viernes, 29 de noviembre de 2019

La revista El Fascio, catalizador de energías. Los misterios de un proyecto frustrado (3) – La paternidad del proyecto


Tras conocer el contexto histórico y a los protagonistas de la aventura, en la tercera etapa de nuestro estudio trataremos identificar sobre cuál de todos ellos recae la paternidad del proyecto. Y aquí las cosas no están muy claras, existen testimonios discordantes que impiden percibir a la mente inspiradora de la que surgió aquella aventura tan breve.

La paternidad del proyecto

El plantel de colaboradores reunidos para impulsar la revista era, pues, de primer orden. La pregunta que subyace en este momento es ¿de quién partió la idea de publicar una revista que llevara como nombre El Fascio? Y no hay unanimidad al respecto.

Se suele convenir que a lo largo de 1932 se convocaron reuniones previas y que el 23 de febrero de 1933 quedó ultimado el proyecto, formado el comité de redacción y decidido el contenido de los primeros artículos a publicar. Pero, hasta llegar allí hubo que recorrer un tortuoso camino. Por otra parte, nunca ha quedado claro de quien fue la idea. Existe cierta unanimidad en argumentar que la idea partió de José Antonio Primo de Rivera que, desde hacía tiempo, quería hacer algo más que recordar la memoria de su padre y que convenció a Delgado Barreto para que lo encabezara públicamente. Al menos eso es lo que piensa Felipe Ximénez de Sandoval, quien se formula retóricamente la pregunta a la que, acto seguido, contesta:
“¿Quién decidió a quién a lanzar ese periódico? ¿Delgado Barreto a José Antonio o José Antonio a Delgado Barreto? ¿Quién sugirió al director de La Nación los nombres de los dirigentes jonsistas? Sería muy interesante -yo lo doy por seguro- que fuese José Antonio el que en las conversaciones preliminares con el fundador de El Fascio le hiciese ver la conveniencia de contar, en lugar de con los viejos figurones de la intelectualidad derechista, con aquel grupo juvenil y revolucionario que tantas consignas para el futuro lanzara desde las páginas de su periodiquito, estériles por falta de aliento y espacio vital que más tarde les daría la fusión con la Falange y el caudillaje de José Antonio” (1).

No es esta la opinión de Ramiro Ledesma:
“La idea de la fundación de El Fascio corresponde íntegra a Delgado Barreto, entonces, y creo que todavía ahora, director de La Nación. Se le ocurrió, naturalmente, a la vista del triunfo de Hitler, cuando la enorme masa española, que comenzaba a estar de uñas con el Gobierno Azaña, asistía con admiración a las gestas del fascismo alemán. Delgado Barreto, con su formidable olfato de periodista garduño, vio con claridad que en un momento así, en una atmósfera como aquélla, si un semanario lograba concentrar la atención y el interés de las gentes por el fascismo, tenía asegurada una tirada de 100.000 ejemplares. Barreto no se engañaba en esta apreciación. Era un hombre que no tenía, posiblemente, del fascismo más que ideas muy elementales, y hasta incluso falsas; pero sabía a la perfección el arte de hacer un periódico fascista para el tendero de la esquina, para el hombre de la calle. Lo que es, desde luego, un valor” (2).
… Si bien es cierto que en un párrafo posterior matiza esta opinión añadiendo:
“Indudablemente, tras de Barreto estaba ya José Antonio Primo de Rivera. No se olviden las relaciones de Delgado Barreto con el general. Y ahora, ante la empresa fascista, operaba de acuerdo con los propósitos políticos del hijo, de José Antonio, que en estas fechas comenzó a soñar con un partido fascista del que él fuese el jefe (3).
Así pues, hay dos opiniones encontradas: la de quienes sostienen que la autoría del proyecto corresponde a Primo de Rivera (mayoritarios) y los que opinan que corresponde a Delgado Barreto (minoritarios) con o sin Primo de Rivera moviendo los hilos. Los hechos objetivos parecen dar la razón a la segunda línea de interpretación. Para sostenerlo nos basaremos inicialmente en la técnica periodística que se siguió para componer El Fascio.

Es habitual en periodismo situar en las “mejores páginas” (las primeras y especialmente las impares, situadas a la derecha) los artículos que más interesan a la dirección que sean leídos. Igualmente, cuanto más alto es el número de la página, menos interés tiene el artículo para la dirección (salvo la última página que siempre ha figurado entre las más leídas de la revistas tabloides). Si aplicamos ese criterio periodístico, veremos claramente que en la página 3 (la más leída en cualquier publicación), figura un artículo titulado Puntos de partida. Plan para un gran movimiento nacional. Para una conquista del Estado. Para una organización sindical de España. El artículo carece de firma y, por tanto, expresa el sentir unánime de la redacción, pero no fue escrito especialmente para la revista, sino que no era otra cosa que el resumen del libro de Giménez Caballero Genio de España (4) que se había publicado el año anterior. Dado que, en esa época, Giménez Caballero mantenía amistad con todas las fracciones que participaban en el proyecto y que era, sin duda, el que tenía más prestigio de entre los intelectuales que formaban parte del círculo, se le debió encargar el artículo más destacado y que debía resumir los puntos de vista de la revista. Su lectura no llama a engaños: se trata de crear un “fascismo español”. Escribe Gecé:
“Estos son puntos de partida, puntos programáticos. Pero no un programa. Son estos puntos como el tirado a cordel de un gran solar. El solar nacional, ese solar sobre el que hay que construir la Gran España nuestra. Que no por ser nuestra será grande, sino porque nosotros hemos escuchado la voz eterna de España, el alma de esa España genuina, hoy enterrada bajo los cascotes de los derribos nacionales. Estos son “puntos de partida”, pero por eso que son de partida deberán ser siempre tenidos en cuenta para caminar y para reorientarse son guiones para que el movimiento sentimental e ideológico que hoy enciende a España se encauce, se discipline, se uniformice, son conducciones que impedirán el desbarre de las inevitables tentativas de desbarramiento reducidos estos puntos a esquemas seguirán en nuestros próximos números marcando como luces la extensión de este “plan”. Lo que importará de ahora en adelante es hacerlos buenos, vitales, reales, pasar del “plano” a la “construcción”, marchar y no marchitarse, como decían los futuristas. “Marciare, non marciré”. ¡Vida, entusiasmo, trabajo, heroísmo, grandeza, virilidad! Todos esos mágicos ingredientes que reunidos componen esta suprema virtud humana: “patriotismo”. ¡Caminad españoles por esas sacras vías! ¡Llenadlas de patriotismo! Veréis como florecen en una España grande y eterna. La España nuestra que será nuestra por ser la de nuestros padres y la de nuestros hijos” (5).
Evidentemente no hacía falta que el artículo no estuviera firmado por Giménez Caballero, su estilo y su retórico son suficientemente explícitos. Llama la atención la referencia entrecomillada al “plan”, un tema recurrente en algunas ramas del fascismo francés o del parafascismo y que nunca antes se había utilizado en España (6). Tiene razón Ledesma cuando considera el artículo como “un plan programático de bastante interés, si bien quizás demasiado severo, intelectual y seco” (7).

Antes, en la página 2, Primo de Rivera publicó lo que Ledesma califica de “artículo teórico contra el Estado liberal, que firmó con la inicial E” (8). El artículo, efectivamente, está situado en la mitad inferior de la página 2 (así pues, es relevante, pero no especialmente relevante, pues no está ni en la portada, ni en la página 3, siempre la más leída). Se titula Hacia un nuevo Estado y es, efectivamente, un artículo contra el liberalismo. La primera página está ocupada por artículos meramente agitativos (A la juventud española, Llamamiento a las gente de izquierda), un dibujo alegórico de Orbegozo (a un lado se ve a la “anarquía” con un tea incendiaria: “A mí no hay quien me detenga”, mientras que a la derecha un sol naciente y un brazo en alto con la inscripción “fascismo”, dice “Yo”) y un artículo normativo titulado Propósitos claros y misión concreta en donde se intenta definir a lo que aspira la revista. Todo esto se debe a la pluma ágil de Barreto. Ahora entendemos por qué Ledesma escribió: “Y Barreto, periodista fecundo, escribió innumerables cuartillas haciendo llamamientos, perfilando la futura organización, etc.” (9).


Así mismo las páginas de las que se encargaban los jonsistas, dos, significativamente están sumidas en las profundidades de la revista: la 14 y la 15 (sobre 16)… Justo antes de estas se reproduce una entrevista con Ruiz de Alda. Y antes aún (en la página 9 y 10) se publica un capítulo entero de Genio de España dedicado al Genio romano de Mussolini (10). Tanto el orden de los artículos como las interpolaciones sin firma, como los entrefilets han sido decididas indudablemente por el director, Delgado Barreto. Así pues, hay que concluir que:
- Delgado Barreto no fue un director decorativo, sino que, sobre él recayó la responsabilidad de publicar una revista que “gustara” a los lectores y que realizó este cometido componiendo una primera plana que resultaba atractiva y provocativa. Su firma no aparece en los artículos, por lo que no cabe aludir a egomanía o egocentrismo el hecho de que toda la primera plana haya sido escrita por él, sino a un interés en el éxito periodístico de la empresa.
- Primo de Rivera aparece en segunda página y en la parte inferior, así pues, no se trata de un espacio secundario, pero tampoco excesivamente relevante. Si en ese momento ya hubiera tenido en la cabeza ponerse al frente del “fascismo español” y los demás lo hubieran considerado como el futuro líder, es evidente que su artículo hubiera estado situado en primera o en tercera página y que hubiera firmado con su nombre.
- La situación de los artículos compuestos por los jonsistas está situada hacia el final de la revista con lo que, así mismo, hay que pensar que eran el “eslabón más débil”: no podía prescindirse completamente de ellos, porque eran el único grupo organizado que en ese momento hacía “política fascista a la española” y porque Ledesma ya había llamado la atención con La Conquista del Estado, con las JONS y con sus colaboraciones, tanto en Acción Española como en La Gaceta Literaria.
- El artículo de Giménez Caballero figura en lugar destacado (página 3) porque era el intelectual más conocido del círculo en ese momento y, obviamente, Delgado Barreto sabía que atraería a lectores e intelectuales.
- El papel de Ruiz de Alda era considerado como necesario, pero secundario. Se quería aprovechar su prestigio extraordinario como aviador, pero se era consciente de sus limitaciones personales y de su falta de carisma para liderar una organización fascista.
- Si bien los artículos de Delgado Barreto están dispersos por toda la revista, no hay ninguno que demuestre vinculación con el Partido Nacionalista de Albiñana, pero se incluye uno de temática antimasónica sobre la masonería española republicana con cuyo contenido, sin duda, se debió identificar el médico valenciano.
- La figura de Hitler aparece en varias ocasiones, hay fotos de concentraciones de Cascos de Acero y también un fragmento del Mi Lucha de Hitler. Abundan las referencias al fascismo italiano e incluso una caricatura en la que a los rostros de Hitler y Mussolini, el caricaturista se pregunta “¿… y en España?”.
¿Qué podemos deducir de todo esto? Simplemente que no está claro que el proyecta fuera algo más que un intento unilateral del periodista Delgado Barreto de aprovechar una circunstancia favorable para lanzar un medio de comunicación que, por su título, por sus colaboradores, estaba llamado a tener éxito e interesar a muchos más lectores que los que hasta ese momento atraían las columnas de La Nación, un diario excesivamente monárquico y con más pasado que futuro.

Si Delgado logró concentrar en torno suyo a gentes de muy distintas tendencias, el común denominador de todas ellas era que estaban interesadas en la estructuración de un “fascismo español”. Los dados estaban lanzados, pero nadie sabía exactamente cuál sería el resultado de la partida: Primo de Rivera no se decidía a abandonar su despacho de abogado (11), Albiñana en esos momentos estaba siendo arrinconado por las autoridades republicanas y confinado en las Urdes, el grupo de Ledesma era joven, dinámico, pero hasta ese momento excesivamente reducido, Giménez Caballero, como Sánchez Mazas, eran solo intelectuales pero no estaban en condiciones de encabezar un movimiento político. Así pues, lo más prudente, era darles a todos ellos cabida en una sola revista que los potenciara a la espera de que uno de ellos, o alguien venido del exterior, ocupara el puesto similar en España al que Hitler y Mussolini habían ocupado en sus respectivos países tal como mostraba la caricatura de Orbegozo en el faldón de la página 4. Así pues Delgado Barreto quería jugar con todas las cartas en la manga (dando cabida a todos los sectores del incipiente “fascismo español”, ofreciéndoles las columnas de la revista para su lucimiento y el de sus fracciones, a la espera de que alguna de ellas destacara sobre las demás) y tiene razón Ledesma cuando escribe: “No obstante, Delgado Barreto daba ya entonces la sensación de que no le dominaba una fe absoluta en cuanto a la capacidad de José Antonio, y con mucha prudencia eludía jugarlo todo a la carta exclusiva de éste” (12).

Así pues, los intereses de las partes eran, a la vez, convergentes y hasta cierto punto divergentes: les unía a todos ellos la intuición de que, antes o después, aparecería un partido fascista en España en el que todos estarían presentes, pero, al mismo tiempo, sabían que el partido aún non nato, tendría un jefe; algunos todavía dudaban sobre si lanzarse o no al ruedo político (Primo de Rivera), otros ya lo estaban y temían que el futuro partido estuviera dominado por “upetistas”, reaccionarios o simplemente gentes que tenían una visión particular y no siempre exacta de lo que era el fascismo (tal era el temor de Ledesma), y los había incluso que no estaban presentes pero observaban en las proximidades y contaban entre los promotores a correligionarios de toda confianza (como ocurría con Albiñana y Delgado Barreto y con el hijo del marqués de Hijar); así mismo, los había que ni siquiera eran fascistas pero que querían estar informados sobre lo que se cocinaba en los fogones que aun funcionaban a medio gas del radicalismo político español (y así se entiende la presencia de Juan Pujol, hombre del financiero Juan March, en el proyecto); y, por último había intelectuales interesados solamente por el mundo de la cultura y por la promoción de sus puntos de vista sobre el fascismo y sobre el futuro (y aquí entra Giménez Caballero).

Delgado Barreto supo jugar con las esperanzas, los temores, las ansias de avanzar en la construcción de un fascismo español y, como periodista profesional que era, aspiraba a que su nueva aventura periodística pudiera alcanzar pronto los 200-250.000 ejemplares que había conseguido vender con anteriores publicaciones por él impulsadas.

Por todo ello y a falta de testimonios más concluyentes, la lógica de los hechos y la forma como se desarrollaron nos inducen a afirmar que el promotor de la iniciativa fue Manuel Delgado Barreto y que se sumaron al carro todos los demás a petición del propio periodista.

NOTAS
(1)  Cfr. Biografía apasionada… op. cit., pág. 99.
(2) Cfr. ¿Fascismo en España? op. cit., pág. 35.
(3)  Idem.
(4)  Genio de España, Ernesto Giménez Caballero, tercera edición. Ediciones Jerarquía. Zaragoza 1938.
(5)  El Fascio, nº 1, 16 de marzo de 1933, pág. 3
(6)  Sobre el planismo véanse: Revista de historia del Fascismo – nº XXI – Los no conformistas de los años 30, E. Milá, pág. 4-125, especialmente las relativas a la Jeune Droite y las referencias a X-Crise, dentro del parágrafo dedicado a L’Ordre Nouveau.
(7)  Cfr. ¿Fascismo en España?, op cit., pág. 36.
(8)  Idem. Obviamente la inicial E correspondía a la primera letra del marquesado de Estella. Resaltando este hecho, Ximénez de Sandoval lo atribuye a “su timidez -no obstante los elogios de los compañeros de Redacción- le movió a no firmar su ensayo magnífico, boceto del discurso de 29 de octubre”, añadiendo a modo de coletilla “…cosa que no volvió a hacer jamás” (op. cit., pág. 97).
(9)  Idem, pág. 32.
(10)  En la edición original del libro encontramos el texto literal del artículo solo que con otro título: El secreto del Duce Italiano: Mussolini, pág. 157-169, constituyendo el último capítulo de la obra
(11)  Cuando en las JONS se enteraron de que en el proyecto de El Fascio estaba implicado  Primo de Rivera lo acogieron así, en palabras de Juan Aparicio: «Durante las etapas de pasividad forzosa de nuestro Sindicalismo Nacional habíamos conversado Ramiro Ledesma y yo sobre el dinamismo y la fascinación que podría traer a nuestras esperanzas la persona atrayente, aunque un tanto enigmática dentro de su aureola, del hijo primogénito, del heredero del Marqués de Estella. Veíamos a José Antonio con nosotros, tal vez al frente de nosotros; pero la ilusión se desvanecía enseguida, porque le sabíamos recluido voluntariamente en su bufete y en su círculo estricto del intelectual y del aristócrata. Gran sorpresa e inmensa alegría fueron las que nos proporcionó la noticia y el aviso siguiente: José Antonio se decidía a intervenir en la vida pública de España. Don Manuel Delgado Barreto iba a dirigir un semanario político, donde colaboraría José Antonio y para cuya Redacción se nos llamaba. La Nación estaba a punto de anunciar el primer número de El Fascio.» (fragmento de un texto de Juan Aparicio, secretario de las JONS, citado por X. de Sandoval en Biografía apasionada… op. cit., pág. 99)
(12)  Cfr. ¿Fascismo en España? Op. cit., pág. 35.