domingo, 15 de noviembre de 2020

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (4 de 7) - EN LA CONSPIRACIÓN DEL 18 DE JULIO

 

En los meses previos al inicio de la guerra civil estuvo informado y participó en los preparativos de la sublevación comprometiendo a sus milicianos con la conspiración. En ese momento había aceptado el liderazgo de Calvo Sotelo dentro del Bloque Nacional en el que su formación participaba y cuando éste resulta asesinado por elementos republicanos próximos al Partido Socialista, Albiñana en su calidad de médico estará presente en la autopsia realizada al cadáver. Este asesinato resultó ser el pistoletazo de salida para el estallido de la conspiración cívico-militar, así que inmediatamente termina la autopsia retorna a Burgos portando mensajes del General Mola, “el Director” de la operación.

La conspiración será un éxito en Burgos. Allí apenas existían falangistas y mucho menos estaban presentes otras tendencias, tampoco había carlistas, así que el peso de la movilización civil recayó sobre los albiñanistas (1). Ruiz Vilaplana, atento observador de todo lo que ocurría en la provincia da algunos datos sobre la composición sociológica del albiñanismo burgalés: ''Las primeras camisas azules que se vieron, junto con los uniformes del Ejército, no fueron de los fascistas sino de los "Legionarios de Albiñana"... Eran, en su mayoría, obreros campesinos, reclutados entre los enemigos de las organizaciones sindicales afectas a la casa del pueblo de cada localidad; Albiñana, conocedor del espíritu guerrero y agrio de estos labriegos, les dotó de un vistoso uniforme (camisa azul celeste y gorro militar) y recorría con ellos la provincia" (2).

Extinguida la resistencia republicana en Burgos, los “camisas azul celeste” se dedicaron a patrullar y detener a significados izquierdistas, pero no rehuyeron los combates. Al carecer de fuerza para organizar fuerzas eficaces propias debieron aproximarse a las milicias carlistas con las que finalmente se integraron el 8 de enero de 1937 tal como dio cuenta un Manifiesto del Partido Nacionalista Español publicado en la primera página de El Pensamiento Navarro. El Boletín Carlista publicó unos días después también en primera página un comentario que explicaba el por qué los albiñanistas habían ido a parar a la Comunión Tradicionalista. Hay constancia de la presencia de los Legionarios de España en los Tercios Cid y Calvo Sotelo, compuestos por militantes del PNE y por miembros de Renovación Española. Ambas unidades sumaron 280 hombres de los que 60 resultaron muertos en combate y otros 100 heridos. Se registró su presencia en los combates habidos en Villareal de Álava; Monte de San Pedro (Vizcaya) y Espinosa de los Monteros. Los efectivos fueron unidos al Tercio de la Virgen Blanca. A mediados de diciembre de 1936 hay constancia de la existencia de una “Compañía Legionaria Albiñanista” en la IV División de Navarra, operando en el sector de Murguía (3).

Los albiñanistas, a la hora de la verdad, como se ve, no eludieron el compromiso y conocieron el fuego enemigo. Pero la realidad era que el PNE había llegado al 18 de julio de 1936 muy mermado de efectivos (al igual que Renovación Española) y no pudo jugar un papel autónomo y decisivo en ningún combate. Las tres compañías que logró movilizar fueron poco para que pudieran hacerse un hueco entre las milicias movilizadas por la Falange y por la Comunión Tradicionalista, así que, finalmente, optaron por incorporarse a esta última. El llamado Decreto de Unificación

El “Partido Nacionalista de Español”, muy mermado de efectivos –en el frente no pondrá en combate más de tres compañías- se acabará integrando en la Comunión Tradicionalista en enero de 1937.

El 17 de julio, Albiñana deberá volver a Madrid por orden de Mola para transmitir las últimas órdenes a la guarnición madrileña. Es la misión más peligrosa de toda su vida y es allí en donde le coge la sublevación de las tropas. Al ser una personalidad extremadamente conocida y fácilmente reconocible no dudó en disfrazarse de ciego para recorrer las calles del Madrid agitado y convulso por los sucesos y durante unos días se refugió en casa de un sacerdote amigo. Al convencerse de que ese lugar no es seguro no le queda más remedio que entrar en el edificio de las Cortes y refugiarse allí haciendo valer su condición de diputado con la consiguiente inmunidad parlamentaria que, al menos en teoría, seguía vigente en ese momento. Allí se alojó provisionalmente en una habitación contigua a la enfermería, mientras le traían la comida de un bar próximo.

El 28 de julio el vicepresidente de las Cortes, Luis Fernández Clérigo, se entrevistó con él transmitiéndole la petición del presidente Diego Martínez Barrio que abandonara el edificio (ambos tenían información de que las milicias anarquistas preparaban el asalto del lugar con el desprestigio que eso acarrearía para la causa republicana en el extranjero) a lo que Albiñana se negó exigiendo garantías de seguridad personales.

El 3 de agosto de 1936, finalmente, abandonó el lugar con la garantía personal del presidente del gobierno, José Giral, de que su vida sería respetada. El propio vicepresidente de las Cortes le envió un vehículo y le acompañó junto con una escolta para trasladarlo a la Cárcel Modelo en donde un juez del Tribunal Supremo decretó su inmediata puesta en libertad (4). Sin embargo, la policía lo mantuvo detenido alegando su peligrosidad.

El 23 de agosto, los milicianos anarquistas asaltaron la cárcel (5) con la intención de fusilar a todos los presos considerados como fascistas. Los socialistas, al parecer más ponderados, acordaron que solamente se asesinara a un porcentaje… Albiñana formaba parte de este grupo siendo fusilado en el patio de la prisión poco después (6).

Albiñana tuvo un postrero triunfo: aún hoy algunas calles de poblaciones de la Comunidad Valenciana, que fue la suya, y otras tantas de Burgos provincia por la que fue diputado en Cortes, llevan su nombre. Muchas de ellas, aún hoy, siguen llevando su nombre.

NOTAS A PIE DE PÁGINA

(1) Antonio Ruiz Vilaplana, Secretario Judicial de Burgos, Oficial Letrado del Tribunal de Cuentas de la Segunda República Española, escribió sus impresiones acerca de lo acaecido en julio de 1936: "En el relato sumario de los hechos acaecidos en Burgos, al iniciarse el movimiento militar, habrá advertido el lector algo que puede causarle extrañeza: que no menciono para nada a la Falange ni a los fascistas", Antonio Ruiz Vilaplana, Doy fe..., (Editado a partir de la segunda edición publicada en París por Imprimerie Cooperative Etoile) Editorial Epidauro, Barcelona, 1.977, pag. 27. Este autor confirma que, efectivamente, apenas había falangistas en la provincia. Decía al respecto: “en Burgos existía un pequeño grupo de falangistas, no de acción, sino de partido, inscritos por el forzado aburrimiento provinciano, por lo que apenas tuvieron intervención”.

(2) Ruiz Vilaplana, op. cit., pág. 30-31

(3) http://www.requetes.com/albinana.html

(4)    El episodio es narrado por Ramón Serrano Suñer con todo lujo de detalles en La Tragedia del 36, y termina con estas palabras después de narrar las vicisitudes de Albiñana en el edificio de las Cortes: “¡Extraña manera de llevar a la muerte a un Diputado en coche oficial y acomodado por la autoridad que tenía la obligación de hurtarle a la persecución y al crimen”; artículo reproducido en línea en http://www.xn--forofundacionserranosuer-mlc.es/tragedia_36.html

(5) El día antes del asalto anarquista se había declarado un incendio –seguramente provocado- en uno de los pabellones del edificio. Al día siguiente un grupo de milicianos entró en la prisión con la excusa de evitar fugas de presos, procediendo a fusilar a 40 presos en el patio y al día siguiente a otros 30 después de simulacros de juicios. Algunos políticos socialistas se acercaron a la prisión para convencer a los asaltantes de que su gesto iría en perjuicio de la causa republicana. Cfr. Archivo Gomá: Documentos de la Guerra Civil, Volumen 10, José Andrés Gallego, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1985, pág 453.

(6) “A Albiñana le reservaron una suerte especial. Le golpearon con saña, simularon varias veces su fusilamiento con balas de fogueo y terminaron matándole con dos balazos, luego los milicianos separaron la cabeza del tronco y la colocaron entre las piernas del cadáver. Así fue enterrado en una anónima tumba colectiva del Cementerio del Este.” (J. Rico Estasen, Memoria y recuerdo del doctor Albiñana (Informaciones 22-8-1959). Las reacciones de los republicanos ante este crimen son tratadas con cierto detenimiento en Historia de la Iglesia en España, 1931-1939: La Guerra Civil, 1936-1939, Gonzalo Redondo,  Rialp, Madrid 1993, pág. 43 y sigs. El autor dice que “los hechos de la Cárcel Modelo produjeron consternación entre las autoridades republicanas” hasta el punto de que Indalecio Prieto dijo: “Con este episodio hemos perdido la guerra”.

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (1 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (2 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (3 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (4 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (5 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (6 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (7 de 7)