miércoles, 4 de junio de 2014

DOSSIER: Todo lo que hay que saber de Podemos y nadie te contará...


La estrella ascendente de las pasadas elecciones no fue ni UPyD, ni Ciudadanos, ni siquiera las formaciones de la izquierda que llevaban años trabajando y que se creía que podían tener un despegue final. En efecto, IUA ha crecido pero levemente y Equo no ha logrado cuajar. El éxito se lo ha llevado Podemos. Vale la pena, pues, preguntarse qué es Podemos, a qué se debe su éxito, cuál puede ser su evolución futura y qué actitud se puede adoptar ante esta formación. Tal es la intención de este dossier.

Introducción: más allá de las descalificaciones

Decir que Podemos está compuesto por “perroflautas”, que son “los rojos de siempre”, que están “pagados por Maduro”, que Iglesias es un “impresentable”, que es un “trotskista”, un “tapado de ETA”, etc, etc, etc, calificativos todos ellos que se prodigan en redes sociales, no es realizar una interpretación objetiva sobre esta formación y, lo que es peor, supone no entender ni lo que representa, ni a qué se debe su éxito, ni lo que implica su irrupción.

Hace falta ir más allá de las descalificaciones –muchas de ellas gratuitas, otras interesadas, otras completamente erróneas, algunas viscerales en filias o en fobias– y tratar de sistematizar en la medida de lo posible una aproximación a su verdadero rostro e intenciones. No hay que olvidar que con sus 1.245.948 votos, 7’97% de los votantes y 10% de los escaños (5 sobre 54), se han convertido en un verdadero fenómeno que debe conocerse más allá de los adjetivos rápidos que se le puedan prodigar.

En la elaboración de este dossier han participado varios amigos con los que hemos tenido ocasión de cambiar impresiones en la semana siguiente a las elecciones europeas. No es, por tanto, una opinión personal, sino el resultado de un debate en el interior de grupos situados en las antípodas de Podemos. Es, pues, en cierto sentido, un dossier “coral”.

El vídeo electoral de Podemos

Hay que ver completo el vídeo electoral de Podemos para entender porqué su campaña ha sido un éxito. Son 53 segundos, miradlo, porque si se elude ver el vídeo, no se va a entender nada de lo que sigue (VIDEO ELECTORAL DE PODEMOS: http://podemos.info/elecciones–europeas/).

Después de haber visto el vídeo es posible que muchos lectores de este dossier, haciendo abstracción de cualquier otro dato sobre este partido, lamenten no haber votado a Podemos… Contra lo que algunos podrían suponer, en el vídeo no se recurre a los tópicos tontorrones de la “izquierda alternativa”: no veréis en él ni peticiones para la legalización del porro, ni exhortaciones a favor del mundo gay o del feminismo radical, ni de los ocupas, ni llamamientos al “papeles para todos”, ni los sentimentaloides llamamientos propios de ONG a la “paz mundial”, la “memoria histórica” y  la defensa de los derechos humanos en las Galápagos o en Botswana… El vídeo está completamente desprovisto de todos estos aditamentos que hacen las delicias de la izquierda, incluido el PSOE.

Tampoco busquéis en el vídeo banderas republicanas tricolores, hoces y martillos, llamamientos a la “revolución proletaria” y a la constitución de “consejos obreros y campesinos”, no hay llamamientos a la “construcción del socialismo”, ni rostros históricos propios de la izquierda más rancia, ni consignas de otros tiempos. Ni siquiera el “internacionalismo proletario”, reformulado como “altermundialismo” por cierta izquierda, está presente.

En cambio, os sorprenderá ver a un campeón de España de lanzamiento de jabalina, con la camiseta olímpica de España, abrir el vídeo (que es como abrirlo con una imagen que sugiere salud, energía, deporte, fuerza, vigor… incluso Patria, pues, no en vano, la elección de la camiseta de España no está desprovista de mensaje). Luego siguen rostros de gente como los que nos cruzamos cada día: todos ellos denuncian sus problemas –que son suyos, los tuyos y los míos– y animan a superarlos mediante la participación electoral (“¿Cuándo fue la última vez que votaste con ilusión?”, respuesta íntima de la mayoría de ciudadanos: “Ni me acuerdo”). Aparece el atleta enérgico, la trabajadora en precario, la estudiante, el científico minusválido, el profesional jubilado, verdadera muestra de la sociedad española. Y todo ello sin estridencias, tratando de suscitar la esperanza entre las sombras del paro, el exilio económico, la deuda impagable, la corrupción generalizada y la falta de perspectivas laborales y sociales.

El vídeo ha sido definido por un amigo como un “ejercicio de autonomía histórica” realizado desde la izquierda. En efecto, la doctrina de la “autonomía histórica” consiste en considerar que un movimiento del siglo XXI no tiene necesariamente porqué basarse en modelos históricos de otro tiempo, sino que él mismo marca su línea, define sus objetivos y se reserva el derecho de establecer sus principios independientemente de cualquier otro movimiento que le haya precedido en la historia. Eso es lo que ha hecho Podemos.

Hemos visto otros vídeos electorales y ni uno solo logra superar los 53 segundos de este vídeo sencillo, bien montado, en el que todos los “damnificados por la globalización” se reconocen. Si lo comparamos con el vídeo de Equo (con errores garrafales desde el principio: una voz masculina que se superpone a rostros de hombres, mujeres, jóvenes y viejos y en el que la sencillez cae directamente en la cutrez, véase http://www.youtube.com/watch?v=WVIcu8olZdM) y el de IU (http://www.youtube.com/watch?v=oEnq6AqP9qA que repite, de manera increíble, los mismos errores que Equo en cuestión de voces y rostros) que, más que atraer voto de no convencidos, simplemente lo repelen, el vídeo de Podemos es paradigmático y apela directamente a los problemas reales de la sociedad española que ésta percibe como tales.

Insistimos, sin ver el vídeo electoral de Podemos no puede entenderse su éxito, ni su línea política, ni entender el porqué ha tenido 5 diputados y un 10% del electorado.

Por qué el tirón de Podemos

Consideramos que el éxito de podemos se debe a cuatro factores que han interactuado y sin la presencia de alguno de ellos, el resultado no habría sido tan brillante. Estos cuatro factores son:

1) Existencia previa del movimiento del 15–M que ha aportado “base social”.

El movimiento del 15–M nacido hace tres años, especialmente en sus primeros días, supuso una radical innovación en el panorama político español. Aquello que se llamó inicialmente “el movimiento de los indignados” supuso una salida a la calle de los “damnificados por la globalización”, sin distinción de ideologías y colores políticos. Está claro que, luego, en una segunda fase, el movimiento fue remitiendo a medida que se comprobaba que eran los restos de la extrema–izquierda quienes imponían la línea (se llegó a votar si podía haber “indignados de derecha” y, por algún motivo, se concluyó por votación que no…). A medida que el movimiento de “los indignados” dejó de ser un movimiento amplio y transversal para convertirse en un corralito de los tópicos de la izquierda alternativa, aquello se deshinchó y terminó agrupando a grupos marginados y no competitivos. Pero algunos personajes que aparecieron en este entorno percibieron que ahí había un “nicho electoral” que nadie estaba en condiciones de ocupar. Y fueron ellos quienes lo hicieron. De esas bases sociales nació Podemos.

Sin una mínima base social no existe ningún movimiento político de importancia: el de Podemos surgió de todos estos sectores damnificados por la globalización: de los jóvenes que deben elegir entre la precariedad o el exilio económico, de las clases medias que ven sus salarios menguados y sufren una presión fiscal creciente para pagar una deuda que ellos no han generado, de profesionales que perciben horrorizados el destino de nuestro país como “nación de servicios” y “periferia de la UE”, de los clases medias, en definitiva, que afrontan procesos de empobrecimiento. Han sido de estos sectores, muy reales, por lo demás, de los que ha nacido el electorado de podemos, mucho más que del eco despertado por participación en operaciones anti–desahucio o por el activismo de los “perroflautas”. El fenómeno es mucho más interesante y no permite simplificaciones tan abusivas y toscas.

En nuestra obra Indignarse con los indignados, ya preveíamos que la decepción del electorado de izquierdas en relación especialmente al PSOE y el desmoronamiento progresivo de este partido, abriría un espacio transversal a la izquierda que incluía desde “damnificados por la globalización”, hasta ese electorado que empezaba a estar harto de que las promesas del PSOE tuvieran poco que ver con su acción de gobierno. Podemos se ha visto engordado, en buena medida, con votos procedentes del PSOE, no lo olvidemos.     

2) Utilización de “códigos de comunicación” y redes utilizadas por esa misma base social.

Mientras el PP y el PSOE, incluso IU, han realizado una campaña electoral clásica, comprando espacios de publicidad en periódicos cada vez con menos lectores y en paneles en los que nadie se fija, Podemos, compuesto y dirigido por gentes más jóvenes y menos condicionadas por campañas previas, han sido conscientes de que si querían “llegar a su electorado” (compuesto especialmente por jóvenes), necesitaban utilizar otros recursos completamente diferentes que fueran los que manejan habitualmente esos jóvenes: redes sociales.

Esta campaña electoral ha registrado un cambio similar al que se produjo hace 15 años en los medios de comunicación. Entonces lo normal era que los periódicos convencionales tuvieran una web, más que nada, porque empezaba a “estar de moda”, pero nadie creía que, poco después, estas webs terminaran teniendo más seguimiento que el propio diario de papel. En el plano político, análogamente, los partidos tradicionales han estado presentes en redes sociales pero priorizando todavía la campaña convencional (entre otras cosas por que devenga muchas más comisiones para sus gestores) sobre los nuevos modelos de comunicación que, poco a poco, van perdiendo audiencia, especialmente entre los jóvenes.

Podemos ha tenido la habilidad para expresar sus consignas en los 140 caracteres de Tuíter de manera lo suficientemente clara como para que no se precisaran explicaciones muy complejas, sino que se entendieran por sí mismos. En realidad, hace tiempo que los jóvenes no se fijan en los anuncios electorales de los diarios, hace mucho más tiempo que nadie tiene la más mínima esperanza en que los debates entre candidatos de los partidos más votados tengan audiencias significativas. Hace mucho que los “damnificados por la globalización” han perdido el interés por todo lo que va firmado por las siglas de los partidos tradicionales y ya solamente siguen lo escrito en redes sociales. Podemos ha comprendido todo esto y ha actuado en consecuencia: su campaña ha sido la mejor relación inversión–resultados de estas elecciones y, a pesar de que se haya dicho que ha recibido cheques de Venezuela y de quién sabe que otro “poder maldito”, lo cierto es que han realizado una campaña de bajo perfil, pero de muy afinada respecto a los medios seleccionados para llegar a los grupos sociales que constituyen su “target”.

En la época de las redes sociales, si quieres llegar a los jóvenes –porque estos son tus votantes– estás obligado a utilizar las redes sociales. Tal es el acierto extremadamente simple de Podemos en cuanto a la elección de medios.

3) Utilización de un “discurso propio” que rompía el esquema plano de los partidos tradicionales.
El fondo de la cuestión para Podemos es la situación creada por la globalización. Y en esto dan en la diana, porque la actual crisis económica es la primera crisis de la globalización y nada puede entenderse de los desajustes de nuestro tiempo sin reconocer que derivan directamente de los desajustes generados por la globalización. El programa de Podemos puede leerse en el siguiente link: http://podemos.info/wordpress/wp–content/uploads/2014/05/Programa–Podemos.pdf Si se lee atentamente la orientación del programa se percibe que, con errores de percepción y talones de Aquiles a los que luego aludiremos, puede decirse que Podemos ha realizado un aterrizaje perfecto… pero se ha equivocado de aeropuerto (como veremos). Sin embargo, lo importante es que, por primera vez, se difunde en España un programa antiglobalizador que responde a un hecho real –el reconocimiento de que la globalización es el gran problema de nuestro tiempo y que ante él, cualquier otro palidece–.

Este reconocimiento contrasta con el discurso plano de los dos partidos mayoritarios resignados a aceptar como hecho consumado la globalización, peleándose ambos sólo por convertirse en los gestores de la misma en España. Así mismo, en otras formaciones de izquierda, la globalización aparece también, pero sumergida en una marejada de tópicos propios de la izquierda humanista–universalista y en el discurso propio de la izquierda alternativa que busca integrar las aspiraciones de los distintos “movimientos sociales” que en muchos casos no tienen nada que ver con la globalización (aspiraciones de feministas, gays, movimientos antipatriarcales).

Tomar partido nítidamente contra la globalización es el hecho esencial. Ahora bien, luego veremos que Podemos hace una lectura muy limitada de lo que es la globalización y entra en contradicciones. No ha analizado, por tanto, correctamente los procesos de globalización, y a pesar de su esfuerzo por superar los límites dogmáticos de la izquierda (de la que han salido muchos de sus dirigentes), permanece dentro de los límites del progresismo en general.

4) Condiciones objetivas extremadamente favorables.

Se entiende por “condiciones objetivas” aquellas que dependen de una coyuntura dada y sobre las que un movimiento político no puede operar: son o no son, pero las que “son”, son inamovibles en cada época. Pueden beneficiar el crecimiento de un movimiento político o perjudicarle y bloquearlo para siempre. Las “condiciones objetivas” de la sociedad española actual son:

– Extendido deseo de cambio.
– Descrédito de los portavoces del régimen.
– Extendida insolidaridad de las masas con la clase política.
– Existencia de una crisis económica y social profunda e insuperable.
– Incapacidad de los partidos tradicionales para superar la crisis.
– Imposibilidad superar la crisis moral de la sociedad.

Aquel partido que logra entender estas condiciones objetivas, asimilarlas, asumirlas y centrarse en elaborar una alternativa, tiene a su alcance la clave del éxito. De ahí el interés de Podemos en no aludir ni a la “memoria histórica” (que solamente interesa a pequeños grupos revanchistas que IU considera como su caladero natural de votos), ni a las minorías activistas de carácter social, ecologista o sexual que, a fin de cuentas son exiguas en relación al total de la población, hecho que explica el fracaso de Equo.

Podemos ha centrado solamente el mensaje en la respuesta a la angustia y al estado de ánimo de los grupos que constituían su base social. Ha afinado extraordinariamente el mensaje y lo ha vehiculizado, especialmente, a través de las redes sociales. El resultado ha sido no perder el tiempo con consignas poco rentables o que iban dirigidas a grupos minoritarios (feministas, gays, ocupas, etc).

El mosaico de la izquierda radical

Podemos ha obtenido en todo el territorio nacional una media del 8% de los votos, un resultado excepcionalmente brillante. Los resultados han sido muy buenos en Asturias (donde ha superado el 13%), en Madrid (con algo más del 11%) y algo más pobres en Extremadura y Cataluña (con poco más del 4%) y en Ceuta y Melilla con menos aún. Es significativo que en Valencia haya obtenido más votos que Compromís y que en Galicia haya superado al BNG, lo que indica que estas candidaturas, más o menos nacionalistas, hasta ahora integraban un voto de protesta que se ha decantado, finalmente, hacia Podemos.

En general, puede decirse que votos hasta ese momento históricamente decantados por la abstención, fueron movilizados por Podemos y reconvertidos en votos de protesta. No olvidemos que en estas elecciones el abstencionismo ha sido de derechas, mientras que, tanto nacionalistas como votantes de izquierdas han acudido masivamente a las urnas. En gran medida, además, se produjo un desplazamiento del voto del PSOE a esta candidatura y, por otra parte, el voto joven que por primera vez acudía a las urnas, la apoyó también mayoritariamente. En las zonas donde más desempleo hay se apreció una mayor tendencia a decantarse por Podemos. Tal es el comportamiento electoral de la candidatura.

Por el momento, su estructura interior da la impresión de ser débil. Está organizado en “círculos” de trabajo, tanto sectoriales como locales, que funcionan de manera asamblearia. Fundado oficialmente en marzo de 2014 y elaborado el manifiesto fundacional en enero, su crecimiento no fue augurado por la mayoría de las encuestas y solamente la del CIS le otorgó entre 1 y 2 diputados, en lo que constituye un nuevo patinazo de las empresas de sondeos públicas y privadas.

Se acepta generalmente que su orientación es “de izquierdas” para unos y de “extrema–izquierda” para otros. Sería mucho más correcto definirlo como “de izquierda alternativa”. No puede compararse con el histrionismo de Beppe Grillo y su Movimento 5 Stelle, ni tampoco con su populismo demagógico y arrebatado. Más se parece por su fisonomía a la del Syriza griego, sin ser exactamente lo mismo.

Ahora bien, Podemos es solamente una de las tres fuerzas situadas a la izquierda del PSOE y que se preparan para dar dentelladas sobre el cuerpo agónico del hasta ahora mayoritario partido del centro–izquierda español. La Izquierda Plural, enésimo avatar del primigenio Partido Comunista de España, sigla ya olvidada completamente por el electorado, y los ecosocialistas de Equo, son las otras dos opciones presentes a la izquierda del PSOE.

Demos unas pinceladas sobre la Izquierda Plural. Tal como su nombre indica, se trata de un mosaico de siglas encabezado por Willy Meyer y que agrupa a Izquierda Unida, Iniciativa per Catalunya Verdes, Esquerra Unida y Alternativa (también catalana), varios grupos nacionalistas y ecologistas gallegos (Anova–Irmandade Nacionalista, Espazo Ecosocialista Galego), Batzarre, y una constelación de grupos ecologistas (Confederación de los Verdes, Opció Verda, etc, etc). Este entramado inestable y complejo en el que la mayoría de las partes ni siquiera tienen conciencia de pertenecer a una candidatura europea, supone, de hecho, el reconocimiento del fracaso, no solamente del proyecto de IU–PCE, sino la imposibilidad de construir un “partido ecologista” en España.  De hecho, da la sensación de que la única fuerza coherente que actúa en su interior es precisamente IU y es posible incluso que haya sido esta falta de cohesión interior –y lo gris y obsesivo de la mayoría de sus componentes: unos atrapados por el culto a la “memoria histórica”, otros con el ecologismo como principio y como fin– lo que haya determinado el escaso crecimiento de la coalición en relación a las europeas de hace cinco años.

Otra de las candidaturas de izquierda es Primavera Europea, compuesta por otro mosaico heteróclito de siglas que incluyen a grupos de izquierda alternativista y a nacionalistas de izquierda: Coalició Compromís, Equo, Chunta Aragonesista, Democracia Participativa, Por Un Mundo Más Justo, Partido Castellano, Socialistas Independientes de Extremadura, Coalición Caballas, Socialistas por Tenerife, Partido Castellano, Los Verdes de Villena, Electores de Alhaurín, Junts per Agres, Agrupación Barruelana Independiente, etc, etc, etc, cuya cabeza visible es Jordi Sebastià de Compromís y Florent Marcellesi de Equo.

Hasta la formación de Podemos, Equo era, sin duda, la opción de la izquierda alternativa. Al formarse este grupo y demostrarse como más mediático gracias a la presencia constante de su cabeza visible en muchos medios de comunicación, Equo, dirigido por antiguos izquierdistas de los años setenta y ochenta, con una fuerte carga dogmática y menos adaptados a las herramientas interactivas proporcionadas por la Web 2.0. Como puede intuirse, el programa de Primavera Europea es una mezcla de ecologismo, nacionalismo regionalista y socialismo de distintas tonalidades. Los 300.000 votos obtenidos le han dado un diputado y un 1,9% de porcentaje.

El mensaje de Primavera Europea se ha intentado vehiculizar también a través de redes sociales, pero la extrema fragmentación de los grupos algunos de ellos con una implantación casi ridícula) que lo componen ha hecho imposible trasladar a todas las partes el mismo entusiasmo. Respecto al mensaje, presentado en forma de hashtags de Tuíter, no deja de ser particularmente ingenuo y simplificado no muy diferente al de Podemos, con más interés por los problemas de las “regiones”. Si los resultados de esta coalición han sido cuatro veces inferiores a los de Podemos, se ha debido, sin duda, a su menor impacto mediático, al mayor dogmatismo de Equo, a su carácter de coalición–mosaico y, finalmente, al regionalismo de varias de sus partes que les desinteresaba completamente de la idea europea.

Frente a estas opciones, no es raro, que Podemos (1.250.000 votos) haya destacado con rostro propio y por encima de Primavera Europea (300.000 votos) y a escasa distancia de Izquierda Plural (1.562.000 votos). Pasado el recuento, el fenómeno podemos ha eclipsado completamente a las otras dos formaciones. En total, el tríptico situado a la izquierda del PSOE ha superado los 3.000.000 de votos, un buen resultado.

Un cambio de percepción en la sociedad

¿A qué responde el éxito de Podemos? ¿Por qué tres fuerzas situadas a la izquierda del SOE han obtenido más de 3.000.000 de votos?

El éxito de Podemos responde al actual cambio de percepción que está experimentando la sociedad española. Hasta ahora solamente era “admisible” y “correcto” votar a cualquiera de los partidos de la “banda de los cuatro”. Tal era la exigencia del bipartidismo imperfecto edificado a partir de 1978. Pero eso ya ha quedado lejos. En las últimas elecciones europeas (y en las anteriores elecciones autonómicas catalanas) empezó a quedar claro que el electorado está experimentando un cambio de perspectiva inducido por cuatro fenómenos:

El agotamiento del modelo político nacido en 1978 y basado en la sinergia entre la “banda de los cuatro” y especialmente en las dos grandes columnas sobre las que se ha mantenido el sistema (la de centro–izquierda y la de centro–derecha). Como se ha repetido muchas veces estas dos últimas semanas: “El bipartidismo ha entrado en crisis”. Es hora del multipartidismo y de las coaliciones de gobierno, porque está claro que muy difícilmente el PP volverá a obtener una mayoría absoluta y el PSOE, con el hundimiento de su “pata catalana”, jamás volverá a disponer de nada parecido. Vamos hacia un modelo multipartidista difícilmente encajable con un diseño del sistema electoral que prima el bipartidismo.

La crisis económica parece haber levantado a los españoles de su sueño. El modelo económico de Aznar que generó un crecimiento asentado sobre bases falsas (salarios bajos, inmigración masiva, construcción y acceso fácil al crédito) generó unas burbujas que estallaron dejando atrás un paro estructural absolutamente insalvable y una deuda de la que, desde hace tres años, solamente estamos pagando los intereses pero que no se reduce en términos absolutos. Con 6.000.000 de parados y un 25% de la población próxima al umbral de la pobreza, la palabra de la clase política ha dejado de ser intocable, los portavoces del régimen han perdido toda credibilidad y buena parte de la población ha visto a la “casta” como a los únicos beneficiarios del régimen nacido en 1978.

Los elevados niveles de corrupción que se están danto a todos los niveles del Estado, desde el Caso Urdangarín en la cúspide, hasta cualquier ayuntamiento de tercera fila. Probablemente, la población sería más condescendiente con estas corruptelas de no ser por que cada vez se encuentra en situación más precaria y por que la “esperanza” (que suscitó primero Zapatero y luego Rajoy) en que superaríamos la crisis y se abriría un nuevo período de progreso y bienestar económico, se ha diluido casi completamente. Pero la crisis persiste: y mientras la población se siente presionada fiscalmente para pagar una deuda que no ha generado, el Estado y sus escalones burocrático–administrativos siguen haciendo gala de un gigantismo y de una dilapidación de recursos que ofende a quienes están, desde hace años, experimentando graves problemas. Es la corrupción generalizada (y negada por los medios y los tertulianos, de la misma forma que durante el período de la Restauración se negaba que el caciquismo fuera el rasgo más acusado de aquella coyuntura) la que ha generado una brecha insalvable entre la “España oficial” y la “España real”. 

De no haber sido por estos tres elementos (y por las “condiciones objetivas” que antes hemos aludido), Podemos jamás habría logrado hacerse con un espacio, ni siquiera mínimo en el panorama político español. Hay que recordar que tanto las “condiciones objetivas”, como el cambio de perspectiva del electorado, no solamente eran favorables para Podemos sino para cualquier otra fuerza política emergente estuviera atenta.
Una demostración palpable de que la crisis económica ha mutado en crisis política, tras la persistencia de la crisis social, ha sido la abdicación de Juan Carlos I. Quienes la han precipitado eran conscientes de que el período del bipartidismo imperfecto se acababa y que en un futuro parlamento en el que PP y PSOE estuvieran capidisminuidos sería difícil aprobar una Ley Orgánica que aceptara la abdicación de Juan Carlos y la aceptación de Felipe como sucesor a título de rey. Desde los “poderes fácticos” se reconoce con esta abdicación que se ha cerrado un ciclo y que otro está a punto de comenzar.

Hace unos meses podía pensarse que Ciudadanos o UPyD eran fuerzas ascendentes que despegarían y conseguirían hacer temblar los fundamentos mismos del bipartidismo… luego, ha resultado que el verdadero vencedor y el partido que mejor se ha situado en la recta de salida contra el bipartidismo es, precisamente, Podemos. Ellos han interpretado mejor que nadie la necesidad de “condenas radicales” y “propuestas rotundas”. Si los otros dos partidos se han quedado estancados y apenas han progresado, ha sido precisamente porque, en tanto que auto–considerándose “partidos de centro–izquierda” su mensaje iba dirigido a un electorado moderado: quizás en las elecciones de 2008 tal mensaje hubiera sido mejor acogido, pero después de seis años de crisis es evidente que hacía falta un mensaje de mayor rotundidad, vehiculizado sobre bases sociales más amplias.

Porque, del cambio de percepción, se beneficiarán solamente aquellos partidos que den muestras de contundencia en las propuestas y suavidad en las formas. Ciudadanos y UPyD han fracasado por su moderación en las propuestas y lo insípido de sus formas, ligadas a personajes light (Rosa Díez y Alberto Rivera). En tiempos de crisis las propuestas radicales capaces de suscitar esperanza rinden beneficios electorales.

El punto débil de podemos

El programa de Podemos está compuesto por 36 folios titulados: “Documento final del programa colaborativo”. Está dividido en seis apartados dedicados a la economía, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la soberanía, y la tierra. En estos apartados se resumen los análisis y las propuestas de la formación. Vale la pena leerlo en http://podemos.info/wordpress/wp–content/uploads/2014/05/Programa–Podemos.pdf

Lo primero que viene a la cabeza es que difícilmente podría gestionarse en mundo del siglo XXI con un lema como “libertad, igualdad y fraternidad” que remite a finales del siglo XVIII. El trilema está precedido por un capítulo dedicado a la “economía” (lo que más interesa) y seguido de un último dedicado a la “tierra” (añadido dedicado a la ecología).

La primera parte (dedicada a “economía”) está orientada a presentar un programa para atenuar el impacto del capitalismo en nuestra sociedad. Y, en general, lo puede suscribir cualquier decidido adversario del neo–liberalismo. Las 7 primeras páginas van destinadas a proponer una serie de medidas correctivas del capitalismo.

La segunda parte es más discutible. Titulada “Conquistar la libertad, construir la democracia” es una mezcla de ideas asumibles y de tópicos propios de la izquierda que incluye la letanía habitual a los derechos de los gays, las lesbianas, los bisexuales y los intersexuales. Cinco páginas más en las que lo mejor (medidas destinadas a limitar el poder y el peso de los partidos) se confunde con lo más banal.

Lo mismo puede decirse de las nueve páginas que componen tercera parte “Conquistar la igualdad, construir la democracia”. La insistencia en la “igualdad” es uno de esos remanentes de otros tiempos que acompaña a cualquier programa de izquierdas. Tiende a confundir la necesaria “igualdad” ante la ley extendiéndola a cualquier otra actividad humana, cuando en la naturaleza lo que gobierna es precisamente la ley de al desigualdad. El mundo de la igualdad lleva a la consideración de la “cantidad” como factor esencial: formado por piezas exactamente iguales en derechos, capacidades y deberes, la mayoría y la minoría quedarán definidas por los simples recuentos de opiniones particulares. Mayoría gobierna sobre minoría. Lamentablemente la crítica a la democracia del número fue realizada desde finales del XIX por Ibsen en su obra de teatro El enemigo del Pueblo y todavía no ha sido superada por ninguna forma de “democracia”. Porque en las relaciones humanas hay otro factor mucho más importante que la “cantidad”: la cualificación de cada persona. Ante una elección sobre política internacional, no vale lo mismo la opinión de un especialista con años de conocimiento e interés sobre la materia que la de un lego completamente desinteresado del tema; no es lo mismo la opinión de un toxicómano que la de alguien interesado por el mundo de la cultura; es una indignidad que el voto de un psicópata violador y asesino, valga lo mismo que el de una persona honesta. Así pues, la “democracia” cuantitativa hay que limitarla, introduciendo en la ecuación, de alguna manera, el factor cualitativo. En el programa de Podemos esta consideración no se tiene en cuenta, limitándose a repetir los puntos comunes con cualquier otra formulación de la izquierda histórica, unas asumibles (vivienda digna, inviolabilidad de las comunicaciones, investigación científica independiente, derecho a la salud, calidad en los servicios públicos, etc), otras no (eutanasia, las reformas en materia educativa son increíblemente limitadas y, casi diría que están en el espíritu de las reformas introducidas en estos últimos 30 años por el PSOE que han hundido literalmente la educación en España, “despatologización” del transexualismo).

Pero es en la cuarta parte –“Recuperar la fraternidad, construir la democracia”– en la que se percibe a las claras que alguien en Podemos no realizado un análisis correcto de la globalización y que la presión psicológica de los viejos esquemas de la izquierda marxista y de la socialdemocracia humanista–universalista se han impuesto sobre la racionalidad y la objetividad. En efecto, uno de los parágrafos más largos del documento se titula: “4.3 – Derecho a tener derechos. Reconocimiento del derecho de los y las emigrantes”, su lectura implica un desconocimiento total de uno de los INSTRUMENTOS MÁS PODEROSOS DE LA GLOBALIZACIÓN: EL TRANSVASE DE POBLACIONES DE UN LUGAR A OTRO DEL PLANETA. Esto es, la inmigración masiva.

Podemos se niega a reconocer, en la tradición marxista, que el ciudadano nazca con una identidad y que esa identidad sea determinante para su vida futura. Y, sin embargo, todos nacemos sobre una tierra. Nacer en una tierra implica adquirir una cultura, unos valores, unas constantes culturales propias, esto es, tener una identidad bien definida. Nacer en otra significar tener otra identidad. Desaparecidas las identidades nacionales, locales, personales, lo que emerge es un totum revolutum indiferenciado y sin barreras ni diques de contención ante la globalización. Pero hay más. Si algunos opinamos que es preciso restablecer la dignidad y la potencia de los Estados es, precisamente porque estas estructuras implican barreras a la globalización.

El sistema mundial globalizado es una autopista de doble dirección cuyas direcciones tienden a optimizar los beneficios del capital. Una de estas direcciones tiende a deslocalizar las empresas desde el Primer Mundo a determinadas zonas del Tercer Mundo: China, Vietnam, especialmente. Allí la producción es más barata al carecerse prácticamente de coberturas sociales y el salario mínimo ser, entre un tercio y una secta parte que en Europa. Hay deslocalización, pues, para rentabilizar el capital y ganar “competitividad”. Y en sentido inverso, la otra dirección de la  globalización es promover las migraciones masivas de población de Este a Oeste y de Sur a Norte para conseguir que la inyección artificial de mano de obra excedentaria, obligue a reducciones salariales según la ley de la oferta y la demanda. Siendo la “fuerza de trabajo” un valor de mercado, estará sometido a las leyes de la oferta y la demanda: cuando más trabajadores aspiren a un mismo puesto de trabajo, más bajo será el salario que acepten como remuneración. Solamente un ciego puede negar esto. Podemos lo hace porque se niega a aceptar el derecho a la identidad de los pueblos (acaso el primer derecho colectivo que exista), se niega a aceptar el derecho de prioridad de los nacidos en una misma tierra sobre el derecho de los nacidos en otras latitudes, se niega aceptar que el primer derecho de todo ser humano es poder vivir en la tierra en la que ha nacido, se niega a aceptar, en definitiva, la lógica del mercado y algo tan evidente como que la inmigración tenga algo que ver con los estancamientos salariales, la precariedad laboral y la pérdida continua de derechos sociales que corresponden inevitablemente –siempre según la “economía de mercado”– a un país con 6.000.000 de parados y un 25% bajo el umbral de la pobreza.

Podemos no ha entendido, pues, lo que es la globalización. Sus comentarios sobre la inmigración caen dentro de los tópicos de cualquier otro partido de izquierda y de centro–izquierda. Su análisis del fenómeno globalizador es pues incompleto, peligroso y engañador. No estamos discutiendo la dignidad de los inmigrantes, sino la obligatoriedad de aceptar a todos los que se quieran establecer en Europa. Si así fuera, 400 millones de africanos, probablemente más de 800 millones de asiáticos e incluso algún que otro pigmeo, ya se habrían instalado entre nosotros.

Podemos no ha entendido que precisamente los jóvenes, las clases trabajadoras y las clases medias son los más afectados por una inmigración en grandísima medida subsidiada: es el Estado el que paga la factura de una inmigración que solamente beneficia a las patronales en tanto que tira hacia debajo de los salarios. Se beneficia el sector privado, pagamos todos los contribuyentes.

La izquierda acepta tan fácilmente la inmigración masiva porque se ha creído sus propias fantasías sobre “igualdad universal”, “una sola tierra, una sola raza, una sola humanidad” y demás ensoñaciones. Ve en la inmigración a un “nuevo proletariado” que responda a las necesidades e su esquematismo arqueomarxista. Los mismos votantes de Podemos no advierten ni por asomo que la inmigración es responsable en buena medida de su miseria y de sus bajas expectativas para conseguir un puesto de trabajo digno. Porque los votantes de Podemos, en gran medida, coinciden con los “damnificados por la globalización” que deberían de estar más atentos a los procesos que les han convertido en “nazarenos” (aguantando su cruz sin esperanzas) de la globalización.

Cuando en el programa de podemos se propone: “Libre circulación y elección de país residencia y regularización y garantía de plenos derechos para todas las personas residentes en suelo europeo, sin distinción de nacionalidad, etnia o religión, con o “sin papeles”. Adecuación de la sanción por falta de documentación y visado en regla a su categoría de falta administrativa. Eliminación de las cartas de expulsión emitidas a las personas sin visado en regla o pasaporte tramitadas de manera automática en las comisarías. Garantizar a las personas indocumentadas los permisos temporales de residencia necesarios, hasta resolver administrativamente su estatus jurídico”… no es raro que los primeros en aplaudir incluso con las orejas tales declaraciones de intención ¡sean las patronales y los señores del dinero!, a la vista de que cuanto más inmigrantes haya en Europa mas “competitividad” ganará el viejo continente, esto es, más se rebajarán los salarios… sin contar, por supuesto, con las consecuencias deletéreas que están teniendo estas migraciones masivas en las identidad de los pueblos. Digámoslo ya: cada vez que se difumina una seña de identidad de un pueblo, la globalización avanza.

Las cuatro páginas siguientes del parágrafo titulado “Conquistar la soberanía, construir la democracia”, retornan a la alternancia de medidas saludables e innecesarias, urgentes y tópicas, para rectificar el rumbo emprendido por la UE. En general, lo que están diciendo –y es perfectamente asumible– es que hay que reformar las instituciones europeas y modificar especialmente tratados internacionales, algo que podemos compartir.

La parte final, dedicada a la “tierra”, es de otras cinco páginas y se pueden compartir casi sin reservas o con reservas derivadas de los grupos animalistas presentes en Podemos siempre dispuestos a introducir sus obsesiones en cualquier programa. Es significativo, en este caso, que la concesión a estos grupos animalistas sea el último párrafo de cierre del documento., indicando su lugar absolutamente secundario, colocado como “pegote”, sin duda, por el activismo obsesivo de estos grupos.

Es significativo, en cambio, que no se perciban apenas referencias a los temas sobre el decrecimiento, quizás porque situarían la polémica en un terreno mucho más radical: no se trata de combatir las formas de distribución de la riqueza dentro del capitalismo, sino de reconocer que el capitalismo es inviable e incompatible para la continuidad de la especie. En el único párrafo en que se habla de decrecimiento se alude exclusivamente a “energías fósiles”, como si la doctrina del decrecimiento no fuera aplicable a algo tan esencial como los alimentos.

En general, se trata de un programa cargado de buenas intenciones, situado a la izquierda de la izquierda, pero en absoluto estridente, ni radical. El hecho de que se haya elaborado por parte de comisiones, con aportaciones por parte de “miles de personas” (tal como se dice en la introducción) indica distintas tendencias, la existencia de varios modelos interpretativos, y un intento de contemporizar con todas las posiciones de la vieja y de la nueva izquierda, con ecologistas, animalistas, feministas y demás colectivos “sociales”) pero que carece de una columna vertebral unánimemente aceptada y reconocida como pauta: esta solamente puede ser la lucha contra la globalización, en tanto que la globalización es el hecho más importante de nuestro tiempo y cualquier otro palidece ante él. Podemos habla de la globalización, pero no entiende lo que significa en última instancia un mundo globalizado: un mundo privado de identidad, “homogeneizado”, “igualado”, “normalizado”, muerto, en definitiva, sin diferencias, sin matices, sin variedad. No han entendido, o bien solamente se ha entendido parcialmente, lo que es la globalización.

De todas las contradicciones inherentes en el programa, las dos que más saltan a la vista es, por una parte, la incomprensión de los procesos de la globalización y la negativa a asumir que la inmigración masiva no es un hecho espontáneo que deriva de la voluntad de las personas, sino una iniciativa generada por los patronos de la globalización que, para colmo, tiene efectos deletéreos sobre las comunidades (tanto la emisora de inmigrantes que pierde fuerza de trabajo, como a la receptora que ve como su masa laboral autóctona sale perjudicada), sobre las identidades de los pueblos (cada régimen de identidad es una barricada contra la globalización) y sobre el desarrollo de su cotidianeidad que se percibe especialmente como “molesta” para las clases más modestas (aumento de la delincuencia, fricciones entre comunidades con distintos niveles de educación, socialización, valores, tradiciones, etc, aparición de tribus urbanas, racismo de doble dirección, aumento de la violencia sobre la mujer, fanatismo religioso, etc, etc).

Y por otra parte, la incomprensión de los procesos de la globalización se percibe cuando en su discurso queda implícita la desvalorización del Estado. A Podemos les decimos: es cierto que los Estados modernos están siendo neutralizados por la globalización, pero también es cierto que solamente a través del reforzamiento de los aparatos del Estado se conseguirá levantar barreras y barricadas a la globalización. Combatir a la globalización no pasa por disolver los Estados–Nación, sino por reforzarlos, regenerarlo y devolverles una dignidad de la que hoy carecen al haber sido usurpados por una “casta” que come de la mano de los “señores del dinero”.

¿Es “enemigo” Podemos?

Podemos es, sobre todo, enemigo de los partidos mayoritarios y concurrente con otras formaciones de izquierda alternativa a las que superará netamente y, por supuesto, con el PSOE. Podemos, si hay que creer en las declaraciones de sus dirigentes y en la letra de sus documentos es un partido que aspira a una regeneración del panorama político español y a desplazar a la “banda de los cuatro” que ha gestionado el régimen de 1978.

En política existen dos tipos de “enemigos”: el “enemigo principal” y el “enemigo secundario”. “Enemigo principal” es aquel contra el que hay que combatir en primer lugar. En el panorama político español, desde nuestro punto de vista, está compuesto por los dos partidos mayoritarios (PP y PSOE) y por los dos auxiliares nacionalistas (CiU y PNV). Estas siglas son las únicas responsables de que hayamos llegado al lugar en el que nos encontramos en estos momentos. Las aguas de la transición trajeron estos lodos y ninguna posibilidad de regeneración nacional puede realizarse mientras estas siglas mantengan su hegemonía. Para conseguir la más mínima rectificación de la vida pública es preciso que estas siglas pierdan su situación de preponderancia. Por eso son el “enemigo principal”.

Pero luego existe un “enemigo secundario” con el que existen coincidencias parciales (la percepción de que la globalización es el enemigo, la percepción de que es preciso abatir a los partidos y a la casta que han gestionado el régimen en los últimos 32 años, la percepción de que la corrupción es una lacra generada por el sistema, la percepción de que es preciso detener la desintegración del Estado del Bienestar y descargar a las clases medias de la inmensa presión fiscal que soportan, la percepción de que el neoliberalismo no es la solución sino el problema, etc, etc) y unos mismos enemigos principales (la “banda de los cuatro”). Es evidente que existen altas dosis de desacuerdo (en lo relativo a los valores, en los relativo a la concepción del poder, en el análisis de la globalización y en la salida al proceso globalizador, en relación al fenómeno nacionalista y en la valoración del terrorismo, y así sucesivamente) y que, por tanto, una vez derribado el “enemigo principal”, se tendería a una nueva reconsideración de quién es el “enemigo” y quien el “adversario”. Pero lo esencial, hoy, es en buena medida derribar a la “banda de los cuatro” y concentrar fuego contra quienes han sido dueños absolutos del poder y han protagonizado las mayores infamias que ha sufrido nuestro pueblo. En la medida en que Podemos apunta también contra ese enemigo, hoy por hoy dista mucho de ser nuestro “enemigo principal”.

A la globalización se le puede atacar desde muchos ángulos. El error de unos y de otros consiste en pensar que solamente existe un análisis antiglobalizador. Nosotros creemos que la lucha antiglobalizadora debe emprenderse desde el principio de la identidad nacional y que es preciso afirmar tal principio para levantar barreras a la globalización y defender a la comunidad. Podemos (o más bien, algunos sectores de Podemos) cree, más bien, que “otra globalización es posible” y a eso le llaman “altermundialismo”. Ambos análisis son antagónicos pero apuntan contra el corazón del concepto de globalización neo–liberal. Ese es el verdadero “enemigo principal”.

Podemos es una opción heteróclita en cuyo interior se encuentran gentes de distintos orígenes, motivadas por distintos argumentos y resortes emotivos. Muchos de ellos proceden de la antigua izquierda marxista incapaz ya de cristalizar en una formación que asuma oficialmente ese dogma, hay antiglobalizadores en estado puro, otros son libertarios, los hay, simplemente resentidos con otras formaciones de izquierda (especialmente con IU) habitualmente por haber quedado fuera de los repartos de poder en ese partido, los hay que tienen una nebulosa mental y se mueven solamente por sugestiones muy generales y la sensación de que la vía emprendida por Podemos tiene futuro, existen antiguos trotskistas aún vinculados a los restos del Secretariado Internacional de la IV Internacional que están ahí, en Podemos, practicando el “entrismo”, como en otro tiempo estuvieron en IU. El riesgo de todo esto es que, algunos de estos sectores confundan entre cuál es su “enemigo principal” y cuál su “enemigo secundario”, que retorne la intolerancia obtusa de la antigua ortodoxia marxista y decidan realizar “antifascismo” (identificando el “fascismo” en cualquier forma de expresión que asuma la identidad nacional como base de la lucha antiglobalización), generando, como ha ocurrido en otros momentos de la historia reciente de Europa a partir de 1968, la apariencia de una “lucha entre extremismos opuestos” que sólo beneficia al sistema.

Podemos no es nuestro enemigo principal, ni en los ayuntamientos, ni en las calles, y sería absurdo caer una vez más en el error de combatirlos con saña en la medida en que, a fin de cuentas, ellos también son conscientes de que este sistema está agotado, asumen que la globalización es el enemigo y buscan algún tipo de regeneración de las estructuras de poder. “Lo nuestro” es de naturaleza diferente a “lo suyo” y, por tanto, estamos en campos adversarios. Pero el enemigo principal de unos y otros es el mismo. Es absurdo, pues, desgastarse en polémicas y descalificaciones mutuas que solamente beneficiarían a los partidos mayoritarios. 

¿Tiene futuro Podemos?

En Podemos participan gentes de muy diverso origen, provistos de muy distintos grados de sinceridad y compromiso. Algunos son reliquias que no han encontrado acomodo en el PSOE ni en IU, ni han obtenido lo que creían merecer y apoyan a este grupo que les ofrece en estos momentos más satisfacción a sus perspectivas personales. Algunos, como Jiménez Villarejo, son cultivadores empedernidos de la “memoria histórica”, tanto como pueden serlo los últimos maquis que quedan en el PCE. Otros, como Jaime Pastor, son trotskistas en funciones de entrismo como antes hicieron lo mismo en IU. El tema bolivariano les va más o menos a todos, pero esto no les distingue de otras opciones de izquierda (e incluso de algunas derechas radicales antiamericanas). En cuando a Pablo Iglesias, con mucho el personaje más interesante del conjunto, se ha aludido mucho a su pasado político, de indudable trayectoria de izquierdas, e incluso a que su compañera es diputada autonómica de IU, pero parece ir bastante más lejos que estas formaciones que constituyen, más o menos, sus antecedentes políticos.

Otro puñado de miembros procede de Espacio Alternativo (antiguos trotskos de la LCR que no consiguieron entenderse con antiguos maoístas del Movimiento Comunista dentro de la Izquierda Alternativa y terminaron en IU como “ecosocialistas”). Tampoco hay que hacerse excesivas ilusiones sobre su “autonomía histórica”: en muchas reuniones han demostrado que tal concepto solamente ha estado presente en el vídeo electoral, pero que, al rascar un poco, se percibe su republicanismo, la reivindicación de la “memoria histórica hemipléjica” y tics más propios de la antigua Izquierda Unida que del 11–M.

En buena parte de España surge la duda de si los antiguos miembros de IU que han llegado a Podemos comparten los ideales antiglobalizadores del núcleo inicial, o bien están ahí al haber quedado al margen de los repartos de poder en la coalición ecosocialista. Y mucho nos tememos que  queden muchos más rasgos de la “vieja izquierda” en esta formación de “nueva izquierda”. El “caso Verstrynge” es significativo: como se sabe, Jorge Verstrynge, antiguo secretario general de Alianza Popular, participó en el acto de fundación del nuevo partido, ante la oposición de sectores de Podemos que achacaban a Verstrynge su denuncia al popel de la inmigración en el proceso globalizador. Verstrynge no volvió a participar en la campaña de Podemos. Hay gente que teme todo aquello que no procede de su propio espacio político y que responde a otras tradiciones políticas. El “caso Verstrynge” indica, por su mismo, que Podemos –o al menos una parte sustancial de la formación– todavía está presa de viejos esquematismos dogmáticos y que existe una cerrazón mental propia de la izquierda más rancia y hemipléjica.

Balance y perspectivas

Si alguien cree que Podemos supone la eclosión de una “nueva izquierda alternativa” hay que decir que su talón de Aquiles son precisamente los valores que defiende que no son muy distintos a los de “libertad, igualdad, fraternidad”, valores que se vienen repitiendo desde finales del siglo XVIII y que han sido patrimonio ya de la revolución francesa, de las revoluciones burguesas del XIX, de la revolución rusa de 1917, de la nueva izquierda de mayo de 1968, y de cualquier otra formulación progresista y de izquierdas. No hay que olvidar que este lema está presente en los distintos capítulos del programa electoral de Podemos. No parece muy lógico que se intente ordenar el mundo del siglo XXI con valores llegados del XVIII.

Así pues, en su conjunto doctrinal no hay grandes innovaciones en esta formación política. Su análisis mismo de la globalización y de la marcha del capitalismo en las últimas décadas es incompleto, parcial y amputado de objetividad. Si fuera un análisis objetivo situaría los derechos de los pueblos a permanecer en su tierra natal y no emprender el exilio económico, por encima del “papeles para todos”, ese tópico de la izquierda humanista que constituye el acompañamiento ritual de cualquiera de sus formas.

Ya hemos expresado que si no se entiende el papel de la importación de inmigración masiva dentro de la globalización, no se entiende tampoco uno de los resortes para abolir las identidades de los pueblos, ganar “competitividad” y, por tanto, no se entiende siquiera lo que es la globalización. El análisis que todos los sectores de la izquierda han realizado del fenómeno es altamente incompleto.

Nunca la izquierda ha realizado una verdadera crítica a la globalización porque, en el fondo, sentían el fenómeno como un eco remoto de su internacionalismo proletario, ya impresentable y rancio. Por eso hablan eufemísticamente de “altermundialismo” u “otra forma de globalización”. Pero no hay una “tercera vía”. La disyuntiva hoy no es entre globalización y “altermundialización”, sino entre GLOBALIZACIÓN Y MUNDIALISMO de un lado, E IDENTIDAD de otro. En un mundo globalizado no hay identidades posibles, todo queda apisonado y homogeneizado: pueblos, etnias, culturas, naciones.

Dentro de su análisis, Podemos no considera que las naciones actuales sean barricadas contra la globalización. Al mostrarse libertaria, tiende a desvalorizar el papel de los Estados hoy existentes que, con sus deficiencias y sus conflictos son hoy estructuras dotadas de aparatos legislativos, de barreras, soberanía, fronteras, fuerzas de seguridad, que pueden constituir, según quien gestione el poder, barricadas contra la globalización. Abolir el Estado, desvalorizar la idea de soberanía nacional, suponen hacer el trabajo de la globalización y destruir todo lo que impide una homogeneización rápida de la humanidad en detrimento de las identidades nacionales.

Podemos, cabe decir, que prosperará en los años venideros si se dan varias circunstancias: si el PSOE queda reducido a la mínima expresión –como parece que ocurrirá– y termina desintegrándose, dejando vacío un espacio sociológico de centro–izquierda que puede ser ocupado por un partido como Podemos en la medida en que insista en su “autonomía histórica”. En el momento en el que este partido caiga en el error de IU de hacer explícitos sus contenidos de “izquierda rancia”, formación de postguerra anclada en la “memoria histórica”, se haga solidaria con las expresiones tópicas de la izquierda progresista, está perdida. Volverá a ser, entonces, un dejà vû, una reedición de las distintas formas de la izquierda del siglo XX, una izquierda que se va extinguiendo poco a poco.

Hará falta ver si el “entrismo” realizado por antiguos trotskistas les da algún fruto (históricamente jamás ha hecho otra cosa que convertir a ultraizquierdistas en mansos ultraliberales como ocurrió con los trotskistas norteamericanos reconvertidos en neo–cons), hará falta ver si las distintas tendencias no tienden que bullen en el interior de Podemos, empiezan a hacer, especialmente tras las elecciones municipales, la guerra por su cuenta y adoptan posiciones contradictorias y si cuando sus representantes –además de Pablo Iglesias– tengan que tomar la palabra y sean conocidos, logran articular un discurso diferente y original o apenas pueden reeditar de nuevo el discurso de los ecosocialistas, reconocible tanto en Equo como en IU e incluso en la Izquierda Socialista, corriente interior del PSOE.

No está muy claro el futuro de Podemos. Lo que sí parece claro es que ésta es una de las fuerzas que están contribuyendo, aquí y ahora, a que el sistema de bipartidismo imperfecto, se derrumbe. Podemos será otro de los partidos con los que habrá que contar en el futuro para hacer coaliciones de gobierno en ayuntamientos y comunidades autónomas. No será el único, sino uno más. Y esto es lo que nos parece más interesante: que a partir de ahora, un sistema político ideado para el bipartidismo imperfecto, va a tener que convivir con un multipartidismo en el que entre 10 y 12 siglas van a convivir y en el que solamente podrá gobernarse por coalición y de manera inestable.

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