miércoles, 9 de julio de 2014

Planteamientos erróneos de Podemos (I): lucha contra la “casta”


Info|krisis.- En sus intervenciones públicas, los dirigentes de Podemos suelen atacar a la “casta” como generadora de corrupción, algo en lo que no Podemos por menos que estar de acuerdo. Por supuesto, Podemos incluye también a la Corona entre esta “casta”, algo que tampoco vamos a discutir. Pero lo sorprendente es que Podemos eluda hablar de dos sectores en los que la corrupción está cómodamente anidada y que, como mínimo, comparten territorios comunes con la “casta”: Sindicatos y ONGs. Vale la pena analizar este frente.

Sorprende que en el programa de Podemos la palabra “sindicato” no aparezca ni en una sola ocasión. Otro tanto ocurre con la palabra ONG. Y es raro, porque se supone que Podemos es una formación de izquierdas y que entre las componentes de este sector, los sindicatos y las ONGs tienen un papel importante. La omisión no es “inocente”, sino deliberada: tantos los sindicatos como la mayoría de ONGs figurante entre los sectores más corruptos del país. Mencionar la corrupción implica necesariamente mencionar a las ONGs y a los sindicatos, y todavía más si tenemos en cuenta que unos practican la “estafa humanitaria” y otros la “estafa social”.

La “estafa humanitaria”. Concepto y definición.

Se entiende por “estafa” aquel engaño en el que el sujeto activo del delito (el estafador) se hace entregar vienen patrimoniales por medio del engaño, haciendo creer en la existencia de algo que en realidad no existe. Por ejemplo: se entregan 20 euros para “apadrinar a un niño del Tercer Mundo”, niño que, en realidad, no existe. Como máximo las varias ONGs que practican esta estafa, construyen una escuela, muy de tanto en tanto, malamente equipada para justificar el que “hacen algo”, mientras que los estafados creen que sus 20 euros van a parar a la manutención de un niño…

Se entiende por “estafa humanitaria” jugar con los sentimientos solidarios y humanitarios de la población, para obtener ingentes cantidades de fondos de los que solamente una mínima parte (casi nunca mas del 25%) se utilizan para el fin social declarado, yendo a parar el resto a gastos de promoción de la ONG, pago de salarios, compra de materiales fungibles, muebles e inmuebles, comisiones, dietas, etc. Se apela a la solidaridad simplemente para estafar.

La “estafa humanitaria” ha alcanzado niveles estratosféricos desde el momento en el que la izquierda humanista y universalista se empeñó, a finales de los años 90, en alcanzar el 0’7% del presupuesto del Estado para ayuda humanitaria… Durante el período zapaterista se rozó esta cantidad, una parte importante de la cual fue a parar a las más inverosímiles ONGs, empezando por el Movimiento Contra la Intolerancia y terminando por ONGs de ayudas a minusválidos, a parados, etc. Contrariamente a lo que se tiene tendencia a pensar y a lo que está legislado, las ONGs no son sometidas a ninguna fiscalización sobre el destino del dinero que se les entrega. Nunca. Si esto es así es porque, en el mero hecho de entregar un subsidio a una ONG, responsables de la entidad que lo transmite ya han pactado su comisión. El que no se pueda demostrar (o mejor, que no se quiera demostrar) no implica que no sea un secreto a voces. A partir de ahí, se entiende perfectamente la opacidad que sigue. El Estado puede alardear de que hace una “gran labor humanitaria” y las ONGs receptoras de los fondos públicos pueden sobrevivir durante un año más y sus propietarios enriquecerse mediante la consabida “estafa humanitaria”.

La “estafa social”, o porqué los sindicatos se convierten en mansos corderitos

La “estafa social” es igualmente cínica y dramática. Se hace creer que los sindicatos representan a alguien en lugar de a burocracias sindicales que los dirigen, unas burocracias con pocas ganas de trabajar, mucho interés en huir de los tajos y de los horarios laborales. Luego, pomposamente, se eleva a estos sindicatos vacíos de trabajadores al rango de “agentes sociales” y se les atribuye la representatividad de TODOS LOS TRABAJADORES, cuando en realidad solamente representan los intereses de su burocracia y de los que la mantienen.

Probablemente en España el cobro de cuotas sindicales esté por debajo del 5%. Los sindicatos viven solamente de subsidios directos (a las propias organizaciones sindicales en concepto de la presunta función social que realizan) e indirectos (como la realización de cursillos de formación profesional). No es raro que, finalmente, esas burocracias sindicales acomodaticias y domesticadas, sean la voz de su amo y si el amo dice que hay que ampliar los plazos de cotización a la SS, imponer nuevas condiciones de contratación, restar derechos sociales, etc, bastará con una propina a los sindicatos para que sus líderes terminen “negociando” y firmando todo lo que se les ponga bajo las narices. La “apariencia democrática” del proceso y los “derechos de los trabajadores” quedan así asegurados.

De hecho, los sindicatos figuran en España como las entidades más desprestigiadas y corruptas y lo sucedido en la UGT andaluza no es sino la punta del iceberg, el caso más flagrante de “estafa social” habido hasta la fecha.

¿Sólo la “casta” es corrupta?

Sin embargo, Podemos elude hablar de ambos tipos de estafa y, en general, da la sensación de que, en esos frentes ni hay corrupción ni se la espera. ¿Qué ocurre? ¿Por qué ese afán en denunciar a la “casta” y salvar a los sindicatos y a las ONGs? Es simple, porque así como la frontera entre la “casta” y Podemos es nítida, existe una frontera nebulosa y ambigua entre Podemos y los sindicatos o las ONGs. De hecho, muchos miembros de Podemos están afiliados a Comisiones Obreras y a UGT y otros trabajan en y con ONGs.

Así pues, su campaña contra la “corrupción” y contra la “casta”, evita el tocar a los sectores en los que, en cierta medida, participan “los amigos”. El hecho de que en el programa de este partido no se mencionen ni a unos ni a otros es significativo de la ambigüedad en la que se mueven.

En el momento actual llama la atención como es posible que ningún partido, ni siquiera Podemos, haya pedido la DISOLUCIÓN DE LA UGT-Andalucía y la SUSPENSIÓN DE LA AUTONOMÍA ANDALUZA a la vista de la corrupción generalizada y de la imposibilidad de realizar un cambio por vía electoral en aquella comunidad dadas las redes extremas de clientelismo que hacen que el “régimen andaluz” tenga ya casi 40 años a lo largo de los cuales la corrupción inicial (el Caso Guerra se inició allí, precisamente) se haya ido extendiendo capilarmente hasta imposibilitar cualquier cambio político.

La “casta” no puede reducirse solamente a la “clase política”; hacerlo significa no percibir lo que ha ocurrido en España en los años de la “democracia”. La corrupción, anidada en la totalidad de niveles y estructuras del régimen, desde la corona hasta los ayuntamientos, desde las ONGs hasta los sindicatos, desde las comunidades autónomas hasta el parlamento y desde el Senado hasta las comunidades de vecinos… se ha convertido en el rasgo más distintivo de este período histórico. Cuando se habla de “lucha contra la corrupción” se está hablando de lucha contra un sistema global de intereses que ha penetrado en todos los sectores e instituciones de la vida pública y de la sociedad. La “casta” es solamente una de las estructuras corruptas… pero, desde luego, no la única. Hayan robado lo que hayan robado todos los Urdangarín que se mueven en las esferas de poder, probablemente sea muy similar a los botines obtenidos por otros mediante las “estafas humanitarias” y las “estafas sociales” a las que hemos aludido.

Podemos, y este es el fondo de la cuestión, no quiere darse zarpazos a sí misma. No quiere amputarse simpatías de unos sindicatos que saben que el ciclo de lo que hasta ahora ha sido la izquierda tradicional (PSOE, PCE, IU) se está acabando y que pronto tendrán que tratar con otra “casta”. Podemos prefiere  contar con la neutralidad de los sindicatos y, por tanto, mejor olvidar sus cadáveres escondidos en la sala de fotocopias o el olor a podrido que emana desde sus despachos. Y lo mismo cabe decir en relación a las ONGs.

Tener el valor de enfrentarse a la corrupción como totalidad

¡PERO ESTO NO ES COMBATIR A LA CORRUPCIÓN! La corrupción no puede dividirse en especialidades, algunas de las cuales, mejor eludir (las de las ONGs y las de los sindicatos) por aquello de que son “fuerzas de izquierda progresista”) y otras a las que hay que atacar de manera inmisericorde (la protagonizada por la “casta” y la “monarquía”). De persistir en esta actitud Podemos, cabría pensar que su ataque a la “casta” está solamente motivado porque es el obstáculo que le impide el acceso al poder. Dispuesto a abrirse paso a codazos, Podemos debe de combatir la corrupción de los partidos que le taponan… pero pasa completamente de largo, a las ONGs y a los sindicatos. Y, por eso, es lícito dudar de la firmeza de su voluntad real de combatir a la corrupción, A LA TOTALIDAD DE LA CORRUPCIÓN.
Esto es, ya de por sí, preocupante… la nueva alternativa que ha esperanzado a un sector del electorado y que se presenta como signo de renovación, mantiene en su programa una peligrosa zona de silencio en torno a la “estafa humanitaria” y a la “estafa social”.

Es evidente que este aspecto no puede ser resaltado por la derecha en su ofensiva contra Podemos. La derecha solamente desearía que nadie hablara de corrupción y, en este caso, la derecha que está gestionando el poder debería explicar cómo es que sigue donando fondos cuantiosísimos a las ONGs y a los sindicatos y estos fondos están COMPLETAMENTE FUERA DE CONTROL Y DE FISCALIZACION POR PARTE DEL ESTADO.

La corrupción no es un fenómeno que afecte solamente a una parte del Estado: afecta a la totalidad del Estado y, lo que es peor, a la sociedad. Tiene gracia que un fiscal anticorrupción forme parte de Podemos. Habría que preguntarle: ¿Qué hizo usted contra la “estafa humanitaria” y contra la “estafa social”?  Esas dos modalidades de estafa existen y forman parte del proceso de corrupción generalizada que difícilmente puede combatirse por los medios convencionales ofrecidos por la justicia democrática hasta ahora. Tampoco Podemos propone medios especiales para combatir a la corrupción. Ni medidas ejemplarizantes.

Sin embargo, está claro que el delito de corrupción es más grave que un simple delito cometido por un particular contra otro particular: es un delito contra la sociedad y, por tanto, en su luchan deben de emplearse medios de singular dureza tanto en las penas de prisión, como en la confiscación de bienes, subordinándose cualquier beneficio penitenciario a la restitución de la totalidad del capital robado con los intereses correspondientes.

Los delitos de “estafa humanitaria” y de “estafa social” deben ser incluidos en el código penal como agravantes de los casos de corrupción, al utilizarse excusas que afectan a situaciones dramáticas, emotivas o sentimentales para poder realizar el delito. Y, por supuesto, la disolución de las organizaciones implicadas en estos casos con la consiguiente confiscación de bienes se impone en estos tipos de estafa.

Nos gustaría que Podemos hablara algo de todo esto, pero está presa, no solamente por los lazos de algunos de sus dirigentes con sindicatos y ONGs, sino especialmente por esa mentalidad “progre”, de carácter humanista y universalista que se niega a ver en el propio bando la progresión de la corrupción. Eso es lo que impide a Podemos ir mas allá de las posiciones de la izquierda clásica, una izquierda que en su versión socialista, comunista o ecosocialista, ya está suficientemente desgastada.

En Podemos hay otra forma organizativa, otros rostros, pero sigue existiendo esa misma mentalidad “progre”, cargada de tópicos situados por encima de la objetividad y del rigor del análisis. Ya hemos aludido a la posición de Podemos en relación a la inmigración (no de los factores esenciales de la globalización a la hora de reconfigurar el mercado laboral en Europa), ahora podemos añadir también su silencio ante la “estafa humanitaria” y la “estafa social”, silencios elocuentes que configuran a Podemos como un nuevo look para envolver las ideas “progres” de siempre. Pero nada que vaya mucho más allá.

(C) Ernesto Milá - infokrisis - ernesto.mila.rodri@gmail.com - Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen