Doce horas después de conocerse los resultados electorales del 28
de noviembre, un cabizbajo Pedro Sánchez, desde al atrio de La Moncloa, anunciaba
en apenas 3 minutos, la convocatoria de nuevas elecciones y la disolución de
las cámaras. Algún día sabremos lo que ha ocurrido desde que se conoció el
tsunami político que, fuera de cualquier duda, arrasó con las “realizaciones”
del “quinquenio progresista” presidido por Sánchez.
LAS PRESIONES RECIBIDAS POR SÁNCHEZ DESDE AYER A LAS
23:00 A HOY A LAS 11:00
Tras quedar desmentido el sondeo del CIS que daba mayoría al PSOE,
la dirección del PSOE entró en shock: había
ocurrido lo que Sánchez y Tezanos les garantizaron que no ocurriría. Lo
único claro que tenía la legión de alcaldes, presidentes autonómicos y
concejalillos socialistas es que se habían quedado en paro. Pasada la media
noche debieron aflorar en todos ellos sus recuerdos: “No podía ser de otra
manera: demasiada prisa en las iniciativas de ingeniería social, demasiada
laxitud en materia de ocupación, demasiado margen concedido a unos aliados tan
incómodos como inútiles, demasiadas alianzas con la no-España, demasiada corrupción,
demasiada compra de votos en contante y sonante o en promesas de subsidios,
demasiado compromiso con la Agenda 2030, demasiada memoria histórica y
demasiada coña trasladando cadáveres, liberando etarras, impasibles ante la
delincuencia y callados ante la inmigración ilegal y masiva, demasiada presión
fiscal y demasiado grupo subsidiado, demasiado protagonismo de Sánchez en la
campaña electoral a pesar de su falta de credibilidad, demasiadas variaciones
en política exterior, demasiada mano tendida a Marruecos y excesivo compromiso
con la OTAN en la cuestión ucraniana…”. Cuando se encontraron solos
debieron pensar que si había un culpable de que el PSOE hubiera sufrido un
batacazo histórico, se debía a aquel que les había engañado con su triunfalismo
y su negligencia a cambiar de alianzas…
Alguien de la ejecutiva de su partido debió decirle, a primera
hora de la mañana, que no le quedaban apoyos dentro de la dirección socialista.
Y luego estaban los “influencers” más importantes: los tenedores de la deuda
pública español. Estos últimos debieron comunicarle que estaban inquietos ante
la posibilidad de que la situación económica se fuera deteriorando más y más en
los meses que mediaban entre finales de mayo y finales de noviembre para cuando
estaban convocadas las elecciones generales. Era necesario realizar un drástico
cambio de rumbo: deshacerse de ese lastre inútil en que se había convertido
Podemos, dar la espalda a los independentistas catalanes y a los pro-etarras
vascos y, en una palabra, rectificar.
Es posible, incluso, que alguien influyente dentro de su partido
le planteara la posibilidad de presentar otro candidato para el PSOE en
noviembre.
RECTIFICAR, PALABRA CLAVE, Y RECUPERAR CREDIBILIDAD
Rectificar era la palabra clave: Pedro Sánchez tenía seis meses
para hacerlo y salvar lo salvable. Pero para su ecuación mental, “rectificar”
era algo que no entraba en sus planes. Equivalía a reconocer que se había
equivocado en todo lo que había hecho -en todo, absolutamente en todo- desde
que llegó al poder. Y Sánchez es alguien para el que quienes se equivocan
son los otros. Nunca él.
Así que solamente le quedaba una opción: anticiparse a la
oposición interior que indudablemente pediría su cabeza en el interior del
partido, anticiparse a las ventajas que podía sacar el bloque de la derecha por
su triunfo del 28-M y tratar de salvar los muebles, incluso con la pretensión
de seguir en La Moncloa y seguir gobernando. Su baza es que el nombramiento
como presidente rotativo de la UE será apenas veintitrés días a las elecciones
y eso le garantizará fotos con los primeros mandatarios de la UE y publicidad
gratuita. Difícilmente esas fotos le permitirán recuperar lo que ha constituido
su principal hándicap: credibilidad. La credibilidad en política es como el
virgo: cuando se rompe, ya no hay posibilidades de recuperar su integridad. Y Pedro
Sánchez y sus aliados hace mucho tiempo que carecen de credibilidad:
- No la tienen entre los compradores de deuda pública que han alertado en repetidas ocasiones de que el gasto del Estado y la presión fiscal en España eran excesivos.
- No la tiene entre la patronal muy crítica con respecto a la utilización de los fondos anticrisis enviados por la UE, ni entre los pequeños y medianos empresarios asfixiados por impuestos y normativas cada vez más asfixiantes.
- No la tiene entre los habitantes de las grandes ciudades conscientes de que, contra lo que proclaman las estadísticas municipales, autonómicas y marlaskeñas, la delincuencia de todo tipo va ganando terreno y cada día la nómina del delito que abarca desde asesinatos hasta hurtos, va creciendo más y más y mucho más.
- No la tiene entre los electores y ahorradores que sufren la inflación subyacente (que, en algún momento se ha elevado a un 20-25%), los precios de la vivienda no dejan de subir y cualquier ley nueva se traduce en una batería de “efectos secundarios” demoledores.
- No la tiene entre las clases medias asfixiadas a impuestos y a las que, desde hace cinco años, no se ha hecho nada más que presionar más y más, sin conceder ni un solo tipo de beneficios
- No la tiene entre las cancillerías mundiales alarmadas por inexplicables cambios de rumbo de la política exterior española en la cuestión del Magreb y que generan dudas sobre la continuidad y la firmeza de cualquier pacto trenzado con España, país, hoy, “poco fiable”.
Y, claro está, no la tiene ni siquiera para sus propios militantes
y aliados (Podemos, ERC, Sumar) buena parte de cuyos dirigentes figurarán en
breve en las listas del paro.
EL PROBLEMA NO ES DE SÁNCHEZ, SINO DE UNA IZQUIERDA CADA VEZ MÁS
PERDIDA
En estas condiciones no era posible continuar y Sánchez, resabiado
por las espaldas que ha visto entre ayer a las 23:00 horas y hoy a las 11:00,
la falta de apoyos y temiendo un proceso creciente de erosión, ha optado por jugar
el todo por el todo y convocar elecciones. Las perderá, por mucho que Iván
Redondo le haya asegurado que todavía puede recuperar los votos perdidos a
costa de los que hasta ahora han sido sus aliados a la izquierda, con la excusa
de que solamente votando PSOE ejercerán un “voto útil”.
Se equivoca, no es solamente la figura de Sánchez la que carece de
credibilidad, son todas las opciones de esa izquierda atascada en el wokismo,
las ideologías de género, la defensa ultrancista de cualquier minoría y de la
inmigración masiva, con su libertarianismo, la insistencia hasta el
aburrimiento en el tema de la memoria histórica, la compra al peso de grupos
sociales mediante subsidios y subvenciones, esto es, lo que constituyen las
últimas barricadas de una izquierda que ha optado desde la caída del marxismo
en los años 80, por una fuga hacia adelante en posiciones cada vez más progres,
lo que genera escepticismo primero, horror después y carcajada finalmente en la
sociedad. No olvidemos que, con la que está
cayendo, Ione Belarra anunció una partida de 1.650.000 euros para un programa
de ayuda a los gatos callejeros… el día antes de la jornada de reflexión.
Esa izquierda es la de Syriza en Grecia, es la de Boric en Chile: la
de Sánchez y sus socias, la que ha hecho de la Agenda 2030 un programa de
gobierno, la que genera rechazo y la que ha entrado en crisis.
LA “POLÍTICA DE BLOQUES” Y LA IMPOSIBLE UNIDAD DE LA IZQUIERDA
Vamos hacia la política de bloques: si Sánchez quiere evitar el
descalabro, deberá realizar propuestas audaces, casi temerarias. La única que
le queda es realizar un llamamiento para la “unidad de la izquierda”, aparcar
las siglas del fracaso (PSOE, Podemos, Sumar) y tratar de establecer un “cartel
unitario”… aunque esto implicara que la derecha estaría obligada a hacer otro
tanto.
La respuesta a la ingeniería social progre y a la prisa por imponer
cambios bruscos e intemperantes a las sociedades, está generando en todo el
mundo, un “frente del rechazo”. Brasil, EEUU, Francia, Italia, ya han entrado
en esa etapa de “política de bloques”. O se está con los conservadores o se
está con los ultraprogresistas.
Las siglas PSOE tienen casi 150 años. Va siendo horas de
olvidarlas en el baúl de los recuerdos. ¿Se atreverá Sánchez a optar por un “cartel
unitario de la izquierda”? Seguramente no. Y, aunque lo intentase, el problema
que le acompañará hasta la tumba, es que desde ayer por la noche, nadie duda
que es un político amortizado.
Quizás un socialista prestigioso -¿queda alguno?- podría encabezar
un proyecto unitario de izquierdas, pero no desde luego Sánchez. Sin ese “frente
de izquierdas”, los distintos partidos de esa área política están excesivamente
atomizados interiormente, despistados políticamente, presos en sus delirios
progresistas y extraordinariamente separados de la realidad como para poder
afrontar el tsunami de la derecha que empezó ayer.