miércoles, 8 de febrero de 2012

La que se avecina: reforma de la contratación


Info|krisis.- Es un misterio el porqué desde la Unión Europea se insiste tanto en la “reforma de la contratación”. Y esto por dos motivos: por los argumentos que se acompañan y porque en el orden de prioridades hay otras que parecen mucho más prioritarias. Cualquier reforma de la contratación o bien es a favor de la patronal o a favor de los trabajadores o a favor del sentido común. Nunca se ha hecho ninguna reforma en contra de los trabajadores y del sentido común. Esta que se aproxima (que no es más que una ampliación de la reforma que realizó el gobierno Zapatero y que le valió la acusación de haber adoptado las tesis neoliberales imperantes en la UE) es una reforma contra el sentido común y esto por tres motivos. 


¿Ganaremos competitividad? 

En efecto, el gobierno español, presionado por el gobierno de la UE, sostiene que es necesaria una “reforma laboral” para “ganar competitividad”. Seamos realistas: por muchos derechos sociales que se acorten, por mucho que se compriman los salarios, nunca, absolutamente nunca, se podrá llegar a los 133 euros al mes que cobran los trabajadores chinos o los 75 euros al mes que cobran los trabajadores vietnamitas. Sin contar, por supuesto, los 33 euros al mes de media que se suele cobrar en África allí donde hay trabajo y por quien quiere trabajar. La competitividad es, pues, una ficción: jamás seremos tan competitivos como China y es bueno que lo tengan presente tanto los trabajadores como el gobierno.

En segundo lugar cabría decir que en períodos de auge económico cualquier contrato de trabajo se asume como válido y nadie discute lo leonino de sus cláusulas, ni lo limitado de las indemnizaciones a que diera lugar el despido. Y si, para colmo, los sindicatos están distraídos repartiéndose las subvenciones recibidas, nadie se preocupa en períodos de bonanza de la contratación. Ni siquiera los trabajadores porque, en definitiva, si alguien es despedido de una empresa o ésta cierra, no le costará mucho –incluso en un escenario laboral español que siempre sostiene un paro residual superior al 8%- encontrar un nuevo empleo. Es en esos momentos en los que hay, sin embargo, que reformar la contratación porque cuando se avecinan las horas bajas y la recesión se implanta, jamás se creará empleo porque se reforme la contratación. Es más, los trabajadores pueden competir por un “mal” puesto de trabajo, mientras que las empresas dudarán incluso de crear un nuevo puesto, aunque sea mal pagado y con despido libre, si no tienen asegurada su viabilidad futura.

Esto es lo que pasa hoy: ni las empresas tienen seguridad de que podrán seguir realizando actividad económica y negocio en el futuro, ni por tanto generan nuevos puestos de trabajo que, aunque les salga gratis su liquidación, conllevará, mientras, el pago de salarios y de cargas sociales. Las empresas prefieren, por una parte, explotar más a sus trabajadores, exigirles más, y por otra recurrir al régimen de becarios para cubrir cualquier vacante a coste prácticamente cero.

La regulación de nuevas normas de contratación no va a traer una revitalización del mercado de trabajo. Es más, si de lo que se trata es de regular el despido, que no quepa ninguna duda de que esas nuevas normas no crearán ni un solo puesto de trabajo (la marcha de la economía no es mala, es pésima, y en estas condiciones por muy “apetitosa” que se presente la contratación, ningún empresario tiene interés en crear puestos de trabajo por mucho que el despido sea libre, entre otras cosas, porque lo que verdaderamente encarece la contratación ¡no es el despido! ¡son los gastos sociales percibidos por el Estado!), sino que más bien facilitarán más y más despidos.

¿Hacia otra huelga general?

Rajoy es consciente de que los sindicatos nuevamente van a ser arrastrados por la opinión pública a la convocatoria de una huelga general contra los planes de contratación del PP. Estos planes, hay que decirlo, eran previsibles aunque durante la campaña electoral, Rajoy no hiciera alusiones a ella. Y no es raro que tema una huelga general. En España, los sindicatos cada vez tienen menos peso social y cada vez más la opinión de la calle y de los trabajadores está más radicalizada. Lanzar a la calle a los trabajadores por parte de unos sindicatos que ya no pueden encuadrarlos a causa de su desprestigio puede ser peligroso: una vez están las masas en la calle, es imposible prever cómo se van a comportar y es cuestión de tiempo que desborden a los sindicatos que desde hace dos décadas actúan solamente como un corsé para contener la agresividad de los trabajadores cada vez más airados por la pérdida del valor real de los salarios.

Pero, a pesar de ser consciente del riesgo de huelga general, Rajoy piensa que la reforma laboral es mejor hacerla hoy, en los inicios de la legislatura, que al final, a poco de las nuevas elecciones. En efecto, cree hoy, como ZP creía hace cuatro años, que la crisis iba a ser cosa de unos años y que cuando lleguen las próximas elecciones la propia recuperación del capitalismo mundial ya habrá tirado del carro de la economía española. A eso se le llama “optimismo voluntarista”. Es cierto que el capitalismo está preparando una guerra en Oriente Medio para salir de la crisis y para que las fábricas de armamento pongan nuevamente en marcha el mecanismo de producción y consumo mundial, así como que la reconstrucción posterior al conflicto genere buenos y nuevos negocios.

Israel y los Países Árabes son suficientemente irresponsables como para autodestruirse en la pira para salvar al capitalismo. Eso es incuestionable y los pasos para llegar a ese conflicto pueden percibirse día a día. Así pues, la guerra es inevitable y en esa hoguera que es la historia del capitalismo están destinados a morir en los próximos meses o años unos cuantos millones de personas. Pero ¿bastará eso para que la crisis del sistema mundial pase de la fase en rojo a un período de crecimiento económico inmediato y duradero como los “30 años gloriosos” que siguieron al final de la II Guerra Mundial? En absoluto.

Y aquí llegamos a las otras razones por los que la “reforma laboral” será inútil.

Las necesidades urgentes en cinco puntos

Se crea empleo allí en donde existe un modelo económico que lo avale. Si no hay modelo económico no hay creación de empleo al menos de manera sensible. Y ni el PSOE fue capaz de establecer un modelo económico nuevo que sustituyera al de Aznar (basado en ladrillo, inmigración, salarios bajos y crédito fácil), ni el PP dispone hoy de nada que se parezca a un modelo económico. ¿Por qué? Simplemente porque es imposible...

En efecto, lo que impide crear un modelo económico es la globalización: es decir, la precipitación de todas las factorías de producción de bienes allí a donde resulta más barato el proceso de producción. Es decir, allí en donde se cobran salarios más baratos y existen menos prestaciones sociales.

Por lo tanto, de lo que se trata no es de reformar la contratación, al menos no inmediatamente y desde luego no en la manera en la que se está proponiendo. De lo que se trata es 1) de relocalizar la industria nuevamente, que lo que se consuma en Europa (no solamente en España) se produzca en Europa, 2) de un rearme arancelario en todo el marco de la UE que estimule la venta de productos europeos y desestimule las importaciones, 3) de la creación de un “Espacio Económico Euro-Ruso” emancipado de la globalización, 4) de generar una economía productiva en lugar de una economía especulativa para lo cual será necesario implantar políticas fiscales que graven las rentas procedentes del capital y disminuyan la presión fiscal sobre las rentas del trabajo y 5) Restablecimiento de la normalidad en el mercado de trabajo español, sobresaturado por la llegada de 7.000.000 de inmigrantes en estos últimos 15 años de los que, como mínimo, 5.000.000 son excesivos e imposibles de integrar en nuestro mercado de trabajo.

Estas soluciones suponen coger el toro por los cuernos y van más allá de los parches técnicos que hasta ahora proponen el PP y el PSOE. Solamente medidas de este tipo contribuirán a generar un marco adecuado para la creación de empleo. Será en ese momento en el que valdrá la pena plantearse reformas a la contratación: no ahora.

© Ernesto Milà – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen