En estos tiempos de olvido y desmemoria, no solamente la Historia
se ignora, sino que incluso, aquello que hasta ayer era actualidad queda
borrado de la memoria de las masas. Esta semana, como otro de los bochornosos
numeritos de esta no menos bochornosa campaña electoral, hemos visto como unos
y otros se tiraban los trastos en la cabeza a costa de ETA. Una vez más, los
sociales han actuado como niños mimados que se empeñan en que solo ellos tienen
razón y la suya es la única verdad asumible, han recordado que “fue Zapatero”
quien “acabó con ETA”. Y no es así. ETA estaba acabada cuando Zapatero llegó al
poder: sus comandos quedaban desarticulados antes, incluso, de que llegaran a
cometer algún atentado. Zapatero, lo único que hizo, fue convertir una “derrota”
de ETA, en “victoria política”. Vale la pena, resumir la historia de ETA
que, nunca mejor dicho, fue de derrota en derrota hasta la victoria final, una
victoria que no alcanzó por fuerza propia, sino por renuncia de otros. Y no
solamente del PSOE.
ETA, VARIAS VECES DESARTICULADA DURANTE EL FRANQUISMO
ETA estuvo a punto de desaparecer en varias ocasiones durante el
franquismo. Hubo momentos en los que, prácticamente, la organización quedó
completamente desarticulada. Cuando se produjo el Proceso de Burgos -que marcó
un antes y un después en el curso del franquismo y que, acabado el cual el
régimen entró en una fase de descomposición interior- no había ningún comando
operativo en el interior de España. Todos sus militantes estaban en la cárcel,
debajo de las piedras o en el exilio. Y fue solamente un grupo de exiliados
dirigidos por Echave Obengoa los que entraron en España, secuestraron al cónsul
alemán, Eugen Behil.
Al convocarse el proceso contra la dirección de ETA, toda la
izquierda española, vale la pena no olvidarlo, hizo causa común con “Izco y
con sus compañeros”: Solé Barberá, miembro
del PSUC-PCE, Gregorio Peces-Barba, democristiano de izquierdas en la época y
dos años después, miembro del PSOE, ejercieron como abogados de la defensa
junto a Miguel Castells, Juan María Bandrés, Francisco Letamendía, miembros de
la izquierda abertzale y actuando José María Benegas Haddad, más conocido como
Txiki Benegas como “asistente”. Precisamente Benegas, hijo de un
nacionalista vasco y de una judeo-libanesa, sería, con el correr del tiempo,
quien sugeriría a Zapatero en el año 2000 la posibilidad de iniciar un “proceso
de paz” con ETA.
ETA, tras el proceso de Burgos, sintiéndose arropada por toda la
“izquierda democrática”, creció extraordinariamente, entre el Proceso de Burgos
(diciembre de 1970) y el atentado de la calle del Correo (septiembre de 1974),
primera muestra de “terrorismo sistemático” protagonizado por la banda con el
resultado de 13 muertos y 70 heridos. Este atentado se produjo solamente unos
meses después del asesinato del Presidente del Gobierno, Almirante Carrero
Blanco (diciembre de 1973). Ambas acciones generaron nuevas
desarticulaciones casi totales de la banda y liquidó por completo a su red de
contactos en Madrid formada por antiguos simpatizantes del PCE (Eva Forest y su
marido Alfonso Sastre).
Ya, por entonces, se había producido la escisión -una de tantas-
entre “milis” y “poli-milis”, defendiendo los primeros el crear una organización
terrorista, profesionalizada, cerrada, compuesta por “liberados”, sin ningún
contacto -salvo en la cúpula- con grupos políticos o sociales, mientras que
los “poli-milis”, que siguieron las absurdas teorías elaboradas por Eduardo
Moreno Bernareche (a) “Pertur”, plagiadas de las guerrillas urbanas y de
los desvaríos de los grupos terroristas iberoamericanos, sostenían la
necesidad de que el grupo terrorista no fuera una vanguardia armada, sino que
estuviera integrado en la sociedad, y realizara, además de acciones
terroristas, agitación y propaganda “entre las masas”.
ETA EN SU PERÍODO DE MADUREZ DURANTE LA TRANSICIÓN
Estos planteamientos deberían desembocar en sucesivas
desarticulaciones de los “poli-milis” que, una vez más, cuando Franco murió
(noviembre de 1975) volvían a estar casi completamente desarticulados: los
sucesivos indultos que se produjeron entre principios de 1976 y junio de 1977,
pusieron en libertad a todos los miembros presos de ETA, incluidos los que
habían cometido delitos de sangre, reavivándose y recrudeciéndose el terrorismo
de ETA(p-m) durante unos años. El asesinato de “Pertur” por miembros de la
dirección de ETA(m), generó un encono entre ambas fracciones, a pesar de que,
en un primer momento, unos y otros atribuyeron el crimen a “la extrema-derecha”.
De hecho, todavía hoy, Bildu y la historiografía derivada de ETA(m) niega,
contra las evidencias y la investigación de la familia de Moreno Bergareche, la
responsabilidad de sus dirigentes en el crimen.
Mientras ETA(p-m) iniciaba en la segunda mitad de los 70 una
cadena de iniciativas terroristas que incluían, acciones de guerrilla urbana
(que fracasaron con un alto coste de muertos en sus propias filas), secuestros
con finalidad económica y propagandística, y cooperación con otros grupos
terroristas internacionales, lo que les llevó a nuevas y sucesivas
desarticulaciones en cadena, ETA(m) siguió realizando una serie de atentados
selectivos, atracos y extorsiones a empresarios, quedando su estructura, más o
menos, íntegra, salvo por los zarpazos asestados por grupos armados anti-ETA
que ejecutaron a José Miguel Beñarán Ordeñana (a) “Argala” uno de los
jefes del comando que asesinó a Carrero Blanco y cerebro estratégico de su
fracción.
Durante los años de gobierno de UCD se produjeron algunas
desarticulaciones parciales de la banda que afectaron especialmente a ETA(p-m).
Este sector, había paliado sus sucesivas desarticulaciones con la construcción
de un entramado político de cara a participar en elecciones democráticas y en
el autogobierno del País Vasco: EIA, partido creado en 1977. Durante los
años 1977-78, ETA(p-m) se limitó a realizar atentados selectivos, pero desde
principios de 1979, percibiendo que el marco del Estatuto Vasco defraudaba sus
aspiraciones independentistas y que ETA(m) le estaba restando terreno, optó por
lanzarse a una loca carrera de atentados contra exponentes de UCD, periodistas,
políticos y afiliados a grupos no nacionalistas, contra intereses turísticos,
etc.
El resultado fueron sucesivos golpes represivos que indujeron a
los personajes más significativos del “frente político” (Onaindía y Bandrés)
para abandonar completamente la vía terrorista y seguir únicamente
planteamientos políticos. Tras el 23-F (1981), ETA(p-m) declaró una “tregua”
por espacio de un año. A pesar de que en la asamblea siguiente (la VIIIª)
vencieran los partidarios de la “lucha armada”, lo cierto es que, en el año
siguiente, la mayoría del bloque “poli-mili” ya había aceptado la negociación,
la entrega de las armas y la transformación total en partido político. El 30 de
septiembre de 1982, ETA(p-m) se disolvió y si lo hizo, fue por dos motivos: no
poder soportar las tensiones internas entre partidarios de la lucha política y
partidarios de seguir ejerciendo el terrorismo y por la presión policial.
Solamente una minúscula fracción siguió existiendo como ETA(p-m)
hasta que sus últimos miembros fueron detenidos en 1986, cuando el “proceso de
paz” abierto con los socialistas llevó a las primeras “reinserciones” y al
retorno de los exiliados. La respuesta de ETA(m) fue el asesinato de una de
estas militantes, Dolores González-Cataraín (a) “Yoyes”.
EL FINAL DE UCD Y EL PRINCIPIO DEL FELIPISMO: LA MANO TENDIDA
A todo esto, ya habían subido al poder los socialistas de Felipe
González que, en principio optaron por la vía de la negociación y la
reinserción. Con ETA(p-m) tuvo relativo éxito, pero fracasó por completo con
ETA(m). En realidad, la “negociación” era algo que ya había intentado el
gobierno de Adolfo Suárez en sus primeros momentos (conversaciones de Ginebra,
entre representantes del gobierno y ETA(p-m), a las que ETA(m) asistió como
“observador”. Para facilitar esas conversaciones el ministro Martín Villa
autorizó la “ikurriña”. Esta fue uno de los muchos signos de “mano
tendida” realizadas por el gobierno de UCD, a los que seguirían los contactos
del PSOE con ETA(p-m) y que venían precedidos de indultos graduales cada vez
más amplios que terminaron con los “extrañamientos” de los que estaban condenados
por delitos de sangre que a las pocas semanas se paseaban libres por el País
Vasco.
Algunos de los “poli-milis” se integraron en ETA(m) que, se vio
considerablemente reforzada a lo largo de los años 80, no tanto por su
capacidad ofensiva, que nunca fue más allá de la posibilidad de organizar
algunos atentados sistemáticos y extorsiones y secuestros con finalidades
económicas, como por la actitud de debilidad y renuncia, primero de UCD y luego
del PSOE. Los años en los que se produjeron más asesinatos de ETA
corresponden a los años de gobierno de UCD: 1978 (65 asesinatos), 1979 (86
asesinatos) y 1980 (93 asesinatos), para luego descender a 32 en año del 23-F
(1980) y mantenerse hasta 1987 por debajo de los 50 anuales.
EL GAL: LA POLITICA ANTITERRORISTA DEL FELIPISMO
En 1983 fue secuestrado el capitán de farmacia Alberto Martín
Barrios por la escisión minoritaria de los “poli-milis”. La orden que recibió
el ministro Barrionuevo fue de “lograr por todos los medios que el militar
fuera liberado”. Ese fue el origen de los GAL, cuando Felipe González ya
había perdido la esperanza de que el resto de fracciones de ETA (“milis”,
“poli-milis” minoritarios y “comandos autónomos”) se desmovilizaran.
A la etapa de indiferencia en la que los gobiernos de UCD y del
PSOE obligaban a los medios de comunicación a situar las noticias de los
asesinatos en pequeños recuadros en páginas interiores y los informativos de
televisión no daban cuenta de los funerales por las víctimas, casi
clandestinos, siguió la etapa de “guerra sucia”.
La debilidad de la que primero hizo gala el gobierno socialista, a
la que siguió la torpeza de las acciones ilegales del GAL -en ocasiones protagonizada
por individuos grotescos y maniobras inconfesables que terminó haciendo que la
principal tarea del GAL no fuera liquidar a los dirigentes de ETA, sino,
literalmente, “patearse” y repartirse el fondo de reptiles habilitado al
efecto (40 millones de pesetas por
cabeza de etarra muerto, que jamás se pagaron a los asesinos y que, en buena
medida fueron a parar a cuentas cifradas, puticlubs y casinos, en lo que puede
ser considerado como otra de las muestras de la corrupción socialista)-
entrañaron el que, especialmente en la segunda mitad de los 80, no solamente
ETA(m) fuera creciendo y no le faltaran nuevos kamikazes para cubrir las
bajas que iba teniendo, sino que, además, los partidos abertzales fueron
ganando espacio.
Desde el principio de ETA, era evidente que “unos golpeaban el
árbol y otros recogían los frutos”, en alusión al papel del PNV: este
partido fue, inicialmente, el gran beneficiario de las acciones de ETA. Gracias
a la amenaza del terrorismo vasco, el PNV obtuvo un estatuto de autonomía con
un techo muy superior al otorgado por la Segunda República y que le garantizaba,
prácticamente, el ejercicio del poder. Pero, pronto, la extrema-izquierda
abertzale estuvo en condiciones de disponer de un fuerte aparato político y de
obligar al PNV a intentar planes secesionistas (el llamado Plan Ibarreche,
acometido sin excesivo entusiasmo y liquidado sin pena ni gloria tras una
simple votación en el parlamento del Estado).
La entrada de España en la Comunidad Económica Europa (1986),
coincidió con los atentados del GAL en Francia. La combinación de ambos
elementos desembocó en dificultades cada vez mayores de ETA(m) para actuar en
el sur de Francia que optó por dos tácticas para “descongestionar” el País
Vasco: por una parte, multiplicar atentados sistemáticos en otras ciudades del
Estado y, desplazar a su dirección a Argel. Fue
allí en donde, en 1987, encontró la muerte el entonces jefe de ETA(m), Domingo
Iturbe Abasolo (a) “Txomin”, en un episodio todavía envuelto en brumas.
Por otra parte, los Comandos Autónomos Anticapitalistas, residuo
de las corrientes antiautoritarias que habían aparecido en el último tercio de
los 70 en toda Europa, tras una treintena de asesinatos (aun hoy se duda de que
fracción de ETA o de estos comandos, realizaron varios crímenes) quedaron
completamente desarticulados en 1986, perdiendo a su vez a once terroristas.
LA SEGURIDAD GARANTIZADA PARA LOS “EVENTOS DEL 92”: BIDARD
A medida que se aproximaban las Olimpiadas de Barcelona y los
demás eventos de 1992, el Estado se preocupó de acentuar el arrinconamiento de
ETA. En los primeros años de la década, se asiste a una rectificación de los
métodos de lucha contra ETA. El PSOE entendió que había que combinar la
“acción política” (concretada en pactos anti-ETA, suscritos por un amplio
espectro de partidos políticos), con acciones policiales. El Pacto Antiterrorista,
suscrito en 1987 por todos los partidos, incluidos en PNV y Euzkadiko Ezquerra
y, posteriormente el Pacto de Ajuria Enea, suscrito por todos los partidos
vascos, salvo Herri Batasuna, fueron las concreciones de esta estrategia cuyo
primer (y casi único) resultado fue un cambio en la percepción de la opinión
pública y en la “visibilización” del sufrimiento de las víctimas de ETA (que
hasta ese momento se había ocultado).
Esta primera “ofensiva política”, a pesar de ser limitada e,
incluso, de la duplicidad del PNV que sostenía la necesidad de una negociación
directa con los terroristas, fue combinada con operaciones policiales que
desarticularon en 1992 a la totalidad de la cúpula de ETA en Bidard. En ese
momento, ETA seguía sin tener problemas para cubrir las bajas en la base,
pero las caídas en la dirección y en su infraestructura eran mucho más graves
para la organización. ETA optó por dar prioridad al “pequeño terrorismo
urbano”, el kale borroka, protagonizado por jóvenes descerebrados que
generaron innumerables incidentes, contribuyendo a mantener la llama de la
organización viva y a forjar nuevos aspirantes a entrar en la organización.
Pero esta política, facilitó a partir de entonces la actividad policial:
bastaba con identificar a unos cuantos cientos de participantes en las acciones
de “kale borroka” para identificar posteriormente a los que habían cometido
crímenes con el sello etarra.
Hacia principios de los años 90, se encontraban presos en
distintas cárceles españolas en torno a 600 etarras y en torno a 350-400 habían
emprendido el camino del exilio. Dada la brutalidad de algunos atentados, las
bajas en la banda aumentaron. ETA entró entonces en la llamada “estrategia
del desestimiento”, basada en realizar, como
se pudiera, el mayor número de acciones terroristas, generando en el Estado la
sensación de que aquella lucha no podía ganarse y desmoralizando a las fuerzas
de seguridad y a la opinión pública. Solo en esas condiciones, ETA era
consciente de que podría “sacar algo” de unas eventuales conversaciones de paz.
LA POLÍTICA ANTITERRORISTA DEL GOBIERNO AZNAR
En 1999, tienen lugar reuniones en Zurich entre representantes del
gobierno Aznar y miembros de ETA. Antes, Ibarreche había sido investigo lendakari
con los votos de la extrema-izquierda abertzale, con el nombre de Euskal
Herritarrok. Este acuerdo aumentó el interés en medios pro-etarras de
llegar a un acuerdo con el gobierno, especialmente, porque Aznar había iniciado
una “ofensiva político-legislativa” que haría imposible la actuación política
de la izquierda abertzle.
Esa ofensiva legal y judicial, que implicaba incluso el cierre
de los medios de comunicación abertzales (Egin, Egunkaria y emisoras de radio
abertzales), la consideración de Jarrai, Segi y Haika (juventudes
abertzales), Ilegalización de Batasuna, EH y HB, una nueva versión del “pacto
antiterrorista” suscrito entre PP y PSOE en 2000, la reforma del código penal
para que los etarras cumplieran íntegramente las demás y la supresión de los
beneficios penitenciarios, la no concesión de terceros grados a miembros de
ETA, los enjuiciamientos de actos de Kale borroka por la Audiencia
Nacional, aunque fueran cometidos por menores, la organización de campañas de
apoyo a las víctimas y el aprovechamiento del asesinato de Miguel Ángel Blanco
(1995) consiguiendo que la sociedad española terminara cambiando la percepción
que tenía de ETA, imponiéndose la de “criminales injustificables”…
Todo ello, sin embargo, no hubiera bastado para arrinconar
completamente a ETA, de no ser porque, a partir de 2002-3, a la
desmoralización creciente del entorno abertzale, se unieron desarticulaciones
constantes que, para los que tenían criterio y entendían lo que estaba pasando
(no así para los propios abertzales fanatizados por su causa y para los medios
de comunicación que seguían escrupulosamente las directrices de las autoridades
antiterroristas) no había duda de que la banda estaba siendo traicionada
desde el interior por alguno de sus dirigentes.
ZAPATERO: LA DERROTA DE ETA CONVERTIDA EN VICTORIA
Cuando se llega a las explosiones del 11 de marzo de 2004, desde
el primer momento era evidente que ETA no podía ser la autora y que solamente
un ministro incompetente en grado extremo, que lo desconocía todo de la lucha
antiterrorista y que ni siquiera era apreciado ni respetado por sus
subordinados, creyó en la autoría de ETA y se negó en las horas siguientes a
reconocer que un atentado de este tipo tenía la misma matriz que los del 11-S
en EEUU. Los medios de comunicación próximos al PSOE consiguieron que, en
pocas horas, este desliz generara el desplazamiento de 2.000.000 de votos del
PP a la cuenta del PSOE y diera una imprevista victoria al PSOE de José Luis
Rodríguez Zapatero. Ninguna encuesta ponía en duda, antes de aquellos
atentados, la victoria del PP, solamente se discutía si alcanzaría o no la
mayoría absoluta.
Cuando tiene lugar la transición de poderes de Aznar a Zapatero,
en ese momento, ETA está absolutamente descompuesta, desarticulada, inoperante,
sus comandos caen uno tras otro, apenas es capaz de formar un comando cuando
sus miembros son detenidos sin llegar a cometer ningún atentado. Se suceden,
uno tras otro, los jefes del “frente militar” sin conseguir estabilizar ni la
logística, ni realizar atentados, y esto en plena
derrota política por el arsenal habilitado por el gobierno Aznar. En ese
momento (abril de 2004), ETA está literalmente pulverizada: solamente
existen exiliados, presos y un infiltrado (como mínimo) en la dirección etarra…
ETA era, en ese momento, una organización zombi: caminaba, pero estaba literal,
completa, total y absolutamente muerta. Había bastado, para ello, combinar
presión política y policial y comprar al peso la traición de algún dirigente
etarra.
Pero el nuevo presidente quiso convertir el cadáver de ETA en una
victoria personal: en su “buenismo” irresponsable
-acaso calculado o muy probablemente producto de una estupidez congénita-,
abrió un “proceso de paz” cuando ETA ya no era capaz ni siquiera de cometer
ningún asesinato (en 2004 solamente se produjeron menos de una veintena de
atentados, la mayoría de los cuales cometidos por un solo comando
“itinerante”).
A partir de ese momento, ya no se trataba de que el
“colaborador necesario” que actuaba desde el interior de ETA, “marcase” a los
nuevos comandos que se iban creando antes de que actuaran, sino que empezó a
denunciar a miembros de la dirección etarra con la evidente intención de ser él
quien se sentara en la mesa de negociaciones con el gobierno. Para ser más
claros: el grupo encabezado por Juan José Urritocoechea Bengoechea (a) “Josu
Ternera”, fue el único que “negoció” con el gobierno Zapatero, el fin de
ETA: “casualmente”, aquellos que se negaban a abandonar las acciones
terroristas, uno tras otro, fueron cayendo en manos de la policía francesa o
española. Uno de estos casos es significativo: Miguel Garikoitz Aspiazu (a) “Txeroki”,
consciente de que la banda estaba “carcomida” por confindentes en su interior,
tras ser nombrado “jefe militar” de ETA en 2008, intentó crear una
infraestructura paralela, y, como tal, aspiraba a sentarse en la mesa de
negociaciones con el gobierno. Apenas unos meses después, resultaba detenido en
una redada en Francia… tal como ocurrió con todos los contrarios a la
negociación, mientras que, durante el tiempo en el que se prolongó, incluso se
dijo insistentemente que “Josu Ternera” había sido visto paseándose en
el País Vasco español.
NO, LA DEMOCRACIA NO DERROTÓ A ETA
Lo que ocurrió luego tiene ya mínimo interés. ETA no volvió a
matar, algo de lo cual hay que alegrarse. Miente quien diga que fue el
resultado de la “democracia”, como mintió también aquel que, durante la
transición, repetía una y otra vez la consigna oficial: “contra terrorismo,
democracia”. En realidad, fue todo lo contrario: las iniciativas
legislativas y las medidas de Aznar fueron, cualquier cosa, menos democráticas,
fueron las mayores muestras de autoritarismo y limitación de las libertades
democráticas que se habían dado en España hasta ese momento. Y, poco importa,
si fue el producto de un “consenso” (también los demócratas suscriben acuerdos
antidemocráticos, lo vemos cada día, por ejemplo, en su negativa a bordar
medidas para liquidar la corrupción política), de una votación parlamentaria
(¿cuántas votaciones parlamentarias han aprobado leyes injustas o, incluso,
simplemente desquiciadas?) o si fue dictada por la “razón de Estado”.
Tras las sucesivas desarticulaciones completas de ETA durante el
franquismo, tras la política de indultos y “extrañamientos” de UCD, tras el
intento de “Señor X” y del gobierno de Felipe González de acabar con ETA por la
“vía argentina”, la “muerte súbita”, con el saqueo de los fondos reservados del
ministerio del interior, tras los primeros acuerdos antiterroristas y las
desarticulaciones para evitar que los “eventos del 92” quedaran empañados, la
combinación de medidas políticas, medicas legislativas, movilización mediática,
represión policial y compra al peso de dirigentes etarras, que abrieron la vía
a la solución del “problema etarras”, Zapatero, repetimos, relativizó la
derrota inapelable de ETA.
Todo lo que ocurrió después (las excarceraciones de terroristas,
la puesta de largo del mundo abertzale que, siguió presente en el País Vasco y
que, además, permitió al PSOE gobernar en España) es responsabilidad
especialmente de Zapatero y del pedrosanchismo, esto es, de la sigla “PSOE”.
Más vale no olvidarlo. El silencio de Rajoy, bajo cuyo mandato siguieron
realizándose excarceraciones y adoptándose medidas de gracia, era el resultado
de una negociación previa “blindada”.
Este repaso rápido a la historia de ETA y de su derrota convertida
en victoria por el PSOE, no está de más en este período electoral. Ahora,
cuando “memoria histórica” significa, en realidad, olvido y negación de la
Historia con mayúsculas y cuando, incluso en Wikipedia se tiende a ocultar los
aspectos más significativos en la vida y en la muerte de ETA, hemos creído
necesario improvisar rápidamente estas notas, para no olvidar.
En cuanto al perdón es algo que corresponde a cada cual. Algunos
perdonan solamente porque se les han inducido al olvido, u optan por olvidar
como camino más simple. Por nuestra parte, parece claro, en el empleo de
adjetivos y en la enumeración de hechos -que obviamente, no puede ser más que
selectiva, a tenor de la extensión de este estudio-, a quien no perdonamos y lo
que no podemos olvidar.
Por cierto, mucho me temo que en el País Vasco las cosas distan mucho de “normalizarse”. No nos engañemos: se habrá normalizado cuando alguien pueda entrar en una herrikotaberna con un pin con la bandera de España, pida un txakoli se lo sirvan, lo pague y salga de allí como entró.