Info|Krisis.- La semana transcurrida entre el 13 y el 19 de mayo ha sido decisiva
para el decantamiento de las posiciones en el “conflicto soberanista” catalán.
A partir de ahora se van a producir pocas novedades en su desarrollo y
prácticamente toda Cataluña vive ya un clima pre–electoral. El único que no
parece darse por enterado es Artur Mas y su partido que siguen sin tener
remplazo. Será difícil que Mas repita como cabeza de lista. ERC, en cambio, se
siente obligada por las encuestas que le auguran el ser el próximo partido más
votado y sigue lanzando proclamas de desobediencia cívica y de “independencia
para mañana”. Todos sabemos cómo, más o menos, como se desarrollarán los
acontecimientos futuros. Incluso Oriol Junqueras. De ahí sus lagrimones.
La reunión del lunes 13 de todos
los grupos comprometidos en el “frente soberanista” acarreó una gran
desilusión. Se había evidenciado que el gobierno se negaba a autorizar el
referéndum tal como lo concebían inicialmente las organizaciones soberanistas,
ya no había margen de maniobra, ni espacio para la negociación y se tiró por la
vía del sucedáneo. Lo que ha ocurrido a partir de entonces ha sido una sucesión
vertiginosa de electroshoks sufridos
por parte de los grupos soberanistas de los que solamente unos pocos dirigentes
(Artur Mas y Oriol Junqueras) son conscientes de que están perdiendo la
partida. Pero ni siquiera estos tienen la misma respuesta a la pregunta
inquietante de “¿cómo salir de la
situación?”. Hay pocas vías, en realidad. Repasémoslas.
¿Elecciones plebiscitarias?
Artur Mas, consciente de que lo
va a tener difícil (imposible, en realidad) para obtener un resultado electoral
que no sea considerado una catástrofe, sigue apelando a unas “elecciones
plebiscitarias” en las que se presentaría unido en una sola candidatura el “bloque
soberanista” para acto seguido poder ejercer más presión sobre el gobierno de
Madrid o bien para certificar la escisión catalana. Nadie ha hablado de cómo se
distribuirían las posiciones en el interior de una candidatura de este tipo, ni
quién la encabezaría, ni cuáles serían los porcentajes de representación de
cada fuerza, ni en qué orden estarían…
Obviamente, no hace falta ser un
lince para saber que Mas haría valer el hecho de que, aquí y ahora, hoy, CiU es
la fuerza mayoritaria en función de los resultados electorales de 2010, esto
es, anteayer, y difícilmente aceptaría el hecho de que ha perdido un mínimo de
un tercio de los votos que obtuvo entonces.
Obviamente, Oriol Junqueras lo ve
de otra manera: ¿para qué aceptar la participación en unas “elecciones
plebiscitarias” si hoy las encuestas parecen consagrarlo como la fuerza más
votada? CiU tiene necesidad de enmascarar su debilidad electoral actual
mediante ese recurso inédito en la constitución y en la legislación española de
las “elecciones plebiscitarias”. Pero no así ERC.
En última instancia, Mas ha sondeado
ya a los dirigentes del Ómnium y de
la ANC, para ver si estarían dispuestos a marchar con él en un proyecto de este
tipo. La respuesta no ha sido satisfactoria e incluso se ha comentado el que
estos sectores que hasta ahora no han tenido configuración de partidos, pero sí
han sido amamantados directamente por la Generalitat nacionalista desde su
origen mismo (y el Ómnium por Banca
Catalana desde su fundación en los años sesenta) podrían preparar una
candidatura propia, independiente de ERC y de la maltrecha CiU. Una especie de Podemos soberanista. La criatura creada
por el nacionalismo moderado a efectos de presionar más y mejor al gobierno
español, se cree más fuerte hoy que la matriz que lo ayudó a nacer y lo ha ido
alimentando durante estos años, reflejando el tradicional refrán español de “Cría cuervos y te arrancarán los ojos”.
No, no se convocarán elecciones plebiscitarias
jamás.
¿Declaración unilateral de independencia?
De cara a su electorado y a
demostrar un “músculo” que no tiene, ERC ha propuesto que en caso de no
celebrarse el referéndum se opte por la montaraz declaración unilateral de
independencia el 9–N. También aquí, el propio Oriol Junqueras parece verse
arrastrado por unas bases que desde 2004 creían en el tótem levantado por Carod–Rovira
en los tiempos del primer tripartito con Maragall: “2014 será el año de la independencia de Cataluña”. Durante estos
últimos 10 años, ERC ha actuado solamente con esta perspectiva estratégica a
despecho de cualquier otra consideración. El estallido de la crisis económica
en 2007 y su dramático reconocimiento en 2008, ha jugado a favor de la tesis
independentista en la medida en que ERC la ha manejado realizando un nexo
causal extremadamente simple: “crisis =
gobierno de Madrid; Solos nos irá mejor”, razonamiento que CiU no podía
hacer puesto que estaba en el poder gestionando el día a día de la Generalitat.
Pero el 2014 ya está aquí y los
errores cometidos por ERC confirmar en que su clase política tiene un alto
nivel de emotividad y un bajo nivel de racionalidad y de comprensión de los
mecanismos de la política: el referéndum escocés demuestra que no siempre los
referéndums soberanistas triunfan. En Québec se han celebrado en 1980 y 1995
siendo derrotados los nacionalistas en ambos y, además, ampliamente. Sin
embargo, en Cataluña, ERC daba por hecho que si había referéndum el único
resultado posible sería el apoyo masivo a la independencia. Algo que dista
mucho de ser probable.
El “bloque soberanista” ha optado
por encargar ¡antes de conocer el resultado de un eventual referéndum! una
constitución, llegando a crear incluso un “consejo para la transición hacia la
independencia”… Ese ha sido el primer gran error de ERC: obnubilarse con las
masivas manifestaciones de los tres últimos 11–S cuyos efectivos han sido
hinchados entre un 200 y un 300% y comparárlos con los 12–O, sin tener en
cuenta que los primeros recibían el apoyo directo de la Generalitat y de su
“Brunete mediática”, mientras que la Delegación del Gobierno de Barcelona no
prestó absolutamente ningún apoyo a Societat Civil Catalana, Somatemps, etc.
Era evidente –y ERC lo ha olvidado por completo– que hay otros muchos elementos
que entran en juego y que desdicen por completo el apoyo masivo a la
independencia.
Para entender cómo ha sido
posible que ERC se instalara en el desenfoque de que la “independencia es
posible” y de que basta con “echarse al monte” para alcanzarla si no les dejan
llegar a ella mediante el referéndum considerado como mero formalismo, hace
falta conocer cuál es la vida y los hábitos de un militante y simpatizante de
ERC: ven casi en exclusiva medios de comunicación catalana, no leen más prensa
escrita que la escrita en catalán, son endógamos, suelen hablar solamente con
gente que comparte sus puntos de vista, tienen muy poca relación más allá de
ese 35% de población que tiene el catalán como lengua vehicular… y así
sucesivamente. El resultado es que difícilmente pueden concebir que sus puntos
de vista no sean mayoritarios en la sociedad catalana. Obviamente se equivocan.
Es posible que algún dirigente de
ERC tenga algún instante de lucidez racional y que su emotividad y
sentimentalismo soberanista entre en contradicción con la lógica, la
racionalidad y el sentido común: así se explican los lagrimones del buey
herido, Oriol Junqueras, que ya no sabe por qué salida optar.
Salvo que Junqueras quiera emular
a Lluis Companys y proclamar durante unas pocas horas la “República Catalana”,
justo antes de entrar en prisión, nadie se irá a las montañas el 9–N, ni
ocurrirá nada particularmente desagradable. El “pedro ladrador” nunca suele
pasar al mordisco. Y en este caso, casi nos atrevemos a afirmar que lo esencial
del nacionalismo solamente piensa en términos de dentelladas al presupuesto de
la Generalitat, obviamente mucho mejor que el rancho de Can Brians o los
chinches de la Cárcel Modelo.
¿Referéndum de “baja cota”?
La salida propuesta por Artur Mas
consiste en celebrar un remedo de consulta popular ya que el Constitucional
prohíbe la celebración del referéndum. Para Mas esto supondría cumplir su
promesa, mil veces repetida, de que habrá “consulta” el 9–N. Pero, claro,
fallan las garantías: ¿quién vota? ¿en función de qué censo? ¿quién realiza el
recuento? ¿cuáles son los medios que ofrece la Generalitat –si es que
legalmente puede ofrecer alguno– a las dos partes? Y los simulacros de cartón
no son asumibles cuando se ha prometido el palacio de jade.
Para Mas esta es la salida
alternativa a las elecciones plebiscitarias. Pero el sabor amargo que deja esta
opción en el bloque soberanista es inasumible: salvo Pilar Rahola y el portavoz
de la Generalitat, ese futuro parado de Francesc Homs, nadie parece haberse
tomado en serio esta propuesta que incluye, como en EEUU, el que los ciudadanos
tengan que darse de alta para la consulta, y quince días de urnas abiertas… un
parto de los montes para algo que va a ser exclusivamente simbólico.
La otra posibilidad es
simplemente poner las urnas de cartón, mesas y sillas plegables en las calles y
esperar a que más del 19% del electorado se tome en serio la iniciativa
(todavía el nacionalismo mitifica la primera consulta popular en Arenys de
Munt, una pequeña población catalana –cuyo gran problema no es la independencia
sino la inmigración islamista– en la que el 40% del electorado acudió a votar
en un 96% a la independencia. La oleada de consultas que siguió rebajó la
participación a una media del 19%).
Un sector soberanista (ANC, Ómnium, Dret a dicidir) se muestran
partidarios de esta opción a pesar de que su única repercusión sería simbólica
y los resultados cuestionables por total absoluta de garantías.
¿Elecciones anticipadas?
Nadie convoca unas elecciones
para perderlas. Y Artur Mas no quiere ser una excepción. Pero tampoco nadie
puede agotar una legislatura cuando carece completamente de apoyos. Durán i
Lleida, el socio de Artur Mas en CiU, ha dado pasos para obtener del PSC apoyos
parlamentarios, siendo como es el otro partido que más perjudicado saldría de
una próxima consulta electoral y, por tanto, que más interesado está en
retrasar las elecciones. Pero el PSC está tan fragmentado interiormente que un
apoyo de este tipo podría terminar de romperlo.
La recomposición de las
relaciones con ERC es imposible en las actuales circunstancias y la brecha
terminará por irse agrandando a medida que pasen las semanas. Las grupos no
políticos que han apoyado el referéndum no están representados en el parlamento
por lo tanto no pueden constituir en modo alguno “soportes” para la inmensa
soledad parlamentaria de CiU. Y en estas condiciones el gobierno catalán,
presionado por los escándalos de corrupción –veremos cuándo tocan a Artur Mas y
a Felip Puig de lleno–, pudiendo ofrecer solamente un referéndum de “baja
cota”, con las encuestas en contra, con el frente soberanista roto, es
imposible que Mas se mantenga hasta el final de la legislatura.
ERC ha comprobado también esta
semana que la tensión soberanista (obsesiva en algunos medios de comunicación
catalanes y que están llevando al descenso de sus audiencias) no puede mantenerse
indefinidamente. La Vanguardia ha
colocado en un lugar muy secundario de su web las fotos y referencias de la
manifestación soberanista del domingo 19 de octubre en la Plaza de Cataluña. A
estas alturas, la asistencia no merece figurar en las crónicas: 110.000
personas según la Guardia Urbana. Si hubiéramos de pensar en que estas
manifestaciones significan algo habría que concluir que el soberanismo
callejero ha entrado en reflujo. ERC lo sabe mejor que nadie: Artur Mas ha
llegado al punto máximo de desprestigio, la sigla CiU es un cadáver político; ahora
es cuando hay que presionar para convocar elecciones anticipadas, ahora que ERC
está en la cresta de la ola, de lo contrario, nunca se sabe lo que puede
ocurrir cuando dentro de unas semanas el electorado soberanista se sienta
engañado por quienes les habían dicho que la independencia era cuestión de
semanas y cuando ya otras fuerzas llaman a la puerta (Ada Colau, Podemos, Ciutadans).
Un pequeño escándalo más, una
imputación de algún conseller en activo (Felip Puig tiene todas las papeletas),
del propio Mas o de alguien de su entorno inmediato, y el “president” no tendrá
más remedio que convocar elecciones para enero o febrero. Inevitables y única
salida a la actual crisis. Es evidente que tal solución, a la postre, no
solucionará gran cosa: ERC en el poder seguirá sin saber qué hacer, ni de qué
hablar más que de la independencia. Pero, al menos la “sociedad civil” tendrá
tiempo de reaccionar, el “seny” catalán podría incluso reaparecer y ganar fuerza,
a medida que se deshincha el espantajo soberanista. De todas formas auguramos
un largo período de inestabilidad para Cataluña y para España agravado por la
imposible recuperación económica. Y no lo decimos ahora, sino que desde hace
seis meses apostamos porque este sería el esquema que se iría dando a medida
que se aproximara el 9-N.
¿Implica todo esto algo para los identitarios?
Si las elecciones autonómicas se
producen antes de las municipales –algo a estas alturas que nos parece
inevitable– parece evidente que el
resultado de estas repercutirá directamente en el resultado de los comicios
locales. Si alguien no está presente, aunque sea de manera simbólica intentando
mejorar resultados, en las autonómicas, corre el riesgo de ver como su margen
de maniobra se empequeñece en las municipales que seguirán casi inmediatamente.
Ciutadans irrumpirá en aquellos lugares en los que PxC ha tenido
representación en el cinturón industrial de Barcelona. Y van a irrumpir con
fuerza. Si PxC está ausente en las autonómicas, retrocederá en las municipales,
inevitablemente. Están demasiado cerca una y otra consulta como para pensar que
no interrelacionarán. Mejor hubiera sido la situación para PxC si el orden
electoral fuera el normal: primer municipales, luego autonómicas. Pero la
fatalidad impone condiciones subjetivas ante las que no puede hacerse gran
cosa.
Pero si PxC quiere un consejo –y
se lo dice un amigo al que tampoco le va mucho en esto–, le sugeriría trabajar
en tres direcciones que me limito a apuntar:
1) Elaborar un programa
imaginativo y un discurso nuevo, radical y sonoro, dirigido a los grupos
sociales susceptibles de apoyar su opción.
2) Estar presentes en las
elecciones autonómicas de alguna manera, por ejemplo, concentrando esfuerzos en
una de las cuatro provincias catalanas en las que más fácil le resultaría
obtener resultados apreciables y en donde tendría mejores resultados con menor
inversión.
3) Afirmar un liderazgo y
reforzar la comunicación y la presencia del partido en redes sociales, elaborar
una política de alianzas dentro de Cataluña.
Afrontar estos problemas es lo
que supondrá la “prueba del 9” sobre la madurez política para PxC, organización
a la que la fatalidad ha obligado a actuar en un clima particularmente
desfavorable, y donde los problemas principales (inmigración masiva,
islamización de Cataluña, desertización industrial, corrupción generalizada,
degradación de las condiciones de vida), se ocultan tras el señuelo
soberanista. A fin de cuentas, hoy, PxC tiene la posibilidad de rescatar algo
que el nacionalismo ha desterrado de Cataluña: el “seny”, el sentido común. Y
de hacer que, por primera vez, “seny” y “rauxa” se aúnen de manera efectiva en
un proyecto político.
Porque lo que en la Cataluña de
2014 si alguien quiere estar presente, no puede pasar desapercibido.