miércoles, 17 de abril de 2019

365 QUEJÍOS (307) – LOS QUE RECONSTRUIRÁN NOTRE-DAME


Todavía no repuestos del incendio de Notre Dame, recuperamos este artículo que escribimos hace 25 años este artículo, y que, por lo que creemos, fue el primero que se publicó en España dedicado al fenómeno francés del "compagnonage" (el movimiento de las hermandades artesanales). Se trataba de un artículo muy generalista que, posteriormente ampliamos en uno dedicado al Tour de France realizado por los jóvenes artesanos franceses que habían superado el grado de Aprendiz. El artículo fue publicado en la revista Saber MAS (suplemento de El Mundo de Catalunya), de la que fui redactor-jefe. Hoy volvemos a recuperarlo convencidos de que las obras de reconstrucción de Notre Dame serán realizadas por estos gremios artesanales que todavía hoy siguen practicando las mismas técnicas que en la Edad Media, cuando se construyeron las catedrales.
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En la pequeña ciudad francesa de Figeac existe una encomienda templaria restaurada con todo rigor en los últimos tres años. Las tareas han corrido a cargo de las distintas corporaciones de artesanos: los "compañeros", en francés "compagnons". Gracias a ellos ha sido posible restaurar este edificio y otros muchos más de resonancias medievales. Pero también gracias a ellos, Francia ha alzado monumentos como la Torre Eiffel y restaurado todo el gótico francés maltrecho tras la revolución de 1789.

¿QUE ES EL "COMPAÑERISMO"?

Existieron hermandades obreras, o, al menos,  se las supone,  en el Egipto faraónico y a ellas se atribuye la construcción de las pirámides. En la historia de Roma se menciona a uno de sus primeros reyes míticos, Numa, como fundador de las corporaciones artesanales. Dice la leyenda que si hay que buscar en Roma el antecedente directo de las gremios, sus ritos proceden de Egipto.

La Biblia otorga al trabajo el valor de un castigo. Los que practican un trabajo, “les compagnons”, están afiliados a un gremio y, por tanto, ejercen el “compagnonnage”, términos que en castellano pueden traducirse como “compañeros” y “compañerismo”, si bien, con un significado completamente diferente. El “compañerismo” enseña la forma de convertir tal castigo en vehículo de salvación. Luc Benoist, conservador de los museos de Francia, define el fin del "compañerismo" como el "logro del perfeccionamiento profesional, moral y espiritual de sus integrantes"; esto en lo que se refiere a la vida personal, interior y social, del "compañero".

Pero este movimiento tiene también una dimensión colectiva al asumir: la defensa corporativa de sus miembros, la solidaridad entre ellos y la ayuda mutua, eran sus objetivos. Todo de lo que hoy "venden" los sindicatos modernos nos lo ofreció ya el “compañerismo". Pero, a diferencia del sindicalismo, el "compañerismo" consideraba esta defensa corporativa como accesoria. Le importaba mucho más el artesano como ser en sí y la formación de su carácter tanto como la preparación técnica y profesional. No es raro que le impusiera una disciplina extrema a sus miembros y les exigieran unos sacrificios que hoy pueden parecer incluso crueles: los "compañeros" aceptaran todo esto como etapas de su aprendizaje, asumiéndolo de buen grado. Todos los datos que han llegado hasta nosotros y la misma práctica del “compagnonnage”, que sigue vivo y activo en nuestros días, indica la gran alegría y hermandad que presidía las reuniones, el trabajo y la vida cotidiana de sus miembros.

DÓNDE ENCUADRAR EL COMPAÑERISMO

A pesar de los intentos (realizados con cierto éxito) para adaptarse al mundo moderno, el "compañerismo" pertenece a otra época: está presente en el siglo XX, pero no es del siglo XX, ni siquiera tiene mucho que ver con la sociedad nacida de las convulsiones sucesivas que han supuesto para Europa la Revolución Francesa de 1789.

Hay que encuadrar el movimiento de los "compañeros" dentro de las "sociedades tradicionales". Estos gremios, considerados como “órdenes corporativas”, solamente tienen lugar en la estructura trifuncional de las sociedades indo-europeas. Estas sociedades se dividían en “estamentos” que agrupaban cada uno de ellos a la función guerrera, función sacerdotal y función artesanal, partiendo de la base de que existen tres tipos de caracteres: uno con tendencia a la acción, otro en el que prevale la meditación y un tercero que prefiere operar sobre la materia.

La función guerrera estaba protagonizada por la nobleza en armas, una nobleza sedentaria o "andante", pero siempre dividida interiormente en tres grados de aprendizaje, con siete años cada uno: paje, escudero y caballero. Dio vida a las “órdenes militares” medievales. La función sacerdotal, por su parte, estuvo encomendada a los hijos de la Iglesia, encuadrados en las distintas “órdenes religiosas”. Finalmente la función artesanal, la producción de bienes de uso, quedaba encomendada a la tercera casta, la cual instituyó las "corporaciones" u “ordenes gremiales”, correspondientes a cada oficio. Estas últimas eran, ante todo, organismos de enseñanza profesional, autodefensa y ayuda mutua. Interiormente estaban organizados en tres grados, “aprendices”, “compañeros” y “maestros”

LA LEYENDA DE LOS ORIGENES

Varias son las leyendas sobre el origen de las corporaciones. En realidad, todas ellas son reflejo del mismo mito fundador introduciendo ciertas variaciones. Todas hacen referencia a Salomón. Salomón quiso cumplir la promesa que su padre, el Rey David, realizó a Yavhé: la construcción de un templo.

Al no existir constructores de pericia en Israel, Salomón debió recurrir al rey de Tiro quien le envió a su maestro de obras favorito, Hiran o Adonhiram. Hiran formó a los carpinteros, canteros y demás profesiones que, en siete años, alzaron el primer templo de Jerusalén. Hasta aquí el relato bíblico.

A partir de ahora es la leyenda de los "compañeros" la que habla: Hirán otorgó a cada especialidad artesanal una “palabra de paso” (consigna) que descubriera el rango y la especialidad de cada uno. Tres compañeros que al juicio de Hirán no habían alcanzado la perfección en el dominio de su oficio, no pudieron alcanzar el grado de maestros y, furiosos, decidieron arrancar por la fuerza a Hirán la “palabra de paso”: uno de ellos, Holem, se situó en la puerta sur del Templo y golpeó a Hirán con un mazo; otro, Streckin, lo golpeó con una regla en el pórtico de occidente. Finalmente, el tercero, Hoterfut, oculto en la puerta de oriente, le golpeó con el nivel.

Los despojos de Hirán fueron enterrados por separado: por una parte, su cuerpo, en otra sus hábitos y más lejos la vara, emblema de su mando. Una rama de acacia nació de cada fosa y permitió recuperar el cadáver y los símbolos de oficio.

La leyenda fue luego recuperada por la masonería moderna con ligeros cambios en los nombres de sus protagonistas. Al mismo tiempo, otra leyenda medieval,  la de los tres hijos de Aymon,  muestra una versión de contenidos simbólicos similares. Un cantar del siglo XIII nos dice que un noble caballero, el más joven de los hijos de Aymon, al regresar de las cruzadas vistió el hábito de pelegrino; se enroló como cantero y participa en la construcción de la catedral de Colonia. No quería dinero por su trabajo y algunos de sus compañeros, celosos de su entrega a la profesión, lo asesinaron... Algunos esoteristas quieren ver en el nombre de Aymon una reminiscencia de Amon, el dios egipcio.


¿QUE SON LOS "DEBERES"?

A partir del "mito fundador" casi todo diverge. En un período histórico indeterminado, quizás hacia mediados del siglo XIII, se producen fracturas dentro del movimiento corporativo. Por razones quizás puramente contingentes, los distintos gremios entran en conflicto entre sí y se producen desgarrones en su interior. Estas escisiones tienen como consecuencia la aparición de ritos y asociaciones diferentes que se agrupan bajo el nombre de "Deberes" (Devoirs, en francés). Luc Benoist define un “Deber” como el conjunto de reglas que rigen cada rito, la historia legendaria de su fundador, la secuencia de los símbolos que constituyeron la iniciación y las costumbres de cada uno. El Deber es a la vez una historia, un ritual y una regla de acción.

Tres son los "deberes" tradicionales: los Hijos del Padre Soubise, los Hijos del Maestre Jacques y los Hijos de Salomón, que dieron lugar a tres asociaciones distintas. Posteriormente, escisiones de estas y refundaciones de las mismas, han dado lugar a las actuales Unión de los Compañeros, la Federación de Compañeros de los Oficios de la Construcción y la Asociación Obrera de los Compañeros del Deber.

Los Hijos del Padre Soubise parece que estuvieron en su origen bajo la protección de los benedictinos y con ellos construyeron los mejores monumentos románicos de la cristiandad. En cuanto a los Hijos del Maestre Jacques es la rama dotada de un mayor acompañamiento de leyendas. Su fundador es el "maestre Jacques" que habría construido una de las dos columnas del Templo de Salomón, aquella que se llamó Jakin (y que hoy está todavía presente con este nombre en cada una de las logias masónicas). Louis Charpentier opina que esta hermandad la jalonó con sus construcciones el camino de Santiago (=Jacques) y construyó las catedrales de Chartres, Reims y Amiens. Finalmente los Hijos de Salomón, sería la Hermandad próxima a los caballeros templarios y a la orden cisterciense; en otras palabras, la creadora del estilo gótico.

Si bien en Francia los "deberes" arraigaron con más fuerza y sobrevivieron a las convulsiones históricas de los siglos, también en Alemania, Inglaterra y España estuvieron presentes. En el área anglosajona se tienen trazas de los "stonemasons" y ciertas leyendas germánicas hablan de Arminius, vencedor de los romanos en la batalla del Bosque de Teotoburgo, como institutor de las logias artesanales en Alemania. En cuanto a España los datos históricos son fragmentarios y escasamente representativos, pero existen signos de las hermandades en muchas construcciones del camino de Santiago; tal es la prueba más palpable de la presencia de los "compañeros" en nuestro país. Por lo demás no es extraño que existan pocos datos históricos sobre los "compañeros". Los archivos de sus logias  "cayenas"  se queman al final de cada año...

EL PRIMER "TOUR DE FRANCE"

Quizás una de las instituciones más sorprendentes del "compagnonage" fue el "tour de France" que consistía en un recorrido a través de las principales ciudades de Francia con una duración de entre dos y cinco años. Era emprendido por los jóvenes que alcanzaban el grado de "compañeros" y tenían cierto dominio sobre su oficio. Se trataba de una peregrinación en el curso de la cual el "compañero" era contratado durante cierto tiempo por algún "maestro" de la ciudad que visitaba, hasta pasar a la siguiente en un recorrido ritual perfectamente fijado. Este sistema tenía mucho de pedagógico: de un lado, el "compañero" aprendía los distintos trucos del oficio propios de cada región, pero además, "conocía mundo" en una época en la que se viajaba poco.
La ruta que la hermandad les trazaba estaba jalonada por enclaves de la asociación que les recibían, alojaban, cubrían sus primeras necesidades y, eran quienes les buscaban trabajo en el taller de algún "maestro" de la hermandad. El cuidado de los recién llegados corría a cargo de una figura muy popular entre los "compañeros": "La Madre". Debía tratarse de una mujer casada, de buenas costumbres, cuya familia perteneciera desde generaciones a la hermandad; conocedora de los ritos de la asociación, ostentaba en la muñeca izquierda un brazalete distintivo de su rango y función. Aun hoy esta tradición no se ha perdido y el brazalete, hecho de hierro forjado y del que cuelgan doce medallas de oro con los emblemas de los doce oficios, se transmite de "Madre" a "Madre". Estas "Madres" tratan a los "compañeros" como a sus propios hijos, les enseñan educación y buenas costumbres. Si, al partir, dejaban alguna deuda, procuran pagarla, si tenían alguna necesidad trataban de cubrirla. La "Madre" es, sin duda, la institución más querida entre los "compañeros".

Con la garantía de encontrar una "Madre" en cada etapa del "Tour" y ,con la seguridad de unos primeros pasos bien aprendidos en su oficio, el "compañero" partía de Lyon, capital de las hermandades  gremiales, para recorrer cinco paradas obligatorias:  Lyon, Marsella, Burdeos, Nantes y Orleans , visitando sucesivamente Nimes, Marsella, Toulouse, Agen, Burdeos, Rochefort, Nantes, Angers, Tours, Orleans, Paris, Auxerre y Dijon. No es extraño que, a lo largo de este recorrido, se encuentren hoy algunas de las más famosas catedrales románicas y góticas: desde la iglesia de los Jacobinos de Toulouse, hasta Notre Dame de París.

Si en los polvorientos caminos de Francia se encontraban dos "compañeros" iniciaban un diálogo ritual en el que el nombre propio contaba poco; primero se identificaban como "compañeros", luego establecían cuál era su "Deber" y finalmente compartían el "pan": no en vano "compañeros" son “aquellos que comen juntos el mismo pan”.

DE LAS HERMANDADES OPERATIVAS A LA MASONERÍA ESPECULATIVA

Algunas hermandades empezaron hacia el siglo XIV a admitir en sus filas a gentes que no practicaban el oficio. Se trataba de nobles o burgueses de reconocido prestigio que eran invitados a ingresar en la hermandad a modo de "comité de patronato". En ocasiones, donaban ciertas cantidades de dinero y participaban en las deliberaciones y en los ágapes.

Poco a poco, el número de gentes que no practicaban el oficio fue creciendo en el interior de las logias gremiales. Esto sucedió justo cuando las hermandades empezaron a entrar en crisis a causa de los cambios económicos y sociales del siglo XVII y XVIII. Poco a poco, especialmente en las islas británicas, fueran perdiendo su carácter "operativo"  (es decir, de práctica de un trabajo manual)  e incluso que se extinguieran como tales, pero subsistieron los "secretos de oficio", el "lenguaje de la profesión" y los ritos de iniciación.

Aun cuando la franc masonería sostiene que su antigüedad se remonta a un período muy anterior, en realidad, deriva de las corporaciones artesanales que van entrando en crisis y de las que se terminarán desgajando en el siglo XVIII. La propia masonería reconoce un “período de transición” entre la etapa anterior, la Edad Media, que con la construcción de las grandes catedrales  sería el "período operativo" y el posterior  a partir de 1717  que sería el "especulativo" (donde se hablaría de filosofía y problemas sociales, pero no se ejercitaría ningún oficio).

EL "COMPAÑERISMO HOY"

La historia de las hermandades de "compañeros" ha sido siempre azarosa: sabedor de sus vinculaciones con la orden de los templarios y ansioso de recortar los fueros que le impedían ser monarca absoluto, Felipe el Hermoso, rey de Francia, prohibió las asociaciones de "compañeros". Los “compañeros” protestaron contra la decisión dejando durante siglos, inacabados los campanarios de las catedrales góticas que estaban en curso de construcción: así puede verse hoy todavía como las torres de Notre Dame de París están no están rematadas por las puntiagudas agujas góticas presentes en otras ciudades.

Más tarde la revolución francesa prohibió los gremios. Rehabilitados luego, sufrieron la crisis de la primera revolución industrial en el siglo pasado. ¿Qué papel podía tener el "compañerismo" en una producción dominada por las cadenas de montaje y el taylorismo? De una parte, gracias al "compañerismo" (a sus secretos de oficio, a su combinación del trabajo manual con la meditación, a la necesidad de una autodisciplina) un obrero manual puede superar psicológicamente la dicotomía denunciada por Marx entre "trabajo manual y trabajo intelectual". El "compañerismo" evita los riesgos de la especialización, haciendo de cada uno de sus hombres un "especialista", o si se prefiere, un obrero de alta cualificación.

Emmanuel Viollet le Duc, comisionado para restaurar los edificios del gótico francés destruidos por el tiempo y por la barbarie revolucionaria de 1789, tuvo que recurrir a las diferentes hermandades de compañeros para que le ayudaran en su tarea: la ciudadela fortificada de Carcasona, y el aspecto actual de Notre Dame de París y de Chartres, por citar tres ejemplos entre cientos, son obra del “compagnonnage”. Eiffel tuvo que recurrir a la pericia de los "compañeros" para una obra tan audaz como su torre de hierro que corona París.

Estas hermandades gremiales, a pesar de conservar su espíritu tradicional, han incorporado a su instrucción nuevas tecnologías y apoyados por los instrumentales más modernos prosiguen la formación de nuevas promociones de artesanos. En realidad, lo que están haciendo es algo inigualable: recuperar un estilo de trabajo y un modelo humano tradicional, para una época determinada como la nuestra.

Honor, pues a los "compañeros" que han sabido transmitir sus tradiciones de una a otra generación. Honor a estos hombres que saben encontrar una vía para la realización del ser por medio de su trabajo y que cantan con orgullo su condición con esta vieja tonada:

"Viva los compañeros

que hacen el Tour de France
pues si el rey supiera
la vida que llevamos
abandonaría su palacio
y se haría compañero.



[RECUADRO FUERA DE TEXTO]

EL LENGUAJE DEL BASTON

Para un compañero llevar el bastón del peregrino durante su vuelta a Francia era un arte. Existían 16 maneras diferentes de empuñar el bastón y cada una de ellas con un significado preciso. Se trataba del "lenguaje de los gestos" que ha estado vigente hasta hace muy poco (recuérdese que todavía a principios de siglo existían para las mujeres distintas formas de manejar el abanico y cada una entrañaba un mensaje concreto).

Arrastrar el bastón tras de sí significaba, por ejemplo, desprecio hacia la persona que se cruzaba con el "compañero".

Por el contrario, empuñar el bastón y alzarlo hasta la altura de la frente, era signo de amistad y de entrega.

Si al hablar el compañero mantenía el bastón tras de sí ello significaba confianza con su interlocutor.

Mostrarle la empuñadura era símbolo de paz.

Si deseaba provocar a alguien durante el día sólo tenía que adelantar exageradamente el bastón, casi como si fuera un arma presta a ser empuñada (de hecho así era).

Esta misma actitud, durante la noche, era signo de prudencia y tenía como objeto intimidar al presunto agresor.

Se sabe que los "compañeros" eran diestros en el manejo de las armas. De hecho, las milicias gremiales tuvieron mucha importancia en la Europa medieval. Son célebres las disputas entre las distintas asociaciones gremiales pertenecientes a "Deberes" diferentes por la disputa de una ciudad. En estos casos la cuestión se dirimía mediante la elección de campeones cada uno de los cuales debía realizar una "obra maestra" de su especialidad. Aquel que vencía daba a su hermandad el "control" de la ciudad en litigio. Pero muy frecuentemente estas competiciones se convertían en peleas a garrotazos. En ellas era fundamental saber manejar el bastón del peregrino e incluso las alpargatas se solían utilizar, cogidas por sus cuerdas, a modo de boleadoras o "nunchakus".

Todo esto pertenece también a la realidad de las hermandades, tanto como la increíble perfección de una catedral.


Bibliografía:

"Le Compagnonnage et les metiers", Luc Benoist, Que sais je?, P.U.F., París 1977.
"El enigma de la catedral de Chartres", Louis Charpentier, Plaza&Janes, Barcelona 1976.
"El mensaje de los constructores de Catedrales", Christian Jacq y Francis Brunier, Plaza&Janes, Barcelona 1981.
"El secreto masónico", Robert Ambelain, Martínez Roca, Barcelona 1989. 


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