sábado, 20 de mayo de 2023

¿ETA? ¿QUERÉIS HABLAR SOBRE ETA? DIGAMOS LA VERDAD DE UNA PUÑETERA VEZ…

En estos tiempos de olvido y desmemoria, no solamente la Historia se ignora, sino que incluso, aquello que hasta ayer era actualidad queda borrado de la memoria de las masas. Esta semana, como otro de los bochornosos numeritos de esta no menos bochornosa campaña electoral, hemos visto como unos y otros se tiraban los trastos en la cabeza a costa de ETA. Una vez más, los sociales han actuado como niños mimados que se empeñan en que solo ellos tienen razón y la suya es la única verdad asumible, han recordado que “fue Zapatero” quien “acabó con ETA”. Y no es así. ETA estaba acabada cuando Zapatero llegó al poder: sus comandos quedaban desarticulados antes, incluso, de que llegaran a cometer algún atentado. Zapatero, lo único que hizo, fue convertir una “derrota” de ETA, en “victoria política”. Vale la pena, resumir la historia de ETA que, nunca mejor dicho, fue de derrota en derrota hasta la victoria final, una victoria que no alcanzó por fuerza propia, sino por renuncia de otros. Y no solamente del PSOE.

ETA, VARIAS VECES DESARTICULADA DURANTE EL FRANQUISMO

ETA estuvo a punto de desaparecer en varias ocasiones durante el franquismo. Hubo momentos en los que, prácticamente, la organización quedó completamente desarticulada. Cuando se produjo el Proceso de Burgos -que marcó un antes y un después en el curso del franquismo y que, acabado el cual el régimen entró en una fase de descomposición interior- no había ningún comando operativo en el interior de España. Todos sus militantes estaban en la cárcel, debajo de las piedras o en el exilio. Y fue solamente un grupo de exiliados dirigidos por Echave Obengoa los que entraron en España, secuestraron al cónsul alemán, Eugen Behil.

Al convocarse el proceso contra la dirección de ETA, toda la izquierda española, vale la pena no olvidarlo, hizo causa común con “Izco y con sus compañeros: Solé Barberá, miembro del PSUC-PCE, Gregorio Peces-Barba, democristiano de izquierdas en la época y dos años después, miembro del PSOE, ejercieron como abogados de la defensa junto a Miguel Castells, Juan María Bandrés, Francisco Letamendía, miembros de la izquierda abertzale y actuando José María Benegas Haddad, más conocido como Txiki Benegas como “asistente”. Precisamente Benegas, hijo de un nacionalista vasco y de una judeo-libanesa, sería, con el correr del tiempo, quien sugeriría a Zapatero en el año 2000 la posibilidad de iniciar un “proceso de paz” con ETA.

ETA, tras el proceso de Burgos, sintiéndose arropada por toda la “izquierda democrática”, creció extraordinariamente, entre el Proceso de Burgos (diciembre de 1970) y el atentado de la calle del Correo (septiembre de 1974), primera muestra de “terrorismo sistemático” protagonizado por la banda con el resultado de 13 muertos y 70 heridos. Este atentado se produjo solamente unos meses después del asesinato del Presidente del Gobierno, Almirante Carrero Blanco (diciembre de 1973). Ambas acciones generaron nuevas desarticulaciones casi totales de la banda y liquidó por completo a su red de contactos en Madrid formada por antiguos simpatizantes del PCE (Eva Forest y su marido Alfonso Sastre).

Ya, por entonces, se había producido la escisión -una de tantas- entre “milis” y “poli-milis”, defendiendo los primeros el crear una organización terrorista, profesionalizada, cerrada, compuesta por “liberados”, sin ningún contacto -salvo en la cúpula- con grupos políticos o sociales, mientras que los “poli-milis”, que siguieron las absurdas teorías elaboradas por Eduardo Moreno Bernareche (a) “Pertur”, plagiadas de las guerrillas urbanas y de los desvaríos de los grupos terroristas iberoamericanos, sostenían la necesidad de que el grupo terrorista no fuera una vanguardia armada, sino que estuviera integrado en la sociedad, y realizara, además de acciones terroristas, agitación y propaganda “entre las masas”.

ETA EN SU PERÍODO DE MADUREZ DURANTE LA TRANSICIÓN

Estos planteamientos deberían desembocar en sucesivas desarticulaciones de los “poli-milis” que, una vez más, cuando Franco murió (noviembre de 1975) volvían a estar casi completamente desarticulados: los sucesivos indultos que se produjeron entre principios de 1976 y junio de 1977, pusieron en libertad a todos los miembros presos de ETA, incluidos los que habían cometido delitos de sangre, reavivándose y recrudeciéndose el terrorismo de ETA(p-m) durante unos años. El asesinato de “Pertur” por miembros de la dirección de ETA(m), generó un encono entre ambas fracciones, a pesar de que, en un primer momento, unos y otros atribuyeron el crimen a “la extrema-derecha”. De hecho, todavía hoy, Bildu y la historiografía derivada de ETA(m) niega, contra las evidencias y la investigación de la familia de Moreno Bergareche, la responsabilidad de sus dirigentes en el crimen.

Mientras ETA(p-m) iniciaba en la segunda mitad de los 70 una cadena de iniciativas terroristas que incluían, acciones de guerrilla urbana (que fracasaron con un alto coste de muertos en sus propias filas), secuestros con finalidad económica y propagandística, y cooperación con otros grupos terroristas internacionales, lo que les llevó a nuevas y sucesivas desarticulaciones en cadena, ETA(m) siguió realizando una serie de atentados selectivos, atracos y extorsiones a empresarios, quedando su estructura, más o menos, íntegra, salvo por los zarpazos asestados por grupos armados anti-ETA que ejecutaron a José Miguel Beñarán Ordeñana (a) “Argala” uno de los jefes del comando que asesinó a Carrero Blanco y cerebro estratégico de su fracción.

Durante los años de gobierno de UCD se produjeron algunas desarticulaciones parciales de la banda que afectaron especialmente a ETA(p-m). Este sector, había paliado sus sucesivas desarticulaciones con la construcción de un entramado político de cara a participar en elecciones democráticas y en el autogobierno del País Vasco: EIA, partido creado en 1977. Durante los años 1977-78, ETA(p-m) se limitó a realizar atentados selectivos, pero desde principios de 1979, percibiendo que el marco del Estatuto Vasco defraudaba sus aspiraciones independentistas y que ETA(m) le estaba restando terreno, optó por lanzarse a una loca carrera de atentados contra exponentes de UCD, periodistas, políticos y afiliados a grupos no nacionalistas, contra intereses turísticos, etc.

El resultado fueron sucesivos golpes represivos que indujeron a los personajes más significativos del “frente político” (Onaindía y Bandrés) para abandonar completamente la vía terrorista y seguir únicamente planteamientos políticos. Tras el 23-F (1981), ETA(p-m) declaró una “tregua” por espacio de un año. A pesar de que en la asamblea siguiente (la VIIIª) vencieran los partidarios de la “lucha armada”, lo cierto es que, en el año siguiente, la mayoría del bloque “poli-mili” ya había aceptado la negociación, la entrega de las armas y la transformación total en partido político. El 30 de septiembre de 1982, ETA(p-m) se disolvió y si lo hizo, fue por dos motivos: no poder soportar las tensiones internas entre partidarios de la lucha política y partidarios de seguir ejerciendo el terrorismo y por la presión policial.

Solamente una minúscula fracción siguió existiendo como ETA(p-m) hasta que sus últimos miembros fueron detenidos en 1986, cuando el “proceso de paz” abierto con los socialistas llevó a las primeras “reinserciones” y al retorno de los exiliados. La respuesta de ETA(m) fue el asesinato de una de estas militantes, Dolores González-Cataraín (a) “Yoyes”.

EL FINAL DE UCD Y EL PRINCIPIO DEL FELIPISMO: LA MANO TENDIDA

A todo esto, ya habían subido al poder los socialistas de Felipe González que, en principio optaron por la vía de la negociación y la reinserción. Con ETA(p-m) tuvo relativo éxito, pero fracasó por completo con ETA(m). En realidad, la “negociación” era algo que ya había intentado el gobierno de Adolfo Suárez en sus primeros momentos (conversaciones de Ginebra, entre representantes del gobierno y ETA(p-m), a las que ETA(m) asistió como “observador”. Para facilitar esas conversaciones el ministro Martín Villa autorizó la “ikurriña”. Esta fue uno de los muchos signos de “mano tendida” realizadas por el gobierno de UCD, a los que seguirían los contactos del PSOE con ETA(p-m) y que venían precedidos de indultos graduales cada vez más amplios que terminaron con los “extrañamientos” de los que estaban condenados por delitos de sangre que a las pocas semanas se paseaban libres por el País Vasco.

Algunos de los “poli-milis” se integraron en ETA(m) que, se vio considerablemente reforzada a lo largo de los años 80, no tanto por su capacidad ofensiva, que nunca fue más allá de la posibilidad de organizar algunos atentados sistemáticos y extorsiones y secuestros con finalidades económicas, como por la actitud de debilidad y renuncia, primero de UCD y luego del PSOE. Los años en los que se produjeron más asesinatos de ETA corresponden a los años de gobierno de UCD: 1978 (65 asesinatos), 1979 (86 asesinatos) y 1980 (93 asesinatos), para luego descender a 32 en año del 23-F (1980) y mantenerse hasta 1987 por debajo de los 50 anuales.

EL GAL: LA POLITICA ANTITERRORISTA DEL FELIPISMO

En 1983 fue secuestrado el capitán de farmacia Alberto Martín Barrios por la escisión minoritaria de los “poli-milis”. La orden que recibió el ministro Barrionuevo fue de “lograr por todos los medios que el militar fuera liberado”. Ese fue el origen de los GAL, cuando Felipe González ya había perdido la esperanza de que el resto de fracciones de ETA (“milis”, “poli-milis” minoritarios y “comandos autónomos”) se desmovilizaran.

A la etapa de indiferencia en la que los gobiernos de UCD y del PSOE obligaban a los medios de comunicación a situar las noticias de los asesinatos en pequeños recuadros en páginas interiores y los informativos de televisión no daban cuenta de los funerales por las víctimas, casi clandestinos, siguió la etapa de “guerra sucia”.

La debilidad de la que primero hizo gala el gobierno socialista, a la que siguió la torpeza de las acciones ilegales del GAL -en ocasiones protagonizada por individuos grotescos y maniobras inconfesables que terminó haciendo que la principal tarea del GAL no fuera liquidar a los dirigentes de ETA, sino, literalmente, “patearse” y repartirse el fondo de reptiles habilitado al efecto  (40 millones de pesetas por cabeza de etarra muerto, que jamás se pagaron a los asesinos y que, en buena medida fueron a parar a cuentas cifradas, puticlubs y casinos, en lo que puede ser considerado como otra de las muestras de la corrupción socialista)- entrañaron el que, especialmente en la segunda mitad de los 80, no solamente ETA(m) fuera creciendo y no le faltaran nuevos kamikazes para cubrir las bajas que iba teniendo, sino que, además, los partidos abertzales fueron ganando espacio.

Desde el principio de ETA, era evidente que “unos golpeaban el árbol y otros recogían los frutos”, en alusión al papel del PNV: este partido fue, inicialmente, el gran beneficiario de las acciones de ETA. Gracias a la amenaza del terrorismo vasco, el PNV obtuvo un estatuto de autonomía con un techo muy superior al otorgado por la Segunda República y que le garantizaba, prácticamente, el ejercicio del poder. Pero, pronto, la extrema-izquierda abertzale estuvo en condiciones de disponer de un fuerte aparato político y de obligar al PNV a intentar planes secesionistas (el llamado Plan Ibarreche, acometido sin excesivo entusiasmo y liquidado sin pena ni gloria tras una simple votación en el parlamento del Estado).

La entrada de España en la Comunidad Económica Europa (1986), coincidió con los atentados del GAL en Francia. La combinación de ambos elementos desembocó en dificultades cada vez mayores de ETA(m) para actuar en el sur de Francia que optó por dos tácticas para “descongestionar” el País Vasco: por una parte, multiplicar atentados sistemáticos en otras ciudades del Estado y, desplazar a su dirección a Argel. Fue allí en donde, en 1987, encontró la muerte el entonces jefe de ETA(m), Domingo Iturbe Abasolo (a) “Txomin”, en un episodio todavía envuelto en brumas.

Por otra parte, los Comandos Autónomos Anticapitalistas, residuo de las corrientes antiautoritarias que habían aparecido en el último tercio de los 70 en toda Europa, tras una treintena de asesinatos (aun hoy se duda de que fracción de ETA o de estos comandos, realizaron varios crímenes) quedaron completamente desarticulados en 1986, perdiendo a su vez a once terroristas.

LA SEGURIDAD GARANTIZADA PARA LOS “EVENTOS DEL 92”: BIDARD

A medida que se aproximaban las Olimpiadas de Barcelona y los demás eventos de 1992, el Estado se preocupó de acentuar el arrinconamiento de ETA. En los primeros años de la década, se asiste a una rectificación de los métodos de lucha contra ETA. El PSOE entendió que había que combinar la “acción política” (concretada en pactos anti-ETA, suscritos por un amplio espectro de partidos políticos), con acciones policiales. El Pacto Antiterrorista, suscrito en 1987 por todos los partidos, incluidos en PNV y Euzkadiko Ezquerra y, posteriormente el Pacto de Ajuria Enea, suscrito por todos los partidos vascos, salvo Herri Batasuna, fueron las concreciones de esta estrategia cuyo primer (y casi único) resultado fue un cambio en la percepción de la opinión pública y en la “visibilización” del sufrimiento de las víctimas de ETA (que hasta ese momento se había ocultado).

Esta primera “ofensiva política”, a pesar de ser limitada e, incluso, de la duplicidad del PNV que sostenía la necesidad de una negociación directa con los terroristas, fue combinada con operaciones policiales que desarticularon en 1992 a la totalidad de la cúpula de ETA en Bidard. En ese momento, ETA seguía sin tener problemas para cubrir las bajas en la base, pero las caídas en la dirección y en su infraestructura eran mucho más graves para la organización. ETA optó por dar prioridad al “pequeño terrorismo urbano”, el kale borroka, protagonizado por jóvenes descerebrados que generaron innumerables incidentes, contribuyendo a mantener la llama de la organización viva y a forjar nuevos aspirantes a entrar en la organización. Pero esta política, facilitó a partir de entonces la actividad policial: bastaba con identificar a unos cuantos cientos de participantes en las acciones de “kale borroka” para identificar posteriormente a los que habían cometido crímenes con el sello etarra.

Hacia principios de los años 90, se encontraban presos en distintas cárceles españolas en torno a 600 etarras y en torno a 350-400 habían emprendido el camino del exilio. Dada la brutalidad de algunos atentados, las bajas en la banda aumentaron. ETA entró entonces en la llamada “estrategia del desestimiento, basada en realizar, como se pudiera, el mayor número de acciones terroristas, generando en el Estado la sensación de que aquella lucha no podía ganarse y desmoralizando a las fuerzas de seguridad y a la opinión pública. Solo en esas condiciones, ETA era consciente de que podría “sacar algo” de unas eventuales conversaciones de paz.

LA POLÍTICA ANTITERRORISTA DEL GOBIERNO AZNAR

En 1999, tienen lugar reuniones en Zurich entre representantes del gobierno Aznar y miembros de ETA. Antes, Ibarreche había sido investigo lendakari con los votos de la extrema-izquierda abertzale, con el nombre de Euskal Herritarrok. Este acuerdo aumentó el interés en medios pro-etarras de llegar a un acuerdo con el gobierno, especialmente, porque Aznar había iniciado una “ofensiva político-legislativa” que haría imposible la actuación política de la izquierda abertzle.

Esa ofensiva legal y judicial, que implicaba incluso el cierre de los medios de comunicación abertzales (Egin, Egunkaria y emisoras de radio abertzales), la consideración de Jarrai, Segi y Haika (juventudes abertzales), Ilegalización de Batasuna, EH y HB, una nueva versión del “pacto antiterrorista” suscrito entre PP y PSOE en 2000, la reforma del código penal para que los etarras cumplieran íntegramente las demás y la supresión de los beneficios penitenciarios, la no concesión de terceros grados a miembros de ETA, los enjuiciamientos de actos de Kale borroka por la Audiencia Nacional, aunque fueran cometidos por menores, la organización de campañas de apoyo a las víctimas y el aprovechamiento del asesinato de Miguel Ángel Blanco (1995) consiguiendo que la sociedad española terminara cambiando la percepción que tenía de ETA, imponiéndose la de “criminales injustificables”

Todo ello, sin embargo, no hubiera bastado para arrinconar completamente a ETA, de no ser porque, a partir de 2002-3, a la desmoralización creciente del entorno abertzale, se unieron desarticulaciones constantes que, para los que tenían criterio y entendían lo que estaba pasando (no así para los propios abertzales fanatizados por su causa y para los medios de comunicación que seguían escrupulosamente las directrices de las autoridades antiterroristas) no había duda de que la banda estaba siendo traicionada desde el interior por alguno de sus dirigentes.

ZAPATERO: LA DERROTA DE ETA CONVERTIDA EN VICTORIA

Cuando se llega a las explosiones del 11 de marzo de 2004, desde el primer momento era evidente que ETA no podía ser la autora y que solamente un ministro incompetente en grado extremo, que lo desconocía todo de la lucha antiterrorista y que ni siquiera era apreciado ni respetado por sus subordinados, creyó en la autoría de ETA y se negó en las horas siguientes a reconocer que un atentado de este tipo tenía la misma matriz que los del 11-S en EEUU. Los medios de comunicación próximos al PSOE consiguieron que, en pocas horas, este desliz generara el desplazamiento de 2.000.000 de votos del PP a la cuenta del PSOE y diera una imprevista victoria al PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero. Ninguna encuesta ponía en duda, antes de aquellos atentados, la victoria del PP, solamente se discutía si alcanzaría o no la mayoría absoluta.

Cuando tiene lugar la transición de poderes de Aznar a Zapatero, en ese momento, ETA está absolutamente descompuesta, desarticulada, inoperante, sus comandos caen uno tras otro, apenas es capaz de formar un comando cuando sus miembros son detenidos sin llegar a cometer ningún atentado. Se suceden, uno tras otro, los jefes del “frente militar” sin conseguir estabilizar ni la logística, ni realizar atentados, y esto en plena derrota política por el arsenal habilitado por el gobierno Aznar. En ese momento (abril de 2004), ETA está literalmente pulverizada: solamente existen exiliados, presos y un infiltrado (como mínimo) en la dirección etarra… ETA era, en ese momento, una organización zombi: caminaba, pero estaba literal, completa, total y absolutamente muerta. Había bastado, para ello, combinar presión política y policial y comprar al peso la traición de algún dirigente etarra.

Pero el nuevo presidente quiso convertir el cadáver de ETA en una victoria personal: en su “buenismo” irresponsable -acaso calculado o muy probablemente producto de una estupidez congénita-, abrió un “proceso de paz” cuando ETA ya no era capaz ni siquiera de cometer ningún asesinato (en 2004 solamente se produjeron menos de una veintena de atentados, la mayoría de los cuales cometidos por un solo comando “itinerante”).

A partir de ese momento, ya no se trataba de que el “colaborador necesario” que actuaba desde el interior de ETA, “marcase” a los nuevos comandos que se iban creando antes de que actuaran, sino que empezó a denunciar a miembros de la dirección etarra con la evidente intención de ser él quien se sentara en la mesa de negociaciones con el gobierno. Para ser más claros: el grupo encabezado por Juan José Urritocoechea Bengoechea (a) “Josu Ternera”, fue el único que “negoció” con el gobierno Zapatero, el fin de ETA: “casualmente”, aquellos que se negaban a abandonar las acciones terroristas, uno tras otro, fueron cayendo en manos de la policía francesa o española. Uno de estos casos es significativo: Miguel Garikoitz Aspiazu (a) “Txeroki”, consciente de que la banda estaba “carcomida” por confindentes en su interior, tras ser nombrado “jefe militar” de ETA en 2008, intentó crear una infraestructura paralela, y, como tal, aspiraba a sentarse en la mesa de negociaciones con el gobierno. Apenas unos meses después, resultaba detenido en una redada en Francia… tal como ocurrió con todos los contrarios a la negociación, mientras que, durante el tiempo en el que se prolongó, incluso se dijo insistentemente que “Josu Ternera” había sido visto paseándose en el País Vasco español.

NO, LA DEMOCRACIA NO DERROTÓ A ETA

Lo que ocurrió luego tiene ya mínimo interés. ETA no volvió a matar, algo de lo cual hay que alegrarse. Miente quien diga que fue el resultado de la “democracia”, como mintió también aquel que, durante la transición, repetía una y otra vez la consigna oficial: “contra terrorismo, democracia”. En realidad, fue todo lo contrario: las iniciativas legislativas y las medidas de Aznar fueron, cualquier cosa, menos democráticas, fueron las mayores muestras de autoritarismo y limitación de las libertades democráticas que se habían dado en España hasta ese momento. Y, poco importa, si fue el producto de un “consenso” (también los demócratas suscriben acuerdos antidemocráticos, lo vemos cada día, por ejemplo, en su negativa a bordar medidas para liquidar la corrupción política), de una votación parlamentaria (¿cuántas votaciones parlamentarias han aprobado leyes injustas o, incluso, simplemente desquiciadas?) o si fue dictada por la “razón de Estado”.

Tras las sucesivas desarticulaciones completas de ETA durante el franquismo, tras la política de indultos y “extrañamientos” de UCD, tras el intento de “Señor X” y del gobierno de Felipe González de acabar con ETA por la “vía argentina”, la “muerte súbita”, con el saqueo de los fondos reservados del ministerio del interior, tras los primeros acuerdos antiterroristas y las desarticulaciones para evitar que los “eventos del 92” quedaran empañados, la combinación de medidas políticas, medicas legislativas, movilización mediática, represión policial y compra al peso de dirigentes etarras, que abrieron la vía a la solución del “problema etarras”, Zapatero, repetimos, relativizó la derrota inapelable de ETA.

Todo lo que ocurrió después (las excarceraciones de terroristas, la puesta de largo del mundo abertzale que, siguió presente en el País Vasco y que, además, permitió al PSOE gobernar en España) es responsabilidad especialmente de Zapatero y del pedrosanchismo, esto es, de la sigla “PSOE”. Más vale no olvidarlo. El silencio de Rajoy, bajo cuyo mandato siguieron realizándose excarceraciones y adoptándose medidas de gracia, era el resultado de una negociación previa “blindada”.

Este repaso rápido a la historia de ETA y de su derrota convertida en victoria por el PSOE, no está de más en este período electoral. Ahora, cuando “memoria histórica” significa, en realidad, olvido y negación de la Historia con mayúsculas y cuando, incluso en Wikipedia se tiende a ocultar los aspectos más significativos en la vida y en la muerte de ETA, hemos creído necesario improvisar rápidamente estas notas, para no olvidar.

En cuanto al perdón es algo que corresponde a cada cual. Algunos perdonan solamente porque se les han inducido al olvido, u optan por olvidar como camino más simple. Por nuestra parte, parece claro, en el empleo de adjetivos y en la enumeración de hechos -que obviamente, no puede ser más que selectiva, a tenor de la extensión de este estudio-, a quien no perdonamos y lo que no podemos olvidar.

Por cierto, mucho me temo que en el País Vasco las cosas distan mucho de “normalizarse”. No nos engañemos: se habrá normalizado cuando alguien pueda entrar en una herrikotaberna con un pin con la bandera de España, pida un txakoli se lo sirvan, lo pague y salga de allí como entró.