martes, 27 de mayo de 2014

Examen más reposado de los resultados electorales del 25–M


Una cosa son los análisis de urgencia y otra el hacer un examen más reposado sobre los resultados electorales. Lo primero ya está hecho, vamos ahora a examinar algunos aspectos menos estridentes (pero, sin duda más importantes) de estos comicios. Hoy (martes) tenemos ya la ventaja de que todos los partidos han tenido ocasión de realizar una valoración de los resultados y conocemos su opinión. Lo dicho aquí no es más que un añadido a las primeras valoraciones realizadas en anteriores artículos publicados en la noche misma en la que se conocieron los resultados.

El PP que no ha entendido la advertencia del electorado

El problema es que el PP cree, sinceramente, que solamente ha perdido algunos votos pero que ha “ganado” las elecciones simplemente por el hecho de que ha obtenido más votos que su inmediato rival, el PP. Por tanto, ni Rajoy considera necesario remodelar el gobierno, ni siquiera rectificar algunas de las políticas que más han irritado al electorado. Simplemente, siguen considerándose vencedores y están mucho más tranquilos de lo que aconsejaría el sentido común.


A día de hoy, Rajoy ya no puede eludir algo que ha conseguido esquivar durante dos años: afrontar de una vez por todas el “problema catalán”, especialmente porque los resultados en aquella comunidad indican que el PP retrocede y se convierte en una fuerza insignificante al lado de una ERC sobredimensionada pero que, en cualquier caso, ha realizado el “surpaso” quedando por delante de CiU. Hubiera sido mucho más lógico que Rajoy afrontara el problema una vez se suscitó y lo hiciera radicalmente siendo claro ante las aspiraciones independentistas. En lugar de eso, no dio su “enterado” al desafío soberanista y este siguió creciendo confiando en que, a fin de cuentas, el referéndum estaba al alcance de la mano y, a partir de ahí, el problema no hizo más que crecer. El resultado del domingo demuestra que en Cataluña quienes han acudido a votar han sido los nacionalistas y los independentistas… no los españolistas ni las fuerzas de la derecha españolista que han optado por quedarse en casa a la vista del escaso crédito que conceden al PP y a las dimensiones de C’s, todavía minúsculas.

Aparte de esto, la dirección del PP no ha entendido el aviso del electorado: así no se puede seguir gobernando, de espaldas a la población poniéndonos la pistola en la nuca para vaciarnos la cartera y entregar el efectivo obtenido en la rapiña a los carroñeros del Banco Central Europeo y del Bundesbank. No se puede seguir gobernando ignorando que para toda la población la corrupción, la crisis económica, el paro y la inmigración masiva siguen siendo los principales problemas, junto a la merca del Estado del Bienestar y de los derechos sociales. El PP no se ha enterado de que el bipartidismo ha muerto (en realidad en otros países ha pasado algo similar: ni la derecha liberal francesa, ni el socialismo, han comprendido tampoco que ya no son hegemónicos, especialmente el PS que ha pasado a ser la tercera fuerza política, a distancia de la primera, el Front National) y que ellos ya no son la solución, ni nunca lo han sido, sino el problema (¡y qué problema!).

El PSOE empieza a tomar conciencia de las dimensiones de su crisis

Si Rubalcaba ha terminado dimitiendo tras conocer los resultados electorales, se ha debido, no tanto a los resultados del PSOE (malos) como a los del PSC (mucho peores). El PSC ha perdido más de la mitad de sus votos, pago inevitable a su eclecticismo en materia de vertebración del Estado. Y eso es muy importante para el PSOE porque las posibilidades de obtener mayoría absoluta pasan por obtener buenos resultados especialmente en Cataluña y Andalucía. Desintegrado el PSC, afronta por primera vez la imposibilidad de gobernar en solitario y la posibilidad de que IU y Podemos, le impongan condiciones y, desde luego, no estén dispuestos a tolerar los altos índices de corrupción de este partido.

El PSOE no ha entendido también que el bipartidismo ha muerto y que su crisis es aún mayor que la del PP. A fin de cuentas, a la derecha del PP sigue sin aparecer ninguna fuerza política, mientras que a la izquierda del PSOE proliferan como hongos. A la vista de la imposibilidad de edificar una “gran coalición” (como la propuesta por Felipe González en plena campaña electoral) con el PP, la única posibilidad que tiene el PSOE es volver al gobierno es mediante una alianza con la izquierda radical. Y esa posibilidad le enajena a buena parte de su propio electorado… Nadie llorará al PSOE cuando haya muerto.

La realidad es que el postzapaterismo era lo que cabía esperar y como habíamos anunciado desde 2007: desprovisto de cualquier dirigente con prestigio social, contando con media docena de mediocridades y pobres aprovechados que aspiran a sustituir a Rubalcaba, sin que queden en su nómina dirigentes ni militantes de prestigio (Rubalcaba era con mucho lo mejor que conservaba el PSOE), ahora se evidencia la vía muerta en la que encarriló José Luis Rodríguez Zapatero a su partido desde principios del milenio. Ciento cuarenta años de historia dilapidados por un indigente ideológico. Tras abjurar del marxismo, luego del socialismo democrático, anclado finalmente en una socialdemocracia hundida en todo el continente, compartiendo valores que ni siquiera eran socialdemócratas, sino humanistas–universalistas, el PSOE no ha sido capaz de recuperar, desde entonces, la iniciativa estratégica. Se conformó con enviar a Strasburgo a una Helena Valenciano, sin prestigio político, candidata de bajo perfil, útil solamente para muñir un consenso interior provisional. El fracaso estaba cantado desde el momento en que el PSOE se obstinó en hacer una campaña electoral reprochando a Arias Cañete el haber utilizado una consideración “machista”…

Tras Rubalcaba lo que viene es un tropel de pobres espabilados  (los Patxi López, las Chacón, los Madina, los Tomás López, las Susanas Díaz, etc y seguramente saldrán más aspirantes) ninguno de los cuales posee ideas, programa, ni magnetismo personal, todos ellos son mediocridades entre mediocres e individuos grises que confunden su habilidad para escalar en las bambalinas del PSOE con tener carisma y magnetismo personal. Después de Rubalcaba el diluvio…

Tampoco el PSOE, por lo demás, se ha hecho eco del final del bipartidismo sancionado por el electorado, que el afecta a él en primer lugar al a vista de que su “estructura federal” resiste mucho peor los golpes y tiende más a la fragmentación. La dimisión de Rubalcaba, en otras condiciones, hubiera sido benéfica para el partido (a pesar de ser el último nombre “brillante” que quedaba en su nómina) e incluso lógica a la vista de los resultados, pero en las circunstancias actuales puede contribuir a acelerar el desplome del partido.

Izquierda frente a derecha

El gran misterio de porqué la izquierda ha subido tanto y ha obtenido tan buenos resultados se debe sin duda… a que la derecha se ha quedado en casa. Nunca como hasta ahora ha sido tan claro que el abstencionismo ha embargado sobre todo a la derecha, mientras que la izquierda ha acudido puntual y disciplinadamente a votar. El resultado ha sido que sí, que ha subido la izquierda, pero plurifraccionada, y si Podemos se ha convertido en la estrella ascendente del firmamento político español, se ha debido especialmente a que ha sabido manejar mucho mejor que cualquier otro partido (por su misma estructura juvenil) las redes sociales y especialmente Tuíter.

Por el contrario, el resto de partidos se ha conformado con realizar una campaña clásica utilizando medios de comunicación que la población ya no consulta: especialmente páginas de publicidad pagada en diarios que nadie lee y cuñas en radios que pocos escuchan y que apagan cuando dan publicidad. Podemos, sin embargo, ha dado una gran lección de cómo se aprovechan las herramientas de Internet 2.0, especialmente las redes sociales. No es fácil condensar un eslogan electoral en 140 caracteres permitidos por Tuíter y, sin embargo, Podemos lo ha logrado ¡y con qué resultado! Era normal que los 900.000 jóvenes que iban por primera vez a votar en esta convocatorio apostaran mayoritariamente por Podemos que respondía de manera extraordinariamente bien a sus rasgos generacionales.

Frente a Podemos, las otras dos formaciones de la izquierda estatalista, IU y UPyD, han mejorado sus posiciones pero tras ímprobos esfuerzos y sin dejar nunca bien atados a sus nuevos electores que veremos si siguen apoyando a las mismas candidaturas en los próximos comicios. La izquierda presentada por IU (que elección tras elección sigue sumando pequeñas siglas al núcleo original del que ya nadie se acuerda, el viejo PCE, en un nombre que hoy es kilométrico e incluso símbolo de la impotencia de la coalición) y el centro–izquierda de Rosa Díaz, junto con Ciutadans (que, no lo olvidemos, afirma con seriedad ser una partido de “centro–izquierda”, a pesar de que sus apoyos dicen otra cosa muy diferente), han ido erosionando las bases socialistas, mucho más que recuperando un electorado nuevo.

Pero estas elecciones no dicen nada sobre cómo será el comportamiento en las próximas convocatorias electorales de la derecha que se ha abstenido. No parece que le vaya a ser muy fácil al PP recuperar al mas de un tercio de sus electores que ha decidido no movilizarse, acaso porque ya han perdido la fe en que Mariano Rajoy pueda resolver los graves problemas de la sociedad española, acaso por la desidia y esa inmensa capacidad del presidente para aplazar la resolución de los problemas e incluso el encararlos decididamente.

El fracaso de Vox

Reiteradamente hemos evitado incluir a Vox en el pelotón de la extrema–derecha porque, en realidad, es otra cosa: una simple fotocopia reducida del PP en la que la temática de derechas está un poco más presente, mientras que la centrista ha desaparecido. Vox ha cometido, desde su fundación, distintos errores políticos que, finalmente, le han pasado factura: en primer lugar circulaba por caminos ya trillados (como nos encargamos de denunciar en nuestro Dossier sobre la Extrema–Derecha ante las elecciones europeas). El programa, la experiencia, la intención de quienes ponían en marcha  Vox, ya había estado presente en los mismos términos hace 20 años en la experiencia del PADE que, ya entonces demostró que la derecha estaba muy contenta con las siglas PP. Ahora se ha reiterado el mismo intento con idéntico fracaso.
El programa de Vox contenía errores de bulto: el primero de todos pensar que sus temas eran “actuales” e interesaban a sectores amplios del electorado. La disolución de las autonomías constituía una propuesta tan “rotunda” que era, por sí misma, impracticable e imposible, una especie de boutade destinada a llamar la atención pero no a realizarse en la práctica. Y el electorado está ya harto de “imposibles metafísicos”. En cuanto a la problemática anti–ETA, con todas las heridas que ha dejado y la sensación amarga de injusticia y de victoria de los asesinos, simplemente ha dejado de interesar a nuestro pueblo en la medida en la que el acuerdo pactado para terminar con ETA, ha sido firmado y rubricado tanto por el PSOE (que lo propuso) como por el PP (que, sin duda, fue consultado cuando se encontraba en la oposición) y el resultado ha sido un cese de la violencia… a cambio de una salida gradual de presos. Moralmente censurable, políticamente innecesario, pero efectivo… En cuanto a su insistencia en el tema del aborto, cuando la sociedad española ha vivido una campaña proabortista contraria a la reforma de la ley operado por Gallardón, la sensación de la derecha es que si la izquierda ha protestado sobre este tema, es que la reforma debió ir en dirección de sus expectativas. Sobre la “lucha contra la corrupción” era algo que todos los partidos, incluidos PP y PSOE proponían.

Luego se han producido errores estratégicos notorios: el hecho de que Vidal–Quadras encabezara la candidatura no quiere decir que el origen catalán de éste fuera lo que aconsejara enfatizar la campaña en Cataluña, toda vez que el interesado lleva casi 20 años ausente.

Cuando se convoquen las elecciones municipales, veremos lo que queda en pie de Vox y veremos si ha sido capaz con estos resultados de atraer a sectores descontentos del PP o bolsas de votos significativas. También el PADE durante un par de elecciones consiguió mantener algunos concejales antes de desaparecer por completo.

De momento, Vox no va a ser la fórmula de derecha–derecha capaz de atraer a sectores significativos del PP y sacar de su posición abstencionista a sectores de la derecha sociológica.

El por qué de estos resultados

Los resultados generales son, en su mayor parte, coherentes con lo que está ocurriendo en España en los últimos siete años: una crisis económica que es capaz de prolongar extraordinariamente su duración, generar 6.000.000 de parados, colocar al 25% de la población próximo al umbral de la pobreza o por debajo de él, forzar a la emigración económica a decenas de miles de jóvenes, aumentar la presión fiscal sobre las rentas procedentes del trabajo para pagar una deuda contraída por otros, una crisis de este tipo, decimos, solamente puede desembocar en una profunda crisis social. Y ésta al prolongarse extraordinariamente en el tiempo solamente puede derivar en una formidable crisis política en la que están incluidas todas las estructuras del Estado: partidos tradicionales, monarquía, justicia, autonomías, municipios, etc. Los mismos casos de corrupción son muestra de la incidencia de la crisis política que es, a fin de cuentas, la crisis del régimen nacido en 1978.

Pero de todos los síntomas de la crisis política hay una que es particularmente importante: el final del bipartidismo. El misterio de la política española en los próximos años reside en saber cómo se va a portar un régimen concebido e ideado para el bipartidismo imperfecto, cuando las dos columnas en las que se sostenía (el centro–izquierda y el centro–derecha) aparecen como tocados y hundidos y la “banda de los cuatro” (PP+PSOE+CiU+PNV) ya no es, ni de lejos, la única protagonista de la vida política.

A partir de ahora, como hemos dicho, se ha acabado la época de las mayorías absolutas, ha concluido el período de alternancia de ambos partidos en el poder. Ahora, si quieren gestionar una parte del poder tendrán que pactar con otros. Y el panorama político se complicará extraordinariamente generando una inestabilidad que, a partir de ahora, va a ser la imagen de marca del régimen hasta su disolución final.

Es cierto que las elecciones europeas son relativamente poco importantes y que, tradicionalmente, en esos comicios aumenta la abstención, pero también es cierto que indican una línea inevitable e irremediable de tendencia. El bipartidismo será sustituido, pura y simplemente, por la inestabilidad. Una vez más se ha cumplido lo previsto por Thomas Molnar en su libro La Contrarrevolución: hay un momento en el que un régimen puede aplicar (porque es todavía fuerte) una reforma para salvarse; pero, habitualmente, dado que se siente fuerte, no percibe la necesidad de introducir reformas ni de corregir las tendencias más desagradables que han aparecido en su interior; por tanto, ese régimen sigue degradándose. Llega un momento en el que la reforma se hace acuciante, pero el régimen está tan absolutamente desgatado que ya es incapaz de operar cualquier reforma y, simplemente, se produce el desplome interior. El sistema político nacido en España en 1978, está hoy reproduciendo este esquema de manera absolutamente maquinal. Sabemos, pues, lo que tiene ante la vista.

Addenda
¿Algo que añadir sobre la extrema–derecha?
En ese magma en el que se mueven cinco partidos, queda claro que uno de ellos es el representante indiscutible del sector histórico, FE–JONS, y que todos aquellos que se reclamen y se reconozcan en esa fisonomía terminarán convergiendo allí. Parece improbable que puedan perpetuarse dos grupos que utilicen el mismo emblema del yugo y de las flechas, por tanto, si la lógica tiene alguna repercusión en este ambiente, ambos grupos deberían de converger y La Falange estaría ahora en una buena situación para abordar la negociación que llevara a la unidad histórica de las falanges. Una iniciativa de este tipo parece casi obligada.
Falange Española de las JONS, no lo olvidemos, ha hecho una buena campaña con escasos medios. Ahora bien, es inútil pensar que el techo de una formación de este tipo puede ir más allá de sumar los votos cosechados por otros grupos similares. Por bien que actúe su dirección, lo evidente es que su imagen remite a otros tiempos y a otros valores, ya lejanos en el tiempo y que el “nacional–sindicalismo” dice muy poco a una sociedad que considera como el único sindicalismo existente el que protagonizado por las siglas UGT y CCOO, que han traicionado a la clase obrera.

Hemos dicho en muchas ocasiones si no sería mejor que los falangistas pensaran en otro modelo organizativo y no en la forma de “partido político”. La revista mensual Patria Sindicalista demuestra que, quizás, tender hacia la formación de una “escuela de pensamiento” sería mucho más productivo en términos de persistencia del falangismo en la sociedad futuro. Preparando cuadros y dirigentes políticos, como en otro tiempo hizo la Escuela de Propagandistas Católicos, se conseguiría influir mucho más en la sociedad y no restringirse a los altos muros de un partido político.

Hará falta ver si en los próximos meses ambos grupos falangistas logran reabrir conversaciones para su unidad definitiva y para la elección de una estrategia de futuro.

Los segundos en resultados en la extrema–derecha ha sido la coalición Iniciativa Social, un nombre equívoco en la medida en que a poco que el simpatizante se acercaba a su temática se percibía claramente que, tras este rótulo, proseguía ese monotema obsesivo del aborto, destacando con mucho sobre cualquier otra temática. Creemos que el intento está encarrilado hacia una vía muerta y sin salida no ahora, sino desde el momento mismo de su arranque. Si en esta ocasión IS (AES+CTC+FyV) ha perdido buena parte de los votos que AES en solitario obtuvo hace cinco años, se ha debido, especialmente, a la competencia de Vox. Lo que se abre a partir de ahora –nuevamente, si hemos de pensar en términos lógico, lo que es del todo evidente que hagan los protagonistas– es que ambas formaciones (IS–AES y Vox) se planteen un futuro común. No hay, simplemente, no hay espacio para ambas. Y, de momento, a pesar de sus resultados limitados, Vox arrincona a AES. Quizás sea la forma y el momento de dar por concluida la experiencia neo–piñarista, social–cristiana, o como prefieran llamarla.

No hay más posibilidades de convergencia, ni de fusiones o desapariciones de siglas. DN y MSR prosiguen como hasta ahora. El papel de DN pactando primero con LEM, luego ausentándose sin dejar señas para reaparecer en Soluciona, para finalmente presentarse solo, ha sido una peripecia sin precedentes, no por previsible, menos exótica. Tiene gracia que tanto DN como MSR consideren que “han vencido” (e incluso lo expresen así) y que, a partir de ahora, “la lucha continúa”, lo que implica tener, simplemente, más moral que el Alcoyano. Hay que reconocer que en estas elecciones, ambas formaciones se han preocupado por reinventarse a sí mismas: han ido agrupando a expulsados de otros grupos, bolsas de militantes recuperadas aquí y allí, nombres surgidos de los más variados ambientes, para componer sus listas. Ni aun así han conseguido escapar a los magros resultados de otras veces, que en ambos casos indican –por pura lógica– que no logran interesar salvo a muy pocos (error técnico en los recuentos incluido). Ahora piensan que “en las municipales será nuestra hora”… pero parten en situación de desventaja. Y, por lo demás, el tiempo no pasa en vano: MSR tiene 14 años y DN está por cumplir los 20.


De todos estos fragmentos –por mucho que parte de sus fondos sean utilizados en viajes lowcost a visitar a “partidos hermanos” del extranjero en la creencia de que presentarse como “socios” les reportará algún interés por parte de los medios de comunicación españoles– no podrá salir nunca nada parecido a los movimientos que han dado un prodigioso salto adelante en Europa. Pero esta es otra historia.