sábado, 13 de enero de 2024

¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (1 de 3)

Vayamos por partes: los medios de comunicación, cuando hablan de “extrema-derecha”, desde hace años, aluden, en primer lugar, a Vox. No es del todo cierto: Vox sería un partido “populista” como hay en todos los países europeos, disponiendo de una cuota de votos variable, pero notable. Le cuadraría también el nombre de “derecha nacional”. Esto puede dar lugar a confusiones interesadas. Siempre, quienes atacan a Vox procuran situarlo del lado de los distintos grupúsculos de “extrema-derecha”. Vale la pena, pues, establecer fronteras y, de paso, confirmar el estado actual de la “extrema-derecha” española tras las movilizaciones ante la cueva de Ferraz.

“POPULISMO” Y “EXTREMA-DERECHA”

¿En qué se diferencia la “derecha nacional” y/o el “populismo” de la extrema-derecha clásica?

1. En primer lugar en que los “populistas” tienen vocación parlamentaria. Existen en la medida en que tienen diputados y representantes electos en las instituciones, mientras que la extrema-derecha clásica tiende a ocupar espacios extraparlamentarios y, aunque se presente ocasionalmente a las elecciones, el no obtener cargos electos es algo que no le preocupa excesivamente.

2. En segundo lugar, los partidos “populistas” tienden a admitir e incluir en sus filas, incluso en sus puestos dirigentes, a liberales clásicos. El ataque al liberalismo, en cambio, figura entre los hábitos de la extrema-derecha. Esto se traduce en la importancia que dan al Estado en cada uno de sus programas: la extrema-derecha sigue considerando que la revalorización del Estado es fundamental, mientras que el “populismo” tiende a creer que es mucho más importante asegurar la libertad de comercio, si bien no existe una posición unánime en torno al papel del Estado, la planificación, o los límites de la libertad de comercio.

3. En tercer lugar, el “militantismo” es mucho más fuerte y patente en los grupos de extrema-derecha, mientras que entre los “populistas” resulta mucho más relajado y, frecuentemente, reducido solamente a espacios electorales.

4. Entre los grupos “populistas”, una derrota electoral puede suponer su final, mientras que los grupos de extrema-derecha tienen ciclos: nacen, crecen, llaman la atención unos meses o años y suelen entrar en crisis, sin llegar a desaparecer del todo, se transforman, se fusionan siempre en situaciones de crisis (o para enmascararla) o resisten por tiempo indefinido, incluso tras haber reconocido implícitamente la posibilidad de prosperar.

5. Existen solamente dos formas de “populismo” (la primera, aquella en la que los conceptos liberales de derechas están más presentes y la segunda, aquella que ignora los planteamientos económicos y se centra en “antiizquierdismo”, “derecho a la vida” y defensa a ultranza de los valores conservadores). En cambio, la extrema-derecha, a pesar de que, en la actualidad, tiene tendencia a no profundizar en las filosofías políticas -fundamentalmente a causa de la falta de doctrinarios y estrategas- acepta cuatro orientaciones que pueden definirse así, de mayor a menor importancia: 1) los identitarios (Hacer Nación) que fundamentalmente traducen en España las orientaciones de grupos que tienen su origen en Francia, 2) los “históricos”, fundamentalmente en torno a siglas falangistas que siguen conservando los rasgos del movimiento originario de los años 30 en todas sus características (FE-JONS, La Falange y, en cierto sentido, España 2000), 3) Grupos implantados localmente en forma de círculos culturales y dedicados habitualmente a realizar charlas en sus locales (Alfonso I, Cruor, Empel, Casal Romeu, etc) y 4) Un batiburrillo de grupos que oscilan entre la derecha católica, planteamientos que hace 30 años eran novedosos y hoy ya no lo son (Democracia Nacional) y la búsqueda problemática de una “izquierda nacional” imaginaria (Movimiento Pueblo). Así pues, como puede verse, los planteamientos de la extrema-derecha son muchos y muy distintos.

LA AUSENCIA DE UN “PROGRAMA COMÚN” DE LAS DERECHAS

Estas cinco diferencias entre “populismo” y “extrema-derecha” marcan dos espacios bien diferenciados y con fronteras externas (entre Vox y el magma de extrema-derecha) e internas (entre los distintos grupos de extrema-derecha y en el interior mismo de Vox). No vamos a referirnos a Vox (al que le recomendaríamos, simplemente, que se apresurase a pactar, incluso para las elecciones gallegas y, no digamos para las catalanas europeas y catalanas de este año, un PROGRAMA COMÚN DE LAS DERECHAS), pero sí a analizar el estado de ánimo y las posibilidades de los grupos de extrema-derecha, tal como están actualmente configurados. (ver artículo: LAS CULPAS DE LA DERECHA)

Vale la pena recordar que si hoy gobierna en España un cabeza hueca como Carles Puigdemont, no es gracias a Pedro Sánchez (gran perdedor de las elecciones de julio de 2023 y que pudo levantar la cabeza a costa de vender a plazos el Estado Español), sino a que las derechas (PP y VOX) se presentaron desunidas a las elecciones pensando el PP que obtendría la mayoría absoluta y VOX que esa mayoría sería relativa y Feijóo se vería obligado a contar con ellos.

El resultado fue: 1) catastrófico para la derecha que el día después de conocer los resultados electorales se encontró sin estrategia y confundida, con la iniciativa perdida, a pesar de que el PP había ganado en las urnas, 2) Desde entonces, PP y VOX han tendido a aumentar sus diferencias y han menudeado los ataques y reproches mutuos hasta el punto de que hay que descartar el que se presenten en común en las elecciones autonómicas de la región catalana (a pesar de que la mayoría de los electores de una y otra formación política desearían que fuera entonces cuando se estrenara un “programa común de la derecha”.

LOS PROBLEMAS HISTÓRICOS DE LA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA

no son todos los problemas de la extrema-derecha, pero, en cualquier caso, son los más significativos

1. IGNORAR EL LENGUAJE POLÍTICO CONVENCIONAL: CONFUNDIR DOCTRINA Y PROGRAMA

Desde mucho antes de la transición, incluso desde el período histórico, una característica de la extrema-derecha española ha sido carecer de estrategia (plan general de acción para la conquista de un objetivo político). A estos se ha añadido que, incluso en los textos clásicos de Falange Española nunca estaba claro dónde terminaba el “programa” (una serie de posiciones políticas que pueden cambiar en función de las necesidades políticas de un país) y empezaba la “doctrina” (los valores que defiende un movimiento político y que son inamovibles).

Ni en los “27 puntos”, ni en “Los puntos fundamentales de FE” están claras estas diferenciaciones, ni la importancia que hay que atribuir a cada cosa (el punto 27, por ejemplo, nació del rechazo de FE-JONS a los manejos de Renovación Española entre agosto de 1934 y la primavera del 35 que habían conducido al partido a sucesivas crisis tras su negativa a integrarse en el Bloque Nacional; y, sin embargo, algo que fue puramente puntual, se ha perpetuado en el imaginario colectivo falangista, a pesar de que el propio José Antonio trató de pactar con la CEDA para las elecciones de 1936, participó en una candidatura unitaria de las derechas en la provincia de Cuenca -en la que él mismo se presentaba- y terminó reconciliándose con Renovación Española en la primavera del 36). Ni hoy, ni hace 40, ni hace 60 años, tenía sentido aferrarse a ese punto 27 que formaba parte de un “programa político” y no era, en absoluto, una “cuestión ideológica”.

Pues bien, esta confusión entre “programa” y “doctrina”, persiste hoy y redunda negativamente en el reclutamiento de nuevos militantes que no tienen una idea exacta -y, por tanto, no la pueden transmitir- ni de lo que propone su sigla, ni de cuál es el pensamiento de su partido.

2. AUSENCIA DE UNA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA

En cuanto a la estrategia, simplemente se ha ignorado su importancia. Falange Española solamente tuvo una estrategia a partir de la unificación con las JONS (Ledesma defendía la idea de que era necesario “construir un partido amplio”, tal como puede deducirse de su ¿Fascismo en España? Luego, cuando decidió apearse de FE-JONS le fue imposible reconstruir una estrategia, mientras que José Antonio, a partir de la reunión de la Junta Nacional en el Parador de Gredos (verano del 35) optó por la estrategia insurreccional. Luego, en la postguerra, ningún grupo falangista disidente del Movimiento estuvo en condiciones de definir una línea estratégica que fue más allá de “la unidad”. Los grupos falangistas llegaron muy debilitados a la transición, permanecieron a la sombra de Fuerza Nueva y, cuando este partido se eclipsó, ellos también iniciaron la ruta de la irrelevancia creciente. Todos los intentos de elaborar una línea estratégica en los años 70 se redujeron a “destellos” en momentos muy escasos y en torno a los dos “Frentes de la Juventud” y tenían como eje el golpismo, con la contrapartida de que eso suponía subordinar la actividad política al “buen” (o “mal”) hacer de los sectores golpistas del ejército. Cuando la hipótesis golpista se hizo insostenible (a partir de febrero de 1981), ya no hubo ningún sector en condiciones de reconstruir una estrategia política y todo, tanto antes como después de esa fecha, se redujo a mero “tacticismo”.

La extrema-derecha multiplicó en la transición el uso de “tácticas” (cientos de mítines, decenas de manifestaciones, millones de carteles y de panfletos, etc), pero si estas tácticas no se encuadran al servicio de una “estrategia” se produce un fenómeno de dispersión de la acción política: siempre tienden a orientarse en direcciones opuestas y a contrarrestarse entre sí. Solo la elección de una estrategia garantiza que todas las tácticas apuntarán a la misma dirección.

Ya durante la transición fue evidente que cada sector de la extrema-derecha iba a su aire y que ni siquiera existía un foro de reflexión y de toma de decisiones. Cada grupo actuaba independientemente de todos los demás, eran frecuentes los “robos” de militantes. Existía entre 1977 y 1980 una “moral de victoria” y la sensación de que se “estaba avanzando”. Sin embargo, se trataba de victorias pírricas, tal como se demostró el 23-F y más tarde en las elecciones que dieron la victoria a los socialistas en septiembre de 1982. Desde entonces, la extrema-derecha no ha levantado cabeza.

3. LA FALTA DE LIDERAZGO SOLIDOS

En la extrema-derecha -como en cualquier otro sector político-, los liderazgos o son sólidos o el movimiento se estanca. Hace falta definir lo que se entiende por un “liderazgo sólido”: es aquel que aúna cinco condiciones:

1) el líder “sabe” dónde ir y el camino que hay que seguir, esto es: tiene un proyecto político.  

2) el líder confirma su liderazgo gracias al avance del movimiento. Se entiende por “avance” la ganancia de “peso político”.

3) el líder, sabe dotarse de un grupo de cuadros dirigentes con capacidad para asumir tareas de responsabilidad en el movimiento. Estos cuadros están formados a nivel doctrinal, estratégico y táctico.

4) el líder demuestra su liderazgo, no solamente rodeándose de militantes “competentes”, sino que, además, sabe obtener fondos que supongan carburante para la acción militante..

5) el líder, a través de documentos políticos, demuestra lucidez y capacidad política, conocimiento doctrinal y sentido de la oportunidad. Entiende además su tiempo y las necesidades del movimiento político, así como la fisonomía que debe darle.

Esto ha estado casi completamente ausente en la extrema-derecha española desde la transición y, por tanto, ha generado una crisis general en este ámbito político. Al carecer de liderazgos sólidos (en alguna ocasión, el liderazgo de algunos grupos ha sido casi un chiste) era imposible que estos movimientos políticos avanzasen. Sus militantes solían atribuir su falta de éxito a la ausencia de recursos económicos: pero, aunque estos, como por milagro, hubieran existido, la falta de liderazgo, unido a la falta de línea estratégica, hubiera condenado a la esterilidad política la acción realizada. De hecho, Fuerza Nueva “quemó” decenas de millones en actividad política, compra de locales y esfuerzo de propaganda con los resultados que todos conocemos.

4. LOS PACTOS DE LA TRANSICIÓN

A los errores y a las taras que la extrema-derecha española ha tenido siempre, tanto en el período histórico como en el franquismo y que fueron heredados por los partidos ultras durante la transición, se añadió, a partir de 1975, otro elemento que contribuyó a taponar su crecimiento. En efecto, uno de los motores del a transición política fue Manuel Fraga Iribarne que, desde el principio sostuvo dos postulados: el futuro de Alianza Popular (hoy PP) dependía de que no tuviera “enemigos a la derecha” y que para que la transición contribuyera a unir en un proyecto común a todas las fuerzas políticas de aquel momento, era preciso que existiera un “malo” al que todos se opusieran. Lo primera era una aplicación práctica de la idea Cánovas a principios del siglo XX y lo segundo equivalía a criminalizar de partida cualquier partido o grupo que, de alguna manera, se sintiera solidario con el “régimen anterior”.

Fue así como desde el principio de la transición, los distintos grupos de prensa que contribuyeron a promoverla (Grupo PRISA, Cadena 16 y Cadena Z) dedicaron un elevado porcentaje de sus columnas a lanzar “revelaciones” (en la mayoría de los casos, falsas y calumniosas y siempre exageradas) que multiplicaban por mil el “peligro fascista”, incluso en los momentos en los que ETA asesinaba a una persona a la semana como promedio.

El resultado fue que, a la propia incapacidad de la extrema-derecha para configurarse como movimiento político capaz de operar en un marco democrático, se unió un cinturón de seguridad y una oleada de exageraciones y prejuicios que contribuyó a aislarla hasta que, poco a poco, se fue extinguiendo a lo largo de los años 80.

A pesar de que hasta los primeros años del nuevo milenio, las distintas siglas de extrema-derecha trataban de presentar listas electorales en distintas elecciones (existía la presunción de que si se lograba un éxito en las elecciones europeas, este redundaría en los distintos procesos electorales), los descalabros electorales fueron cada vez mayores y en la primera década del siglo XXI, sus resultados -en torno al 0,05%- estaban próximos al “error técnico”, mucho más que al producto de las campañas electorales.


¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (1 de 3)

Populismo y “extrema-derecha” - La ausencia de un “programa común de las derechas” - Los problemas históricos de la extrema-derecha en España

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La situación al comienzo de la segunda legislatura de Pedro Sánchez - Otra ocasión perdida

¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (3 de 3)

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