entre la población europea: por una parte, agravios comparativos y por otra la sensación de que se está subsidiando a unos grupos étnicos que generan más problemas que resuelven situaciones. La contrapartida inevitable es el aumento del racismo y de la xenofobia entre la población europea y la sensación de que está aumentando la presión fiscal, especialmente sobre las clases medias, para pagar lo que en Francia ha sido definido como “una aspiradora de recursos públicos”.

– que el crecimiento demográfico en todos los países de Europa Occidental se debe a estos contingentes de inmigrantes llegados en el último medio siglo y que tienen unas tasas de natalidad que oscilan entre dos, tres e incluso cuatro veces la de las mujeres en edad fértil en Europa.

Todo esto genera unas proyecciones de futuro extremadamente preocupantes. En primer lugar porque a la velocidad con la que crecen los grupos étnicos procedentes de África (tanto por la natalidad de los ya instalados, como por las llegadas continuas de nuevos elementos), en 2050 se habrá llegado, no solamente a una “Europa multicultural”, sino a una Europa Occidental en la que los grupos étnicos norteafricanos casi serán mayoría (en algunas zonas como Inglaterra, serán indiscutiblemente mayoritarios) y la religión islámica será la de mayor seguimiento con todo lo que ello implica (empezando por la exigencia de una “doble legislación” que plantean unánimemente los grupos musulmanes: una para no islamistas y la otra para islamistas, el establecimiento de la sharia en algunas zonas y terminando por la yihad, el “sexto pilar del islam”[1]. El islam no tiene predicadores y difusores misionales: se expande mediante la “guerra santa”. Es cierto que no hay que confundir “guerra santa” con “terrorismo”… pero prácticamente todos los terroristas que han actuado en Occidente en los últimos diez años, han considerado sus acciones como parte de la “guerra santa”. El hecho de que la “guerra santa” esté contemplada en el Corán de manera muy específica (y no como una “guerra interior”[2] –algo que solamente será considerada por teólogos musulmanes en países árabes bajo dominación colonial en el siglo XIX– sino como guerra abierta con choques, enfrentamientos y muertes); el hecho de que abunden las referencias escritas en el Corán y en los hadits[3] es extremadamente preocupante porque nada garantiza que los imanes de las mezquitas, cambien bruscamente de opinión y, en lugar de insistir en los cinco primeros “pilares del Islam” (el testimonio de fe, la oración, el ayuno, la limosna y la peregrinación a la Meca), pasen a resaltar el último: la yihad. Y nadie puede decirles, ni siquiera desde posiciones islámicas que Mahoma dijo algo diferente[4].

Porque, contra la opinión de los demógrafos[5] que hasta principios del milenio afirmaban que el establecimiento del islam en Europa haría que mejoraran las condiciones de vida de las poblaciones musulmanas y que esto generaría un fenómeno parecido al que se había producido entre los grupos étnicos europeos (menos hijos, menos matrimonios y menor religiosidad), lo que se ha demostrado es justamente lo contrario: la demografía musulmana apenas baja, la subsahariana, incluso, aumenta, los procesos de integración se dan a nivel individual, pero colectivamente, los grupos musulmanes, lejos de asimilarse, o bien se enrocan en su cultura originaria o bien atraviesan un proceso de aculturización con la contrapartida de brutalización, delincuencia y marginalidad.

Esto implica que, el resultado final de la marejada migratoria que estamos registrando terminará con una “sustitución de población” que será irreversible a partir del 2050 y que hará que, en pocos años, mientras persista el actual sistema electoral, la población de origen musulmana empezará a ser mayoritaria y, por tanto, a exigir que las legislaciones naciones y la legislación europea incluyan los principios de la ley coránica. Será la fase de “equilibrio de fuerzas” en el que los musulmanes se sentirán numéricamente lo suficientemente fuertes como para negociar sus condiciones. Esta segunda fase seguirá a la actual (la fase de “defensiva estratégica”, con incipientes comunidades islámica que todavía dependen de subsidios públicos, y de las líneas políticas de otros partidos) y precederá a la tercera fase (la de “ofensiva estratégica”) en la que no es descartable, desde progresos electorales basados en la fuerza del número con un proceso progresivo y gradual de islamización de la sociedad, de las costumbres y de la legislación, hasta insurrecciones que culminen en la proclamación de la yihad en Europa y la aceleración brusca del proceso de islamización.



La teoría del “Gran Reemplazo” presenta un obscuro porvenir: la sociedad y la cultura francesa y europea, en breve, en apenas 20 años, será sustituida íntegramente por la cultura musulmana (pues, no en vano, los grupos étnicos que profesan el islam son los que llegan a Francia y se reproducen más masivamente). Esto terminará generando un “genocidio cultural” con posibilidades de convertirse en un genocidio en sentido estricto de la palabra, habida cuenta de la intolerancia del islam con otras confesiones religiosas y sus concepciones de “guerra santa”, con las recompensas, groseramente sensualistas, en el más allá anunciadas por Mahoma.

La teoría del “gran reemplazo” tiene dos vertientes: una étnica (sustitución de un grupo étnico autóctono, por otro halógeno) y otra religiosa (sustitución del catolicismo por el islam). Dado que, en la actualidad, ínfimas minorías autóctonas se convierten al islam, hay que considerar ambas vertientes como dos caras de un mismo fenómeno: la “islamización de Europa” (aslamah). Con ello se entiende un proceso de “adaptación” (voluntario o por la fuerza) de una sociedad no islámica a la religión recién llegada.

El problema que plantea el islam en Europa es sencillo: no es una religión en el sentido que ha sido el catolicismo tal como ha llegado hasta nosotros –una fe que se profesa de manera individual y, en tanto que habitual en la historia de Europa, ha influido en la redacción y en la concepción de leyes y en las formas de gobierno–, sino que se trata de un “paquete” en el que va unida la fe religiosa y la forma político. La primera se proyecta directamente sobre la segunda y le da un “rostro” particular. Esto plantea el problema de que, cuando una sociedad ha sido “suficientemente islamizada”, deberá cambiar sus concepciones legales hasta en sus más mínimos detalles: comida halal, concepción del matrimonio y de la familia, días de culto, y días festivos, papel de la mujer, tradiciones, templos, moral pública, incluso vestuario (especialmente femenino). En otras palabras: cuando una sociedad está, hasta cierto punto, en fase de islamización, no puede dejar de producirse un cambio en sus conceptos y en su forma de organización, en sus valores, en su misma estructura y en su día a día. Se dice que una sociedad “se ha islamizado” cuando ha adoptado mayoritariamente la religión, las prácticas, los usos y las costumbres propias del islam. Esto implica el abandono de los “valores occidentales”.


¿Es razonable pensar en una Europa del futuro gobernaba por la sharia? Indudablemente, mientras la inmigración masiva procedente de países musulmanes siga con el volumen de los últimos treinta años, a Europa no le quedarán más de 15 a 25, como cultura autóctona. ¿Motivo? La diferencial demográfica (entre tres y cuatro nacimientos, dependiendo de los países de las mujeres halógenas, por entre 0’50 y 0’75 hijos como promedio para mujeres autóctonas) a lo que hay que sumar las continuas llegadas de más población inmigrante. Así pues, la teoría del “gran reemplazo”, hasta aquí parece cierta y razonable. Incluso, a medida que pasa el tiempo, los efectos de la inmigración masiva en Europa Occidental van siendo cada vez más evidentes y desmienten por completo las opiniones que demógrafos y sociólogos defendían hace un cuarto de siglo.

El “creced y multiplicaros” sigue siendo válido para los “pueblos del Libro” (de la Biblia: judaísmo, cristianismo e islam), pero solo uno, el islam, además de creer en él, lo sigue aplicando. Y no solo por motivos religiosos. Lo cierto es que, en la actualidad, las tasas de reproducción de la población musulmana siguen prácticamente como hace un cuarto de siglo, mientras que las autóctonas no dejan de descender. Por tanto, no constituye ninguna locura conspiranoica pensar que, en pocas décadas (dos como máximo en Europa Occidental), la mayoría de la población será de convicciones islámicas y, por su simple peso numérico impondrá una normativa legal inspirada en la sharia. En el Reino Unido este proceso ya ha comenzado en algunas ciudades en las que las candidaturas musulmanas se han hecho, por primera vez, con alcaldías de grandes ciudades y se ha confirmado con los incidentes que se produjeron en el mes de agosto de 2024 tras el asesinato de tres menores. Si tenemos en cuenta que, en Londres, la población autóctona de origen británico es de apenas un 32%, se entiende perfectamente que este proceso sea inevitable, primero en ciudades, luego en regiones, finalmente, en naciones enteras.

La teoría del “gran reemplazo” se completa con una conclusión que podría titularse “el gran miedo”. La población autóctona, a partir de cierto momento, al ser ya minoritaria, será tratada como “dhimmi”. Este concepto y el de “dhimmitud” es fundamental en esta teoría. El “dhimmi” es la “protección” ejercita por el Estado Islámico sobre las personas de otras religiones monoteístas. El jefe del Estado Islámico les inhibe del servicio militar (el derecho a portar armas queda reservado a los musulmanes, pues, no en vano, como vimos, la yihad es el “sexto pilar del islam”) y de pagar el impuesto religioso (zakat) al tener una fe diferente, pero, en su lugar, deberán pagar un impuesto especial (yizia) y un impuesto sobre la tierra (jarach), deberán acatar la autoridad del sultán y, a cambio, tendrán derecho a practicar su religión –eso sí, con restricciones que la harán casi clandestina– y a disponer de jueces propios de su misma fe en cuestiones civiles.

La dhimmitud deriva de la visión del mundo musulmana que divide el globo en dos partes: el al–harb (territorio en guerra en el que todavía no se ha impuesto el islam) y el dar al–islam (o territorio del islam). Europa es hoy, al–harb… esto es, “territorio en guerra”. Los habitantes de estos territorios –nosotros, europeos autóctonos– somos “harbis”. La correlación de fuerzas entre harbis y musulmanes pueden dar lugar a tres circunstancias: cuando los no–creyentes o harbis están en situación de mayoría numérica y de fuerza, las autoridades político–religiosas islámicas pueden negociar con ellos “treguas” que no serán permanentes sino solo durante el tiempo en el que los musulmanes sean minoritarios. En el momento en el que se llegue a un equilibrio de fuerzas o a una situación en la que el islam sea hegemónico, las tornas cambiarán y lo que hasta entonces ha sido “negociación”, se convertirá en “imposición”. A partir de ese momento, el “dhimmi” se convierte en un ciudadano de segunda clase, tolerado, pero… a cambio deberá asumir la casi totalidad de la carga fiscal del Estado islámico. Por supuesto, no podrá ocupar altos cargos en el Estado Islámico. Se le tolerará, pero recordándole continuamente su situación de inferioridad. El dhimmi está discriminado incuestionablemente por la ley, por la moral y por las costumbres del Estado islámico. Ni siquiera su testimonio es aceptado en un juicio por delitos menores. La situación del dhimmi en una sociedad islamizada ni siquiera es estable: en cualquier momento puede cambiar… a peor. Se le pueden imponer nuevos impuestos según las necesidades del Estado. Sus jefes políticos o religiosos, como ocurrió históricamente en los Balcanes, pueden ser secuestrados o encarcelados y pedir rescate por ellos. Si, el futuro de la población europea autóctona, a la vuelta de unas décadas, es la dhimmitud, se entiende que esta perspectiva no sea ni agradable, ni siquiera razonable.



[1] A este respecto, cf. El lenguaje político del Islam, Bernard Lewis, Taurus Humanidades, Madrid, 1990. Especialmente el capítulo titulado, “Guerra y paz”, págs. 123–153

[2] El término “guerra santa” no aparece en el Corán, que habla únicamente de “guerra” y, por las referencias que siguen, hay que interpretar necesariamente como “guerra de conquista” contra “infieles”. Bernard Lewis escribe: “En particular, la colocación del adjetivo “santo” junto al sustantivo “guerra” no aparece en los textos islámicos clásicos. Su uso en el árabe moderno es reciente y de origen foráneo” (op.cit., pág. 125). Y más adelante: “Todas las grandes colecciones de hadits contienen una sección dedicada a la yihad, en la que predomina el sentido militar (…) Lo mismo vale para los manuales clásicos sobre la ley de la Sharia. Hubo quien afirmó que la yihad se debía entender en un sentido moral y espiritual más que militar. Estos argumentos fueron defendidos por los teólogos chiitas y, con mayor frecuencia, por los modernistas y reformistas del siglo XIX y XX. Sin embargo, la inmensa mayoría de los teólogos, juristas y tradicionalistas clásicos, entendieron la obligación de la yihad en un sentido militar y así lo han expuesto” (op. cit., pág. 126–127). Finalmente: “De acuerdo con las enseñanzas musulmanas, la yihad es uno de los mandamientos básicos de la fe, una obligación que Dios ha impuesto, a través de la revelación a todos los musulmanes” (pág. 128).

[3] Cf. La yihad en Europa, diagnosticarla, prevenirla y contenerla, artículo de Ernesto Milá en Info–krisis. Se citan todos los textos coránicos en los que se realizan llamamientos y descripciones sobre la yihad https://info–krisis.blogspot.com/2015/02/importante–documento–sobre–el–yihadismo.html

[4] Esto explica los rápidos “deslizamientos” que se registran con frecuencia entre protagonistas de la yihad en Europa que poco antes eran pacíficos, tranquilos y relajados en materia de práctica religiosa o, incluso, pequeños delincuentes sin que les interesara la religión.

[5] Tal era la opinión de Emmanuel Todd expuesta en varias obras, concretamente en Le destin des immigrés, Seuil, París, 1982 o en Allah n’y est pour rien!, Le Publieur, París 2011.









 

viernes, 13 de septiembre de 2024

¿QUÉ NOS DICE LA TEORÍA CONSPIRATIVA DEL "GRAN REEMPLAZO" (1 de 4)

 

Hay teorías de la conspiración que parten de evidencias incuestionables. La teoría del “gran reemplazo” es una de ellas. Que se está produciendo, desde el principio del milenio, un vuelco étnico–demográfico en Europa, es algo innegable que cualquiera que salga a la calle y viaje por cualquier país de Europa Occidental y del norte, puede comprobar por sí mismo. Que ese vuelco demográfico es ocultado por distintos motivos por unos o por otros, es, igualmente, notorio. En redes sociales, cada día, se perciben decenas de noticias que no llegan a los medios de comunicación convencionales porque, presumiblemente, existe una “sugerencia de silencio” si se desea tener acceso a subvenciones y lotes de publicidad oficial. A finales del milenio anterior, Guillaume Faye estableció algo que, era muy difícil negar, por mucho que se jugara con estadísticas más o menos trucadas: “de la misma forma que puede afirmarse que la mayoría de inmigrantes vienen a Europa a trabajar, hay que aceptar que la mayoría de delincuentes que operan en Europa son inmigrantes o hijos de la inmigración”. Que, a los oídos delicados de algunos europeos, esto pueda sonarles “políticamente incorrecto”, no quiere decir que no sea verdad y cualquier persona que trabaja en la administración de justicia, especialmente en los juzgados de guardia, en los distintos cuerpos y fuerzas de seguridad de los Estados de Europa Occidental, en el sistema de prisiones, incluso en urgencias hospitalarias, sabe que esto es así. Obviamente, todos ellos, junto con el ciudadano medio, carecen de recursos suficientes para poder transformar sus observaciones personales en estadísticas. Eso debería ser tarea del Estado, pero allí en donde gobiernan los “partidos tradicionales” de centro–derecha, de centro–izquierda y de izquierda, tales estadísticas, o bien no existen, o bien están trucadas, o existiendo no se publican, o incluso queda prohibido por ley realizar estadísticas en función de patrones étnicos. Así pues, el ciudadano debe fiarse de lo que ven sus ojos, seguro de que, al menos, no le engañarán. Y lo que ven es algo que, si bien no es hoy el “gran reemplazo” al que alude la teoría de la conspiración que lleva a ese nombre, se le aproxima mucho. Cada vez más, de hecho.

Y sí es cierto que hay algo misterioso en los flujos migratorios que se orientan hacia Europa Occidental: están completamente descontrolados y nadie hace nada –al menos nada efectivo, más allá de las palabras, de las declaraciones solemnes y de la creación de “comisiones de estudio del problema”–, ni para regularlos, ni para desincentivarlos, ni siquiera para reconocer una situación que se está volviendo cada vez más insostenible. De hecho, esta cuestión ha supuesto la primera razón por la que, tanto partidos de centro–derecha como de centro–izquierda, incluso nacionalistas e independentistas, estén sufriendo drásticas erosiones en su electorado y desplazamientos hacia opciones –de derechas, independentistas o, incluso, de izquierdas– que empiezan a ser conscientes del problema y que ocupan ya posiciones de poder en varios países europeos o bien están en situación de alcanzar el poder en futuras elecciones. Y, sin embargo, a pesar de eso, las dos columnas sobre las que se ha mantenido el “orden europeo” tras la segunda guerra mundial, el centro–derecha y el centro–izquierda siguen eludiendo la cuestión y actuar sobre ella. Esto implica la imposibilidad de resolver otros problemas asociados con los flujos masivos y descontrolados de inmigración: el aumento de la delincuencia, de los crímenes más graves, especialmente de naturaleza sexual, incluidos asesinatos por acuchillamiento, violencia de género, de las ocupaciones ilegales de viviendas, con la contrapartida de un aumento inevitable del racismo y de la xenofobia. Da la sensación de que existe una “mano negra” que abre las puertas a la inmigración, pero, paralelamente, se preocupa de que este tema no preocupe excesivamente a los ciudadanos, ni se traduzca en medidas racionales y efectivas de control, ordenación de los flujos y reconocimiento del problema (porque nadie, a estas alturas, puede dudar de que se trata de un problema).


Esta opacidad y esta falta de debate sobre la inmigración en Europa Occidental (de debate real, esto es, abierto, público y no entre quienes están de acuerdo, sino escuchando a los que denuncian el fenómeno y confrontándolos con quienes lo han provocado) es lo que da alas a esta teoría de la conspiración: el Gran Reemplazo.

No se trata de una actualización –como hemos visto en el caso del Plan Kalergi– del antisemitismo consuetudinario que asocia la acción de “élites perversas judías” al fenómeno migratorio, como antes lo hizo con el bolchevismo y antes aun con la masonería– de tesis anteriores, sino de una tesis que se apoya en el hecho objetivo de la opacidad y en el rechazo al debate de los partidos hasta ahora mayoritarios de centro–derecha y de centro–izquierda y que pretende explicar las razones últimas de un fenómeno que se evita reconocer y sobre el que quienes que se atreven públicamente a apoyar aportan argumentos sesgados, poco creíbles, tópicos y terminan refugiándose en consideraciones “humanistas” o “solidarias” y lanzando acusaciones de “xenofobia, racismo y extrema–derecha” a quienes se les oponen. Así pues, existe algo “sospechoso” tras esta temática. Por tanto ¿es posible hablar de “conspiración”? Vale, pues, la pena plantearse, en primer lugar, qué nos explica la “teoría del Gran Reemplazo”; en segundo lugar, establecer, objetivamente, qué favorece los flujos migratorios: luego, quién los incentiva; tras lo cual estaremos en condiciones de poder calificar el fenómeno y confirmar o desmentir la teoría del Gran Reemplazo.

Quienes en los años 70 negaban que, en Francia, en Bélgica y en Alemania se estaba produciendo un “vuelco étnico”, ahora les resulta imposible desmentirlo. No es un mito, no es una leyenda, no es una “teoría conspiranoica”: Europa está dejando de ser, ante nuestros propios ojos, el continente que hemos conocido en nuestra infancia y que ha protagonizado 3.000 años de historia. El problema es, ¿hasta qué punto este fenómeno se produce espontáneamente por circunstancias objetivas o más bien de trata de un plan perfectamente calculado para “reemplazar” a la población europea? Esa es la cuestión. Y para valorarla en su justa medida, deberemos de introducirnos en las entrañas de esa teoría y cotejarla con la realidad. Solo eso nos dará la medida de si es razonable y sostenible en tanto que “teoría de la conspiración” que puede verificarse, o bien se trata de una fantasía “conspiranoica”.

La cuna de esta teoría conspirativa se sitúa en Francia, el país que está padeciendo llegadas masivas de inmigración tercermundista desde principios de los años 70. La idea general que plantea esta teoría conspirativa es que Francia está siendo sometida a un proceso de sustitución de la población autóctona por grupos étnicos procedentes, especialmente, de África. Posteriormente, y dado el volumen de inmigración que está llegando a Europa, esta teoría se ha adaptado especialmente a la situación de Europa Occidental y en cierta medida de la Europa Germánica. Este proceso se desarrolla, no solo a partir de la inmigración masiva, sino de un descenso de la natalidad francesa (y/o europea), mediante un cuádruple proceso:


– esterilidad masculina generada por la difusión de determinados productos químicos de los que se sospecha o se tiene la seguridad de que la general y que son de uso habitual. El listado es impresionante, con el agravante de que buena parte de ellos son productos farmacéuticos[1] (inmunodepresores, antidepresivos, antiepilépticos, antimetabolitos, neurolépticos, hormonas, determinados antibióticos), unido a consumo de drogas, alcoholismo, tabaquismo, obesidad, exposición a toxinas, uso de pesticidas[2] (se da la circunstancia de que la infertilidad masculina es muy acusada entre poblaciones dedicadas a la agricultura que, en principio, se supone que deberían llevar una vida sana y natural), consumo regular de frutas y verduras que contienen pequeñas dosis de productos químicos[3] (vermicidas, fungicidas, abonos químicos, utilizados en su cultivo), determinados estilos de vida que fomentan el estrés, consumo continuo de alimentos ultraprocesados, prendas que generan excesivo calor en la zona testicular[4], utilización del bisfenol A en envases y latas de conserva[5] y un largo etcétera[6] de productos y factores confirmados que generan esterilidad masculina.

– generalización del aborto en toda Europa Occidental. El aborto se legalizó inicialmente en España en 1985, despenalizándolo con tres supuestos (riesgo grave para la salud física y mental de la madre, violación y malformaciones). Posteriormente, en 2010, la Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo, amplío estos supuestos, ampliando el plazo para interrupción de hasta 22 semanas, y reduciendo la edad hasta 16 años con permiso paterno. En 2022, una nueva reforma, eliminó el permiso paterno para menores y suprimió los tres días de reflexión. En la práctica, hoy, cualquiera que quiere abortar en España y en la mayoría de países de Europa Occidental, puede hacerlo sin restricciones de ningún tipo. El número de abortos ha pasado de 16.206 en 1986 a 98.316 en 2022, lo que supone un 11,68 por mil mujeres. El 90% para justificar el aborto era por petición de la mujer embarazada y solo el 6% por riesgo para su salud y el 4% por anomalías en el feto[7]. A esto hay que sumar la llamada “píldora del día después” o “píldoras anticonceptivas de emergencia” que previene embarazos no deseados y demás procedimientos químico–farmacológicos para interrumpir embarazos inmediatamente se producen (mifepristona, misoprostol). La “pastilla del día después” tiene una efectividad del 90% ingerida 24 horas después del acto sexual. En 2023, solamente en España, se vendieron cifras no inferiores a las 750.000 dosis de este fármaco (100.000 más que en 2020). Se calcula que el 34% de las mujeres en edad fértil han recurrido en algún momento a este método anticonceptivo[8]

– alteraciones en los criterios hasta ahora habituales de sexualidad (todo lo que entra dentro del complejo LGTBIQ+ y de los “estudios de género”). Hasta los años 70, la pareja heterosexual era la única que aspiraba a tener descendencia de su propia sangre. Incluso las adopciones eran raras y sometidas a un severísimo control para garantizar que el bebé sería entregado a una familia con todas las garantías de estabilidad, recursos económicos y deseo insatisfecho de paternidad. Pero, más o menos en esa década, apareció el fenómeno de la gestación subrogada (el vientre de alquiler). A pesar de estar prohibida en países como España, la práctica se realiza con cierta normalidad desde hace décadas. Así mismo, han aparecido empresas privadas de adopción que “ofrecen” niños, habitualmente del Tercer Mundo, procedentes de países que permiten esta práctica. Las cifras de adopciones son pequeñas (en torno a 2.500 anuales)[9]. Parte de estas adopciones, desde el año 2005, corresponden a parejas gays (en España existen en torno a 50.000 “matrimonios de personas del mismo sexo” que han oficializado su situación[10], 28.174 entre hombres y 20.976 entre mujeres, aproximadamente el 2% de las bodas celebradas en España. Las pocas estadísticas conocidas, reconocen que la duración de una pareja homosexual es menor que la de una pareja heterosexual: entre las 16.542 bodas gays celebradas entre 2007 y 2011 se han producido hasta ese año 882 divorcios, el 5’3%, mientras que las cifras de matrimonios héteros en las mismas fechas ascienden a 896.115, con una tasa de divorcios en el mismo período de 3,6%. En países como Noruega, la tasa de divorcios gays asciende al 23%[11]. Un elemento a tener en cuenta es que en el 39% de las bodas gays, uno de los cónyuges es extranjero, lo que permite sospechar que, en un número de casos imposible de evaluar, se trata de un recurso para obtener la residencia en España[12]. Si hemos traído estas cifras a colación es por la evidente imposibilidad de concebir hijos por parte de parejas del mismo sexo, lo que redunda en una bajada sensible de las tasas de natalidad: más LGTBIQ+, implica indefectiblemente, menos natalidad.

– cambios en las condiciones y en los hábitos sociales: los factores a considerar son muchos, yendo desde la pérdida del instinto de la maternidad en cierto número de mujeres (en la actualidad se considera que entre un 10 y un 15% de las mujeres, libremente, han decidido que no quieren tener hijos, y un 57% están dispuestas a tenerlos en solitario, mientras un 20% opta por la reproducción asistida[13]. La pandemia de 2019–20 tuvo como consecuencia que mujeres y parejas se replantearan tener hijos. Pero el proceso se había generado mucho antes. En los años 50–70 era frecuente encontrar matrimonios con 10 hijos (incluso el Premio Nacional de Natalidad llegó a entregar un título a una pareja con 19 hijos). Sin embargo, en 2022 solamente existían en España 167 familias con 10 hijos o más[14]. Lo cierto es que la tasa de natalidad ha ido descendiendo en España desde los años 70 y en la actualidad el número de nacimientos por mujer asciende a 1,16, el segundo más bajo de toda la UE, por detrás solamente de Malta. El número de títulos de familias numerosas (con 3 hijos o más) se había reducido a 800.000[15] y de estos, seguramente, más de 50% corresponden a parejas inmigrantes. El descenso de natalidad entre “nacionales” obedece a cambios socio–económico–culturales. Por una parte, el coste de mantenimiento de una pareja se ha elevado a causa de la hipoteca, especialmente, pero también de la oferta de consumo siempre creciente; una pareja que gane menos de 5.000 euros al mes puede encontrar problemas para mantener a uno y, no digamos, a dos hijos, si, al mismo tiempo, está pagando una hipoteca. Por otra parte, el culto al cuerpo y el cultivo del ocio hace que los hijos pasen a segundo plano: incluso los matrimonios que quieren tener hijos, retrasan al máximo la paternidad. Así mismo, la inseguridad y la inestabilidad que se viven en los tiempos modernos, impulsa a muchas parejas a negarse voluntaria y deliberadamente a tener descendencia. Incluso las parejas que se comprometen a una hipoteca y que aspiran a tener hijos, disponiendo de medios suficientes para ello, cada vez más se conforman con uno o, máximo, dos hijos: están limitados, no solamente por los gastos que conlleva la paternidad, sino también por el espacio disponible, los metros cuadrados del piso que han comprado (habitualmente entre 80 y 110 metros cuadrados) hace imposible la formación de una familia numerosa.

El resultado de todos estos factores, sumados, es una reducción de la natalidad y un “achicamiento” de la población europea. En realidad, esto no sería un grave problema: Europa ha funcionado bien en los años 50, recuperándose rápidamente de dos guerras catastróficas para el continente, así que un descenso de la población podría redundar en un mayor confort, más espacio disponible, menos masificación, menos necesidades de consumo alimentario

El problema poblacional radica en África y en Asia en donde la población se ha triplicado en setenta años. No es, pues, en Europa en donde existen problemas. Ni siquiera la famosa cuestión del “pago de las pensiones” constituye un problema real: si la pirámide de población laboral es menor que la que se esperaba para poder pagar pensiones, todo el problema radica en deshacerse del dogma de que el dinero de las pensiones solamente puede salir de la “caja de las pensiones”: de hecho, puede salir de los presupuestos generales del Estado, a condición de que el dinero público se administre mejor, se reduzcan gastos, se racionalicen y se eliminen determinadas partidas presupuestarias que suponen verdaderas losas para la economía nacional. Por otra parte, las nuevas tecnologías tienden a reducir mano de obra (incluso en trabajos no cualificados de la agricultura), lo que implica, por una parte, necesidad de técnicos cualificados, y por otra, reducción del peonaje no cualificado (en todos los sectores laborales).

Al hablar de bajas tasas de natalidad y de reducción de población europea, no estamos aludiendo a una catástrofe: es preciso recordar que más vale “calidad” que “cantidad”. Y el problema es justamente que el sistema educativo, cada vez, tiende a generar menos “calidad” y la inmigración masiva, trae únicamente “cantidad”. El mito de que el descenso de población en Europa supondría una hecatombe hay que considerarlo como una de tantas ensoñaciones de demógrafos al servicio de cualquiera de los poderes que dictan las “verdaderos oficiales”.



[1] Cf. web de la Clínica Mayo: https://www.mayoclinic.org/es/diseases–conditions/male–infertility/symptoms–causes/syc–20374773

[2] Cf. https://www.reproduccionasistida.org/restos–de–pesticidas–en–los–alimentos–pueden–alterar–la–calidad–seminal/

[3] https://cuidateplus.marca.com/reproduccion/fertilidad/2016/04/12/alimentos–plazo–dificultan–fertilidad–112344.html

[4] https://www.urh.es/estilo–vida–fertilidad–masculina/

[5] Shuyana Deba, Efectos del bisfenol A en la reproducción, Trabajo de master en el Centro Internacional de Postgrado de la Universidad de Oviedo, 2015, en especial págs. 22–64

[6] Para ampliación del tema cf. NTP 441: Tóxicos para la reproducción masculina. Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo. PDF chrome–extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://www.insst.es/documents/94886/326853/ntp_441.pdf/d4b12991–a2b6–4b54–8bd0–22435faa527b?version=1.1&t=1676629568207

[7] Los datos pueden consultarse en la web del Ministerio de Sanidad del Gobierno de España: https://www.sanidad.gob.es/areas/promocionPrevencion/embarazo/datosEstadisticos.htm

[8] Cf. https://www.elconfidencial.com/espana/2023–08–13/ley–del–aborto–pildora–despues–culpable_3662630/#:~:text=La%20compa%C3%B1%C3%ADa%20IQVIA%20ha%20totalizado,667.077%20unidades%2C%20seg%C3%BAn%20El%20Economista.

[9] https://es.statista.com/temas/6036/las–adopciones–nacionales–e–internacionales–en–espana/#:~:text=En%20el%20%C3%BAltimo%20lustro%20analizado,y%201.659%2C%20a%20adopciones%20nacionales.

[10] Europa Press https://www.europapress.es/sociedad/noticia–espana–celebrado–mas–49000–bodas–parejas–mismo–sexo–aprobacion–ley–hace–15–anos–20200703115156.html

[11] Cifras aportadas por https://www.aceprensa.com/familia/los–matrimonios–homosexuales–se–rompen–mas/

[12] Ídem.

[13] Datos extraídos de ABC https://www.abc.es/familia/padres–hijos/abci–57–por–ciento–mujeres–quieren–madres–dispuestas–tener–hijo–solitario–202205080056_noticia.html

[14] https://es.statista.com/estadisticas/959713/numero–de–familias–numerosas–por–numero–de–hijos–espana/

[15] https://es.statista.com/temas/5505/las–familias–numero*sas–en–espana/#editorsPicks








miércoles, 11 de septiembre de 2024

11-S: DIADA CATALANA DEL 2024. ASÍ ESTÁN LAS COSAS (nada bien, por cierto)

Escrito estas notas completamente desinteresado por los partidos independentistas y despreocupado de las cifras que mañana den los medios de comunicación amamantados por la gencat sobre asistencia a las manifestaciones de “la diada”. En cualquier caso, no será nada importante, ni relevante. El hecho es que el independentismo, como ya augurábamos hace años (ver, entre otros, el artículo: El Titanic independentista se hunde y la orquesta toca una sardana, escrito en 2019). Los partidos indepes, sin excepción, están en crisis; sus “organizaciones cívicas” atraviesan su peor momento y, sin embargo, parece como si todavía tuvieran la iniciativa política. ¿Qué está pasando en Cataluña?

LA CRISIS DE LOS INDEPES

La crisis no es reciente: empezó con Artur Mas, cuando Rajoy le dijo que ya no había más dinero para Cataluña y aquel se echó al monte. A partir de ahí, los medios de la gencat, empezaron a machacar a la opinión pública con la idea del “referéndum por la independencia”. El convocado por Mas fracasó. Y, Mas era todavía un alumno aventajado de Pujol que sabía como “negociar” con el gobierno de la Nación sin que pareciera un chantaje. Luego vino una larga serie de mediocridades (Torra, Puigdemont, Aragonés), cada uno más obtuso que el anterior, pero todos igualmente nacionalistas. Era normal que, después de la efervescencia del segundo intento de referéndum indepe, el de Puigdemont, la frustración por el fracaso se tradujera en dos meses de episodios de violencia en las calles y luego por un reflujo del independentismo, manifestado tanto en su apoyo popular, como en su empequeñecimiento electoral. Y, para colmo, a la vista de que las calles de Barcelona y de las ciudades, grandes y pequeñas, se convirtieron en pasto de acuchilladores y carteristas llegados de todo el mundo (era el resultado del “welcome refugies” que todavía hoy defiende aquella parásita que durante años años alcaldesa de Barcelona, la Colgau), se agravó la crisis del nacionalismo indepe.

Hoy, esta es la situación:

- En lo que se refiere a ERC, la formación “histórica” del independentismo, vive una situación interior angustiosa: dividido actualmente en dos candidaturas rivales de cara al próximo congreso (la de Junqueras y la de Marta Rovira), en la práctica es muy posible que aparezca en el congreso una “tercera vía” que trate de superar el choque entre las otras dos fracciones. Y todo esto, para un partido de apenas 8.500 miembros, de los que ¡3.000 son cargos públicos! (y, posiblemente, otros 3.500-4.000 sean “asesores de la gencat”, “asesores de los grupos municipales de ERC en los ayuntamientos”, “asesores de ERC en los consells comarcals”, “funcionarios del partido”. En la práctica, es posible que en torno a cuatro quintas partes de la afiliación vive de la política. Los fracasos del independentismo han pasado factura a ERC, sus acuerdos con Sánchez también; reiteradamente el bellaco de la Moncloa ha engañado al independentismo (Puigdemont sigue en Waterloo, no todos los delitos han entrado en una amnistía que se presentaba como “general”), tampoco nadie cree en la viabilidad del “concierto económico” y en que llegue a concretarse en los próximos meses. La explicación oficial que da ERC a su crisis es que, desde su fundación, el partido siempre ha tenido un desarrollo en “dientes de sierra”: unas veces con avances avasalladores y otras con pérdida drástica de votos… Pero, el que esto haya sido así en los últimos 40 años, no quiere decir que sea siempre igual de ahora en adelante.

- Por su parte Junts, heredera de la muy corrupta CiU y mafiosa, radicalizada y que todavía sigue a un auténtico botarate como Puigdemont, registra, no solo pérdida de votos como ERC, sino también pérdida de influencia social. Con menos afiliados que ERC, apenas 6.465 en 2022, se dan proporciones parecidas a las de este partido: 2700 concejales, a lo que hay que sumar una cifra ligeramente superior que ocupan cargos relacionados con la gencat.con fundaciones y ONGs vinculadas, directa o indirectamente, a la sigla. Prácticamente, en Junts, la inmensa mayoría de afiliados lo son porque viven a costa de las distintas administraciones. Es un partido, cualquier cosa, menos unido: no es que haya una dicotomía entre su presidencia (Puigdemont) y la secretaría general (Laura Borras), es que ésta última, ampliamente desprestigiada ante la opinión pública, es enemiga acérrima de su rival que le disputó el cargo, Jordi Turull. Como en el caso de ERC, también aquí existen distintas posturas ante el pedrosanchismo: unos quieren pactar considerando que pueden extraer del PSOE ventajas que de otro modo le serían inalcanzables, otros consideran que hacerlo con un estafador de manual, implica desprestigiarse a sí mismos y pasar por tontorrones ante la opinión pública, los hay que solamente piensan en que Puigdemont es el “verdadero president” y solamente quieren que vuelva en olor de santidad como hizo Tarradellas en 1978. Otros, en cambio, empiezan a pensar que el problema de Puigdemont es que no tiene excesivo interés en volver de su exilio dorado.

- CUP: la Candidatura de Unitat Popular, en estos momentos es una estructura gaseosa, prácticamente difuminada, aparte de ser, desde su fundación, un amasijo de tendencias, intereses diversos (ecolomanía, lucha contra “el patriarcado”, ultrainmigracionismo de puertas abiertas, asamblearismo, pancatalanismo y ultraizquierdismo LGBTIQ+. Con 313 concejales y, posiblemente, en torno a 2 veces más “asesores” pagados por las administraciones municipales, sumados, prácticamente constituyen sus únicos afiliados (en 2021 declararon 462 militantes, hoy, posiblemente sean menos). La pérdida de cinco escaños en las elecciones a la gencat en 2024, condenaron al grupo a la extinción: lo que ha sido la CUP -y somos consciente de que hablamos en pasado- es, apenas, una reunión de todas las tendencias que nacieron de la matriz común, el PSAN (Partit Socialista d’Alliberament Nacional) clandestino en el tardofranquismo y que, regularmente, se ha partido en innumerables escisiones para luego reunificarse, luego volverse a divorciar y así hasta el fin de los tiempos. Los “Comités de Defensa de la República” que estructuró después del referéndum frustrado de 2019, tuvieron unos meses de activismo frenético antes de desaparecer por completo. La Cup es una formación con mas pasado que futuro. Que sean consciente o no, ya es otra cuestión.

- Asociación de Municipios por la Independencia, la Asamblea de Electos de Catalunya, Consell de la República, Asamblea Nacional de Catalunya, siguen existiendo y seguirán existiendo mientras reciban carburante económico de la gencat. Han perdido la fuerza que pudieron tener en el período previo al referéndum frustrado. En la práctica se han convertido -especialmente la Asamblea Nacional de Catalunya presidida por Lluis Llach- es pequeños grupos que, “tiran” de los partidos independencias, especialmente de ERC y de Junts, en la creencia de que siguen siendo “representantes” de las fuerzas sociales mayoritarias en Cataluña y que los dos partidos parlamentarios son excesivamente moderados y pactistas. Han amenazado con presentar candidaturas propias, algo que nunca han conseguido (y no por falta de ganas, sino de apoyos). Y, por lo demás, nadie entre ellos tiene una estrategia única, ni es capaz de reconstruirla, ni mucho menos de elaborar una “hoja de ruta” para alcanzar la independencia. Se trata de grupos que irán languideciendo mientras la gencat les siga fluyendo carburante económico, pero que desarrollan su actividad de espaldas a la inmensa mayoría de catalanes que ni siquiera saben de su existencia.

Así están las cosas, en lo que a los indepes se refiere. Si nos hemos preocupado por buscar sus cifras de afiliados y los cargos públicos que ocupan, la primera conclusión es que siguen existiendo para defender sus puestos de trabajo. Quien conoce la historia de la gencat, sabe que desde los años 30, cuando se instauró, ya era así y que, poco después de su fundación, todos los dirigentes de la JERC (juventudes de ERC) ya estaban pagados por los presupuestos de la gencat. ¿La doctrina? ¿el proyecto? Ante la imposibilidad demostrada de independencia, y ante la incapacidad para reconstruir una “hoja de ruta” y una estrategia, están, en conjunto, de capa caída. A pesar de que escribimos esto antes de conocer las cifras de asistencia a los actos del 11-S, lo cierto es que estamos convencidos de que será inferior a los últimos años y parecida a las asistencias de los años 90, cuando casi nadie en Cataluña pensaba en referéndums, secesiones y demás ensoñaciones.

EL PSC COMO SUSTITUTO DE LOS INDEPES

Uno de los motivos por los que el PSC fue el partido que más votos obtuvo en las pasadas elecciones regionales, fue por dos factores: se trata del partido que mejor ha sabido tentar al electorado de ERC y Junts con un programa “federalista” y “posibilista” en relación a la utopía indepe y, en segundo lugar, por haber atraído el voto de los “nuevos catalanes”, en torno a 200.000 inmigrantes naturalizados como “españoles”. El primer contingente fue hijo de la decepción de los nacionalistas con sus siglas. El segundo, gracias a la percepción de la inmigración de que, mientras gobierne el PSOE seguirán cobrando subsidios, subvenciones, podrán seguir haciendo lo que les dé la gana sin grandes riesgos, y vendrán más y más como ellos hasta islamizar el país.

Si tenemos en cuenta que Salvador Illa, fue el “ministro de la pandemia” y que, ahora sabemos que, hubo latrocinio con las mascarillas, se sembró deliberadamente el terror entre la población, no hubo más “comisión de expertos” que Sánchez, Illa y aquel pobre enterado que daba la cara cada día como “especialista en pandemias”, que murió mucha más gente víctima de los tratamientos (primero entubando a los enfermos y hundiendo el virus de la garganta a los pulmones, y luego, literalmente quemando los pulmones insuflando oxígeno puro por los “respiradores”, y finalmente con unas vacunas que carecían de la más mínima garantía y que, para colmo, están siendo cada vez más reconocidas como causantes de la epidemia de muertes por ataques cardíacos que están causando “sobremuertes” que solamente se explican por los efectos secundarios de la vacuna), parece increíble, decimos, que Sánchez presentara a un tipo que carecía completamente de preparación en materia sanitaria (un simple licenciado en filosofía) e hizo una gestión desastrosa de la pandemia, como candidato a la presidencia de la gencat y aún más increíble que alguien le votara en lugar de recordarle lo nefasto de su gestión y la responsabilidad en las muertes que se produjeron y que siguen produciéndose… Pero, así es la democracia de masas.

Illa, el “ministro de la pandemia”, o mejor aún “el ministro de la muerte”, debió de contar con un socio para poder gobernar. Solamente había dos opciones: ERC o con Junts. Los siete votos de Junts en el parlamento del Estado, eran imprescindibles para la permanencia de Sánchez en la presidencia. Pero la exigencia de Puigdemont de ser él “president” era excesiva (especialmente a la vista de sus resultados electorales), así que, desde el principio, las posibilidades de obtener apoyos del independentismo se centraron en ERC que precisaba cargos oficiales y de asesores para su menguada militancia. ERC, sintió que era la última oportunidad para su gente y optó por exigir “el oro y el moro”. Si Illa quería sentarse en la poltrona, debía pagar. Y Sánchez dio la orden de que se cediera en todo y que se aceptara cualquier exigencia… luego ya se vería. Es probable que el “concierto” sea rechazado en el parlamento del Estado o por el Tribunal Constitucional o, incluso por la UE. Como siempre, Sánchez presentaba las cosas con su habitual forma desaprensiva: debió pensar que a los “paletos indepes” se les podía tomar el pelo una vez más. Ya lo había hecho con una amnistía que, de momento, no ha servido para traer a Puigdemont, así que, si habían picado una vez, no era raro que picaran otra. Los problemas interiores que podría acarrearle la cuestión del “concierto” lo resolvería en el próximo congreso del PSOE: “el que se mueva no sale en la foto”, o, dicho de otra manera, “el que no me siga con la fidelidad perruna pierde el sueldo”. Y, en última instancia, siempre está Tezanos para maquillar intenciones de voto (formas de condicionar el voto) y Escrivá en el Banco de España para proclamar la excelente salud de la economía española…

Y, aun así, el problema dista mucho de estar resuelto. Lo que más llama la atención es que Illa ha seguido la senda de Maragall: tratar de presentarse como “más nacionalista que los nacionalistas”, intentar rebasar a los nacionalistas en nacionalismo. Sus primeras medidas han sido elocuentes: reforzar especialmente la normativa lingüística (por la que solo los nacionalistas e indepes están interesados), obligar a los alumnos de origen iberoamericano a recibir clases de catalán, aumentar la presión para la rotulación de los comercios en catalán, incluso sus alcaldes se sienten cómodos con esa orientación: el de Molins de Rey alardea de no colgar la bandera Española (en 2023, el 82% de ayuntamiento catalanes hacían lo mismo y buena parte eran regidos por socialistas), el “taller de guerrilla urbana” promovido por el ayuntamiento de Granollers (PSC) otros alcaldes del mismo partido (PSC) utilizan banderas independentistas e, incluso, el propio alcalde de Barcelona, Collboní, inaugura su nuevo y lujoso despacho sin bandera española…

Pero, el problema en la Cataluña de Illa ya no es que el PSC quiera fagocitar a los indepes ofreciéndoles federalismo y a los nacionalistas accediendo a sus pequeños caprichos, sino el que las instituciones autonómicas, empezando por los Mossos d’Esquadra, terminando por el parlamento y pasando por los medios de comunicación amamantados por la gencat, cada vez están más desprestigiados (el chou de Puigdemont apareciendo y desapareciendo ante los Mossos no ha hecho, precisamente, ningún bien a una institución que, para el desarrollo de su función debe ser, sobre todo, “respetable”) y la situación en la calle se ha convertido en auténticamente insostenible: tanto Collboní como Illa, a partir de ahora, van a tener que bregar con el problema real, a saber, que Barcelona ostenta ya el dudoso honor de ser la ciudad más peligrosa de España a corta distancia con otras europeas. Todo youtubers que viaja a Barcelona -comprobadlo vosotros mismos- tiene la misma reacción al subir su clip: “Ciudad medio africana, superpoblada por ladrones peligrosos que las policías se muestran incapaces de controlar”. Y, vale la pena recordar que Barcelona vive del turismo. A pesar de la American’s Cup (que ha pasado completamente desapercibida para la población) este año, BCN ya ha registrado una merma de visitantes. Una “ciudad turística” (y que solo vive del turismo) no puede figurar entre las más peligrosas de Europa (la administración norteamericana ya ha advertido de esta peligrosidad a sus ciudadanos que visiten Barcelona).

Y, seamos sinceros, los Mossos d’Esquadra, por el momento, solo han recibido instrucciones de aumentar sus cuotas de género, cuando en realidad haría falta dotarlos tasers o, simplemente, reclutar recios luchadores de sumo en lugar de “pubillas” rebasadas siempre en choques con la delincuencia…

CATALUÑA EN SU PEOR MOMENTO HISTÓRICO

Cataluña, con el “socialismo federalista”, con o sin concierto, con o sin amnistía, está viviendo los peores momentos de su historia. Mientras duró el franquismo, Cataluña y el País Vasco eran los motores industriales. Hoy ya no lo son. Claro que la gencat precisa un “concierto económico”: en Cataluña la paz étnica y social se compra a base de subsidios y subvenciones. Y lo que el Estado destina a Cataluña ya empieza a ser insuficiente para pagar a los recién llegados, a los menas y a los funcionarios de los partidos.

En el fondo el problema del “concierto” se reduce a un problema de lealtad. Las monarquías obsequiaban a las regiones, a las poblaciones y a los linajes más fieles, con “fueros”. Cuanto más leal era un grupo social, más autonomía recibía. Para eso servían los fueros. Pero en las últimas décadas, el gobierno del Estado premia la deslealtad: contra más amenazador, chantajista, insolidario y gritón es una región o un partido, el gobierno tiene la presunción de que dándole más margen autonómico lo callará. El pedrosanchismo vive en esa fantasía. En principio, considero que una región que haya demostrado “lealtad” hacia el Estado, merece AUTONOMÍA PLENA en todos los órdenes, incluso en el fiscal. Pero no es el caso de la gencat: se ha pateado y sigue pateándose dinero tanto para atenuar los lazos con el Estado, como para encontrar puestos de trabajo a los afiliados y amigos de los partidos indepes; Cataluña es en las últimas décadas una de las zonas más corruptas del Estado. Nada garantiza que en el improbable caso de que se aprueba el “concierto”, la gencat liquide la parte correspondiente al Estado, siempre encontrará excusas para que sea mínima; la posibilidad de que un concierto reduzca la presión fiscal en Cataluña se reduce a cero: es más probable, a la vista de lo visto, que aumenten tributos y cargas fiscales.

Estas ideas están relativamente extendidas entre los sectores económicos en Cataluña: alarmados porque la inversión extranjera huye de la región y prefiere Madrid, molestos por la desertización industrial creciente, el absentismo laboral, el paro y los EREs, por el avance exclusivo del sector servicios, por la presunción en la que está instalada la gencat de que Cataluña es “importante por su industria”, como si estuviéramos en año 1969. O exigiendo “libertad y amnistía” como si el reloj se hubiera averiado en 1975. Y el tiempo pasa inexorable: Cataluña se empequeñece en relación a otras zonas del Estado y sus problemas aumentan. No hay más que darse una vuelta por el centro para ver actuar a la delincuencia llegada de toda la galaxia, no hay nada más que ir a los barrios periféricos para ver riadas de burkas y chilabas inintegrables y ultrasubvencionadas.

Tezanos y el CIS o su traducción catalana (el Centre d’Estudis d’Opinió), los medios de comunicación mantenidos por la gencat, todos juntos pueden ocultar la realidad catalana: pero, el ciudadano, cuando sale a la calle la comprueba por sí mismo.

          

PARA APUNTILLAR AL NACIONALISMO
HAY QUE PRACTICAR EL DESCABELLO CON EL PSC

Los nacionalistas e indepes son un residuo en la política catalana. Cuatro gatos que defienden lo suyo (sus sueldos oficiales). Poco más. En Cataluña ha ocurrido lo mismo que en Quebec: a fuerza de dar la matraca con la independencia, a fuerza de convocar referéndums (y perderlos), el Partido Nacionalista Quebequois, terminó deshinchándose. Nadie puede proponer eternamente la independencia, fracasar en su empeño y pensar que va a salir indemne. En .cat, los nacionalistas e indepes siguen convencidos de que son “hegemónicos”. Pero no lo son: el uso del catalán está en su peor momento en 30 años. Se diría que la “inmersión lingüística” solo ha servido para formar jóvenes que hablan mal el catalán, hablan mal el castellano e, incluso, hablan mal el árabe de sus padres… que de todo hay.

Hoy, el socialismo es “hegemónico”. Y lo es en tanto que ha asumido eslóganes electores que pueden placer momentáneamente al electorado nacionalista y a los “nuevos catalanes”… Pero el programa socialista que resulta incapaz de definir cómo podría ser la transición entre el “Estado de las Autonomías” y el “Estado Federal” que proponen y cómo sería este “federalismo”, si “simétrico” (idéntico para todas las regiones de España) o “asimétrico” (como quieren Cataluña y el País Vasco), antes o después generará decepciones. La política debe solucionar problemas, no generarlos. Y el PSOE-PSC ha demostrado ser una máquina para generar conflictos donde antes existían remansos de paz, industria y trabajo.

Hace falta entender quién es el “enemigo” de una vez por todas. No existe “un enemigo”, sino que cada momento histórico tiene uno concreto. Durante la época del “procés” parecía muy evidente que el nacionalismo y el independentismo eran “el enemigo”, de la misma forma que en el período de CiU, el hacedor de todas las corruptelas era esta sigla maldita hoy felizmente desaparecida. Hoy el enemigo es el PSC: reducto de todas las ambigüedades, de todos los oportunismos, dirigido por el “ministro de la muerte” convertido en “honorable”, con un programa que, en síntesis, propone desmontar el Estado de las Autonomía para montar un Estado Federal, que quiere adelantar en nacionalismo a los nacionalistas (la estrategia maragallana) y en progresismo a los más alocados progres

La islamización de Cataluña es el gran problema social, la brutalización de la vida en las calles y en los transportes públicos, el que una parte sustancial de los “recién llegados” vean en el turismo el objetivo principal de sus exacciones, la fuga de la industria, la merma de su tejido industrial, son factores que no se van a poder ocultar en los próximos dos años. El independentismo ya no es responsable (veremos lo que queda de ERC tras su congreso y tras evidenciarse su ingenuidad suicida al creer en las promesas de un tipo como Sánchez) de nada: el responsable único, de ahora en adelante, de todo lo que ocurra en la gencat es exclusivamente del PSC.

ALIANÇA CATALANA: ANTES CON INDEPES ANTIINMIGRACIÓN QUE CON SOCIALISTAS PROINMIGRACION

Son indepes, vale, pero los veo con una enorme simpatía. Al menos, Aliança Catalana han tenido el valor de decir alto y claro: “¿gencat? ¡tenemos un problema!” y ¡qué problema!. Entiendo perfectamente que catalanes “de la montaña” hayan dado vida a este partido y denuncien que la identidad catalana se está difuminando a marchas forzadas.

Nacida en comarcas en las que la butifarra, los espatecs, la cría del cerdo, son tradicionales, allí han llegado aquellos cuya religión les prohíbe comer cerdo, visten como en otros horizontes geográficos y temporales, adoran a “Alá” y su religión considera la guerra como su “sexto pilar”; por supuesto, ni se han integrado ni se les espera. Han creado innumerables problemas de convivencia. Nadie entiende cómo siguen llegando, como se les sigue subvencionando y cómo nadie, ni el gobierno del Estado, ni mucho menos la gencat, hacen NADA para evitar lo que ya es inevitable en buena parte de Europa: la guerra civil étnica, religiosa y social. Cuando han fracasado todas las políticas integración por generosas que hayan sido en los países más democráticos del mundo, parece claro que solamente hay una solución. No vamos a hablar de la “expulsión de los moriscos” con la que los Reyes Católicos garantizaron la paz étnica y religiosa durante más de 500 años, pero si de una “reversión del fenómeno de la inmigración”, esto es, que los que se van sean más que los que llegan, que solamente nos quedemos con la inmigración que se integra, que no crea problemas, que trabaja y estudia. El resto, ni hacen ni pintan nada entre nosotros y un día, si Europa sobrevive, se preguntará cómo hizo el canelo permitiendo, subvencionando y estimulando a un contingente, cuando seguía existiendo paro especialmente en España.

El fenómeno Aliança Catalana, no es, ni de lejos como el fenómeno Alvise, flor de un día, o el fenómeno Plataforma per Catalunya, mal dirigida, es un partido que irá creciendo paulatinamente a medida que las tres siglas indepes se vayan deshinchando. Y se deshincharán. ERC, no se ha dado cuenta de que integrar en sus listas electorales a musulmanes le ha hecho perder votos. Al menos en Junts han sido más prudentes (el fenómeno Orriols nació dentro de Junts, por cierto) y no han alardeado del concepto idea analfabestia de un “Islam catalá”. En cuanto a la CUP, uno de los varios motivos de su desaparición práctica de la escena catalana es que, además de inmigrantes en sus candidaturas, integró también a transexuales, antipatriarcales, y demás candidatos poco apreciados -a la vista de los resultados- por el electorado catalán. No ha sido raro el que, en la noche del 10 al 11 de septiembre, los pocos miembros que quedan en la CUP, se hayan enfrentado a los miembros de Aliança Catalana en el Fossar de le Moreres.  

Lo cierto es que, de todas las formaciones indepes, Aliança Catalana es la única que tiene posibilidades reales de crecer e incluso de suscitar entusiasmos en sectores de la sociedad catalana. Su crecimiento irá en detrimento, especialmente, de la clientela de Junts y mermará también a aquel sector de ERC que nunca ha creído en el “Islam catalán” y que está más que alarmado por el cambio de paisaje (y de paisanaje) en sus ciudades.

A la vuelta de un par de elecciones, Aliança Catalana tendrá el peso suficiente como para que el Illa de turno no pueda amenazarla con “vigilarla de cerca” (como hizo en la sesión del parlamento con Silvia Orriols). Obviamente, en las declaraciones de esta última hay “desenfoques” notables (atribuir al “Estado Español” el querer “aniquilar la raza catalana”). Pero no importa: lo realmente importante es que, también en España, el tema de la inmigración se ha convertido en el elemento central de decantación política, en tanto que -junto con la economía, la corrupción y el gasto público/presión fiscal- principal preocupación (y riesgo) de los ciudadanos.

Si Aliança Catalana desgasta a las formaciones indepes, si asume la batalla contra Illa y el PSC, antes o después, entenderá que todos los que estamos contra la inmigración descontrolada y masiva, en España y en Europa, en esta hora triste para un continente en fase avanzada de islamización, ESTAMOS DEL MISMO LADO. Y, me alegraría mucho que el Frente Obrera consiguiera desgastar a las formaciones pijo-progres de izquierda, recurriendo también a esta temática.

PREPARARSE PARA EL DESPLOME DE LA SOCIEDAD CATALANA

Un análisis objetivo de la realidad catalana es que, con o sin amnistía, con o sin concierto, con o sin Illa, la sociedad catalana está extremadamente debilitada y de seguir por la pendiente de la decadencia de su natalidad (junto con Japón, la más baja del mundo), es -como hemos dicho en otras muchas ocasiones- mucho más probable que la gencat termine en la Liga Árabe más que en la UE. De momento ya se parece mucho más a Rabat que a Budapest.

Illa y su socialismo federalista de rostro nacionalista no va a lograr detener ese desplome. Los mismos que hace veinte años estaban más preocupados por instalar cámaras en el interior de las comisarías de los Mossos y por defender los “derechos humanos” de los detenidos, hoy siguen sin haber extraído consecuencias de sucesivos fracasos. Una tonta del bote como la Colgau que instaló durante años en el balcón del Ajuntament de Barcelona la pancarta inolvidable de ”Welcome refugies” (y vinieron en masa…), y una izquierda progre, todavía no ha querido entender que esto ya no puede seguir así durante mucho más tiempo. Ante la situación de ineficiencia de los Mossos para detener la delincuencia, están empezando a notarse “huidas” de Cataluña: quien puede se va. Ahí queda eso. “¡Disfrutad de lo votado!”. Ese goteo, mañana -como ocurrió en Marsella entre 1980 y 2000- se convertirá en flujo constante después y, finalmente, en riada.

Y ante este panorama es preciso que fuerzas contrarias a la inmigración masiva y a la islamización de Cataluña empiecen a pensar en que son solidarias frente al bloque pro-inmigracionista o simplemente frente a timoratos de “estilo Feijóo”. O se defiende el “estilo woke-pijoprogre-LBTBIQ+-inmigracionista, o se defiende la estabilidad de la sociedad, el carácter europeo de las distintas regiones de España y la necesidad de combatir la pérdida de identidad del continente, en sus naciones históricas, en su conjunto y en sus autonomías, o un día nos daremos cuenta de que se ha producido el “gran reemplazo”: ¿y qué es el “gran reemplazo”? Resumo: “acostarnos en una sociedad y despertarnos en otra”.