jueves, 14 de noviembre de 2019

TRADICIONES Y LEYENDAS ANDORRANAS


Ahora que el frío empieza a apretar y los deportes de inviernos están por ver su momento, muchos miramos a los Pirineos como en verano mirábamos el Mediterráneo. El principado de Andorra se vende como "el país de los Pirineos" y allí las estaciones de sky figuran entre las mejor dotadas de las montañas. Es el momento de cargar las cadenas al coche y partir en aquella dirección. Como todas las altas cumbres, el "país de los Pirineos" es pródigo en mitos y leyendas, las más vinculadas al catarismo, a favor o en contra. Porque Andorra es mucho más que la tierra a donde fueron a parar las sacas de billetes de los Pujol...

El poeta Jacinto Verdaguer dijo de Andorra que era "una fortaleza, poderosamente defendida, con sus torres avanzadas, sus troneras, sus torres de vigilancia, que la separan de sus alrededores". Así es, en efecto; las parroquias andorranas aparecen perdidas entre los valles pirenaicos y rodeadas de altísimas montañas. En la Edad Media, sus valles fueron incesantemente recorridos por los herejes cátaros que huían de la Inquisición. Su altura ha permitido que circulara la leyenda de que fue aquí donde Noé amarró el arca tras el diluvio...

En efecto, dice una tradición que, el primer punto de la tierra que se secó después del Diluvio fue la montaña del Font Argent a 2682 metros hacia el valle del Incles, NE de Andorra, pero fuera de sus límites. Allí se conserva una anilla de la que cuenta la tradición que sirvió para amarrar el Arca de Noé. El arca, escondida, está dispuesta a servir de refugio a los justos cuando vuelva a haber otro diluvio. Para protegerla de los curiosos soplan trece vientos que impiden el acceso. La anilla de Font Argent, durante la noche de San Juan se vuelve de oro macizo. Todos la buscan esa noche pero nadie consigue encontrarla.

La anilla es, casi, como la presencia de cátaros en el Principado cuyas huellas son tenues, apenas visibles, pero no por ello inexistentes. Más aun, si Andorra es hoy el orgulloso país de los Pirineos, que conocemos bien, se debe al catarismo. El factor cátaro ha pesado tanto en Andorra que, la misma existencia del país está ligada a la aventura de los herejes.

El recuerdo de los cátaros se ha difuminado en estos altos valles de Andorra. El pueblo volvió a la fé católica, aun cuando debiera sus fueros a la herejía. La patrona de Andorra es la Virgen de Meritxell. Cuenta la tradición que los fieles de Meritxell bajaban a Canillo a oir misa. Un día vieron que entre las ramas de un árbol había una imagen de la Virgen con el Niño. Estaba rodeada de englantinas, flores que, como el edelweiss, aparecen en las alturas nevadas. Nadie dudó en el pueblo que se trataba de un milagro; bajaron en procesión la imagen a Canillo y la colocaron en el altar mayor de la iglesia. Al día siguiente la imagen desapareció y volvió a aparecer entre englantinas. Nevaba en abundancia pero no había nieve en torno a la Virgen. Se trataba de un milagro. Ahí se construyó el santuario. Desde 1873 es la patrona de Andorra. Pero la historia del principado arranca mucho antes, cuando no había más sacerdotes que los druidas, ni más culto que el profesado al Sol.

EN LOS ORIGENES DEL PRINCIPADO

Hasta el siglo XX no han existido carreteras en Andorra. Sin embargo los altos valles pirenaicos están habitados desde la noche de los tiempos. Bosch Gimpera afirmó siempre, a modo de evidente provocación, que la cultura pirenaica fue el punto de partida de la Civilización Occidental.

Cerca de Montferrier, no lejos de Andorra, un maestro de escuela, mientras paseaba con sus alumnos en una excursión científica, en el ya lejano 1939, encontró una mano perfectamente esculpida en piedra que, inequívocamente era un objeto de culto druídico. ¿Fue éste precedente el que hizo que se aceptara tan bien en Occitania la ceremonia del "consolamentum" que no era sino una imposición de manos?

El nombre de Andorra existía en tiempos romanos. Los bebricios, de raza celta, introdujeron la industria del hierro en los Pirineos. Su nombre quiere decir literalemente "hijos del hueso". Descendieron de Europa Central, badearon el Rhin y el Danubio, atravesaron los Alpes y los valles del Ródano, estableciéndose, finalmente, en el Sur de Francia y los Pirineos. Fundaron Berga, capital de los bergistanos, que se aliaron con los andorranos y luego con los araneses. Chispas de información, muy escasas y tenues, en la oscura noche de los tiempos.

EL ORIGEN DE LOS FUEROS Y
LAS LIBERTADES ANDORRANAS

El Acta de consagración de la Catedral de Urgel del año 839,  conservado en la Sala Capitular de La Seo, constituye el primer testimonio escrito sobre la historia andorrana. En dicho documento se hace inventario de las tierras catalanas libres de dominación mora y bajo soberanía del Conde de Urgel. En total se citan aproximadamente doscientos topónimos.

En relación al Principado se dice textualmente "cedemos así mismo las parroquias del valle de Andorra que son la parroquia de Lauredia, y así mismo Andorra con Santa Coloma, la Samsa y Ordino, i también Encamp así como Canillo, con todas las iglesias y así mismo los pueblos correspondientes".

A mediados del siglo XII el señorío episcopal de Andorra era una realidad a pesar de que los condes de Barcelona y Urgel conservaran derechos particulares.

La historia de Andorra ha dependido, en parte, de la vecina Urgell. Se han encontrado monedas íberas en las que figura el nombre de "Orgia" u "Orgelia", ciudad principal de la comarca que ha devenido, con el paso de las centurias, Urgel. Urgel es, desde el siglo VI, sede episcopal. Andorra fue un feudo del conde de Urgel, detentado por el obispo de la villa. A medida que la reconquista fue recuperando tierras al Islam, el conde se desinteresó por estos valles, demasiado elevados y de difícil acceso; las tierras fueron cedidas al obispo para que éste las administrara. El clérigo, por su parte, encargaba el cultivo a los campesinos. Poco a poco, el obispo se convirtió en señor de los valles de Andorra y los enfeudó al señorío de Cabot (Caboet, Cabahó o Cabó).


ARNAU DE CASTELLBO, NOBLE CATARO.

La heredera de la familia Cabot, Arnalda, casó finalmente con el conde Arnau de Castellbó en 1185, con la oposición del obispo de Urgel. Arnau de Castellbó, fue consejero y miembro del séquito de Jaime I, desde 1217 hasta su muerte 1226. Era cátaro y nadie dudaba de sus opiniones religiosas, ni siquiera la inquisición que, cuarenta años después de su muerte, quemó sus huesos.

Arnau educó en el catarismo a su hija, Ermesinda, que transmitió a la Casa de Foix la herencia de Castellbó con sus derechos sobre Andorra. Ermesinda fue a casar con Roger IV de Foix-Castellbó. Su hijo Roger Bernat III -también fue señor de Bearn por su casamiento- fue terrible enemigo del obispo de Urgel. La guerra entre el noble cátaro y el obispo de Urgel fue larga y sangrienta para ambas partes.

En 1278 se estableció un "Pariatge", paz negociada, entre el obispo Pere d'Urxt y la nobleza local. El Rey Pedro II de Aragón, respondía de la ejecución del Acta y el papa Martín IV daba su aprobación. Este "Pariatge" es considerado como el primer instrumento jurídico del régimen de co-soberanía andorrano. Así puede decirse, en rigor, que la independencia del País de los Pirineos está íntamente relacionada a las luchas entre la nobleza cátara y el claro católico.

LA DAMA BLANCA Y LA IGLESIA CATARA

Pero sería un error pensar que solamente la nobleza local tomó partido por el catarismo. También existió feligresía herética en los valles de Andorra y, sobre todo, emigración occitana. En la "caunya", cerca de Arinsal se escondían los cátaros y la presencia de los "Bons Homes" ha quedado eternizada en las leyendas locales.

En Aubinya hay una cascada y, junto a ella, una casa señorial dominaba el camino de la Seo de Urgel. Allí vivía una mujer joven sola y vestida de blanco. Tenía fama de conocer las artes mágicas. Más de una vez había prohibido al obispo la entrada en su territorio. En cierta ocasión el obispo intentó cruzarlo, pero la "Dama Blanca" se le apareció en un claro de luna cerca de la cascada, lo encantó y lo introdujo en el bosque. Jamás se supo que había ocurrido, pero cuando el obispo volvió con los suyos su cabello había encanecido y jamás contó lo que había sucedido. El tiempo pasó y la dama no volvió a aparecer; todos la daban por ausente. Fue así como el obispo se atrevió a volver a Andorra. Justo al atravesar la cascada desapareció. Casi inmediatamente un lobo hambriento se enseñoreó de la comarca. El síndico, tras dura lucha en la que resultó herido, consiguió matar a la fiera, pero  no volvió a conciliar el sueño; las pesadillas le asaltaban en las noches hasta el punto de arrastrarlo al desasosiego y el agotamiento. Cuando estaba a punto de morir, apareció la fantasmal "Dama Blanca". Contó a los presentes que no estaba en su mano salvar al síndico, pero si las libertades de Andorra. La vida de síndico, explicó, haría sido robada por el obispo hechizado; él era el lobo. El síndico murió y la dama no ha vuelto a aparecer, pero desde entonces nadie ha osado atentar contra las libertades de Andorra. Y dice la tradición que si eso vuelve a ocurrir, la "Dama Blanca" volverá para defender el Principado.

El relato legendario tiene como centro la existencia de una "dama blanca". Muy frecuentemente los trovadores occitanos en su lenguaje velado se referían a la iglesia cátara como a una "blanca señora" hecha de amor. La ubicación histórica del relato legendario es la rivalidad entre el obispo de Urgel y la nobleza local. La figura del obispo no queda en absoluto favorecida en la narración. Todos estos elementos hacen que la leyenda adquiera un sabor catarizante. No es la única.


LAS LEYENDAS ANTICATARAS

Si la leyenda anterior responde perfectamente al ideario cátaro, también el clero católico consiguió imponer sus esquemas. El primer argumento que utilizó Roma contra los cátaros fue demonizarlos, reducirlos a un culto supersticioso y brujeril. Este arquetipo se advierte perfectamente en una de las leyendas que circulan en torno al hermoso lago de Engolasters.

En otro tiempo Andorra tenía una abundante población de brujas. Cuando moría una de ellas le abrían el pecho para ver a qué lado tenía el corazón. Aun hoy se dice que las brujas andorranas pululan por los montes la noche mágica de San Juan. Juntas, van a celebrar sus aquelarres a la cima del Font Argent y a Envalira. Pero si hay un lugar en donde se concentran las mayores brujas de los valles es en torno a Engolasters. Allí bailan desnudas toda la noche entorno al lago. Hacen tres círculos concéntricos y el demonio toca para ellas el tambor y la flauta. Si algún intruso las observa, brujas apostadas y provistas de una vara embrujada los convierten en gatos negros... Engolasters era lugar obligado de tránsito para los cátaros que, huyendo de Montsegur y el país de Foix, buscaban la paz en las tierras de la Corona de Aragón.

El clero católico atribuyó a los herejes el culto al gato (cat) y de ahí precisamente derivó su nombre, contrariamente a la tesis que sostiene que la palabra deriva del término griego "khataro" que significaría "puro". Históricamente, la palabra "cátaro" era tomada como un insulto por los herejes. Pues bien, Satán, la brujería y el gato, conforman la leyenda de Engolasters y conceden elementos suficientes como para que podamos intuir en ella propaganda anti-cátara. Pero ese mismo lugar, Engolasters, es objeto de otro relato leyendario de sentido opuesto. Podemos imaginar a los trovadores, de parroquia en parroquia, cantando baladas en las que se hablara del castigo que recibieron quienes maltrataron a los "pobres de Cristo", tal como los cátaros gustaban llamarse.

Cerca del lago hay una iglesia solitaria, pero antes hubo un pueblo cuya maldad le hizo desaparecer en el fondo de las aguas. La gente de allí tenía fama de avaros e inmisericordes. No conocían la virtud de la caridad. En cierta ocasión, cuenta la leyenda, que un mendigo entró en el pueblo a pedir pan. Nadie quiso dárselo. Cuando, expulsado del lugar, parecía a punto de morir, una muchacha le ofreció un mendrugo: "Tu que has tenido compasión, te salvarás  -dijo el mendigo-, huye hacia la montaña". Así lo hizo la muchacha, justo antes de que una tormenta inundara el valle, transformándolo en el lago que hoy conocemos. El pobre, naturalmente, era Jesucristo.

La figura del "pobre" como Jesucristo es significativa de toda una corriente de la espiritualidad medieval que abarca desde los cátaros y valdenses hasta los franciscanos y su facción extremista, los "fraticelli". Todos ellos predicaban una vida de pobreza y austeridad, sin propiedad y viviendo en comunión de bienes, tal como el mendigo que llega al pueblo y solo una muchacha -nueva alusión a la "dama" entendida como Iglesia Cátara- le asiste.

LA CRUZ DE LOS SIETE BRAZOS

Otra leyenda del ciclo andorrano tiene como protagonista al diablo y a una cruz. La cruz existe y puede ser visitada, pero de sus siete brazos, uno ha desaparecido. Cuenta la leyenda que en Prats había 7 compañeros, uno era muy pusilánime y temía al diablo. Los otros decidieron hacerle una broma. Le invitaron a comer a Canillo y le dieron una escopeta para que disparara al diablo si le aparecia. La escopeta estaba preparada para que al disparar no dañara. Accidentalmente, en un hostal el posadero advirtió el problema y la arregló. Cuando uno de sus amigos bromistas se disfrazó de diablo, él disparó y lo mató. Al día siguiente, al ir a buscar el cadáver, vieron que el diablo se lo había llevado y con él uno de los brazos de la cruz.

La leyenda difunde, de manera adaptada, el mensaje cátaro del diablo como entidad real y personal que secuestra a los humanos en tanto que todos le pertenecemos. Ya hemos visto, por lo demás, que el número siete tiene importancia dentro de la gnosis maniquea y que supone la suma de los cuatro elementos (fuego, tierra, agua y aire) más los tres vehículos del ser (cuerpo, alma y espíritu).

LA OVEJA CATARA CONTRA EL OSO ROMANO

Otra leyenda andorrana contrapone la oveja al oso. Todas las herejías occitanas utilizaban el símbolo del cordero, con su mansedumbre y simplicidad, para definir la naturaleza y personalidad del "bon home" (el fiel cátaro). Paralelamente, el oso era el símbolo antagonista. Su fuerza y fiereza, sus dimensiones y pilosidad, su color pardo-oscuro en contraposición a la blancura de la oveja, eran tenidos como representantes del fiel cátaro y de la Iglesia Romana. Las figuras de ambos están deformadas en algunos relatos legendarios de entre los cuales escogemos al que tuvo por escenario el Pui Olivesa.

Allí había un pastor que llevaba su ganado al Rocafort. Pronto el pastor empezó a notar que le faltaban ovejas. Una noche de luna llena pudo ver que el ladrón era una osa gigante, pero como era muy grande no podía matarla. La siguió hasta su refugio y, al día siguiente, amontonó leña ante la puerta de la cueva y cuando llegó la osa la quemó; la osa asustada por el destino de los pequeños desatendió la guardia y el pastor la golpeó y mató.

Hasta principios de siglo, en Andorra se autorizaba a que quien matase a un oso pudiera pedir dinero casa por casa. Debía ir con la piel del oso y las cuatro garras. Cuando acababa la colecta, el batlle cortaba una garra que se colgaba de la puerta del Comú y así se impedía que la misma piel sirviera para realizar una nueva y fraudulenta colecta.

A través de estas leyendas, el catarismo pervivió en los valles de Andorra. Estos relatos fantásticos muestran el sustrato del psiquismo pirenaico. Mediante artificios e imágenes simbólicas se narró durante siglos, hasta llegar a nuestros días, el recuerdo de unos episodios que ya no podían contarse en su desnuda realidad. La inquisición acechaba. El catarismo había perdido la partida; la historia se transformó en leyenda.