miércoles, 20 de marzo de 2024

¿MORIR POR KIEV? ¿SOPLAN VIENTOS DE GUERRA O DE NEGOCIO?

Estamos ante una campaña de “operaciones psicológicas” destinada a transmitir a la población la proximidad de una guerra. Pero también estamos a pocos meses de cambios históricos, tanto en EEUU como en la UE: en 2025 ya nada será como antes. Incluso, a partir de mayo, cuando se produzcan las elecciones europeas, quedará claro que los gobiernos que hoy proponen una guerra exterior, pero que ni siquiera son capaces de controlar a las minorías étnicas parasitarias en su interior, quedan en situación de debilidad en el conjunto de la UE. Por lo demás, la victoria de Donald Trump en EEUU -si llega a la votación- está cantada. Y Trump ha sido muy explícito sobre sus planes. Así pues, es dudoso que, entre finales de 2024 y los primeros meses de 2025 pueda mantenerse la tensión belicista… algo que saben muy bien quienes la han desencadenado. Así pues ¿existe un riesgo de guerra? ¿a qué obedece esa campaña de preparación psicológica? Estas líneas intentarán situar el fondo de la cuestión.

*      *      *



OCURRIÓ HACE VEINTE AÑOS: EL MECANISMO DIABOLICO EN MARCHA

Los que tenemos memoria sabemos cómo empezó la “preparación psicológica” para la guerra de Irak:

- primero, se insistió por activa y por pasiva en la complicidad de Irak con… Al-Qaeda y en su responsabilidad en cualquier masacre que estallara en el mundo. Incluso, nuestro ínclito José María Aznar sostuvo -con no menos seriedad- que ETA y Saddam eran lo mismo.

- luego se nos convenció de que el ejército de Saddam Hussein (del que se decía que era el “tercero en el mundo”) estaba preparando una ofensiva generalizada contra los países vecinos y una escalada de violencia para acabar con Israel;

- finalmente, esta noticia se magnificó y apareció la leyenda de que poseía “armas de destrucción masiva” (incluso Colin Powell, secretario de defensa, con una seriedad pasmosa, afirmó que estas “armas”, gases químicos letales, se fabricaban en camiones móviles…);

Y esto duró dos años, desde que se apagaron los ecos de la invasión norteamericana de Afganistán en 2001 hasta la noche en la que se produjeron los ataques a Bagdad el 1º de mayo de 2003… Sabemos lo que ocurrió después.

   

LA CAMPAÑA PSICOLÓGICA VUELVE A REPETIRSE

Ahora vuelve a repetirse el mismo proceso: “Rusia es culpable”, han sentenciado desde el despacho oval de la Casa Blanca. Así pues, gobiernos “aliados” (es decir, vasallos, porque los imperios no tienen “aliados”), grupos de comunicación, ONGs y tertulianos, cumpliendo la orden se apresuran a culpabilizar de todo lo culpabilizable a Rusia y a Putin.

Las similitudes entre aquella “preparación psicológica” para la guerra del Golfo (que, en el fondo, fue la misma que la que siguió Roosevelt y Churchill desde 1938 hasta que lograron convertir un conflicto localizado en una guerra mundial), son evidentes. Pero la situación internacional es completamente diferente.

Los signos son inequívocos: todos los gobiernos títeres del Departamento de Estado norteamericano (incluido el español, aunque con cierta timidez) están de acuerdo en algo que dista mucho de ser cierto: que el conflicto ucraniano y las consiguientes “conquistas rusas” no detendrá a Vladimir Putin. Pregunta capciosa: ¿Cuándo Vladimir Putin ha evidenciado con algún gesto el que quiera “conquistar” para la Federación Rusa territorios europeos o asiáticos? Respuesta: NUNCA.

La guerra de Ucrania -y esta es la parte importante del relato “occidentalista”- no la inició Putin, sino la ambición de la OTAN de integrar a Ucrania en su dispositivo anti-ruso, incumpliendo las promesas -por enésima vez- realizadas por el presidente Bush (padre) al entonces líder soviético Gorvachov. Rusia -entonces en situación de debilidad, especialmente durante el gobierno alcohólico de Boris Eltsin- había callado ante las sucesivas incorporaciones de países del Este europeo a la OTAN, ante los intentos del Pentágono de encender conflictos en el Cáucaso y en las ex repúblicas soviéticas, a su intervencionismo en Ucrania. Etc, etc, etc. El repertorio de golpes “occidentales” contra Rusia fue interminable. Pero a partir de principios del milenio empezó la reconstrucción del Estado Ruso de la mano de Vladimir Putin.

La debilidad, la apatía y el celo alcohólico de Eltsin fue sustituida por el deseo de restablecer la dignidad del Estado y de la Nación rusa. Y al intento de integrar a Ucrania en la OTAN (que ya había inducido una guerra de guerrillas en las repúblicas que se independizaron de Kiev y pidieron su integración en la Federación Rusa, aprobada en referéndum), Putin contestó con un ataque localizado en el sur-este de Ucrania.

Gobiernos lacayos, tertulianos a sueldo, medios de comunicación deficitarios, todos, condenaron la “invasión rusa”, cuando el responsable de una guerra (y de todas las masacres posteriores) no es el que ataca primero, sino el que hace posible esa guerra. Y los EEUU buscaron implicar a los países de la UE en un conflicto provocado, en última instancia, en las oficinas del Pentágono:

- Primero, el Departamento de Estado ordenó sanciones contra Rusia. Y los gobiernos occidentales sancionaron a Rusia, a pesar de que ellos eran los primeros perjudicados (¡hasta eso llega la voluntad imperialista y hasta eso alcanza la indignidad de gobiernos traidores hacia quienes los han elegido!).

- Luego, llegaron incluso a sabotear con atentados terroristas instalaciones rusas en el Báltico -la voladura del Nord Stream- para interrumpir el flujo de gas ruso a Europa Occidental y, por supuesto, los propios EEUU ofrecieron gas al doble de precio a los gobiernos europeos. Pero la economía de mercado es incontrolable y los rusos se las ingeniaron para que su gas siguiera llegando a los mercados europeos a través del comercio triangular. Más caro, por supuesto, por la presencia de intermediarios.

. Los EEUU enviaron (y siguen enviando) material militar a Ucrania. A fin de cuentas, los ucranianos ponen los muertos y los beneficios van a parar al consorcio militar-petrolero-industrial verdadero núcleo de la “administración Biden” (¿o es que alguien cree que ese anciano acartonado, con neuronas atrofiadas y que desde hace, como mínimo cinco años, ha perdido el sentido de la realidad, es quién gobierna en la Casa Blanca?).

Pero, solo con la ayuda militar norteamericana -materiales obsoletos y a punto de caducar- no se sostenía la guerra contra Rusia: hacía falta que los gobiernos “vasallos” -los más afectados por las sanciones- pusieran algo de su parte. España envió seis tanques “Leopard”, prácticamente inservibles para la guerra de posiciones en la que se había convertido el conflicto ucraniano desde el momento en que las tropas rusas alcanzaron los objetivos que pretendía. Alemania -gobernada por ecolocos, socialdemócratas y liberales- fue quien más se esforzó. Polonia -que aspira a dar una dentellada al territorio ucraniano cuando termine el conflicto- dio un paso atrás. El resto de gobiernos enviaron fondos y ayudas evaluadas en decenas de miles de euros… ¡a uno de los países más corruptos del mundo y en el que quien gobierna verdaderamente es la mafia azkenazíe!

Y el tiempo ha ido pasando: las ofensivas ucranianas, anunciadas a bombo y platillo por la prensa y los tertulianos occidentales, no han prosperado. Se diría que eran tan solo excusas para mostrar que Zelensky hacía algo con el dinero y con las armas que se le enviaban. De hecho, lo único que ha conseguido ha sido seguir poniendo más muertos. Los ataques con drones occidentales se han visto respondidos, en represalia, con una destrucción cada vez más sistemática de infraestructuras (la estrategia no es de Putin, ya se ensayó en los bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia a finales del siglo XX).

El hecho incuestionable es que la guerra ya está perdida -lo estaba desde el primer día- para Ucrania: hay que cuestionar incluso la “voluntad de lucha por su libertad” del “pueblo ucraniano” que, de momento, ha sido abandonado por 2.000.000 de ciudadanos que han preferido huir a Occidente que servir a su país con las armas

EL MUNDO SE ESTÁ RECONFIGURANDO CONTINUAMENTE

Se está abriendo un nuevo escenario, resultado de los efectos secundarios del conflicto ucraniano. Contrariamente a lo que preveían sus impulsores (las plutocracias occidentales y, concretamente, estadounidenses), Rusia no es hoy más débil que hace tres años. El mundo se ha partido en dos: “Occidente” (dividido, confuso, en crisis) y el “resto del mundo” (China, India, Rusia, etc.) que, o bien aspiran a la hegemonía comercial mundial (China) o bien quieren seguir su propio camino sin imposiciones, ni conflictos (Rusia, India). El conflicto ucraniano, ha matado la “globalización”: esta es la primera constatación.

Ahora bien, el conflicto ucraniano estalló porque en EEUU el verdadero poder -repetimos, el complejo militar-petrolero-industrial- ha colocado a un verdadero monigote en el poder. Pero cada cuatro años hay elecciones en los EEUU. Y, por lo demás, el ciclo electoral democrático sigue en los países occidentales. Los hitos próximos van a ser: las elecciones europeas de junio de 2024 y las elecciones en los EEUU en noviembre. En ambos casos se puede producir un giro radical en la situación.

- En EEUU el complejo militar-petrolero-industrial no ha encontrado un candidato de reemplazo. Kamala Harris, colocada en la vicepresidencia para sustituir a Biden cuando sus problemas cerebrales ya no pudieran ocultarse más, lo tenía casi todo para ser la candidata ideal del “stablishment”: mujer y de piel oscura… pero carecía de cualquier otro atributo que pudiera despertar empatía en el electorado. Hoy es uno de los políticos más denostados en los EEUU. Habrá que prestar atención al candidato a la vicepresidencia del “ticket” demócrata: solo a un ciego se le oculta que Biden, en caso de salir elegido, no resistiría muchos meses más antes de ser inhabilitado. Pero esta cuestión es improbable: Biden tiene muy pocas posibilidades de salir elegidoLa diferencia entre Biden y Trump es tal, que el primero solo podría vencer en el caso de que Trump no pudiera presentarse a las elecciones por alguna artimaña legal (lo que se ha intentado desde el mismo momento en el que dejó la presidencia), porque muriera de muerte natural (las hamburguesas y la comida “típicamente americana” que suele degustar, no son precisamente garantías de larga vida) o bien, porque fuera asesinado (y no sería la primera vez que en los EEUU una acción terrorista contra una personalidad cambia la política de la administración). En caso de victoria de Trump está claro que uno de los primeros objetivos sería cesar toda ayuda a Kiev. ¿La OTAN? “Si Europa quiere defensa ¡que la pague!”. Como empresario, sabe que nadie puede soportar un nivel de endeudamiento como el que tiene actualmente los EEUU y que, si sigue entrando dinero en las arcas públicas, es mejor destinarlo a reconstruir las infraestructuras, sanear la sociedad norteamericana, generar puestos de trabajo y aminorar la carga de la deuda. Todo lo demás -empezando por Ucrania- es secundario. Sabemos pues, muy bien, cuál va a ser la política de la segunda administración Trump: cesar compromisos gravosos en el exterior y orientarse hacia la reconstrucción interior (que buena falta hace, como cualquiera que ha viajado a los EEUU ha podido constatar).

 "Bumbling Biden", las "torpezas de Biden", una de las webs más seguidas en EEUU que denotan a las claras que el deterioro mental de Biden no es solo un recurso electoral trumpista.

- Luego están las elecciones en la Unión Europea. La tendencia más probable es: un debilitamiento de la izquierda, un mantenimiento a la baja de la derecha liberal y un aumento de las distintas candidaturas de derecha nacional (lo que sus adversarios suelen tildar de “extrema-derecha”). Y la UE está en una situación en la que precisa una reforma de arriba abajo: REFORMA O LIQUIDACIÓN. Los últimos quince años -cuya política ha estado dominada por el centro-izquierda- han arrojado fuera de la política internacional a la UE. Europa es hoy un enano político, con pérdida de posiciones en materia económica, provista de una burocracia pesada y asfixiante dominada por el eje franco-alemán, que además ha dejado de regirse por criterios tecnocráticos -como en otro tiempo- y que no es más que la “pata europea” de una globalización que ya ha dejado de existir.


La cuestión en las próximas elecciones europeas, ya no es si se producirá un "giro a la derecha", sino la envergadura de la derrota de la izquierda y el incremento de la "derecha nacional".

Si en EEUU las cosas están claras, en la UE es todo mucho más complejo. Todo dependerá de la envergadura del descalabro de las candidaturas de izquierdas y de los avances de la “derecha nacional” (así como de su capacidad para elaborar estrategias unitarias en el parlamento europeo). Pero, en cualquier caso, parece muy difícil que, a partir de finales de año se sigan manteniendo las constantes de la situación actual: ni Ucrania va a poder resistir mucho más, ni le queda tiempo al complejo militar-petrolero-industrial para completar la campaña de “preparación psicológica” para una nueva guerra generalizada.

Y esto no lleva a la cuestión esencial: ¿existen posibilidades de que estalle un conflicto generalizado?

LAS POSIBILIDADES DE UN CONFLICTO GENERALIZADO

Las declaraciones de Macron al respecto (un presuntuoso que no puede mantener el orden ni siquiera a 500 metros del palacio del Elíseo y que aspira a tener un peso internacional), las de Lloyd Austin, secretario de defensa de EEUU, alertando sobre la próxima “invasión rusa”, la intención de los gobiernos europeos de rearmarse e, incluso, la de la pobre Margarita Robles (uno de los pocos ministros que, dentro del actual gobierno español, puede alardear de tener una carrera propia, de haber, incluso, trabajado en la administración de justicia… pero que carece por completo de conocimientos en materia militar y debe fiarse de informes de la inteligencia española, la cual se fía de los que le llegan de la CIA y del Departamento de Estado) de enviar media docena más de Leopard a Ucrania, todo eso, sumado, no pasa de ser un “fuego de paja”.

En las actuales circunstancias, nadie quiere la guerra. Absolutamente nadie:

- Putin porque conoce los resultados de la última guerra mundial que todavía pesan en el subconsciente colectivo del pueblo ruso (el que pagó más cara su participación: entre 18 y 20.000.000 de muertos).

- El complejo militar-petrolero-industrial de los EEUU porque sabe que el tiempo se le agota, no dispone de tiempo suficiente para que una campaña de operaciones psicológicas acondicione las mentes para una guerra, y, a partir de noviembre, ya nada será como antes.

- Los gobiernos europeos porque saben perfectamente que no están ni siquiera en condiciones de superar conflictos interiores que pudieran suscitar minorías étnicas en el momento en el que fuera imposible seguir subvencionándolas (algo que ocurriría en caso de conflicto y de “economía de guerra”).

¿POR QUÉ PROLIFERAN LAS BRAVATAS BELICISTAS? (RECORDANDO EL COVID)

La pregunta que subyace es: pero si nadie quiere la guerra, ¿a qué viene todo esa retahíla de declaraciones belicistas y esa campaña de operaciones psicológicas para preparar a la población para la guerra? Error: no es una campaña para preparar una guerra, sino para preparar el gran negocio armamentista. Para eso si que hay plazo de aquí a final de año. Y en eso, todas las partes están de acuerdo:

- el complejo militar-petrolero-industrial de EEUU porque su negocio es la fabricación de armas, se usen o no;

-la UE porque revitalizando la industria armamentística generaría nuevos puestos de trabajo y revitalizaría su economía…

La actual campaña de “operaciones psicológicas” desencadenada es muy similar a la que ya vimos con ocasión del COVID:

- primero se genera el miedo, el consabido “moriremos todos”,

- segundo se decretan medidas absolutamente irracionales que se aceptan por el miedo generado previamente y,

- finalmente, viene la salvación en forma de vacuna milagrosa.

Todo esto ¿para qué? ¿Cómo experimento social? Es posible, pero lo que es seguro es que la “campaña del COVID” fue generada desde la OMS por compañías del sector farmacéutico y para multiplicar exponencialmente sus beneficios. A fin de cuentas, lo que se pretendió con aquella “gran mentira” (el virus existía, pero la mayoría de muertes ha sido causada por los malos protocolos para tratar el virus, emitidos por la OMS y difundidos por gobiernos ignorantes, tertulianos crédulos y aceptados por una población aterrorizada, aislada y sometida a presión psicológica en la soledad de su hogar) no era más que una operación económica.

Si aquello fue protagonizado por las multinacionales del sector sanitario, amparados en la “autoridad” de la OMS, la crisis actual tiene como instigadores -lo repetimos de nuevo- al complejo militar-petrolero-industrial de los EEUU que utiliza al Departamento de Estado y al de Defensa como portaestandartes y la OTAN como “cómplice necesario”. No se busca una guerra que, en el estado actual de la carrera armamentística, EEUU no podría vencer -y que, después de noviembre- ni siquiera buscaría Donald Trump y que ningún país europeo desea, lo único que se pretende es dar un impulso al sector armamentístico. Eso es todo y eso es lo que dice la lógica.

NO DEJARSE IMPRESIONAR POR LA VIRULENCIA DE LAS DECLARACIONES

Así pues, es preciso no dejarse impresionar por la gravedad de las informaciones. El riesgo de conflicto es mínimo. Hace dos años y medio, cuando empezó el conflicto ucraniano existían muchas más posibilidades: la administración Biden tenía aún mucho tiempo por delante, incluso la izquierda progresista se encontraba, a nivel mundial, en una situación mucho mejor que en la actualidad (en el ámbito iberoamericano, el Grupo de Puebla dominaba sin discusión el escenario Iberoamericano y el peninsular: hoy es un despojo y las protestas se acumulan en el único país en el que ha logrado prosperar en los dos últimos años, Brasil). Inicialmente se dudaba de la posición que iba a adoptar China e India en relación al conflicto ucraniano: hoy ya no hay duda. No están en el campo “occidental”: su proximidad con el gobierno ruso es indudable y otro tanto ocurre con Irán. No es el mismo escenario y, por tanto, los instigadores de la “operación psicológica pro-bélica” han desencadenado la campaña con un objetivo mucho más realista: poner en marcha las fábricas de armamento. Multiplicar, repetimos, sus dividendos.

Claro está que luego se tratará de ver en qué conflictos puede emplearse ese armamento. Y aquí no parece existir una gran diferencia en torno a la Guerra Fría: en frentes secundarios. África tiene todos los puntos para consumir grandes cantidades de armas convencionales para matarse a gusto. Incluimos también el Magreb. Y aquí es donde entra España:

- Valdría la pena que los españoles no olvidásemos que Marruecos reivindica fragmentos de territorios históricamente españoles, incluidas las Islas Canarias, además de Ceuta, de Melilla y de las Islas Adyacentes.

- Ni olvidemos tampoco que en España la tensión política, los callejones sin salida constitucionales, la ceguera, la psicopatía y la mediocridad de algunos gobernantes está llevando a situaciones paralelas a las que concluyeron en 1936 en el estallido de una guerra civil.

No es hacia Ucrania hacia donde Margarita Robles debería mirar, sino a reforzar el dispositivo militar español de cara a los dos únicos conflictos posibles que pueden aparecer en nuestro horizonte estratégico: una ofensiva del “enemigo del Sur”, Marruecos, o bien un problema político-civil, incluso étnico, que no sean ya capaces de controlar las fuerzas de orden público.


¿Y UCRANIA? LLANTO POR LA DESGRACIA DE UN PAÍS

¿Y Ucrania? Ucrania ya ha perdido la partida. Perdió desde el momento en el que, en lugar de optar por el neutralismo y por las buenas relaciones con Rusia y con la UE, calculó -no “Ucrania”, sino la mafia azkenazíe que gobierna allí- que podía muñir más la vaca occidental que a una Rusia que conoce bien quien es quien en la política ucraniana.

Cada vez va ganando peso la convicción entre la opinión pública occidental de que Zelensky deberá, antes o después, realizar “concesiones territoriales” a Rusia (en realidad, no hace falta: las incorporaciones ya están realizadas y Ucrania solamente tiene que aceptar que los territorios de habla, cultura y tradición rusa que, por azares de la historia -con la reordenación estalinista en primer plano- tenía accidentalmente incorporadas a su territorio, ya no lo están.

La verdadera cuestión que se dirimirá en las conversaciones de paz, será el estatuto de la Ucrania de la postguerra y el destino de Zelensky y de su camarilla (y, en este terreno, la gran duda es quién acabará con Zelensky, si la indiferencia occidental o bien su propio pueblo). ¿Quién reconstruirá Ucrania? ¿Quién pagará la reconstrucción? ¿Qué garantías de neutralidad podrá ofrecer un futuro gobierno ucraniano a Rusia? 

Esas son todas las cuestiones que será cuestión de dirimir en 2025, difíciles pero no destructivas como un conflicto generalizado.