Alguien se ha vuelto loco en La Moncloa. Y no hace falta señalar
quién. Sánchez, en sus desesperados intentos de mantenerse en el poder unas
semanas más, con su tozudez para negarse a reconocer lo inevitable (que él no
manda, mandan los que le aportan votos para mantenerlo en la poltrona), con su
falta de visión de Estado que siempre le ha caracterizado, firmó unos acuerdos
con ERC con la intención de llevar a Illa a la presidencia de la gencat, ACUERDOS
IMPOSIBLES DE CUMPLIR. Y todo esto merece algunas reflexiones sobre cómo se ha
llegado hasta aquí y cómo podrá evolucionar en el futuro.
LA “ECUACIÓN PERSONAL” DE SÁNCHEZ
Los psicópatas tienen tendencia a jugar a la ruleta rusa (incluso con el cañón apuntando a todo un país). Y, como
todos los que practican este “deporte”, antes o después, ocurre lo inevitable:
se vuelan la tapa de los sesos (o nos la vuelan a todos, dinamitando la convivencia). Sánchez ha venido dándole al gatillo con
frecuencia en el último año. Los rasgos clínicos del “perfecto psicópata”,
según los manuales de psicología son cinco: encanto superficial, ego
desmesurado y llevado al extremo, falta de empatía y comportamiento manipulador,
tendencia sistemática a mentir y carencia de sentimiento de culpa o de
remordimiento. No lo digo yo, que lo dice cualquier web de psiquiatría, en
una descripción que más parece un retrato goyesco del presidente del gobierno. Y
es importante recalcar que la ciencia no ha encontrado remedio alguno a esta malformación psicológica: o se
les encierra o siguen haciendo daño hasta que mueren.
Y sus esclavos, esos ministros que ha incorporado a su gobierno,
no por su eficiencia, sino por su actitud sumisa a sus designios, incapaces de
chistarle ni de advertirle de las consecuencias de sus actos lo saben: saben que,
si aplauden tímidamente o no aplauden sus intervenciones en el congreso, Sánchez
no se lo perdonará. Saben que, si no salen en tromba en defensa de Begoña, su
cargo corre peligro. Saben que, si no aceptan decir hoy justo lo contrario de
lo que dijeron ayer, todo por seguir la tortuosa línea de Sánchez, pueden caer
en el ostracismo dentro del gobierno. Lo más terrible de estar cerca de
Sánchez es que sus ministros y colaboradores conocen como nadie su malformación
mental; les paga bien, les deja cometer cualquier abuso (mientras no salga a la
superficie) y ellos mismos saben que carecen de futuro más allá del
pedrosanchismo.
En cierto sentido el gobierno de Sánchez aplica el “principio de
Peter” sobre los distintos niveles de incompetencia, llevándolo a su límite. Un incompetente -Sánchez lo es,
además de psicópata- siempre busca crearse un entorno a su servicio, compuesto por personalidades aún más
incompetentes para evitar que puedan hacerle sombra. Y esto explica porqué en
la actualidad el PSOE tiene un problema: el partido, como tal, ha desaparecido,
tiene tantos afiliados como cargos públicos: eso no es un partido, es, más bien
un sindicato de barrigas agradecidas, todo lo que no es pedrosanchismo, se
sitúa en los márgenes y la sigla ha llegado a un punto en el que ni siquiera se puede
plantear quién es el “delfín”, el sucesor, cuando ocurra lo que inevitablemente
ocurrirá antes o después.
Lo que llevó a Sánchez a La Moncloa no fue su credibilidad
política (había sido el eterno derrotado. Había
dimitido como secretario general del PSOE en 2016, en 2003 había sido el
candidato número 23 en la lista a las municipales de Madrid, pero solo salieron
elegidos 21 socialistas: la dimisión de Elena Arnedo hizo que, finalmente, el
derrotado, pudiera entrar como concejal. En 2008 se repitió un escenario
parecido: se presentó a las elecciones generales por Madrid sin obtener escaño,
pero cuando Pedro Solbes renunció al suyo, Sánchez le sustituyó como diputado.
En las generales de 2011 es el candidato undécimo por Madrid… pero su maldición
se repite y el PSOE solo obtiene nueve diputados en esa circunscripción. Y
nuevamente, una renuncia -ahora la de Cristina Narbona- le lleva al terciopelo
parlamentario), sino el “encanto” que destilaba. Ese encanto superficial,
propio del buen psicópata tal como lo describen los estudios clínicos, que
encandila a abuelas, gays, muchachas casaderas y madres de familia. Un encanto
que, pronto se diluye, cuando ya es demasiado tarde.
Tras Rubalcaba, el PSOE se encontraba en una crisis interior: Sánchez consiguió los avales necesarios y se enfrentó a Eduardo
Madina (un pobre diablo al que ETA había volado una pierna y que poco después
del atentado “perdonó” a los terroristas y les instó a negociar "por la paz y la convivencia" que es como invitar a un chocolate con churros al mena que acaba de expoliarte) y a Pérez
Tapia (uno de los últimos catedráticos universitarios que le quedaba al PSOE,
un progre convencional, que siempre había coqueteado con la izquierda del
partido y que terminó rompiendo el carné del PSOE en 2018). Los delegados
socialistas votaron a Sánchez a la vista de que los otros dos candidatos tenían
un perfil poco atrayente para el electorado (Pérez Tapia era una marxista “de
los de antes” y Madina la fotocopia reducida de ZP). Así que Sánchez se hizo con el
control del “aparato”. Jugaría a presentarse como “chico bien”, pulido,
dialogante, mediático. Siendo el candidato número 1 en las elecciones generales
de 2014, resultó inevitablemente elegido y fue nombrado “jefe de la oposición”.
Sin embargo, dos años y tres meses después de ser elegido por los militantes,
el 1 de octubre de 2016, perdió una votación para celebrar un congreso
extraordinario, por 132 a 107, su ego no lo resistió y presentó su dimisión. En
la asamblea hubo gritos, llantos, llamamientos patéticos y no faltaron maniobras de baja
estofa. La línea ya entonces adoptada por Sánchez de pactar con nacionalistas,
etarras, independentistas y extrema-izquierda, no era querida por más de la
mitad del partido. Sánchez, además, había perdido las elecciones que tuvieron lugar ese
año y su cuota de diputados era la más baja de su historia: 85.
A pesar de que luego consiguió recuperar el control del "aparato",
lo cierto es que, la situación que se dio en aquel momento, es, más o menos,
similar al que se da ahora: una oposición a Sánchez (entonces dirigida por
Susana Díaz) apoyada por las federaciones de Castilla-La Mancha, Extremadura y
Andalucía, con apoyos en Aragón y una facción favorable a Sánchez apoyada
solamente por Cataluña y Asturias. Si bien en aquella ocasión la victoria fue
de Susana Díaz, posteriormente, y dado el escándalo de los ERE, no podría sacar
partido. Sánchez intentó integrar a sus partidarios y el 21 de mayo de 2017
Sánchez ganó las primarias del partido (por un apretadísimo 50’2% retomando así
la secretaría general del partido.
A partir de ese momento, la sigla “PSOE” desaparece en la práctica
de la vida pública como opción colectiva, siendo sustituida por “PS”, “Pedro
Sánchez”, una opción personal. Hoy, podemos
preguntarnos, si en el post-pedrosanchismo, el PSOE estará en condiciones de
superar esos años en los que, prácticamente toda su militancia, ha renunciado a
tener una opinión propia a cambio de la posibilidad de verse favorecidos por la
varita mágica de Sánchez.
El encanto superficial del psicópata, lo hemos dicho, siempre se
diluye pronto. Los que están cerca de él entienden que su “voluntad de poder” no
es en beneficio de lo colectivo (la sigla “PSOE”), ni, por supuesto, del país
que pretende dirigir, sino de él mismo. Aprenden, así mismo, que su ego
desmesurado y llevado al extremo no acepte instantes de duda o de vacilación:
si un cargo socialista quiere permanecer en el poder, debe ser el más rápido twiteando
el apoyo al líder en redes sociales, retrasarse, manifestar alguna duda puede
suponer ser relegado al ostracismo. El “equipo” de Sánchez sabe
perfectamente de su falta de empatía y de su comportamiento manipulador, han
experimentado ellos mismos el alcance de su tendencia sistemática a mentir y saben
que carece por completo de sentimiento de culpa o de remordimiento. No
vayamos a olvidar ahora a los afectados por la erupción volcánica de La Palma
en 2021. Sánchez se desplazó allí para anunciar a los afectados todo tipo de
beneficios para la reconstrucción de sus hogares… tres años después, todo sigue
igual, con los afectados en barracones y las promesas sin cumplir (y 7.000 inmigrantes
ilegales albergados en hoteles de lujo). Es solo un ejemplo de la personalidad
de Sánchez, “nuestro” presidente del gobierno.
EL PSICOPATÓN Y EL COBARDICA
El resultado de las elecciones autonómicas catalanas de 2024 (véanse
artículos: Recta
final en Cataluña: la banda de los tres en cabeza, El
comportamiento electoral de los “nuevos catalanes” y Elecciones
catalanas: otra prueba de que el sistema ha encallado), contribuyó a enturbiar
aún más la situación política de Pedro Sánchez. El PSC había vencido presentando
un candidato pálido y tristón, “el ministro de la pandemia”, con flema como
único mérito y cuyo nombre revolotea judicialmente en el entorno de la red del “Caso
Koldo”. En realidad, Illa no venció tanto por sus méritos, como por la
estrategia de compra del voto de los “nuevos catalanes” (inmigrantes
naturalizados) y por los errores y la pérdida de iniciativa del independentismo.
La derecha estatalista, por el contrario, subió incontestablemente a pesar de
no presentar un frente común. Cataluña se había convertido en ingobernable…
pero había un partido que había obtenido más escaños: el PSC. Le correspondía,
pues, formar gobierno.
¿Con quién? El comparsa habitual del PSC en Cataluña era,
tradicionalmente, ERC. Ambos partidos que se autosituaban a la izquierda del
mapa político, ambos aceptando la Agenda 2030 y con la misma política ante la
inmigración masiva, ambos odiando a la derecha.
Pero, el problema era que el gobierno de Sánchez en Madrid se sostenía durante un
año apoyado por los siete votos de Junts. Y el inmenso problema insuperable
era que ERC y Junts, simplemente, se odian: allí donde esté uno, allí lo
boiteará el otro y viceversa. No es que haya diferencias de programa
notables entre ellos, es que se odian desde los tiempos en los que el “procés”
quedó como lo que era, una mala broma de unos independentistas que habían
confundido fantasías con la realidad. Siempre, en estos casos de iniciativas
políticas alocadas que quedan frustradas, sus protagonistas se obstinan en liberarse
de haber cometido cualquier error, arrojando las culpas sobre alguno de sus
aliados circunstanciales. Y el ridículo que dejó el “procés” fue mayúsculo:
desde el absurdo de crear comisión de desenganche aun antes de conocer el
resultado del referéndum, hasta la utilización masiva de los medios de
comunicación oficiales de la gencat para promover la independencia, redacción
de una constitución catalana, hasta las “casas regionales” catalanas
convertidas en seudo-embajadas… Por no hablar de la “república catalana” que
“queda proclamada”, para 9 segundos después declararla “en suspenso, para
negociar”. Cataluña, de nuevo historia se convirtió, gracias al
nacionalismo independentista en pura irrisión internacional (hace casi 100 años
lo había sido con la ridículo conspiración de Prats de Molló y en 1934 con la
asonada de Companys). Aquello modificó el ADN de los “hermanos separados”,
Junts (exCDC) y ERC.
Para el PSC había que resucitar aquella coalición tradicional con
ERC. Negociar con Junts suponía que Illa no sería “honorable”. Y aquí,
hace falta realizar una interpretación de las actitudes de las partes. Sánchez
pensaba que Puigdemont se satisfaría con la “ley de amnistía”. Pero, el
problema de esa ley, era su redactado, que podía ser recurrida y que, como se
ha visto, no englobaba todos los delitos, confirmaba a Junts que Sánchez era un
tramposo: firmaba algo que luego se iría diluyendo en el tiempo, a cambio de un
apoyo aquí y ahora. De ahí que Puigdemont quisiera volver a Cataluña como “honorable”
y rechazara cualquier otra opción. Para Puigdemont, el sacrificio de Illa era
justo y necesario: a fin de cuentas, él era el “nostre president” que se había
tenido que exiliar y cuya inocencia reconocía la “ley de amnistía”, por tanto,
debía de volver a su puesto que traumáticamente le arrancó Rajoy y sus “piolindos”
primero y luego la “lawfare”…
El PSC, como hemos dicho, era partidario de negociar desde el
principio, sólo con ERC. Se decían que, a fin de cuentas, Puigdemont es un
cobarde entre los cobardes y que, a la hora de la verdad, seguiría apoyando a
Sánchez en el parlamento de Madrid, a sabiendas de que cualquier cosa que
viniera después podría ser peor para él. A pesar de que el PSC abofeteara a
Puigdemont en la cara negociando con ERC y formando gobierno con este partido,
no piensan que Junts tenga el valor de romper su apoyo a Sánchez en Madrid y
forzar nuevas elecciones. El tiempo dirá quién tiene razón. Ésta es, al menos,
la opinión de Sánchez y del PSC.
ERC Y LA DIRECCION DE LOS TRAGALDABAS
Las últimas reuniones de la dirección de ERC parecen un anuncio de
denuncia de malos vicios alimentarios. Demasiadas barrigas cerveceras, signos
de auténticos trastornos alimentarios, sobredosis de colesterol y poca
actividad deportiva, nada de vida sana, en lo que se refiere a “ellos”. En
cuanto a ellas, todas tienen al aspecto de la “tieta” que existe en toda
familia catalana, una especie de matriarca en la sombra que hace y deshace a su
antojo para orientar a sus sobrinitos en la dirección que a ella le interesa.
Tragones unos, manipuladoras otras. Así está el patio en ERC, partido
sumido, además, en una de sus habituales crisis cíclicas, con la diferencia de
que esta vez no es la sigla la que baja, sino el ideal que representa, el
independentismo, el que muestra su inadecuación creciente a los tiempos
modernos. A lo que vamos…
Evidentemente, a Illa le resultaba mucho mas fácil negociar con
ERC que con Junts. ERC no le iba a plantear el tema de la inmigración, en la
que ambas partes están de acuerdo (Junts tiene, por el contrario, el problema
de la fuga masiva de votos en dirección a la Orriols, alcaldesa de Ripoll,
contraria a la presencia de inmigrantes en Cataluña). Ni las políticas
lingüísticas, dado que el PSC siempre ha tenido la manía desde Maragall, de
tratar de adelante a ERC compitiendo con ellos en nacionalismo. Y, además, era
más fácil negociar con ERC que no aspiraba a situar a ninguno de los suyos en
la poltrona del “honorable”, a diferencia de Puigdemont que quería el puesto por
encima de no importa quién.
Y negociaron. La negociación, según las partes, ha sido, “larga
y complicada, pero al final han llegado a un acuerdo”… Error: la negociación ha
sido muy simple. Se ha retrasado hasta agosto para que la noticia llegara a la
opinión pública en período vacacional. La negociación ha consistido en que el PSC
ha pregunta a ERC: “¿Qué queréis?” y ERC ha contestado: “Lo queremos
todo”. Y el PSC ha respondido: “No hay problema”. A esto se ha
reducido en la práctica, por mucho que los “tabloides digitales”
que apoyan al pedrosanchismo la hayan revestido de épica y dramatismo.
En la negociación se han juntado, el trilero, Sánchez, y el
tragaldabas, Junqueras. El trilero tiene como lógica de comportamiento el
engaño y los tragaldabas la ambición de querer saciarse, aunque solo
sea mentalmente. Al primero le cuesta poco
satisfacer la ansiedad de consumo alimentario de los segundos. Total, una vez más,
se trata de aceptar dar a largo plazo algo que no se sabe si se podrá dar, a
cambio de apoyar a Illa aquí y ahora.
La cuestión es: todo lo que los “validos” de Sánchez han
firmado (el concierto económico, selecciones deportivas propias, las embajadas
propias, los puestos en los organismos internacionales, etc, etc, etc.) ¿es
constitucional? ¿puede ser aceptada incluso por los barones de su propio
partido antes de que todas las regiones pidan lo mismo? ¿y por otros partidos que
lo sostienen en Madrid? ¿soportará alguna de estas pretensiones su transformación
en leyes orgánicas en el congreso de los diputados?
Algunos “tertulianos de sobre” y diputados socialistas han
afirmado que, con estas medidas, España se convierte en un “Estado Federal”,
tal como incluía el PSOE en su programa… En realidad, no. En realidad, de
aprobarse esta medida, la gencat -que no Cataluña- se situaría en la puerta de
salida del Estado a un solo paso de la independencia que excluiría a más de la mitad de los residentes en Cataluña. En otras palabras: lo que
fracasó con el malhadado “procés”, lo que se convirtió en una pérdida de votos
desde 2017 para el independentismo, tanto en sus distintas siglas como en su conjunto, lo que
generó carcajada universal, Pedro Sánchez lo ha concedido solamente para
colocar al “ministro de la pandemia” al frente de la gencat durante unas
semanas y poder alardear de un "éxito" de su política... Sánchez es hijo putativo (en el sentido del término definido por
la RAE y también en el sentido malsonante de la expresión) de ZP. Si éste convirtió la derrota
de ETA en victoria gracias a la negociación con un enemigo ya vencido y desmantelado policialmente, derrotado,
infiltrado, traicionado por su propia cúpula, Sánchez ha dado al “procés”
todo aquello en lo que había fracasado, salvo en la independencia nominal.
Los tragaldabas de ERC, parecen haber picado. Quieren que las próximas horas que se aproximan para su partido y se presumen como bajas-bajísimas, les cojan con algo de patrimonio en los bolsillos. Ya se valora incluso quien estará al frente de la nueva “consellería de promoción del catalán” que promete ser el puesto de trabajo de por vida de muchos afiliados al partido. Hay que alimentar a tanta barriga cervecera. Los que conocemos la historia de ERC sabemos que vivir a costa de la gencat es su aspiración y lo que consideran más normal desde los tiempos de Macià.
EL PSICÓPATA, EL COBARDICA Y LOS TRAGALDABAS: MALA COMBINACIÓN
El problema del “Estado Español” es que cada vez es menos “Estado”
(como ya hemos dicho, en otra ocasión la raíz etimológica de “Estado” y de “estabilidad”
son la misma y la existencia de un “Estado” presupone la idea de una estabilidad
cada vez más alejada de la política española y, por supuesto, de la catalana) y
cada vez menos “Español” (los acuerdos PSC-ERC nos dicen que se ha instaurado,
sin habernos enterado y sin que nadie nos haya consultado, un “federalismo
asimétrico”).
No hay que alarmarse mucho: difícilmente, los acuerdos ERC-PSC superarán
los trámites parlamentarios y su conversión en leyes y, mucho más difícilmente
aún, superarán la prueba del tribunal constitucional (que, por mucho que Sánchez se lo haya trabajado, todo tiene un
límite, incluso para un señor magistrado que tiene que preparar la sentencia imposible) y la sensación de Puigdemont de que, una vez más, alguien le ha
tomado el pelo. En lo que a ERC se refiere, veremos como queda ante su
parroquia después de haber “arrancado” todo (y a la vez, no haber obtenido nada más que algunos puestos de trabajo para sus afiliados), al gobierno más
corrupto y débil de la historia de España, un apoyo puntual a Illa aquí y
ahora, a cambio de promesas a cumplir en el futuro que son como realizar brindis al sol…
La sensación que da es que Sánchez ha tomado la medida a los
independentistas: aceptan el "vótame hoy y te lo doy todo mañana"… a pesar de intuir que en
ese “mañana” surgirán "indecibles problemas" que impedirán cumplir la promesa…
El sistema ha dejado de funcionar. Esa es la triste realidad. No nos engañemos: nunca funcionó, desde 1978, la democracia de manera aceptable en
España (ahora que Alfonso Guerra se ha vuelto un corderito razonable dentro del
socialismo, ¿vamos a olvidar que la corrupción empezó en aquellos años y en su entorno familiar o que RUMASA fue expoliada para repartirla "entre amigos"?). El
problema es que, ahora vamos de inestabilidad en inestabilidad y tiro porque me
toca: ni siquiera en un futuro sin Pedro Sánchez la política española se
clarificaría (en primer lugar porque el PSOE es una especie que, de momento,
solamente en Cataluña y Asturias, no está en vías de extinción, en segundo lugar
porque no hay nadie con relieve suficiente en este partido para sustituir a Sánchez
y, finalmente, porque los partidos del Grupo de Puebla (entre los que se
encuentra el PSOE, Sumar y Podemos) van cayendo como moscas allí en donde se
celebra una elección. En un par o tres de años no van a gobernar ni una comunidad
de vecinos.
Los protagonistas de esta historia, un psicópata, un cobardón y un tragaldabas, no constituyen el único drama en la historia de la España de 2024: además, tenemos a un “líder de la oposición”, hoy operado de desprendimiento de retina, con el mismo carisma de un mejillón de lata, que sigue repitiendo que su opción de coalición es el PSOE; por no hablar de lo que queda de Podemos (un atajo de niñatas loquitas y hombre deconstruidos) y de Sumar (en el que cada parte -el PCE, Izquierda Unida, Equo, Verdes, Mas Madrid, etc, etc, etc- va por su parte y atribuye a las demás los fracasos de la sigla).
Esta historia,
definitivamente, no puede tener buena salida. Después de cuarenta años de
selección a la inversa, el sistema, repetimos, ha dejado de funcionar: los más
preparados, los más capaces, han abandonado la política y se han orientado
hacia el sector privado. La clase política ha ido degenerando más y más en
todos los partidos: en el centro-derecha y en el centro-izquierda, en el
nacionalismo y en el independentismo, en cualquier partido, se han quedado los
que solo tenían la posibilidad de prosperar mediante la astucia, el cinismo, el
oportunismo sin principios, hábiles en maniobras rapaces y quiebros circenses, usuarios abonados a la capacidad para mentir y otras cualidades propias
del príncipe de Maquiavelo, mientras que los que aspiraban a ser fieles a un
proyecto político -sea cual fuere- se han ido a su casa por no estar dispuestos
a medirse en el circo de bajeza moral y ausencia de ética en la que se ha
convertido la política.
Y cuando ocurren esas cosas, es cuando vuelve a ser necesaria la presencia del “cirujano de hierro", pedido tantas veces en la historia reciente de España, con capacidad, fuerza, convicción y apoyos suficientes como para resetear el sistema político. Porque, no nos engañemos: eso y no otra cosa es el remedio a los males de este país.