viernes, 13 de noviembre de 2020

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (2 de 7) - LA FUNDACIÓN DEL PARTIDO NACIONALISTA ESPAÑOL

 

LA FUNDACIÓN DEL PARTIDO NACIONALISTA ESPAÑOL

En 1921 el doctor Albiñana, como hemos visto, se traslada a México por motivos profesionales. Permanecerá allí hasta principios de 1928. Un año antes, en 1927, había tomado contactos con la Unión Patriótica y con el gobierno de Primo de Rivera. El período que va entre el retorno de Albiñana de México y la fundación del PNE se caracteriza por un aumento del fervor monárquico que, siendo mayoritario, no es, sin embargo, absoluto en la Unión Patriótica muchos de cuyos soportes son republicanos (como el propio Sanjurjo de simpatías lerrouxistas) (1).

El lema del PNE (“Religión, Patria, Monarquía”) parece calcado del de la Comunión Tradicionalista (“Dios, Patria, Rey”), la consigna más repetida (“España sobre todas las cosas y sobre España inmortal, sólo Dios”) es habitual en las derechas europeas de la época y si bien adoptarán la moda de las camisas iniciada por el fascismo italiano, el suyo será el azul celeste o “azul purísimo” de resonancias marianas con la cruz de Santiago. Frente al tricolor republicano (“ese trapo manchado de permanganato” como solía decir Albiñana) la bandera roja y gualda.

El fervor monárquico de Albiñana en 1930 era propio del converso. Llega a decir, por ejemplo, “El rey de España no puede fracasar nunca. El fracaso es siempre de los ministros responsables”, añadiendo: "Los difamadores eligieron como víctima al rey de España y a su ministro de la Gobernación; es decir el soberano más demócrata de Europa y el gobernante más austero del mundo....” (2). Precisamente por esto, su adversario más enconado son los antimonárquicos mucho más que los marxistas. No es raro, pues, que los primeros incidentes que protagonizan los activistas de Albiñana sea el asalto a un mitin en el que intervenía Miguel de Unamuno en mayo de 1930. En ese tiempo apenas pasaba de ser un monárquico nostálgico al que la salida a prisa y corriendo de Alfonso XIII le había sumido en una profunda frustración.

Nada más llegada la República, Albiñana será considerado como la bestia negra del nuevo régimen (3). En virtud de la recién instituida Ley de Defensa de la República será desterrado a Las Hurdes. Recogerá sus impresiones y juicios de la época en una obra que tuvo un éxito sin precedentes para un escritor de extrema-derecha, en efecto, de su Confinado en Las Hurdes (4)  se vendieron en un tiempo récord 30.000 ejemplares.

El 19 de marzo de 1930, Albiñana se estrena en la vida política nacional lanzando un manifiesto contra el Ateneo de Madrid al que reprocha sus actividades contrarias a la dictadura de Primo de Rivera. El manifiesto tendrá cierto eco y en el mes siguiente constituirá, junto con Delgado Barreto, El Partido Nacionalista Español cuyos 22 puntos llamaron la atención de los medios de comunicación que se felicitaron de que por fin hubiera llegado un “partido fascista” a nuestro país. Pero, a decir verdad, el manifiesto era poco fascista, no había ni una sola palabra a favor de revolución alguna, ni tampoco el nacionalismo propio de los fascismos tenía su complemento en políticas sociales radicales y proteccionistas de los eslabones más débiles de la sociedad. Si bien es cierto que Albiñana prodigó algunos elogios a la figura de Mussolini y que, en esa época, deliberadamente, utilizaba la simbología y la estética del fascismo, lo cierto es que sus objetivos, su programa e incluso su talante, estaban mucho más cerca de la Unión Patriótica que del Partido Nacional Fascista (5). Al igual que la UP, el PNE se declaraba a favor de la “religión, la patria y la monarquía”. En ninguna proclama del PNE, ni siquiera en ningún reglón escrito por Albiñana existían llamamientos a revolución alguna, sino una búsqueda casi obsesiva de orden y de su restablecimiento frente a lo que se adivinaba el caos republicano perceptible desde los primeros momentos de instauración del régimen. La UP defendió siempre el unicameralismo corporativista, el nacionalismo centralista, las posiciones no sólo antiseparatistas sino incluso antirregionalistas, la defensa a ultranza de la religión católica, el rechazo a la democracia liberal, el concepto tradicional de monarquía y, por supuesto, el anticomunismo. 

Albiñana, primeramente, se dotó de una revista La Legión, que luego debería de verse apoyada por otros dos semanarios, en Burgos y Jaén, pero la prohibición posterior de la que fue objeto el PNE invalidaron ambos proyectos (6). El 7 de octubre de 1930, sus “legionarios” provocaron graves incidentes en Valladolid (7) lo que, unido a otras acciones que implicaron un entendimiento continuo con la violencia, etiquetaron inmediatamente a su formación como grupo agresivo, subversivo y violento del que, al constituirse la nueva legalidad republicana debió defenderse. Era el signo de los tiempos tanto para la derecha radical (8)  como para la extrema-izquierda. Pero el fascismo no es sólo violencia: es un programa político de carácter revolucionario que Albiñana jamás entendió, aprecio ni compartió. Southwoth dice de él: “Y sin embargo, no era fascista. Era simplemente un conservador indisciplinado y violento. (…) No soñaba en imperios que conquistar sino en salvar el conservadurismo español -la monarquía, la Iglesia, el ejército- mediante la represión interna” y unas líneas más adelante añade: “Enemigo de la revolución social, sus ideas para contenerla eran de otra época. Su concepción de un Estado nacionalista no obedecía a objetivos más vastos; era un fin en sí mismo. Su programa era anticuado, sentimental, lacrimoso, e incluso parlamentario; no era un programa joven, áspero, agresivo e imperialista” (9).

En abril de 1930, algunos militantes abandonan la formación cuando ésta se declara monárquica: son los que verdaderamente pensaban que el PNE era la avanzada del “fascismo español” y se sienten decepcionados al percibir que no hay variaciones notables entre las posiciones que fueron propias de la UP y las del partido. Tras proclamarse la República y, en virtud de la aplicación de la Ley de Defensa de la República, termina en la cárcel donde escribirá 18 artículos para La Nación que se publicarán en forma de libro: Prisionero de la República, que constituyó una lectura obligada para los simpatizantes monárquicos de la época. Siete de los doce primeros meses del régimen los pasó encarcelado y el ministerio de gobernación no aprobó los estatutos de su partido hasta principios de 1932. Poco después Albiñana resultó nuevamente detenido al haber utilizado los colores de la bandera real en unos impresos del partido, algo proscrito por la nueva legalidad republicana. Su orgullo le impidió pagar las 5.000 pesetas de multa que le fueron impuestas así que se hizo acreedor de la pena subsiguiente: el destierro en la aldea de Nuñomoral en unas Hurdes atrasadas y primitivas. Allí permaneció durante diez meses en una choza carente de las más elementales medidas higiénicas. Su salud se resintió y cuando escribió a Primo de Rivera para felicitarle por el acto del Teatro de la Comedia, todavía se encontraba aquejado de las enfermedades contraídas en Las Hurdes.

En 1932 el PNE fue definitivamente legalizado pero en esos dos años algo ha cambiado: Albiñana parece haber moderado sus ímpetus, ha decidido ser un político “serio y profesional” (10), pero los años que mediaban entre su retorno de México y la fundación de la Falange (28 de octubre de 1933) habían sido suficientes como para que Albiñana quedara identificado como el máximo representante de las corrientes fascistas que se abrían paso en Europa y le iba a ser imposible, a partir de ahora, quitarse de encima el sambenito. En abril de 1932 siete de sus mítines fueron prohibidos. Southworht cuenta que en ese momento “Había creado sucursales de su partido en América del Sur mucho antes de que lo hiciera cualquier grupo español verdaderamente fascista” (11).

 NOTAS A PIE DE PÁGINA

(1) Cfr. http:// memoriazul.lacoctelera.net/post/2010/07/19/albi-ana-y-falange-i.

(2) Cfr. http:// memoriazul.lacoctelera.net/post/2010/07/19/albi-ana-y-falange-i.

(3) Azaña cuenta que el mismo día en el que s inició la quema de iglesias había visto desde la ventana de su despacho como la muchedumbre linchaba a un albiñanista (Cfr. El Eclipse de la Democracia: La Guerra Civil Española Y Sus Orígenes, 1931-1939, Gabriele Ranzato, Editorial Siglo XXI, Madrid 2006, pág. 171), el dato es suficientemente elocuente como para demostrar que los albiñanistas se habían convertido en la bestia negra del nuevo régimen y contra ellos apuntaron todas las baterías republicanas. 

(4) José María Albiñana Sanz, Confinado en Las Hurdes, Una víctima de la Inquisición republicana. Imprenta El Financiero, Madrid 1933. En esta obra juzgaba así al régimen republicano: "Desde el siniestro 14 de abril de 1931, fecha trágica en la historia de España, los españoles venimos gimiendo en la más angustiosa esclavitud, huérfanos de toda tutela protectora, sin ninguna de las libertades inherentes a los pueblos cultos; tratados a colmillazos por una piara incivil de porcinos acomodados a expensas de la traición; insultados y difamados por una prensa insolvente y canalla;  expoliados por unos tributos agobiantes para regodeo de vagos, perjuros y desleales. En una palabra: somos los modernos parias, víctimas de la Inquisición republicana, ejercida por homúnculos rencorosos y ridículos protegidos  y alentados por la Masonería extranjera, que ha encontrado en nuestro suelo una turba de agentes, destructores de la Patria, a cambio del pienso ignominioso que rumian en el pesebre nacional".

(5) "Creo que en el marco de las organizaciones nacionalistas de la derecha europea en el período entre-guerras, donde debe situarse el caso del Partido Nacionalista Español, que adoptó modales fascistoides, pero que no fue propiamente fascista. El contenido nacionalista es el que arropó en el ambiente de Burgos la candidatura de Albiñana, donde tenía un foco de seguidores jóvenes activos, pero no el número más importante de afiliados", Luis Palacios Bañuelos, Elecciones en Burgos 1931-1936. El Partido Nacionalista Español, Publicaciones de la Cátedra de Historia Contemporánea de España. Universidad Complutense, Madrid, 1981, página 12, prólogo libro de Luis Palacios.

(6) Cfr. Prensa y Partidos Políticos Durante la II República, Antonio Checa Godoy,  Universidad de Salamanca, Salamanca 1898, pág. 218. 

(7) La España del siglo XX (3 volúmenes), Manuel Tuñón de Lara, Editorial Akal, Madrid 1996, pág. 248.

(8) “La simbólica política transmitida por medios no verbales tuvo un enorme desarrollo, y un influjo nada desdeñable en la catalización de ese ambiente de enfrentamiento precursor de la Guerra Civil. No sólo los emblemas partidistas (la cruz bordelisada japista, la cruz de Santiago del PNE, el yugo y las flechas de Falange, el lis borbónico, la boina roja, la margarita y la cruz de San Andrés del carlismo, etc.) o los himnos (el himno japista, el Cara al Sol falangista, la Marcha Real alfonsina o el Oriamendi carlista) transmitían todo un imaginario de la confrontación, sino que incluso los colores adquirieron una notoria carga política, hasta el punto de ser la referencia fundamental de la indumentaria partidista: el blanco del monarquismo borbónico, el amarillo del sindicalismo católico, el azul del falangismo confrontado con el carmesí socialista, o el rojo de la revolución obrera como antítesis del negro símbolo de la reacción, del jesuitismo y del clericalismo dominantes en el bienio cedorradical. Y, por último, el empleo del “verde” como un acróstico (Viva El Rey De España) en favor de la restauración monárquica”. Pasado Memoria. Revista de Historia Contemporánea, Nº 2 – 2003, Universidad de Alicante 2003, Aproximación a las subculturas violentas de las derechas antirrepublicanas españolas (1931-1936), pág. 69-70.

(9) Southworth, op. cit. Cfr. Versión digital en http://www.ruedoiberico.org/libros/textos.php?id=214

(10) Doctor Albiñana, la extrema-derecha literaria, Eduardo Conolly, http://hispanismo.org/biografias/2039-doctor-albinana-la-extrema-derecha-literaria.html

(11) Herbert R. Southworth, Análisis del falangismo, Introducción a Antifalange: estudio crítico de Falange en la guerra de España de M. García Venero, Editorial Ruedo Ibérico. Versión en línea en http://www.ruedoiberico.org/libros/textos.php?id=214

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (1 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (2 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (3 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (4 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (5 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (6 de 7)

Albiñana y su Partido Nacionalista Español (7 de 7)