lunes, 10 de junio de 2024

ELECCIONES EUROPEAS: QUE LA ESPERANZA NO OCULTE LA REALIDAD (1ª PARTE)

El 9 de junio se votó la nueva composición del parlamento europeo. Esperanza: el nuevo parlamento estará más a la derecha que el anterior. Realidad: seguirá gobernando una coalición del centro-derecha y del centro-izquierda. Resultado: cuando dentro de cinco años se convoquen nuevas elecciones europeas, la situación del continente seguirá la curva de degradación que ha seguido en las últimas dos décadas, con la posibilidad muy verosímil de irreversibilidad de muchos de los problemas que hoy son graves: inmigración, islamización de Europa, pérdida de identidad cultural, dependencia alimentaria, irrelevancia internacional, desertización industrial, angelismo ecológico y fiscalidad omnívora. Y, no nos engañemos: los resultados de ayer solamente quieren decir que el voto del rechazo aumenta, pero no lo suficiente como para ser decisivo, salvo por dos hechos

PROBLEMAS EN EL EJE FRANCO-ALEMÁN

Hemos dicho que no vale la pena engañarse. Hace falta resumir las mutaciones de la UE a lo largo de su existencia:

- en una primera fase (años 50), nace del acuerdo franco-alemán para evitar nuevas guerras civiles europeas;

- en una segunda fase (años 60) domina la creencia de que los problemas europeos se pueden resolver mediante soluciones técnicas (la “tecnocracia de Bruselas”);

- en la fase siguiente asistimos a ampliaciones de la UE (años 70-80), negociadas para que no hagan sombra al eje franco-alemán;

-  visto el éxito de esto, en la cuarta fase, se trata de ampliar la UE con la incorporación del Este y con la creación de un “espacio único”, una “moneda única” y una economía completamente integrada (acuerdos de Maastrich) (años 90);

- en una última fase, la UE se convierte en la “pata europea” de un mundo globalizado: las ideas “mundialistas” mueven a la UE que se entrega a los tópicos suicidas de la Agenda 2030 como ninguna otra parte del mundo…

En resumen: la UE está desequilibrada por la existencia de un “núcleo duro” (el eje franco-alemán) y de una periferia formada por tres bloques: el mundo mediterráneo, el mundo nórdico y el mundo del Este Europeo. El “motor” de la EU sigue siendo el eje franco-alemán. Dicho de otra manera: la dirección de Europa será la que tomen estos dos países. Y es ahí en donde han aparecido elementos esperanzadores.

- En Francia: el Rassemblement National (antes Front National) de Marine Le Pen ha obtenido el 31,50% de los votos, lo que supone más del doble de sus inmediatos seguidores (14,5% el partido de Macron) y Réveiller Europe (14%, los socialistas). No olvidar que, además del RN, La France Fière, otras candidatura antiinmigracionista, ha obtenido el 5,35%.

- El Alemania: la victoria de la democracia cristiana CDU (30,30%) se ha empañado por la derrota sin paliativos de los socialdemócratas (SPD 14,10%), superados y relegados a la tercera posición por la AfD (15,60%) que ha desarrollado una campaña plagada de obstáculos y agresiones sin precedentes. Incluso, el nuevo partido de izquierdas, BSW (Bündish Sahara Wagenknecht) con posturas antiinmigración, ha obtenido un 5,70%.

En otras palabras: precisamente en los dos países que constituyen el “motor de la UE”, los partidos antiinmigracionistas y partidarios de la defensa de la identidad europea, han obtenido una victoria indiscutible.

Es evidente que las convulsiones políticas y sociales que afecten a este “núcleo duro de la UE”, tendrán repercusiones en el resto del continente. Por el momento, las consecuencias políticas de estas elecciones en estos países son:

- En Francia: convocatoria de nuevas elecciones (que se celebrarán entre 20 y 40 días después de la disolución de la asamblea nacional) que Macron quiere que se celebren ANTES de la celebración de los Juegos Olímpicos por obvias razones: pueden ser juegos sangrientos, no tanto por el terrorismo como por la acción de las bandas étnicas.

-  En Alemania: los tres partidos de la coalición de gobierno, socialdemócratas, verdes y liberales ha sufrido un varapalo (SPD: 14,1%, Verdes: 12% y FDP 5,3%) en el que todas sus componentes han salido derrotadas (en las elecciones de 2019: SPD: 26,1%, Verdes: 20,5% y FDP: 5,42%), mientras que AfD tuvo en 2019 el 10,97% y ayer el 15,60%).

En otras palabras: en el “núcleo duro de la UE” crecen los que ya no creen en la “Europa de Maastrich”, ni en la “Europa de la Agenda 2030”, ni en la “Europa multicultural”.

Pero ¡cuidado! Estos mismos resultados electorales del 9-J indican que el voto es “volátil” y que vivimos tiempos movedizos y de gran fluidez en el tránsito de votos de un partido a otros, incluso a su contrario, que no están explicados por nada mas que por los caprichos, la irresponsabilidad y las subjetividades ignorantes de los electores.

Los resultados en la “periferia europea” no vale la pena comentarlos, país por país: pesan poco en la UE, algo que vale incluso para los de tamaño medio (Polonia y España). En general, cabe hablar de una victoria conservadora y una derrota de la izquierda en sus distintas variedades (lo que vale también para España).

SOBRE LOS RESULTADOS EN ESPAÑA

Electoralmente, España es -vale la pena decirlo directamente- la “vergüenza de Europa”. El país de Rinconete y Cortadillo ha alcanzado fama mundial en los últimos meses gracias a las iniciativas políticas de Sánchez en materia internacional (choque con Argentina y choque con Israel) y a los casos de corrupción que han dado la vuelta al mundo (Koldo, y el “clan Sánchez”). En un país con un mínimo de espíritu crítico, la sigla PSOE hubiera sido castigada y, a estas alturas, incluso algún juez se habría atrevido a procesar al equipo dirigente como “grupo criminal”. Sin embargo, en España, el desgaste del PSOE, aun siendo muy visible desde las últimas elecciones europeas (las únicas con las que, en rigor, puede comparase el resultado de ayer), todavía conserva un 30,19% de los votos, lo que implica que, a 5.260.959 electores, el que cada día haya más evidencias de corrupción en el “clan Sánchez”, simplemente, no le importa.

En 2019, el PSOE obtuvo 7.369.789 votos, el 32,86% y 21 diputados, mientras que el PP se quedaba con 4.519.205 votos, un 20,15% y 13 diputados. Y todo esto con una participación del 60,70%. Cinco años después, con una participación del 49,21% (casi ¡once puntos menos!), el resultado del PP ha sido de 5.962.549 votos, 31,9% y 22 diputados y el del PSOE 5.360.949 votos, el 28,6% y 20 diputados. En otras palabras, el PP ha ganado millón y medio de votos, mientras que el PSOE ha perdido dos millones… es decir, más de la cuarta parte de lo que obtuvo en 2019. Está claro, pues, quién ha ganado y quién ha perdido.

Pero, el problema no es ese: el verdadero problema para el PP en estas elecciones, es triple:

1) Su victoria no es arrolladora. Está a medida de la falta de carisma de su líder, de sus titubeos, de los cambios de posición y de la mediocridad de su programa. Después de dos meses de “Caso Begoña”, a días desde el estreno del “Caso Hermanísimo”, tres meses después del “Caso Koldo”, una distancia de cuatro puntos es mínima y abismalmente distinta del varapalo que el electorado francés ha dado al presidente Macron. La campaña del PP, prácticamente no ha existido: las consignas, los eslóganes electorales, nada, absolutamente nada, pasará a la memoria de este partido que se ha limitado a recordar a Begoña, al hermanísimo y a Koldo… poco más.

2) Antes incluso de conocerse los resultados en España, Ursula Von der Leyen ya alardeaba de que repetiría gobierno de “populares europeos” y “socialistas”… con lo que al elector del PP se le debió quedar cara de tonto: ¡su voto a contribuido a mantener a los socialistas en el gobierno de la UE, a esos socialistas que ataca en España! Para colmo, vale la pena recordar que el PSOE es, hoy por hoy, el "más importante de los partidos socialistas” que queda en Europa.

3) El “sin enemigos a mi derecha” capaz de mantener la hegemonía del PP en el centro-derecha desde los tiempos de Fraga, ya no es válido. El PP, bien es cierto que ha logrado incorporar parte de los votos de Ciudadanos (en 2019, 2.731.825 y 8 diputados), pero no ha podido evitar que Vox se consolidara. En 2019 Vox obtuvo entonces 1.393.684 votos, el 6,21%, siendo quinta fuerza política, por votos y escaños, pero ayer, subió a 1.678.031 votos, pasó a 6 diputados, rondando en 10% del total... Así pues, el PP sigue teniendo “enemigos a la derecha” y su problema es que, cada vez más, esos “enemigos” son más conscientes de que el PP está en “otro campo”, al menos en Europa. Y eso implica que no habrá nunca un “programa común de la derecha” para derrocar al pedrosanchismo… lo que corre el riesgo de eternizarlo en la poltrona.

Por tanto, la victoria del PP, sin ser “pírrica”, se aproxima a ello. Gana, pero no arrasa. Avanza, pero de saberse antes del cierre de las urnas que el PP se sumaría al PSOE en Bruselas, el número de sus votantes hubiera descendido sensiblemente. Hoy, Feijóo, entre sonrisas y vítores de los suyos, sabe que su posición no se ha fortalecido lo suficiente como para asegurarle la presidencia dentro de tres años (si el pedrosanchismo y el país aguantan la judicialización de la política que veremos en las próximas semanas).

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