martes, 2 de febrero de 2016

El perro del hortelano como tradición viva


Info|krisis.- No hay posibilidades de formar gobierno estable a la vista de las simetrías electorales. Lo que a primera vista parecía ser la combinación más razonable (una “gran coalición” entre el PP y el PSOE) se muestra completamente imposible mientras Pedro Sánchez logre mantenerse en el poder. La “coalición de izquierdas” no es mucho más probable: poner de acuerdo a formaciones que en sí mismas, interiormente, son mosaicos, es una tarea titánica que tiene poco que ver con la escasa talla política de todos los dirigentes de esas formaciones. En cuanto a una coalición centrista en la que Ciudadanos apareciera por algún lugar, tampoco aparece como viable a la vista de que esta formación obtuvo el número de diputados suficiente como para ser una fuerza política de primera fila, pero no los necesarios para que tuviera un peso decisivo.

Así pues, no parece que haya solución, al menos mientras no aparezcan sondeos de opinión que indiquen los corrimientos del electorado producidos desde el 20-D: a partir de ese momento, los partidos que se vean más afectados procurarán por todos los medios evitar las nuevas elecciones y los más favorecidos se crecerán en su intransigencia. Y esto es lo peor: que, a fin de cuentas, puede ocurrir lo mismo que se ha producido en Cataluña.


En esa autonomía gobierna un presidente que nadie ha elegido, tercera fila de la política catalana, por quien nadie da dos céntimos de euro en los próximos años, enarbolando las mismas consignas que antes de las elecciones y sin darse cuenta de que, si  aquellos resultados indicaron algo es que el independentismo no tiene “mayoría social” suficiente ni para aproximarse remotamente a la independencia, ni hoy ni dentro de dieciocho meses. Por otra parte, Puigdemont subió al poder en Cataluña, in extremis, cuando ya las nuevas elecciones estaban cantadas y JuntsxSI percibió una pérdida de votos sensible que hubiera enterrado sin paliativos el “procés”.

Lo que hoy gobierna en Cataluña no es lo elegido por los ciudadanos, sino lo que han determinado las cúpulas de los distintos partidos. Y todo induce a pensar que en España, va ocurrir otro tanto.

Una “gran coalición” contaría con el apoyo del capital, de la UE y de los sectores centristas (de centro-derecha y de centro-izquierda). Sería la opción más razonable si de lo que se trata es de salvar al régimen de 1978. Pero el PSOE recibiría el “abrazo del oso” y perdería a todo su electorado de izquierdas. Por otra parte, el estallido del caso de corrupción en Valencia –que demuestra que el 3% no es sólo un “problema catalán”- supone un lastre para formalizar un acuerdo así que sería llamado unánimemente el “pacto de los corruptos”, pues no en vano, PP y PSOE se reparten el grueso de la corrupción en España al alimón.

El “pacto de izquierdas” es, sin duda, la situación más inestable y surrealista que podría darse, con un Errejón como ministro del interior o una Carolina Bescansa como ministra de sanidad... casi una broma de mal gusto: los rarillos al poder. El gobierno de los becarios y de los buscadores sempiternos de subvenciones. Y eso ya cuando Syriza ha demostrado ser un partido como otro cualquiera, cuando Irán ha suscrito acuerdos con los norteamericanos y su “factor diferencial” es que unos pezones de mármol o un pene de jaspe puede ofender a  su primer ministro y Venezuela se debate entre enterrar hoy al chavismo por las buenas o hacerlo mañana por las malas. No corren buenos vientos, precisamente para los amigos de Podemos, ni siquiera en España en donde la Colau ya ha decidido tirar por su cuenta. ¿”Pacto de izquierdas”? Pacto imposible.

Poco hay que decir sobre la última combinación que incluiría al invento de Isidro Fainé, Ciudadanos. Rivera saltó a la política nacional sin tener los conocimientos suficientes (y no es lo mismo chinchar al “proceso soberanita”, locura entre las locuras, que opinar sobre economía, paro, políticas hídricas o internacionales: simplemente, Rivera no dio la talla en la campaña electoral) y todo induce a pensar que en unas nuevas elecciones se quedaría con la tercera o la cuarta parte de diputados que hoy tiene. El centrismo, siempre, o alcanza la mayoría e ilusiona, o se disuelve en un soplo. Cs no ha resultado la nueva UCD sino que ha reeditado el fracaso del CDS, invento terminal de Suárez. Poco papel va a jugar Cs en los próximos meses y en las presentes negociaciones.

No hay pues más esperanza que otras elecciones. Y la pregunta del millón: ¿solucionarán algo? ¿Bastan unas elecciones para que cambie algo (y que cambie parabién)? ¿Será posible llegar a gobiernos estables? Porque no vayamos a olvidar que en las próximas elecciones se presentarán los mismos. Y estas semanas nos muestran que el “perro del hortelano” (que ni vive ni deja vivir), sigue vivo y activo en este lugar, cada vez más desolado del planeta. Ni gobiernos, ni coaliciones, solamente, como decían hoy algunos medios, “fuegos cruzados” e “incompatibilidades equidistantes”. Decía Ortega y Gasset que el problema de España era que España no tenía remedio. Y en eso estamos.

© E. Milà – info|krisis – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.