martes, 21 de octubre de 2014

El soberanismo ante sus tres salidas y el papel de los identitarios


Info|Krisis.- La semana transcurrida entre el 13 y el 19 de mayo ha sido decisiva para el decantamiento de las posiciones en el “conflicto soberanista” catalán. A partir de ahora se van a producir pocas novedades en su desarrollo y prácticamente toda Cataluña vive ya un clima pre–electoral. El único que no parece darse por enterado es Artur Mas y su partido que siguen sin tener remplazo. Será difícil que Mas repita como cabeza de lista. ERC, en cambio, se siente obligada por las encuestas que le auguran el ser el próximo partido más votado y sigue lanzando proclamas de desobediencia cívica y de “independencia para mañana”. Todos sabemos cómo, más o menos, como se desarrollarán los acontecimientos futuros. Incluso Oriol Junqueras. De ahí sus lagrimones.

La reunión del lunes 13 de todos los grupos comprometidos en el “frente soberanista” acarreó una gran desilusión. Se había evidenciado que el gobierno se negaba a autorizar el referéndum tal como lo concebían inicialmente las organizaciones soberanistas, ya no había margen de maniobra, ni espacio para la negociación y se tiró por la vía del sucedáneo. Lo que ha ocurrido a partir de entonces ha sido una sucesión vertiginosa de electroshoks sufridos por parte de los grupos soberanistas de los que solamente unos pocos dirigentes (Artur Mas y Oriol Junqueras) son conscientes de que están perdiendo la partida. Pero ni siquiera estos tienen la misma respuesta a la pregunta inquietante de “¿cómo salir de la situación?”. Hay pocas vías, en realidad. Repasémoslas.


¿Elecciones plebiscitarias?

Artur Mas, consciente de que lo va a tener difícil (imposible, en realidad) para obtener un resultado electoral que no sea considerado una catástrofe, sigue apelando a unas “elecciones plebiscitarias” en las que se presentaría unido en una sola candidatura el “bloque soberanista” para acto seguido poder ejercer más presión sobre el gobierno de Madrid o bien para certificar la escisión catalana. Nadie ha hablado de cómo se distribuirían las posiciones en el interior de una candidatura de este tipo, ni quién la encabezaría, ni cuáles serían los porcentajes de representación de cada fuerza, ni en qué orden estarían…

Obviamente, no hace falta ser un lince para saber que Mas haría valer el hecho de que, aquí y ahora, hoy, CiU es la fuerza mayoritaria en función de los resultados electorales de 2010, esto es, anteayer, y difícilmente aceptaría el hecho de que ha perdido un mínimo de un tercio de los votos que obtuvo entonces.

Obviamente, Oriol Junqueras lo ve de otra manera: ¿para qué aceptar la participación en unas “elecciones plebiscitarias” si hoy las encuestas parecen consagrarlo como la fuerza más votada? CiU tiene necesidad de enmascarar su debilidad electoral actual mediante ese recurso inédito en la constitución y en la legislación española de las “elecciones plebiscitarias”. Pero no así ERC.

En última instancia, Mas ha sondeado ya a los dirigentes del Ómnium y de la ANC, para ver si estarían dispuestos a marchar con él en un proyecto de este tipo. La respuesta no ha sido satisfactoria e incluso se ha comentado el que estos sectores que hasta ahora no han tenido configuración de partidos, pero sí han sido amamantados directamente por la Generalitat nacionalista desde su origen mismo (y el Ómnium por Banca Catalana desde su fundación en los años sesenta) podrían preparar una candidatura propia, independiente de ERC y de la maltrecha CiU. Una especie de Podemos soberanista. La criatura creada por el nacionalismo moderado a efectos de presionar más y mejor al gobierno español, se cree más fuerte hoy que la matriz que lo ayudó a nacer y lo ha ido alimentando durante estos años, reflejando el tradicional refrán español de “Cría cuervos y te arrancarán los ojos”.

No, no se convocarán elecciones plebiscitarias jamás.

¿Declaración unilateral de independencia?

De cara a su electorado y a demostrar un “músculo” que no tiene, ERC ha propuesto que en caso de no celebrarse el referéndum se opte por la montaraz declaración unilateral de independencia el 9–N. También aquí, el propio Oriol Junqueras parece verse arrastrado por unas bases que desde 2004 creían en el tótem levantado por Carod–Rovira en los tiempos del primer tripartito con Maragall: “2014 será el año de la independencia de Cataluña”. Durante estos últimos 10 años, ERC ha actuado solamente con esta perspectiva estratégica a despecho de cualquier otra consideración. El estallido de la crisis económica en 2007 y su dramático reconocimiento en 2008, ha jugado a favor de la tesis independentista en la medida en que ERC la ha manejado realizando un nexo causal extremadamente simple: “crisis = gobierno de Madrid; Solos nos irá mejor”, razonamiento que CiU no podía hacer puesto que estaba en el poder gestionando el día a día de la Generalitat.

Pero el 2014 ya está aquí y los errores cometidos por ERC confirmar en que su clase política tiene un alto nivel de emotividad y un bajo nivel de racionalidad y de comprensión de los mecanismos de la política: el referéndum escocés demuestra que no siempre los referéndums soberanistas triunfan. En Québec se han celebrado en 1980 y 1995 siendo derrotados los nacionalistas en ambos y, además, ampliamente. Sin embargo, en Cataluña, ERC daba por hecho que si había referéndum el único resultado posible sería el apoyo masivo a la independencia. Algo que dista mucho de ser probable.

El “bloque soberanista” ha optado por encargar ¡antes de conocer el resultado de un eventual referéndum! una constitución, llegando a crear incluso un “consejo para la transición hacia la independencia”… Ese ha sido el primer gran error de ERC: obnubilarse con las masivas manifestaciones de los tres últimos 11–S cuyos efectivos han sido hinchados entre un 200 y un 300% y comparárlos con los 12–O, sin tener en cuenta que los primeros recibían el apoyo directo de la Generalitat y de su “Brunete mediática”, mientras que la Delegación del Gobierno de Barcelona no prestó absolutamente ningún apoyo a Societat Civil Catalana, Somatemps, etc. Era evidente –y ERC lo ha olvidado por completo– que hay otros muchos elementos que entran en juego y que desdicen por completo el apoyo masivo a la independencia.

Para entender cómo ha sido posible que ERC se instalara en el desenfoque de que la “independencia es posible” y de que basta con “echarse al monte” para alcanzarla si no les dejan llegar a ella mediante el referéndum considerado como mero formalismo, hace falta conocer cuál es la vida y los hábitos de un militante y simpatizante de ERC: ven casi en exclusiva medios de comunicación catalana, no leen más prensa escrita que la escrita en catalán, son endógamos, suelen hablar solamente con gente que comparte sus puntos de vista, tienen muy poca relación más allá de ese 35% de población que tiene el catalán como lengua vehicular… y así sucesivamente. El resultado es que difícilmente pueden concebir que sus puntos de vista no sean mayoritarios en la sociedad catalana. Obviamente se equivocan.

Es posible que algún dirigente de ERC tenga algún instante de lucidez racional y que su emotividad y sentimentalismo soberanista entre en contradicción con la lógica, la racionalidad y el sentido común: así se explican los lagrimones del buey herido, Oriol Junqueras, que ya no sabe por qué salida optar. 
Salvo que Junqueras quiera emular a Lluis Companys y proclamar durante unas pocas horas la “República Catalana”, justo antes de entrar en prisión, nadie se irá a las montañas el 9–N, ni ocurrirá nada particularmente desagradable. El “pedro ladrador” nunca suele pasar al mordisco. Y en este caso, casi nos atrevemos a afirmar que lo esencial del nacionalismo solamente piensa en términos de dentelladas al presupuesto de la Generalitat, obviamente mucho mejor que el rancho de Can Brians o los chinches de la Cárcel Modelo.

¿Referéndum de “baja cota”?

La salida propuesta por Artur Mas consiste en celebrar un remedo de consulta popular ya que el Constitucional prohíbe la celebración del referéndum. Para Mas esto supondría cumplir su promesa, mil veces repetida, de que habrá “consulta” el 9–N. Pero, claro, fallan las garantías: ¿quién vota? ¿en función de qué censo? ¿quién realiza el recuento? ¿cuáles son los medios que ofrece la Generalitat –si es que legalmente puede ofrecer alguno– a las dos partes? Y los simulacros de cartón no son asumibles cuando se ha prometido el palacio de jade.

Para Mas esta es la salida alternativa a las elecciones plebiscitarias. Pero el sabor amargo que deja esta opción en el bloque soberanista es inasumible: salvo Pilar Rahola y el portavoz de la Generalitat, ese futuro parado de Francesc Homs, nadie parece haberse tomado en serio esta propuesta que incluye, como en EEUU, el que los ciudadanos tengan que darse de alta para la consulta, y quince días de urnas abiertas… un parto de los montes para algo que va a ser exclusivamente simbólico.

La otra posibilidad es simplemente poner las urnas de cartón, mesas y sillas plegables en las calles y esperar a que más del 19% del electorado se tome en serio la iniciativa (todavía el nacionalismo mitifica la primera consulta popular en Arenys de Munt, una pequeña población catalana –cuyo gran problema no es la independencia sino la inmigración islamista– en la que el 40% del electorado acudió a votar en un 96% a la independencia. La oleada de consultas que siguió rebajó la participación a una media del 19%).

Un sector soberanista (ANC, Ómnium, Dret a dicidir) se muestran partidarios de esta opción a pesar de que su única repercusión sería simbólica y los resultados cuestionables por total absoluta de garantías.

¿Elecciones anticipadas?

Nadie convoca unas elecciones para perderlas. Y Artur Mas no quiere ser una excepción. Pero tampoco nadie puede agotar una legislatura cuando carece completamente de apoyos. Durán i Lleida, el socio de Artur Mas en CiU, ha dado pasos para obtener del PSC apoyos parlamentarios, siendo como es el otro partido que más perjudicado saldría de una próxima consulta electoral y, por tanto, que más interesado está en retrasar las elecciones. Pero el PSC está tan fragmentado interiormente que un apoyo de este tipo podría terminar de romperlo.

La recomposición de las relaciones con ERC es imposible en las actuales circunstancias y la brecha terminará por irse agrandando a medida que pasen las semanas. Las grupos no políticos que han apoyado el referéndum no están representados en el parlamento por lo tanto no pueden constituir en modo alguno “soportes” para la inmensa soledad parlamentaria de CiU. Y en estas condiciones el gobierno catalán, presionado por los escándalos de corrupción –veremos cuándo tocan a Artur Mas y a Felip Puig de lleno–, pudiendo ofrecer solamente un referéndum de “baja cota”, con las encuestas en contra, con el frente soberanista roto, es imposible que Mas se mantenga hasta el final de la legislatura.

ERC ha comprobado también esta semana que la tensión soberanista (obsesiva en algunos medios de comunicación catalanes y que están llevando al descenso de sus audiencias) no puede mantenerse indefinidamente. La Vanguardia ha colocado en un lugar muy secundario de su web las fotos y referencias de la manifestación soberanista del domingo 19 de octubre en la Plaza de Cataluña. A estas alturas, la asistencia no merece figurar en las crónicas: 110.000 personas según la Guardia Urbana. Si hubiéramos de pensar en que estas manifestaciones significan algo habría que concluir que el soberanismo callejero ha entrado en reflujo. ERC lo sabe mejor que nadie: Artur Mas ha llegado al punto máximo de desprestigio, la sigla CiU es un cadáver político; ahora es cuando hay que presionar para convocar elecciones anticipadas, ahora que ERC está en la cresta de la ola, de lo contrario, nunca se sabe lo que puede ocurrir cuando dentro de unas semanas el electorado soberanista se sienta engañado por quienes les habían dicho que la independencia era cuestión de semanas y cuando ya otras fuerzas llaman a la puerta (Ada Colau, Podemos, Ciutadans).

Un pequeño escándalo más, una imputación de algún conseller en activo (Felip Puig tiene todas las papeletas), del propio Mas o de alguien de su entorno inmediato, y el “president” no tendrá más remedio que convocar elecciones para enero o febrero. Inevitables y única salida a la actual crisis. Es evidente que tal solución, a la postre, no solucionará gran cosa: ERC en el poder seguirá sin saber qué hacer, ni de qué hablar más que de la independencia. Pero, al menos la “sociedad civil” tendrá tiempo de reaccionar, el “seny” catalán podría incluso reaparecer y ganar fuerza, a medida que se deshincha el espantajo soberanista. De todas formas auguramos un largo período de inestabilidad para Cataluña y para España agravado por la imposible recuperación económica. Y no lo decimos ahora, sino que desde hace seis meses apostamos porque este sería el esquema que se iría dando a medida que se aproximara el 9-N.

¿Implica todo esto algo para los identitarios?

Si las elecciones autonómicas se producen antes de las municipales –algo a estas alturas que nos parece inevitable– parece evidente que  el resultado de estas repercutirá directamente en el resultado de los comicios locales. Si alguien no está presente, aunque sea de manera simbólica intentando mejorar resultados, en las autonómicas, corre el riesgo de ver como su margen de maniobra se empequeñece en las municipales que seguirán casi inmediatamente.

Ciutadans irrumpirá en aquellos lugares en los que PxC ha tenido representación en el cinturón industrial de Barcelona. Y van a irrumpir con fuerza. Si PxC está ausente en las autonómicas, retrocederá en las municipales, inevitablemente. Están demasiado cerca una y otra consulta como para pensar que no interrelacionarán. Mejor hubiera sido la situación para PxC si el orden electoral fuera el normal: primer municipales, luego autonómicas. Pero la fatalidad impone condiciones subjetivas ante las que no puede hacerse gran cosa.

Pero si PxC quiere un consejo –y se lo dice un amigo al que tampoco le va mucho en esto–, le sugeriría trabajar en tres direcciones que me limito a apuntar:

1) Elaborar un programa imaginativo y un discurso nuevo, radical y sonoro, dirigido a los grupos sociales susceptibles de apoyar su opción.

2) Estar presentes en las elecciones autonómicas de alguna manera, por ejemplo, concentrando esfuerzos en una de las cuatro provincias catalanas en las que más fácil le resultaría obtener resultados apreciables y en donde tendría mejores resultados con menor inversión.

3) Afirmar un liderazgo y reforzar la comunicación y la presencia del partido en redes sociales, elaborar una política de alianzas dentro de Cataluña.

Afrontar estos problemas es lo que supondrá la “prueba del 9” sobre la madurez política para PxC, organización a la que la fatalidad ha obligado a actuar en un clima particularmente desfavorable, y donde los problemas principales (inmigración masiva, islamización de Cataluña, desertización industrial, corrupción generalizada, degradación de las condiciones de vida), se ocultan tras el señuelo soberanista. A fin de cuentas, hoy, PxC tiene la posibilidad de rescatar algo que el nacionalismo ha desterrado de Cataluña: el “seny”, el sentido común. Y de hacer que, por primera vez, “seny” y “rauxa” se aúnen de manera efectiva en un proyecto político.

Porque lo que en la Cataluña de 2014 si alguien quiere estar presente, no puede pasar desapercibido.