miércoles, 15 de octubre de 2014

El drama catalán en la recta final



Info|krisis.- Esto ya no da más de sí. Después de un año de que la Generalitat insistiera en que el 9–N habría un referéndum, algunos se lo habían terminado por creer. Pero eso no es lo más sorprendente. Lo verdaderamente absurdo de la situación es que, aun sin saber cuál hubiera sido el resultado de la consulta ¡ya estaba preparado un “consell de la transició” para preparar las estructuras del “nuevo Estado”! Y esta semana, quienes habían creído en todo esto, se dan cuenta de que alguien les había engañado, de que Zapatero, en toda su estupidez, no era el único “optimista antropológico” de este país. El drama –o sainete– “catalán” está entrando en su última fase. Todos sabemos cómo terminará aunque ninguna fuerza política catalana tiene el valor de admitirlo.

Una “revelación” personal

Albert Viladot era un buen amigo personal… además de ser director del diario Avui. De no haber fallecido prematuramente, hubiera escalado dentro de la jerarquía de la Generalitat y seguramente habría acabado como director de medios de la institución. No era nacionalista. Era, simplemente, periodista. Lo conocí cuando trabajaba para Sebastiá Auger y vendía como free–lancer algunos reportajes y entrevistas para el semanario El Mundo. No veíamos con cierta frecuencia en su despacho de Avui. Habitualmente se quejaba de los ataques que le prodigaban los independentistas desde el semanario El Triangle. Uno de nuestros temas de conversación era Terra Lliure y el MDT.

Viladot me hizo caer en la cuenta de algo que hasta ese momento no me había fijado: yo no terminaba de entender el terrorismo de Terra Lliure, ¿cómo era posible explicar que en una comunidad donde nunca había existido violencia política, apareciera una organización como esta que decía hablar en nombre del “poble catalá”? Y me lo explicó con nombres y apellidos: “Mira, todo ese entorno, los del MDT, de TLL, de la Crida, de Catalunya Lliure, del CIEMEN, de ERC, todos, se casan entre ellos, se quitan las novias entre ellos, hablan solo entre ellos, a las fiestas que van solamente asisten ellos, leen lo que escriben entre ellos… así pues creen que lo que ocurre entre ellos es lo que ocurre en toda la sociedad catalana”. Bingo.

Viladot me decía esto en 1990. Con el paso del tiempo, el dominio de CiU sobre los medios de comunicación catalanes y la mediatización de la sociedad catalana a través de un régimen de subsidios y subvenciones, mediante el control de la enseñanza, fue aumentando hasta convertirse en asfixiante. Hasta que finalmente, la Generalitat creyó que ya era “mayoría” y que todo lo existente sobre las cuatro provincias catalanas… estaba ya “catalanizado”.

“Derecho a opinar”, pero solo para decidir la independencia

Hace ahora justamente cinco años en la localidad de Arenys de Munt tuvo lugar el primer referéndum independentista. En aquella localidad en la que el gran problema no es el soberanismo, sino la presencia masiva de inmigrantes magrebíes y en donde es posible percibir, más que en cualquier otra, el aroma de la “nova Catalunya” (una región del Estado en vías de islamización), se inició la moda de los referéndums. En los dos años siguientes en varios cientos de municipios se procedieron a votaciones de este tipo en los que participó no más del 20% del electorado… el resultado final fue que un 19% del censo votó independentista… el 95% de los votantes se declaró en favor de la independencia. Meditando sobre ese porcentaje digno de los referéndums en Guinea Ecuatorial o en Zimbawe, los nacionalistas llegaron a la conclusión de que representaban a toda Cataluña. Por tanto, la convocatoria de un referéndum no solamente sería un ejercicio del “derecho de autodeterminación”, sino que, automáticamente llevaría a la independencia… A ningún soberanista le cabía en la cabeza el hecho de que un referéndum de estas características pudiera dar un resultado negativo a la pregunta: el ejercicio del derecho de autodeterminación, del “derecho a decidir”, para ellos, solamente podía abrir las puertas a la independencia. La posibilidad de seguir ligado al Estado Español ni la consideran. De ahí que prepararan un “consell assessor per a la transició” y encargaran a un juececillo un proyecto de constitución…

El nacionalismo siempre ha tenido una extraña forma de ver las cosas: por ejemplo, cuando aluden a co-oficialidad lingüística, no se refieren a que tal co-oficialidad se dé en Cataluña (en donde “el catalán es la lengua de todos los catalanes”)… sino en el resto del Estado Español que debe estar preparado para que un alumno de origen catalán pida enseñanza en catalán en Extremadura o que alguien nacido en el Maresme puede solicitar un impreso en catalán, digamos, en Fuerteventura… Hay un gen nacionalista que parece impedir el normal desarrollo de la lógica aristotélica en el cerebro de un nacionalista.

Los espíritus animosos, inquietos y subvencionados de la ANC, del Omnium, y demás, extrapolaron los resultados de los referéndums de chichinabo realizados a partir del de Arenys de Munt, y olvidaron lo esencial: que en Cataluña solamente un 35% de la población utiliza el catalán habitualmente y que los niveles de catalanización lingüística hace tiempo que tocaron techo, registrándose descensos en su uso; olvidaron que en Cataluña coexisten dos identidades, la catalana y la española; olvidaron que la Unión Europea, fue muy explícita (y en muchas ocasiones) respecto a la presencia de una Cataluña como “futuro Estado Europeo”; olvidaron que el mundo del dinero se mostró desde el principio en contra del soberanismo y que desde hace dos años existe una migración de sedes sociales de empresas de Barcelona al otro lado del Ebro; olvidaron que en el “año soberanista” (2013-2014) la inversión extranjera descendió un 64% en Cataluña; olvidaron que existe unos sectores “españolistas” que solamente por circunstancias políticas muy concretas no han ejercido como tales. Olvidaron, finalmente, que las naciones ni se crean ni se destruyen mediante referéndums.

Simplemente, el problema de Mas y de los que le han acompañado en esta aventura es –Viladot tenía razón– que, solamente hablaban entre ellos, se veían entre ellos, elucubraban en pequeños cenáculos entre ellos y, finalmente, se habían engañado sobre la realidad catalana.

El referéndum y su previsible resultado…

Soy de los que opina que un referéndum solamente puede realizarse en condiciones de igualdad, cuando todas las partes tienen las mismas posibilidades y existe igualdad en las condiciones de partida. Cuando hace 34 años que la Generalitat utiliza el sistema educativo para formar promociones nacionalistas, cuando desde su fundación controla con mano de hierro las llaves de la caja a la hora de repartir subvenciones y comisiones ¿del 3, del 5%? por obra pública y por cualquier contrato firmado con ella, cuando se reparten subvenciones solamente a los “amigos”… entonces no hay igualdad posible y, en cualquier caso, los resultados de un referéndum sobre de futuro de Cataluña estarían adulterados. Además, los referéndums no se pueden convocar en momentos de crisis en donde la opinión pública está asustada y desorientada. Y, a la vista de la situación del sistema educativo catalán, no parece siquiera que buena parte de los llamados a votar estén en condiciones de decidir sobre algo de lo que ignoran su alcance, repercusiones y viabilidad. Tampoco pueden convocarse cuando solamente una parte realiza publicidad unilateral y unidireccional de su causa, mientras la otra se ve excluida sistemáticamente de los medios de comunicación y de los repartos de subvenciones a sociedades y círculos…

Bueno, pues aun así, y con todo lo dicho en el párrafo anterior, soy de los que opinan que en caso de referéndum los NO a la independencia hubieran superado a los que se han dado recientemente en Escocia. ¿Motivo? Conozco a Cataluña y a los catalanes, yo mismo lo soy al 50% y toda mi infancia ha transcurrido con ese 50% de familia catalana que tengo. Los catalanes, carecen de decisión suficiente para saltar al vacío. Les gusta, es posible, como el resto de españoles, discutir en el casino o en la tertulia del bar, hacer y deshacer países, ejercer fantasía política… pero una vez situados ante el vacío, reculan. No creo, en ningún caso, que los partidarios de la independencia después de 15 días de campaña, con fair play, hubieran dado más de un 40% de votos a la independencia. En realidad, no creo siquiera que hubieran llegado a un 30%. Y con eso no se construye una nación…

Pero el error de Rajoy no ha sido negarse al referéndum… sino hacerlo solamente esgrimiendo motivos jurídicos y en especial la vigencia de una constitución que huele a muerto. Rajoy podría haber perfectamente negociado un referéndum dentro de un lustro, a cambio de 5 años de escuela bilingüe diferenciada, del 50% de la programación de la radio televisión catalana compartido entre la Generalitat y el Estado en ese tiempo, podría haber negociado que el 50% de la subvenciones distribuidas por la Generalitat en esos años, fueran a parar a asociaciones no catalanistas; referéndum, sí, cuando se hubiera procedido a una auditoría de las cuentas de la Generalitat desde su reimplantación y depurado responsabilidades por corrupción… y entonces, votación. La Generalitat, naturalmente, se hubiera negado. Su principio es que todo lo que se hace en Cataluña tiene que beneficiar solamente a lo que “es catalán”, entendiendo por ello todo lo que es nacionalista, es decir, a CiU y asociados. Así pues, tolerar algún tipo de publicidad contraria a este principio supone “traicionar a Cataluña”, de la misma forma que votar en contra de la independencia es para ellos, igualmente, ejercer esa traición…

El pueblo catalán no es de los que tienen tendencia a suicidarse. A muchos catalanes les hubiera bastado simplemente con recordarles el porcentaje de islamistas presentes en aquella región, como para suscitarles temblores y malos presagios. A otros les bastaría simplemente con que Planeta cambiaría su sede social en caso de independencia. O simplemente recordar el cálculo de la parte alícuota que correspondería a una Cataluña independiente del total de la deuda del Estado, o el coste de las infraestructuras que el Estado dejaba en Cataluña, para que cambiaran la orientación de su voto. A otros incluso pensar que la liga catalana tendría como derby máximo al Barça contra el Lleida, les induciría a invertir su voto.

Difícilmente hubiera prosperado el soberanismo en un referéndum, no ya en condiciones de igualdad, sino en las presentes condiciones, las más favorables que tendrá jamás el soberanismo (con una crisis económica que se prolonga siete años).

¿Y ahora qué? Ahora prepararnos para un largo período de inestabilidad

Ahora le toca a Artur Mas reconocer lo que todos sabíamos: que el día 9–N no pasará absolutamente nada y que las cajas de cartón compradas a modo de “urnas”, terminarán almacenando “paperassa” burocrática en los sótanos de la Generalitat. Poco más.

Artur Mas quiere unas elecciones plebiscitarias en las que poder disimular la caída en picado de votos de CiU. ERC, que se sabe partido mayoritario, sabe también que cada día que pasa el President está más perdido y hundido en un callejón sin salida creado por él y del que él será, a fin de cuentas, considerado como el único responsable. A medida que cae CiU, ERC sube. En un par de meses Artur Mas será ya reconocido como cadáver político por el electorado. CiU no tendrá reemplazo y ERC solamente tendrá que romper cualquier apoyo parlamentario a Mas para forzarlo a convocar unas elecciones que no tardarán en llegar más allá de la primavera. ERC sabe perfectamente que en las actuales circunstancias, la independencia es algo inviable… pero el desarrollo de la farsa del referéndum le ha servido para recuperar un papel protagonista en la política catalana. ERC sube, pero han sido los errores de Mas los que han propulsado ese ascenso.

El “frente soberanista” está oficialmente roto desde ayer. En realidad, lo estaba desde que Mas dejó de dirigir el proceso soberanista, para ser arrastrado por él.  Pero lo que está ocurriendo en Cataluña está íntimamente ligado a la quiebra del sistema constitucional en toda España. De hecho, la crisis soberanista es solamente una parte de la crisis política que vive el Estado Español, producto de la crisis social que ha sobrevenido después de siete años de crisis económica.

En el momento en el que las elecciones locales de mayo certifiquen la caída en picado de las cuatro grandes opciones que han protagonizado 36 años de vida democrática (centro–izquierda y centro–derecha estatales y nacionalismo moderado catalán y vasco), cuando los resultados electores certifiquen la fragmentación del sistema político español y hagan inviable el que PP y PSOE realicen una modificación constitucional pactada, lo que se instalará en la política española (y en la catalana, por supuesto), será la inestabilidad, permanente y por mucho tiempo.

La inviabilidad de un proceso independentista en Cataluña (y en Flandes en donde existe una comunidad con unos rasgos de identidad mucho más afirmados y diferenciados una lengua completamente distinta a la de la parte valona del país) no quiere decir que el problema termine cuando se dé por zanjada esta crisis soberanista con el entierro de Artur Mas. Ya hemos dicho que las heridas tardarán en restañarse y que el nacionalismo las unirá a su particular visión de la historia situando el episodio junto a la caída de Barcelona en 1714 (convertido en hito nacionalista cuando no era sino un episodio de la disputa entre dos casas reales para ver quien reinaba en España), al bombardeo de Espartero, al fracaso del independentismo a principios de siglo que concluyó con la Semana Trágica, a la derrota ipso facto del Estat Catalá a veinte horas de haberse proclamado, a la desaparición del nacionalismo durante la guerra civil y en los cuarenta años que siguieron y al fracaso en la gestión de la Generalitat convertida en cueva de Alí–Babá… La pirámide de fracasos históricos termina con este esperpento urdido por Mas y sus socios. Verdadera guinda del pastel.

Y todavía falta saber si los soberanistas colocarán el 9–N cajas de cartón y mesas plegables para atenuar su bochorno ante lo que no pudo ser y no fue, o bien ante lo que pudo ser, y seguramente hubiera sido otra derrota. Es lo que pasa cuando la endogamia nacionalista ignora que lo que está fuera de ella, no solamente existe, sino que también es mayoritario.

© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen